Techno Rebelde - [PDF Document] (2024)

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Techno RebeldeUn siglo de músicas electrónicas

Ariel Kyrou

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Traficantes de Sueños no es una casa editorial, ni siquiera una editorialindependiente que contempla la publicación de una colección variable detextos críticos. Es, por el contrario, un proyecto, en el sentido estricto de«apuesta», que se dirige a cartografiar las líneas constituyentes de otrasformas de vida. La construcción teórica y práctica de la caja de herra-mientas que, con palabras propias, puede componer el ciclo de luchas delas próximas décadas

Sin complacencias con la arcaica sacralidad del libro, sin concesiones conel narcisismo literario, sin lealtad alguna a los usurpadores del saber, TdSadopta sin ambages la libertad de acceso al conocimiento. Queda, por tanto,permitida y abierta la reproducción total o parcial de los textos publicados,en cualquier formato imaginable, salvo por explícita voluntad del autor o dela autora y sólo en el caso de las ediciones con ánimo de lucro.

Omnia sunt communia!

traficantes de sueños

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Omnia sunt communia! o “Todo es común” fue el grito colectivista delos campesinos anabaptistas, alzados de igual modo contra los príncipesprotestantes y el emperador católico. Barridos de la faz de la tierra porsus enemigos, su historia fue la de un posible truncado, la de una alter-nativa a su tiempo que quedó encallada en la guerra y la derrota, peroque sin embargo en el principio de su exigencias permanece profunda-mente actual.

En esta colección, que recoge tanto novelas históricas como rigurososestudios científicos, se pretende reconstruir un mapa mínimo de estasalternativas imposibles: los rastros de viejas batallas que sin llegar a defi-nir completamente nuestro tiempo, nos han dejado la vitalidad de unanhelo tan actual como el del grito anabaptista.

Omnia sunt communia!

historia

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1ª edición: 1000 ejemplaresMayo de 2006Título:Techno Rebelde. Un siglo de músicas electrónicasAutor:Ariel KyrouTraducción:Manuel Martínez ForegaIntroducción:Léonidas Martín SalaMaquetación y diseño de cubierta:Traficantes de Sueños.Edición:Traficantes de SueñosC/ Embajadores 35. 28012 Madrid. Tlf: 915320928e-mail:[emailprotected]://traficantes.netImpresión:Queimada Gráficas.C/ Salitre, 15 28012, Madridtlf: 915305211

ISBN-10: 84-96453-10-3ISBN-13: 978-84-96453-10-3Depósito legal: M-21793-2006

L I C E N C I A C R E A T I V E C O M M O N SReconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 2.5 España

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© 2002, Ariel Kyrou y Éditions DeNoël© 2006, de la edición Traficantes de Sueños

creativecommonsCC

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Edición original:Techno Rebelle. Un siecle de musiques electroniques. Publicado por DeNoël, X-Trême, Paris, 2002.

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Techno RebeldeUn siglo de músicas electrónicas

Ariel Kyrou

Traducción

Manuel Martinez ForegaIntroducción a la edición en castellano

Léonidas Martín Sala

historiatraficantes de sueños

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Introducción a la edición española: ----------------------------------------------- 13

Prólogo. Plataformas por Jean-Yves Leloup: -------------------------------------------- 19

Pista de introducción. Para entender mis preferencias ------------------------------- 23- Prólogo 1909-2009. Aperitivo. «Cip-cip zzip-zzip rebaños pastando dong-dang-dong-ding-beee Orquesta» ------------------------------------------------- 25- 1913. El arte de los ruidos. Sucedáneo futurista de un manifiesto que hace pum. ---- 31- 1970-1978. Blues del robot. Kraftwerkimaginario de la techno ---------------------- 35

Pista uno. Las vanguardias del siglo XX -------------------------------------------- 39- 1896-1993. Visión de merdre. Dadá y futurismo italiano: primera traición sin la cual las músicas electrónicas jamás habrían aparecido --------------------------------- 41- 1897-1954. Historias de huesos. Del Telharmonium a las Ondas Martenot: las máquinas que Varèse quiso trascender --------------------------------------------- 44- 1939-1967. Arqueología concreta. Cage y Schaeffer hacen música con ruido y abren el camino -------------------------------------------------------------------- 54- 1945-1996. Intermedio concreto. El amor al vinilo según Pierre Henry ------------- 61

Pista dos. Al ritmo de la vanguardia y del mundo pop ------------------------- 63- 1952-1976. Historias de marcianos. De Jean-Jacques Perrey a Jean-Michel Jarre, los hijos de Schaeffer y de Stockhausen o la segunda traición al arte instituido --------- 65- 1913-1988. Pirueta psicodélica. Performances y festivales pre-multimedia:Sueños de «avant-rave». --------------------------------------------------------------- 73- 1960-1971. Historia de Globbots. Joe Meek, Brian Wilson, Frank Zappa, Silver Apple: el pop se vuelve loco y enloquece los estudios ---------------------------- 76- 1970-1997. Diálogo en sampler. Cómo Can hacía sampling antes incluso de que el sampler existiera-------------------------------------------------------------- 81- 1958. Cita dadá zen. Cuchillos, tenedores y ruidos de la calle. ------------------------ 82- 1937-1998. Manifiesto mundialista. Escuchad el silencio; después, haced repeticiones, repeticiones, repeticiones, repeticiones.... ------------------------- 83

ÍNDICE

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Pista tres. En las raíces de la música dance ----------------------------------------- 93- Años cincuenta. Historia paralela. Bajo las chozas de Jamaica es donde crecen las raícesde la cultura dance -------------------------------------------------------------------- 95- 1967-1972. Incidente técnico. De un error nació el remix. Después King Tubby creó el dub ----------------------------------------------------- 98- 1971-1972. Manipulación pre-disco. La primera herejía del DJ Francis Grosso ---- 101- Mitad de los años setenta. Error de interrupción. Cómo la madre del pequeño Theodore le hizo inventar el scratch y le permitió convertirse en Grand Wizard ------ 102- 1973-1977 Arqueología hip-hop. Kool DJ Herc inventa el breakbeat, después Grandmaster Flash se mezcla con él ----------------------------------------- 103- 1972-1978. Parte almibarada. De las Temptations al Philly Sound, el soul cambia entre esplendor de arreglos y anhelos acústicos ---------------------------------------- 106

Pista cuatro. A la gloria de los primeros juglares del artesanado electrónico. ---- 109- 1972. Anécdota Krautrock. Cómo Neu! crea el drum’n bass del pobre para terminar lagrabación de Neu! 2 ------------------------------------------------------------------ 111- 1947-2001. Subjetividad a metro. ¿Quiénes son los fundadores? Elogio de los electrones libres-------------------------------------------------------- 112- 1953-2001. Miles y la electrónica van en un barco; la electrónica cae al agua; ¿qué queda? ------------------------------------------------- 121- 1997. Punto de desacuerdo. ¿Jazz y música black como fuentes de las músicas electrónicas actuales?----------------------------------------------------------------- 128- 1978. Intermedio obsesional. Las máquinas producen un éxtasis perfecto--------- 130- 1978. Anécdota zippie. Cómo el fashion Steve Hillage se convierte al techno gracias aKraftwerk en plena explosión punk --------------------------------------------------- 131

Pista cinco. Hacia las fuentes directas de la cultura declub y de la hidrotechno -------------------------------------------------------------- 133

- 1976-1997. Testimonio en cuerpo y alma. La definición de un verdadero club según François Kervorkian ----------------------------------------------------- 135- 1970-1981. Historia simple. Cómo el disco de Tom Moulton, David Mancuso,Giorgio Moroder y Larry Levan transformó el dance music ------------------------- 137- 1975-1985. Debate público. En diez años, disco y hip-hop fabricaron la cunade los hermanos techno y house ------------------------------------------------------ 150- 1971-1997. Paralelo estético. La extraña semejanza de los primeros álbumes de Neu!,Suicide y Daft Punk ----------------------------------------------------------------- 152- 1976-1986. Intermedio secreto. El arte del estudio y la teoría de la obscuridad según los Residents ------------------------------------------------------- 154- 1975-1982. Arqueología mecánica. La música industrial impone las máquinas al pop y hace eclosionar el electro-pop ------------------------------------------------ 156- 1983. Chispa primordial. Y Blue Monday abrió el camino al house inglés ----------- 154- 1945-2001. Certificado de amistad. El gran torbellino: cuando el manipulador de sonidos se acompasa con el músico y el compositor ------------------------------ 168- 1981-1984. Arqueo-electro. La fusión electro crea el tekno frente al techno --------- 169

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Pista seis. En el centro de la creación de las músicas house y techno ----------- 179- 1989-2002. Palabra de resistente. Mad Mike: Elogio del undergrounda la manera Star Trek ----------------------------------------------------------------- 181- 1985-1998. Parte rebelde. El techno original nace en Detroit y de sus semillas de resistencia ---------------------------------------------------------------- 183- 1985-1999. Entrevista partisana. Juan Atkins y la conexión de Detroit y Chicago --- 190- 1972-1989. El corazón de la historia. El house de Chicago: una revolución minimal..., pero con cajas de ritmos ----------------------------------- 192- 1992. Intermedio desnudo. ¿«Nu-Groove»? ¿«Strictly Rhythm»? Espíritu del garagey del house de Chicago, ¿dónde estás? ------------------------------------------------ 200- 1972-1998. Fábula transversal. El pre-house infinito de Manuel Göttsching se transforma con E2-E4 y Sueño Latino ------------------------------------------------ 202

Pista siete. En el corazón de las raves y de un nuevo mundo de piratas ------ 205- 1984-1988. Historia de culos. De los sound systems de Jamaicaa las raves de la explosión house: las fiestas piratas -------------------------------------- 207- 1986-1988. Clave de sol. Cómo Ibiza transmitió el virus house a Inglaterra -------- 210- 1987-1995. Arqueología pirata. La Inglaterra del acid-house en la jungla hardcore: revueltas hedonistas y rebeliones tecnológicas ----------------------------------------- 212- 1989-1993. Constante epidemiológica. Cuando toda Europa baila y se transforma en techno-house ------------------------------------------------------ 219- 1977-1989. Paralelo histórico. El punk y el acid-house: dos caras de la misma revolución - 223- 1993-2002. Hermosa fuga. De las «free parties» a la «french hype»; espíritu rebelde: ¿estás ahí? ----------------------------------------------------------- 224- 1997. Sesión de zapping. La filosofía del sampling según Future Sound of London -------- 232- 1787-2002. Elogio de la piratería. El sampling como juego o como un acto artístico ------ 233- 1997. Sesión de zapping. La filosofía del sampling según Future Sound of London -------- 232

Pista ocho. El limbo de las nuevas músicas actuales --------------------------- 243- Diagnóstico clínico. ¿El virus dub? Un contagio de larga duración ------------------- 245- 1975-1998. Paralelo artístico. De Brian Eno a Photeck: pintar la música antes que escribirla -------------------------------------------------- 251- 1921-2002. Capítulo nerd. De la «electrónica» al «Laptop»: música rebelde, ¿dónde estás? ------------------------------------------------------- 253- 1967-2002. Estribillos del futuro. Bebidas y resacas de la música experimental ------ 261- 2000. Pausa gustativa. Improvisación sobre cuatro platos con DJ Food -------------- 273- 1981-2002. Arqueología vinílica. Hip-hop, turntablism y la vanguardia, o el plato como instrumento ----------------------------------------------------------- 274- 1988-2002. Quiz contemporáneo. ¿Es soluble el jazz en el techno-house? ---------- 282- 2001. Pausa infinita. Jazz músicas del mañana según un pícaro manipulador del presente ------------------------------------------------------------ 293

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Pista de conclusión. Para formular preguntas siempre ------------------------- 295- Eterno presente. Ecuación matemática. Ruido + repetición = infancia pícara -------- 297- 1999-2001. Obsesión de vanguardia. Permanencia de las referencias futuristas y Dadá --- 305- Edad Media. Reflexión medieval. ¿Y si el techno no tuviera otras raíces que toda la música desde la aparición del hombre sobre la tierra? ------------------------------ 307- 2020. Conclusión política y social. ¿Mañana, el infinito magma musical en la Red? -- 308

Postfacio. Oda a la transición: canción del cuerpo eléctrico ------------------- 315

Apéndices ----------------------------------------------------------------------------- 321- Apéndice 1. ArchéoMix de Coda. El hombre prehistórico, el ritmo primigenio, Mayday, los Pigmeos, Carl Craig, los galeotes negros, Moodyman, emoción, emoción y yo --------------------------------------------------- 322- Apéndice 2. Declaración de amor crítico (Crash, febrero-marzo de 1999)Brian Eno, mi amigo virtual --------------------------------------------------------- 325- Apéndice 3. ArchéoMix de Coda. Retratos de rockeros antirock y de technoides antitechno como cazadores de emociones ------------------------------ 333

Apéndices a la edición española. Sampleemos a la cerda ---------------------- 336

Referencias bibliográficas y discográficas ---------------------------------------- 347

Léxico --------------------------------------------------------------------------------- 381

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Un compositor con talento copia.Un compositor genial roba.

Igor Stravinsky

Dicen que en las cárceles de Bangladesh, cada tarde cuando cae el sol ylos presos dejan el patio para ser recluidos nuevamente en sus correspon-dientes ergástulos, se lleva a cabo un extraño ritual. Tras haber sido ase-gurado el cierre automático de los barracones y apagadas ya todas lasluces, los guardias de la prisión desenfundan sus porras para deslizarlaslentamente por todos y cada uno de los barrotes que clausuran las celdas.Por lo visto, esta costumbre persigue detectar cualquier intento de fugapor tímida que sea. El hecho de arrastrar la porra por los barrotes de lacelda produce una especie de composición musical —minimal, podría-mos decir— basada en un compás muy simple y extenso, repleto deacentos y silencios que producen a su vez un ritmo constante, análogo,repetitivo. Noche tras noche, el mismo ritmo, la misma sonoridad;noche tras noche idéntica composición musical; noche tras noche, a noser que alguien haya estado manipulando alguno de los barrotes, enton-ces se produce una alteración sonora, un cambio de ritmo, una disonan-cia irrumpe y, con ella, la fuga, la huida o, cuando menos, su intento.

Historias hay muchas; historias de la música electrónica también.Lo que distingue a la que aquí nos presenta Ariel Kyrou es, precisamen-te, eso: una fuga, o mejor, un implícito intento de fuga.

Hoy nos encontramos en medio de un inmenso proceso de fusiónde las formas musicales, un proceso en el que muchas de las oposicio-nes que con anterioridad nos han servido para pensar y realizar la músi-ca, pierden todo su vigor. El ethós musical que comparten la mayoría

Introducción a la edición española

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14 Techno rebelde Ariel Kyrou

de géneros electrónicos es, de facto, el reflejo de esa fusión, la creenciafirme en la disolución de las fronteras estilísticas y su puesta en prácti-ca: «Mezclar y agitar».

El Techno rebelde de Ariel Kyrou, al igual que cualquier remezclaque se precie, más que una terminada e intocable obra, supone uncorte, un track más dentro de esa colección, siempre provisional eincompleta, de recursos (sónicos, en este caso) que deben ser reorgani-zados y conectados sin cesar a ese flujo potencialmente interminableque trae consigo —o debería traer—, la experiencia de la creación.

El arte del DJ es el «arte de mezclar». Techno rebelde nos enseña queese arte existe desde siempre, que Mozart fue un DJ y que la remezclaes la propia vida de la música, su pulsión. A lo largo de sus páginas unarealidad queda concluyentemente demostrada: la música electrónica esmás efectiva y se disfruta más cuanto más impura es; el ritmo y textu-ra chocan frontalmente, una y otra vez, contra la composición; unamaquinaria sin alma se enfrenta a una serie de ideas tradicionales sobrebelleza y estética hasta recomponer sus sentidos, leemos también cómolos impulsos de las vanguardias quedan muchas veces abducidos por lasdemandas de grooves para el baile.

El libro, página a página, va poniendo de manifiesto cómo estas ten-siones son, precisamente, las que mantienen viva a la música, y que así hasido siempre. La música insiste en «ir con el flujo y estar aquí y ahora», enser parte del presente que nos define y que nos forma, insiste en acompa-ñarnos. En el año 1968 el grupo de krautrock Can graba las manifestacio-nes de mayo en París y las utiliza en el primero de sus conciertos; hoy,muchos de esos gritos en pos de una nueva subjetividad latente aparecensalteados en cientos de vinilos que vuelan de plato en plato por todas esasdiscotecas donde miles de jóvenes vibran con la resonancia del mundoreal que, en gran parte, contiene la música electrónica, y eso aun sin saberen muchas ocasiones qué es exactamente lo que están escuchando.

Para que la música —y la política en ella implícita— esté aquí connosotros, muchos son los obstáculos que debe eliminar: hoy más quenunca. Tal vez aquello que un día el señor Theodor W. Adorno dijera acer-ca de la filosofía sea hoy aplicable también a la música: «Aunque alguna vezpudo parecer un modo superado por el progreso de la vida real, sigue, sinembargo, actual porque el instante de su realización adecuada dentro de esavida llegó, pero pasó sin que fuera aprovechado», o porque otros interesesconcretos acometieron para evitarlo, podríamos añadir nosotros ahora.

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15Introducción a la edición española

Es cierto —y Kyrou lo explica muy bien— que la figura de autor, siguien-do los pasos de la música electrónica a lo largo del siglo pasado, hace tiem-po ya que debería haber sucumbido. Parece lo más lógico: en la medidaen que la música ganaba en amplitud gracias a las aportaciones tecnológi-cas, la distinción entre autor y público comenzaría a desaparecer, hasta lle-gar a un tiempo en el que la persona que «escucha» música estuviese listaen todo momento para transformarse en una persona que «hace» música,en un músico; es decir, en alguien que describe lo que percibe. Esos díashan llegado, son nuestros días, y, sin embargo, ese proceso de autonomíano termina de constituirse plenamente. ¿Por qué?

Necesitamos herramientas y la música electrónica las tiene

La competencia musical no descansa ya en una educación especializada,sino en una formación politécnica, eso la convierte en un bien común —ocasi—. Quizá una de las cualidades más ciertas de la música tecnológicasea su capacidad de enfrentar al músico, al hacedor de música, ante unaexigencia: la de reflexionar, la de preguntarse por su posición en el pro-ceso de producción. Al igual que en el modelo del software libre, el pro-ceso de producción en la música electrónica es determinante; su propiocarácter copy and paste y su constante labor de recombinar material pre-existente convierte a esta práctica en un agente capaz de guiar a aquellosque escuchamos música hacia el terreno de la producción, y de poner anuestra disposición un aparato mejorado. Este aparato será mejor mien-tras mayor sea su capacidad de trasladar consumidores hacia la produc-ción, es decir, capaz de transformar espectadores en colaboradores. SegúnKyrou, y según nosotros también, las músicas electrónicas han estadodesplegando esta capacidad desde sus orígenes; remezclándose entre síhasta desarrollar herramientas capaces de hacer fluir la creatividad evitan-do que quede encerrada en una canción o en un disco. Estas herramien-tas surgen de la necesidad, de una carencia previa, como todo lo quefluye teniendo por causa un deseo insatisfecho.

Si la música electrónica clama por una noción de creatividad menospersonalizada, lo hace porque sabe que sin desmontar el cerco querodea a la autoría, la música no fluye, es decir, no cambia ni nos hacecambiar a nosotros. Una de las herramientas de las que se dota la músi-ca electrónica, y toda la música en general, es el plagio, la copia. Han

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existido períodos; por lo tanto, estilos —argumenta Techno Rebelde—en los que la copia ha sido asumida como modo de creación, en los queha sido potenciada incluso. Han existido, también, otros tiempos enlos que la copia ha sido censurada y perseguida. Por ejemplo, duranteun largo período (no tan largo si hablamos de la historia de toda lamúsica), el estilo conocido como música rock rechazaba a los copistas,a los falsos, a los mercaderes clónicos, consideraba que la réplica de unsonido no aportaba nada nuevo. Uno de los peores insultos que podíadirigirse a una banda de rock era llamarla «genérica». En la música deTechno Rebelde las cosas funcionan de forma bien diferente. En la músi-ca electrónica la bastardización es positiva, productiva y progresiva. Notiene sentido, y es complicado, tratar de identificar quién introdujoprimero una ruptura en el ritmo o en el sonido. En su mayoría, lasideas emergen de anónimos procesos de creatividad colectiva. Echemosun vistazo a la génesis del acid house en el Chicago de mediados de losochenta, o a la llegada del jungle en la Inglaterra de los primeros noven-ta, y veremos el equivalente cultural de un ecosistema en el que esimposible saber quién fue el que llegó por primera vez con la idea ocuándo cristalizó exactamente el estilo. Las innovaciones de la electró-nica consiguen salir adelante por medio de su conversión en eso quepara otros estilos o períodos históricos son meros clichés: suenan tanbien que nadie se resiste a usarlas. Aquí aparece una de las enseñanzasmás destacables que se pueden extraer del libro que ahora tienes en tusmanos: la innovación (y no sólo en la música electrónica, sino en la cul-tura en general) procede de la mezcla y del uso.

El uso de la materia produce a veces errores, de esos errores tambiénpueden extraerse herramientas; lo cierto es que muchos músicos hanhecho del uso «inadecuado» de la tecnología una forma habitual de traba-jar. La era del sampling, por ejemplo, nació gracias a un error, y el electro-funk significó el uso inesperado de una tecnología ya existente; la pruebatangible de ello fue el Vocoder, un sintetizador de voz utilizado por el ejér-cito alemán para codificar sus transmisiones y que, en manos de los pri-meros compositores de música electro, dejaría de ser un instrumento béli-co para convertirse en un emisor de sonidos capaz de hacer retorcerse(break dance) a cualquier adolescente afroamericano de los años ochenta.

«Al final, es cierto que la música electrónica, desde hace un siglo, noestá hecha de otra cosa: collages, errores y manipulaciones», dice Kyrou.Esas intervenciones en la materia son las que abren las posibilidades deliberación, los posibles cambios y transformaciones del mundo; pero

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17Introducción a la edición española

para que eso suceda, muchos son los enemigos a los que ha debidoenfrentarse siempre el anhelo de fuga y los intentos de huida, tantoayer como hoy.

Intento de fuga. Nuestro plan de huida

La grabación a gran escala (como demostrase hace ya mucho tiempoWalter Benjamin) transforma una obra única y casi ritual en un bienaccesible a todo el mundo. Lo que no pudo mostrar Benjamín fueronlos diferentes mecanismos que el Poder iba a desarrollar para impedirque ese mismo postulado se realizase y conseguir, por el contrario, queel aura, a punto como estaba de expirar, se adaptase todavía a un«nuevo» código de valores: el económico.

Las primeras ordenanzas legales de la industria de la imprenta apare-cieron en la Venecia de finales del siglo XV en forma de monopolios otor-gados por la autoridad a ciertos impresores a cambio de lealtad política.Desde entonces mucho ha llovido: las constituciones burguesas, después,sancionaron la necesidad de salvaguardar el interés público al vincularloexplícitamente a la función difusora de los editores y al incentivo a la cre-atividad que supone la remuneración del autor. A partir de ese momen-to, la arquitectura restrictiva del derecho de autor se fue adecuando a loscambios tecnológicos hasta llegar a la situación actual en la que todoterreno de creación parece haberse convertido en un suelo fangoso, omejor, en unas arenas movedizas que amenazan con tragarse todo aque-llo que se mueva sobre su superficie. En palabras del propio Kyrou, elterreno de la propiedad intelectual hoy «parece un inmenso océanodonde pululan orcas, tiburones y marrajos para los que una obra es unapropiedad privada y, por lo tanto, una promesa en dólares que será enadelante la mejor apuesta: no estética, sino económica».

Esta primera edición española de Techno Rebelde se presenta bajouna licencia copyleft que permite su copia íntegra así como la realiza-ción de cualquier obra derivada de este texto. El copyleft, o «izquierdade autor», se trata, por decirlo en pocas palabras, de un trasvase de losprincipios del software libre al mundo cultural. Persigue encontrar unequilibrio entre poder ser pagado por escribir un libro, componer unacanción o programar un software y mantener libre la circulación de lasideas que toda obra contiene. Dicho de otro modo, el copyleft es lo

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opuesto a esos criterios aparecidos hace ahora 500 años y hoy aglutina-dos bajo el nombre genérico de copyright. El copyleft, al igual quemuchos de los elementos que componen la música electrónica, es unaherramienta táctica en un mundo de copias restringidas.

Los teóricos del totalitarismo han propugnado la necesidad de prohi-bir el ruido subversivo porque enfatiza las demandas de autonomía cultu-ral y promueve las diferencias; el interés por mantener el tonalismo, la pri-macía de la melodía y la desconfianza en los nuevos lenguajes, códigos einstrumentos, es común a todos los regímenes de esta naturaleza. Estelibro nos enseña en qué han consistido exactamente esos «ruidos subver-sivos» que tanto han preocupado siempre a las sociedades del control,cómo se originan, de qué están hechos, para qué nos sirven.

El otro día, un locutor de radio contaba que, tras el atentado suicidaacontecido en Sharm el Sheij (Egipto) el 24 de julio del 2005, las auto-ridades de la zona dieron instrucciones a todos los responsables de losestablecimientos turísticos de la ciudad para tratar de animar el ambien-te y sacudir el miedo de los turistas. La primera de esas instrucciones fuela de elevar la potencia de la música, difundiendo, sobre todo, cancionesoccidentales. La consigna era clara: «Música, más música». Al parecer, lascanciones pegadizas, coreadas por gran parte del personal, especialmentelos camareros, crearon un clima de falsa euforia en la mayoría de los esta-blecimientos hoteleros que contrastaba con la dramática tristeza de lascalles, las de la otra Sharm el Sheij, configurada por millares de trabaja-dores hambrientos, llegados de los más diversos puntos de Egipto, dis-puestos a aceptar salarios de miseria con tal de salir del paro.

Bien distinta es la música de la que habla Ariel Kyrou, música com-puesta para hacer bailar a nuestra memoria colectiva y no para borrar-la; tan frecuentemente aparecida en ámbitos y entre colectivos socialesmarginales (el Bronx y el Harlem neoyorquinos, las chozas deKingston, el desierto postindustrial de Detroit, la comunidad negra deChicago, los guetos de inmigrantes de Bristol y Londres...) no muydiferentes, en su fisonomía social, de la que perfila a los trabajadoresegipcios. El Techno Rebelde que aquí presentamos no entretiene, ni seesconde. Te mueve.

¡Música, más música!

Leónidas Martín SauraBarcelona, enero de 2006

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Pregunta anacrónica para comenzar la lectura de este texto y de estaobra: ¿quién es verdaderamente el autor de Techno rebelde? ¿ArielKyrou, el autor proteiforme de Reprenons la Bastille1 o del manifiesto«Sobre la Red, copiar no es robar»2? ¿El periodista y antiguo reporterodel equipo de Actuel? ¿O por qué no el activista de la Web, gran aficio-nado al arte electrónico y a las tecnologías numéricas? Nuestro hombrese oculta sin duda tras esas diferentes personalidades, pero es evidenteque este libro, ante todo, es sencillamente la obra de un gran aficiona-do a la música. Pero es también una especie de obra colectiva y multi-pista, híbrida y conectada, en la que el autor parece haber convocado auna vasta red de conocimientos, una «inteligencia colectiva» al serviciode la Historia y de la música.

Tecno rebelde, en efecto —vista la complejidad de la escena electró-nica actual y las influencias cruzadas que han construido la música delsiglo XX—, le habría sido imposible escribirla solo. La historia de estelibro se encuentra en su edificante título. Invitado a escribir un simpleprólogo para nuestra obra Global Tekno,3 cuyo propósito era fijar algu-nas bases históricas de esa música antes de su aparición en los 80, Arielacabó redactando más de sesenta páginas. Nada sorprendente cuando se

PrólogoPlataformas por Jean-Yves Leloup

1 Ariel Kyrou et André-Jean Gattolin, Reprenons la Bastille. Manifeste des Nouveaux Sans-Culottes,Balland, 1988.2 En la red es accesible una versión ligeramente distinta, pero también inequívoca, del texto «Surle Net, copier n’est pas voler», aparecido originalmente en las paginas «Rebonds» del diarioLibération; su título: «¿La musique en ligne? ¡Un service public!».3 Jean-Yves Leloup, Jean Philippe Renoult et Pierre-Emmanuel Rastoin, Global Tekno, voyage ini-tiatique au cœur de la musique électronique, Camion Blanc, 1999.

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sabe que el techno no tiene un único padrino, sino más bien toda unagalería de padres conocidos o desconocidos, tíos desaparecidos o abuelosde los que nada más se supo. Aquellas páginas, por otra parte, no le bas-taron, ya que el amigo Ariel decidió completarlas —por no decir reescri-birlas totalmente— para terminar entregando esta obra que, dicho sea depaso, pocos equivalentes tiene en el mundo de la literatura musical.

Una obra colectiva, hemos dicho, en el sentido en que Ariel Kyrouconvoca, en forma de citas o de notas, el trabajo de numerosos colegassuyos, poseedores, cada uno de ellos, de una especialidad o un dominiosingular. Más que simple autor, Kyrou es aquí, ante todo, una especiede gran ordenador, un operador, un analista de flujos y de movimien-tos conduciendo un libro estructurado como una sucesión de platafor-mas en cuyo interior el lector es invitado a moverse libremente. Technorebelde es un libro que puede leerse tanto en un sentido como en otro,sin necesidad de seguir una cronología reductora. Adepto de la Web,del intercambio de datos, de la «ética hacker» tal como la define la filo-sofía ciber de Pekka Himanen, resulta evidente que Ariel Kyrou es elheredero ideal de la escritura en la red, de la idea de arborescencia y dehipertexto. Esta visión subjetiva, anacrónica, múltiple, es, sin dudarlo,la mejor manera de escribir sobre el arte y la cultura de hoy.

La historia de la música obedece de hecho a un movimiento menoslineal de lo que podría pensarse. En el juego de las influencias, de lasreferencias y de los homenajes, los artistas, los músicos eligen a menu-do componer ellos mismos su propio árbol genealógico, sin considerarla lógica que respondería sólo a las leyes de las escuelas, movimientos ogrupos. En cuanto a los precoces visionarios y a las ideas brillantesdebidas a esos artistas semejantes a extáticos soñadores o ingenierosexcéntricos, con frecuencia son el resultado de accidentes, de encuen-tros fortuitos, de felices desprecios o de gloriosos malentendidos. Conrespecto a esta obra, podrían establecerse incluso nuevas leyes estéticasque implicarían tanto a la teoría de la evolución como a la del caos. Lahistoria de la música tal como se concibe en las páginas siguientes nadadebe a las instituciones, ni siquiera a los guetos underground, tan reac-cionarios a veces como las Academias que pretendían subvertir. Pero sídebe mucho a algunos artistas marginales que consiguieron forjar unvínculo inédito entre música erudita y música popular, entre el respetoa la tradición y la implosión de las formas.

Este libro no tiene otro mérito que el haber sido impreso sobrepapel. Se le reconocería mejor en forma de gigante cartografía interac-tiva o hipertextual, como imagen de un plano del metro de París con

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21Plataformas

sus innumerables correspondencias y sus líneas infinitas. Por otro lado,intentando ordenar la lista de un siglo de encuentros azarosos y de bas-tardos entrecruzamientos, Ariel Kyrou perfila el más exacto y justoreflejo de la escena musical actual. La estructura de este libro es la ima-gen de su aspecto proteiforme y de su evolución constante y superacti-va. A partir de 1990, el dominio de la electrónica fue, efectivamente,empaquetado. Gracias al arranque de las tecnologías numéricas, lademocratización del sampling, la globalización y la desterritorializaciónde la cultura (ya sea virtual o física), la música conocerá en lo sucesivouna de las más extrañas evoluciones. La electrónica tendrá más que vercon una especie de magma numérico informe que con un conjunto decorrientes y de contracorrientes, de escándalos marchitos y de génerosdefinidos. Se representa, así, una versión hipertrófica y caótica, lo queAriel Kyrou describe a lo largo de algunos capítulos en forma de juegosy de discos: una circulación libre de ideas en un flujo ininterrumpido dedatos. Un caos creciente y feliz, en suma, en el que cada uno de los artis-tas citados en este libro es, dicho con toda modestia, el original.

Jean-Yves Leloup

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Aperitivo a modo de asado de lectura, extracto de unmanifiesto futurista para gozo de los sentidos y home-naje a Kraftwerk para ir construyendo el decorado.

Pista de introducciónPara entender mis preferencias

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25Pista de introducción

1909-22009. Aperitivo.«Cip-cip zzip-zzip rebaños pastando dong-dang-dong-ding-beee Orquesta»

Os encontráis en 1913 en Milán, en pleno concierto de ruidos; o en1915 en Ancona, durante la instalación de un «teatro sintético» delgrupo futurista; incluso es posible que la escena se desarrolle en la gale-ría «Doré» de Londres, en abril de 1914. El poeta Marinetti sube alestrado y declama su Zang Toumb Toumb. Vuestros oídos estallan entrepalabras ametralladas, los alaridos de un teléfono o el baile de un mar-tillo golpeando planchas metálicas como disparos en un fusilamiento.Luz roja. Chirridos de hierro y truenos metálicos. ¿De qué instrumentosprovienen esos estruendos? ¿De un silbato gigante, de un grillero, de unajaula de monos aulladores? El abracadabrante laberinto de imágenes serepresenta en directo ante los ojos de un público estupefacto. Enanos consombreros ridículos se arrancan desde las cortinas y atacan con un con-cierto de discordantes onomatopeyas. Ríen. Gruñen. Enseñan los dien-tes. Y la actuación, escándalo sin identidad predefinida, termina con lamás interactiva de las conclusiones: gresca con los espectadores e inter-vención de la policía.

¿Qué significa este acontecimiento o, mejor, esta síntesis imagina-ria de varios espectáculos que tuvo lugar en los albores de la PrimeraGuerra Mundial? Marinetti grita y se agita como un poseso para pro-vocar más eficazmente al público burgués. Se deleita con enumeracio-nes absurdas, con juegos de palabras y cifras enloquecidas. Reivindica

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una «sensibilidad numérica» y confiesa su culto a las máquinas.Convoca a dinamitar «todo lo solemne, todo lo sagrado, todo lo serioy todo lo puro del Arte con mayúsculas»; llama a la «destrucción futu-rista de las obras maestras inmortales plagiándolas, parodiándolas yvendiéndolas en comercios convencionales, desprovistas de su gravedady de su protocolo, como una atracción cualquiera».1 Este rico ocioso esun personaje tan profundamente ambiguo como visionario, y acabarálamiendo las botas de Mussolini mientras otros futuristas, como LuigiRussolo, callaron o eligieron el exilio. Primer portavoz del grupo futu-rista, anticipa, con algunas frases y con una avalancha de ruidos, ladilución del artista en la inmensa marmita de los saqueos y de las hibri-daciones de 0 y de 1 en los abismos de la Red y de los universos virtua-les. El poeta anuncia el sampling de la memoria del mundo y la libera-ción incontrolada de las energías creadoras que conducen al torbellinode las imágenes y músicas del tiempo actual.

Este rico ocioso es un personaje tan profundamente ambiguo comovisionario, y acabará lamiendo las botas de Mussolini mientras otrosfuturistas, como Luigi Russolo, callaron o eligieron el exilio. Primerportavoz del grupo futurista, anticipa, con algunas frases y con una ava-lancha de ruidos, la dilución del artista en la inmensa marmita de lossaqueos y de las hibridaciones de 0 y de 1 en los abismos de la Red yde los universos virtuales. El poeta anuncia el sampling de la memoriadel mundo y la liberación incontrolada de las energías creadoras queconducen al torbellino de las imágenes y músicas del tiempo actual.

La época es propicia para las revoluciones del espíritu. Muchosartistas de vanguardia comparten la voluntad de Marinetti de hacertabla rasa, y algunos de ellos crean el movimiento Dadá en 1916, consentido y sin él, y con un odio visceral hacia la guerra y sus asesinosnacionalistas. Comparten con Marinetti esa voluntad de ruptura, esedeseo de romper las jerarquías, de derribar el muro que separa al actordel espectador, al emisor del receptor, a la vida del arte. Molestan al

1 La cita completa procede de una pequeña obra colectiva que sigue siendo muy interesante: l’Artau risque de la technique (Éditions Complexes, 2001). Permitía a uno de los autores (el composi-tor Daniel D’Adamo) precisar el ángulo visual de su propósito: «Cuando hablo de música, hablode música contemporánea. Debemos entender ‘música’ como ‘arte musical’ contemporáneo. Nohablaré de músicas populares ni de músicas de masas, cuyos objetivos son de orden comercial yestadístico. Stockhausen diría ‘música militar’ porque, aparte de su ritmo obstinadamente bina-rio, están destinadas a un papel colectivo, de uniformación».

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27Pista de introducción

público, lo agreden para que salga de su letargo y participe de sus ritua-les paganos. Pero ¿qué es lo que sucede en las raves, esas fiestas salvajesdedicadas a la barbarie techno? Tres cuartos de siglo más tarde los artis-tas y los espectadores (dígase DJs y pista de baile) se mezclan y confun-den en el mismo evento, como si dadaístas y futuristas fueran losinconscientes ancestros de esos jóvenes fiesteros... Olvidad las obras,acrobacias dadá o figuras techno y prestad oído a los principios y uto-pías de esos dos mundos a priori tan lejanos. Unos y otros se burlan delas leyes de la República y de las reglas de la sociedad mercantil. Ennombre de la vida con minúsculas, se borra el Arte con mayúsculas. Sepreconiza el placer del instante en un teatro improvisado o en unafábrica «okupada», la sed de la fiesta y de la pérdida de la conciencia sinatender a la Verdad, a lo Bueno, al Bien, a lo Bello. Se desata la máqui-na, ya sea social o tecnológica, y se la sumerge en la locura del instintopara escapar así de las corrientes de la razón.

Entre el DJ de hoy y el futurista de anteayer el contexto no es elmismo. Sus producciones emocionales, por ambos defendidas, vibranen espacios de tiempo y de pensamiento, de libertades y prohibicionesdiferentes. Ambos suponen un retroceso y no pueden ser juzgados talcual: no pueden ponerse en la misma balanza el concierto de ruidos yonomatopeyas sin pies ni cabeza, arrojado a la cara de algunos burgue-ses de la Europa arcaica y militarizada, y la fiesta2 interminable de unaretahíla de juglares conectados por un mix obsesivo en una Europa fati-gada por su excesiva modernidad liberal. Mi filiación reside más en elespíritu y menos en la obra, el objeto de la práctica a casi un siglo de suaparición, y es este hilo tenso el que he querido seguir a lo largo deTechno rebelde... Un hilo o, más bien, un cafarnaún de bramantes inco-herentes que se encarnan en una horda de niños fieles o infieles, locosclínicos o príncipes del caos musical, galeotes del electro-funk o meló-manos armados de tostadoras.

Para pasar de Marinetti a Daft Punk, me he servido honestamentede mi mala fe, sin atender a las ladillas del mercado, a las cabras de loshit-parades y a los psicofantes de la industria del ocio. No he queridodesovar una enciclopedia, sino un himno a los accidentes de la creación.Un canto de resistencia. Una farsa seria y argumentada. Glotón intelec-tual antes que bailarín impenitente, he hecho selecciones subjetivas,

2 En español en el original (así en adelante, cuando aparece en cursiva) [N. del T.].

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construyendo mi propia escala de referencias sin escuchar las sirenas dela fama ni leer las inscripciones de los panteones de la música disco.3 Loconfieso, y tal vez haga mal: prefiero las lágrimas de las máquinas y loscrujidos del alma del techno de Detroit (nacidos entre la indigencia y laindiferencia del público a finales de la década de 1980), que los orope-les y las brillantes lentejuelas populares, sonoras y falsas del disco quetriunfa diez años antes. En otro ámbito más polémico, asumo la anar-quía de John Cage contra la ciencia de Pierre Boulez. El primero no seconsideraba a sí mismo un maestro, pero transmitió sus virus de azar alos artistas que me gustan y frecuentan este libro —de Brian Eno aHolger Czukay—, en tanto el segundo, enseñando a talentudos músi-cos, se ha convertido en el heraldo del Arte «verdadero», no transmi-tiendo su saber más que a estudiantes o a artistas canónicos. Hijo deDadá y alumno de Schönberg, Cage es un marino: destapó las escoti-llas de la creación, aun a riesgo de contribuir al ahogamiento del arte yde sus intérpretes en el océano de lo cotidiano. Mientras que Boulez,gran maestre del serialismo integral, encerró los cantos de lo posible enla suavidad de una música contemporánea que se ha transformado aveces en una secta de selectos ascéticos.

Algunos buscan todavía preservar a esa secta dentro de su ilusoriaintegridad. Para tales fanáticos, felizmente en vías de desaparición, lasmúsicas populares o las surgidas de ese caldo de cultivo carecen deobjetivos «de orden comercial y estadístico»; cultivan todas un ritmo«obstinadamente binario» y se acantonan «en un rol colectivo, de uni-formación.» Que les vaya bien a esos «gozapenas» orgullosos de igno-rar la existencia de un hervidero de múltiples dimensiones, que pasanpor su tiempo privándose de maravillosos placeres. A los guardianes deldogma, de todos los dogmas, tengo ganas de gritarles: ¡Por todos losdiablos, abandonad vuestra Iglesia! ¡Abrazad el vasto mundo! Yo no soymusicólogo. Me contento con degustar la música y sumergirme en susraíces, descubriendo nuevos horizontes desde la cultura de mis quinceaños, mi estética jazz y mi sed de nuevas músicas.

¡Ah! Existe este término: techno. Quizá debí escribir electro, hidro-techno, espíritu techno o invasión technoide... Y añadir otros patroní-micos a los nombres-jabón: house, jungle, garage, hip-hop, abstract, etc.

3 En español en el original (así en adelante, sólo cuando se alude a la música de este género)[N. del T.].

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29Pista de introducción

O, si no, contentarme con la expresión elegida para mi subtítulo, así,en plural: músicas electrónicas. Más aún: en el fondo, me burlo tanto delinstrumento electrónico como de la ortodoxia de un género precioso ybien fundamentado que se llamaría ¡techno! ¿Por qué, pues, los experi-mentadores con platos que nos deleitan con síncopas y disonanciascaptadas sobre el vinilo no iban a ser, ellos también, techno? Despuésde todo, qué importa; desde entonces exploran y nos sorprenden.Rebeldes. Marginales.

¿Techno? ¿Músicas electrónicas? Se trata sólo de un pretexto, elmejor adaptado sin duda al desvelamiento de las músicas de hoy, de susorígenes y de sus perspectivas. En los años 50, hubiera elegido el jazzcomo sesgo; quince años más tarde, el rock; y ahora las músicas electró-nicas... Cuestión de movimiento. Cuestión de gusto. Cuestión de sen-tido. Cuestión también de valores. Pues la apuesta no es mezclar en unmismo Gloubiboulga4 relativista los pájaros de Olivier Messiaen, lapimienta de los Beatles y la crema de Chemical Brothers. No, el recha-zo de las jerarquías del mercado y las de las instituciones no señala elfin de toda censura, sino la esperanza de nuevas escalas estéticas. A misfilias responden las de cada lector, capaz, espero, de abrir su propiocamino entre mis balizas. Y ello porque he construido este libraco comoun rompecabezas fractal, yuxtaponiendo amplias informaciones y cor-tas citas, hechos y opiniones, fechas y lugares, reflexiones y apéndices,humor y humores, gozos y traiciones, rupturas no siempre reconocidasy adhesiones asumidas o no... Las fichas de este juego, que se cogen o sedejan, burlan gustosamente la linealidad de la historia. Se leen en ordeno en desorden, pero parten de un a priori común: preferir al bandidoy no al lameculos, al poeta de los sonidos y no al policía de la músi-ca, al lampista de los subsuelos y no al compositor condecorado.

4 Gloubiboulga es originalmente el nombre de un postre francés a base de chocolate, plátano ymermelada de fresa. La receta fue mejorada añadiéndole salsa «casimirus», mostaza y salchicha deToulouse. El origen de este plato hay que buscarlo, sin embargo, en la inventiva de una dama rusaque, durante la ocupación nazi, acogió en su casa, siendo niño, al más tarde notorio chefChristophe Izard, a quien, para entretenerlo, le hacía batir en una ensaladera yemas de huevoy azúcar. La dama llamó a este preparado «Goguel-moguel» y Christophe Izard, homenajeán-dola, se inspiró en este nombre para denominar su postre, bien distinto, desde luego. Hoy,Gloubiboulga sirve también para designar una fiesta infantil en la que se mezclan sesiones decine, dibujos animados, carnaval, karaoke, etc. (es decir, un espectáculo multimedia para niños)y también para referenciar cualquier mezcla o revoltijo de cosas, acontecimientos, misceláneaso almonedas [N. del T.].

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Pues la invención nace en los márgenes, en esas tierras de plantíos ypiraterías, de raterías luminosas y de derrapajes fuera de la ley. Ésta esla búsqueda del tesoro, sólida al reposar en una investigación rigurosay numerosas relecturas, imprevisible al apoyarse en apuestas ridículas ydelirios de partisano esencialmente inverificables. Una balada interac-tiva y subjetiva para atrapar las fuentes multicolores de las notas deca-pantes y de las disidencias numéricas del siglo que comienza.

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31Pista de introducción

1913. El arte de los ruidosSucedáneo futurista de un manifiesto que hace pum

Luigi Russolo:

No podemos de ninguna manera considerar la enorme movilización de fuer-zas que una orquesta moderna representa sin constatar sus lastimosos resulta-dos acústicos. ¿Hay algo más ridículo en el mundo que veinte hombres ceba-dos en redoblar el maullido lastimero de un violín? Estas francas declaracioneshicieron saltar a todos los maníacos de la música y despertarán, siquiera lige-ramente, a la soñolienta atmósfera de los auditorios. Entremos juntos, ¿que-réis? Entremos en uno de esos hospitales de sonidos anémicos. Escuchad: elprimer compás os arroja en la oreja el aburrimiento de lo ya oído y os ofreceun aperitivo del hastío que derramará el compás siguiente. Seguiremos así, decompás en compás, durante dos o tres clases de abulia esperando siempre esaextraordinaria sensación que nunca se producirá. Esperamos que a nuestroalrededor se opere una mezcla nauseabunda formada por la monotonía de lassensaciones y el pasmo estúpido y religioso de los espectadores, ebrios de sabo-rear por enésima vez, con la paciencia de un budista, un éxtasis elegante y demoda. ¡Puaf! ¡Salgamos deprisa, pues me es imposible reprimir por muchotiempo mi deseo loco de crear por fin una verdadera realidad musical repar-tiendo a diestro y siniestro sonoras bofetadas, sorteando y derribando pianosy violines, contrabajos y órganos quejosos! ¡Salgamos!

Algunos objetaron que el ruido es necesariamente desagradable para eloído. Objeciones fútiles que yo estimo ocioso refutar enumerando todos losruidos delicados que proporcionan agradables sensaciones. Para convencerosde la sorprendente variedad de ruidos que existen, citaría el trueno, el vien-to, las cascadas, los ríos, los arroyos, las hojas, el trote de un caballo que se

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aleja, los sobresaltos de un carro sobre el adoquinado, la solemne respira-ción blanca de una ciudad nocturna, todos los ruidos que hacen los felinosy los animales domésticos y todos los que la boca humana puede hacer sinhablar ni cantar.

Atravesemos juntos una gran capital moderna, los oídos más atentos que losojos, y variaremos los placeres de nuestra sensibilidad distinguiendo los glu-glúsdel agua, del aire y del gas en los tubos metálicos, los rugidos y estertores de losmotores que respiran con indiscutible animalidad, la palpitación de las válvu-las, el vaivén de los pistones, los gritos estridentes de las sierras mecánicas, losbrincos sonoros de los tranvías sobre los raíles, el chasqueo de los látigos, laondulación de las banderas. Nos divertiremos en orquestar idealmente las puer-tas plegables de los comercios, el run-run de las multitudes, las algazaras diver-sas de las estaciones, de las herrerías, de las hilanderías, de las imprentas, de lasfábricas eléctricas y de los ferrocarriles subterráneos.5

5 La traducción castellana lo es, a su vez, de la francesa que del italiano realizó Nina Sparta. Elmanifiesto puede leerse íntegramente en el libro Luigi Russolo, L’Art des bruits (col. «Avant-gar-des», L’Âge d’homme, 1975, 2001), o en el sitio internet: http://luigi.russolo.free.fr/bruits.html

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33Pista de introducción

1970-11978. Blues del robot.Kraftwerkimaginario de la techno

Cerrad los ojos. La música de Kraftwerk proyecta una película en vues-tra cabeza. Caricias motorizadas y sirenas de bailes electrónicos.Ambiente Autobahn. Atmósfera Metrópolis. Rechina la caja de ritmos.Cantan las cuerdas numéricas. Imagináis avenidas en gris y blanco. Sobrelas aceras se agitan hombres-máquina en mono azul de trabajo o rojo decólera. Otros cogen la autopista hacia la ciudad de hormigón, de cristaly de metal. Algunos se comunican por medio de pequeñas pústulas elec-trónicas, entre el teléfono y la calculadora. Caminan. Ruedan. Se pier-den. Sonríen, algo tienen entre mecánico y romántico.6 El título y lospárrafos citados están tomados del ensayo de Serge FaucherauExpressionisme, dada, surréalisme et autres ismes (Denoël, 1976, 2000).Más concretamente, el título es un extracto de la declamación ZangToumb Toumb de Marinetti (en otro tiempo llamado Siege d’Andrinople),mientras que las palabras han salido de un manifiesto sobre el teatro:Music-Hall, sin recepción ni teléfono. En el corazón de ese laboratorio deingenios electrónicos y de instrumentos enredados con oscuros cables,asedio secreto, abierto sólo a los camaradas de los teutones mágicos,nació la música de Kraftwerk, descrita por ellos mismos como una «mez-cla de ritmos funky, de música concreta y de música pop».

6 Cita tomada del libro de Pascal Bussy Kraftwerk, Le Mystère des Hommes-Machines, Éditions duCamion Blanc, 1996, libro esencial para quien quiera comprender a Kraftwerk y su influenciadeterminante, escrito por un gran apasionado del Krautrock, pero también del jazz.

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34 Techno rebelde Ariel Kyrou

Ralf y Florian no se parecen en nada a unos guerreros de los platos.Entonces, ¿por qué Kraftwerk es un monumento del techno? En primerlugar, por esa permanente búsqueda de la esencia del pop pasado por elfiltro de las máquinas, ciencia de los contrarios donde se telecopian lainnovación tecnológica, el groove que enardece las piernas y la melodíaque embruja las neuronas. La otra razón de ese estatus de inmortalidades el sonido: está lleno de improvisaciones caóticas, de flautas, de vio-lines y de ruidos triturados en los álbumes Kraftwerk, Kraftwerk 2 y Ralf& Florian, en los que se escucha ya despuntar la mecánica obstinada yencantadora de las obras maestras ejemplares. Se simplifica, obsesiva ysintética, en Autobahn en 1974; después se reduce a su esqueleto elec-trónico un año más tarde en Radio-Aktivität. La permanencia de esosálbumes y de los dos que les seguirán gobierna el arte del diagrama, dela nota precisa y justa y del ritmo minimal, que suena con un retroce-so como el catecismo pagano de la era electrónica aún por llegar.Contiene, en fin, la estética, en su apogeo continental, en Trans EuropeExpress y en The Man-Machine, cuento premonitorio de la aldea glo-bal, esas historias anodinas, modernas y nostálgicas de tren, de autopis-ta, de radio y de aspirador, de espejo y de ordenador, de ciborg y detelecomunicación, de viaje y de tecnología doméstica...

En esos asuntos próximos y lejanos a la vez, se desarrolla una relaciónúnica con el auditor: de los mágicos Kraftwerk nunca se sabe si les gustao detestan la central nuclear y la infinita autopista. El grupo aplica unacirugía estética de nuestro futuro inmediato, vivido en nuestro coche o ennuestra cocina. Solos en su antro, contraburlándose realmente de loshumanos que se agitan en el mercado del disco; auscultan y descortezanla máquina y sus ruidos a priori tan sucios; extraen la esencia del objetoindustrial, lo ponen en cuarentena sensorial, después hechizan con su popconcreto y sus ritmos funky. Cada una de estas canciones se convierte enuna granada metafísica lista para explotar en nuestros tímpanos duranteuna próxima campaña Darty, al acecho de los saltimbanquis de almace-nes de electrodomésticos o de los títeres de la televisión dedicados a laventa del objeto tecnológico que elimina la celulitis.

Los músicos de Kraftwerk han digerido los contrarios: por un lado,el futuro del menaje doméstico y del consumidor conectado; por otro,la herencia de las vanguardias musicales y de sus transformadores derealidades sonoras. Pero, ¡sorpresa!, las rodajas de eternidad que hancreado mediante esta fusión... ¡hacen bailar! Trotan en la cabeza comoirónicos estribillos de nuestra vida contemporánea.

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35Pista de introducción

Son numerosos los que pueden aspirar al título de padres de la bestiatechno-house, de primeros maestros DJ o lampistas de los teclados, ban-didos del sound-system o inventores del underground intello, ancestrosdub o electro, hip-hop o krautrock, jazz o funky, disco o new wave, hijosde Londres, Berlín, Kingston, Chicago o Nueva York... Pero Kraftwerkha anticipado lo que cada uno de esos predecesores no ha desvelado:un universo en el cual la máquina es la amiga o la enemiga cotidiana,compañera soportada y deseada que intenta seducir en un acuario deKling y de Klang, que manipulamos nerviosos o a la que se olvida porhaberse convertido en algo rutinario. Un mundo surgido a la vez de unsonido, de una estética y de un concepto, capaz de resumir toda unaépoca moderna en un asombroso blues robótico, triste, punzante,potente como el lamento del guitarrista Robert Johnson, transportadoa otra geografía por el corrector de moléculas de Star Trek. Visionarioantes que inventor —al contrario que los pioneros de la música con-creta o los brujos del dub y de los sound system—, Kraftwerk soñó anti-cipadamente los universos de ritmos y máquinas de LFO y de FSOL, deOrbital y de Aphex Twin, de Goldie y de Laurent Garnier, de MadMike y de Daft Punk, de Derrick May y de Felix Da Housecat.

Los elegantes príncipes de Kraftwerk jamás fueron rebeldes. Se hansituado justo al lado, en el desplazamiento de fases de las corrientes delrock y de la moda de cada momento, profundizando en su caminonumérico, en sus parodias de la existencia y en las nanas paradójicas denuestra cotidianidad eléctrica. Íntegros hasta aislarse del mundo en suestudio. Lejos de los periodistas. Lejos de su público. Lejos de otrosmúsicos. Como si vivieran en un universo paralelo al nuestro, delegandoen nuestra sociedad sus clones melancólicos y distantes: hombres-máquina, robots rojinegros, espejos de humanos, maniquíes rompiendosus cristales o modelos girando sus pies como peonzas imposibles.Kraftwerk ha creado literalmente el imaginario del techno como MarcelDuchamp encontró el del arte contemporáneo en su silencioso meade-ro. Casi por azar. Espiritual, en los dos sentidos del término.

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Las vanguardias del siglo XXLa prehistoria filosófica y estética de las músicaselectrónicas: artistas Dadá y futuristas italianos,grandes compositores y pequeños inventores, música concreta, música contemporánea y, luego, John Cage.

Pista uno

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39Las vanguardias del siglo XX

1896-11993. Visión de merdre1

Dadá y futurismo italiano: primera traición sin la cual las músicas electrónicas jamás habrían aparecido

Las músicas electrónicas nunca habrían aparecido sin una primeratraición, firmada, ésta, por las vanguardias artísticas del siglo XX. Traicióna las concepciones burguesas del arte que hizo posible la creación demúsicas a partir de máquinas insignificantes, de los ruidos sucios de laciudad, de las afonías, los gallos y los gorgoritos del obrero, de la cocin-era o de la operaria manual.

10 de diciembre de 1896: «¡Merdre!» Quince minutos de alborotodesde las primeras voces. Durante la representación de Ubu rey enParís, las palabras vuelan y se clavan, declaman y salmodian. AlfredJarry, el escritor parisino «con pistolas» y fundador de la «patafísica»,ciencia de las soluciones imaginarias, del Pianococktail de Boris Vian yde la cornamusa de vejiga de caimán, anticipa por su boca las primerasbombas «ruidistas» de una vanguardia aún en pañales.

20 de febrero de 1909. En Le Figaro aparece el primer Manifiestofuturista del poeta F. T. Marinetti y de sus amigos italianos. Himno ala vida moderna, a la máquina, al movimiento y a la velocidad; el arte,

1 «Le Merdre ontologique est le mot de passe de l’otre». —escribe Accursi— «Il est le cri, le cri dela révolte créatrice, de toutes les révoltes» (La philosophie..., página 63). «Ce cri de guerre despataphysiciens doit devenir celui de tous ceux que luttent contre la “marchandisation” du monde ...et les pompes à Phynances» (Ibídem, página 65). Hay más: un Diccionario úbico del propio Jarry quepuede consultarse, en castellano, y en el que aparecen términos tan sugestivos como ‘Engancha-Mierdas’, ‘Chorrafinanza’, ‘Chupa-tasas’, ‘Panzachorra’, ‘Patacristo’, ‘Murmufisgar’, etc. [N. del T.].

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40 Techno rebelde Ariel Kyrou

bajo todas sus formas, debe alimentarse del caos de la calle, de labelleza de los automóviles de carreras, de los silbidos y del humo delos trenes... Que se destruyan «¡los museos, las bibliotecas y acade-mias de todo tipo!»

11 de marzo de 1913: el futurista Luigi Russolo firma su manifiesto—El arte de los ruidos— reivindicando «para el músico todos los rui-dos, percusiones primitivas del grito humano como expresiones mate-riales que se opongan al idealismo aristocrático». Que el artista fabriquesus primeros «Intonarumoris», cajas de madera provistas de amplifi-cadores de cabezas de lagartos metálicos, objetos rugientes entre la per-cusión y las cuerdas rasgadas de la viola rodante, respondiendo a losgentiles nombres de «silbador», «aullador», «golpeador», «zumbador» o,incluso, «crujidor de tripas».

28 de mayo de 1913: en el teatro de los Campos Elíseos, la primerarepresentación de la Consagración de la primavera de Igor Stravinskironda la tragedia. La sala, repleta de dignos melómanos, aúlla contraesas pulsaciones salvajes. Y la crítica se alía contra esos torrentes de rui-dos, ese caos indigno de las cosas del Arte.

Otro día de 1913: Marcel Duchamp concibe un Erratum musical:«Texto para repetir 3 veces por 3 personas en 3 particiones diferentescompuestas de notas extraídas a sorteo de un sombrero».

5 de febrero de 1916: el movimiento Dadá nace con Arp, Tzara,Ball, Huelsenbeck y algunos otros artistas pendones en un sabbat inau-gural de palabras confusas e imágenes desarticuladas, de poemas primi-tivos y sonidos catapultados en una taberna zuriquesa alquilada para laocasión. ¡Viva el «Cabaret Voltaire»!

«El gran enemigo del arte es el buen gusto», dijo Duchamp. El arte,si no existe según Dadá, se construye a partir de todo y de nada, calen-tador de agua y matas de pelo, fuentes higiénicas y máquinas solteras.Arte pirata, muerde los ojos, el vientre y las orejas de la buena gente.Con Kurt Schwitters, Hausmann y Picabia y luego los cadáveresexquisitos surrealistas, preconiza la música absurda de las palabras y lassílabas, la malversación y el collage poético de los objetos rotos y de losperiódicos rasgados.2 Sin cesar, los hijos del Dadá y de los futuristas

2 Fue el artista checo JiÍí KollaÍ el inventor de la técnica del collage. Curiosamente, la fonéti-ca checa de su apellido («kolars») coincide casi exactamente con la del nombre galo aplicadoa esa técnica [N. del T.].

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despegan y pegan a su gusto. Este sampling del mundo suena como unacondena permanente de la sociedad: el artista no sirve al progreso, loinventa y lo reinventa contra el desprecio de los hábitos y de las bue-nas costumbres y lo escupe a la cara de los esclavos, de los sacerdotes,de los notables y de los generales del orden establecido.

Indeterminado partidario de Dadá sin pertenencia fija, Erik Satiehabría podido, él también, brindar en el «Cabaret Voltaire» o contar losvasos para extraer de ellos un tema paródico musical. Hay que decirque él ya había imaginado músicas caseras para degustar entre plato yplato, la siesta del obispo y el orujo de Borgoña, música «ambiente»antes de que saliera de la tierra aquel aeropuerto de Heathrow que ilu-minará Brian Eno. «Primer compositor para máquinas», según DavidToop, Satie crea, a partir de 1917, la música Parade, ballet donde secruzan Cocteau y Picasso con «una partitura para máquina de escribir,fogonazos, silbidos de barco de vapor y sirena junto a instrumentosmás convencionales»3 —el sitio dedicado a las vanguardias futuristas y,sobre todo, dadaístas, de Arbanet, en: http://www.arbanet.com/arbat/mouve/dada/html/dada.htm.

¿Y después? Arrastrado por la ola surrealista el baile de las van-guardias continúa, pero sin aquellos intermediarios que gustaban alos dadaístas y que nada gustan a André Breton. No, el microbio dela transgresión se transmite a compositores iluminados como EdgarVarèse, John Cage u Olivier Messiaen, junto a una pequeña sorpresaa destacar en 1933: Marinetti escribe el Manifiesto futurista de laradio y compone Cinco síntesis radio. De éstas, el Drama de las distan-cias, Los silencios se hablan o Batalla de ritmos no están escritas sobrepartituras, sino descritas precisamente por sus fuentes sonoras, lapotencia, la longitud y el ajuste entre las secuencias de ruidos... ¡Ah!¡Si Marinetti hubiese sido sólo aspirante a nazi antes que simpati-zante fascista! Le habría bastado esperar dos años, llamar a la puertade BASF en Alemania, pedir a los zelotes del Führer las primeras ban-das magnéticas jamás inventadas, y ¡hala!, quien sabe, ¿habría quizárevolucionado la música?

3 Extracto del libro de David Toop Ocean of Sound, ambient music, mondes imaginaires et voix del’éther (Kargol/L’Éclat, 1996, 2000 para la traducción), excelente referencia sobre este asunto.

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1897-11954. Historias de huesosDel Telharmonium a las Ondas Martenot: las máquinas que Varèse quisotrascender

Edgar Varèse es amigo de Erik Satie y de Luigi Russolo. Los Intonarumorisdel músico ruidista y otras payasadas teatrales de los futuristas italianosle interesan, pero no le satisfacen. ¿Cómo contentarse con instrumen-tos tan indóciles cuyas proezas se limitan a emular el «rugido delleón etíope»? El elogio de los clics y de los cuács industriales nopuede ser suficiente para fundar un modo de andar y provocar elvértigo espiritual que busca Varèse.

El joven mantiene largas discusiones con Feruccio Busoni, quien lehabla del Telharmonium, gigante triceratops de la era electrónica que hadescubierto en Nueva York y que inspiró su premonitorio ensayo publi-cado en 1907: Sketch of a New Aesthetic of Music. El compositor italianoentrevé ahí los caminos de un renacimiento musical sobre los vientoseléctricos de máquinas todavía imposibles, y Varèse lo sigue por esasgalaxias lejanas gozándose en imaginar «timbres inconcebibles» e«instrumentos obedeciendo al pensamiento».

Varèse es un explorador de la creación. No puede contentarse conla sola reflexión. Más que con las provocaciones de dadaístas y futuris-tas, tendría el deseo de comparar su búsqueda con las exploraciones deMallarmé o de James Joyce. Al igual que el novelista irlandés, quiereVarèse rasgar los hábitos clásicos de su arte e inventar un lenguajenuevo. Al principio de la década de 1920, Joyce traspasa los límites de

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la escritura con Ulises, rompiendo las estructuras del texto, multipli-cando las asociaciones, violando los marcos del pasado y del presente,removiendo, combinando, respetando sus motivos rítmicos en octetosde pensamiento informal. Edgar Varèse quiere responder también a esemundo que vacila bajo los humos de la industria, los vapores de la guer-ra, los interrogantes de la relatividad de Einstein y de las, a continuación,ondas y partículas de la física cuántica. Este nuevo dato, tan potentecomo inasible, lo siente como un fuego nuclear en los abismos de sucuerpo, de su cabeza, de su corazón. Y si en 1916 elige vivir en NuevaYork mejor que en Londres o en Issy-les-Moulineaux, es para conseguirapagar ese brasero que invade su ser. La megalópolis es su paraíso. Osu infierno. Tal torbellino urbano prefigura, en su opinión, elmundo que ha de llegar. Encuentra en él inspiración y confía enextraerle instrumentos para componer la materia bruta, fundar unnuevo alfabeto de hierro y carne y crear una música cósmica dentrode las dimensiones del universo.

En Nueva York verá y escuchará el Telharmonium (llamado en otromomento Dinamófono) en el piso bajo del «Telharmonic Hall» de lacalle 39. El abracadabrante instrumento, inventado por Taddeus Cahill en1897, hace tronar sus doscientas toneladas y diecisiete metros de largo,y deja fluir el sonido a través de sus auriculares telefónicos de ampliasbocinas... Tiene algo de bárbaro con sus ciento cuarenta y cincodinamos asociadas a inductores con objeto de producir variaciones defrecuencias sonoras, pero desprende un aire de monstruo inacabado: de suenorme carcasa inmóvil y grotesca sólo escapan pesadas notas deBach, Chopin o Rossini. Varèse no supo si reír o llorar: ¿es estonuestro futuro? ¿Una montaña pariendo a una lombriz? ¿Por quétanto esfuerzo para interpretar y reinterpretar la misma música deayer y de antes de ayer? ¿Era demasiado pronto para atreverse aescapar del cerco de la imagen burguesa?

Antes que el Telharmonium, aparecen desde antiguo las harpas eóli-cas y los órganos hidráulicos. Magia del agua. En 1761 BenjaminFranklin inventa otro instrumento del diablo, para el que Mozart yBeethoven escribieron antes de que el hipnotizador Franz Messmerarruinara su reputación: la Harmónica de cristal, cuarenta vasos decristal a los que se frota y cuyo borde se manipula con los dedos húme-dos. Los perros ladran. Gritan las parturientas. Es la magia del vidrio yde sus sonoros resbalones.

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A mediados del siglo XIX los órganos de Berbería y los pianos mecáni-cos surgen gracias a Alexandre François Debain y su Antifonel, «que uti-lizaba ‘planchas’ atravesadas de clavos en lugar de cilindros».4 Es lamagia del manubrio ahora y de los agujeros de gruyère mecánicos.

La electricidad aparece casi al mismo tiempo; en 1854 Bourseult«elabora la teoría del micrófono de contacto: una placa móvil, vibran-do bajo el efecto del sonido, establece o interrumpe el circuito de unapila, lo cual conduce a dejar pasar o no una corriente que permitetransmitir a distancia las vibraciones sonoras».5 El inventor, cuyonombre no figura en los muros del Panteón de Hombres Ilustres, esun ingeniero francés.

El físico de origen prusiano Hermann Ludwig Ferdinand vonHelmoltz, quien en 1869 publica un informe tan soporífero como pre-monitorio (Sensaciones del sonido: bases fisiológicas para una teoría de lamúsica), tampoco es un artista. El «Helmoltz Resonator» que creó acontinuación de su pensum descompone y analiza los sonidos con lapasión de un robot de clínica privada. Pero él, como Bourseult, partici-pa de aquella atmósfera de admiración por la ciencia que seduce a laépoca, de aquella era de progreso en la que la electricidad se convierteen su más brillante símbolo. Están también los incrédulos, los refrac-tarios a las sirenas de la tecnología, y están los que creen en ello, proséli-tos que, siglo y medio después, no son muy distintos de los iluminadosde la Red. Se distinguen en su seno dos familias al menos: los soñadoresque consideran a la electricidad como el ábrete sésamo de obras,proyectos y nuevos universos por construir, y los realistas, quienes, enel fondo, no ven en esa magia más que un medio para mantener mejorel mundo tal como es y no cambiar en absoluto los modos de laeconomía dominante. El primer día, los poetas de lo imaginario y losadalides de la razón —tecnófilos ambos— respondieron como una solavoz a los ataques de los conservadores tecnófobos; pero, al día sigu-iente, se opusieron hasta en los terrenos musicales que nos ocupan, yoptaron por seguir las sendas fáciles de la moral ronroneante del dineroantes que los caminos de la revolución estética.

4 Para más información, léase el excelente libro de Peter Szendy, Écoute. Un histoire de nos oreilles,Éditions de Minuit, 2001.5 Extracto del libro de Jacques Attali, Bruits, Fayard/Presses Universitaires de France, 1977, 2001.Brillante por estas reflexiones y esta visión de nuestra prehistoria, pese a sus mentiras y sus análi-sis estancados sobre la época contemporánea.

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Graham Bell, por ejemplo, sólo piensa en el «Bien» cuando inventa elteléfono. ¿Sus objetivos? En primer lugar, regalar prótesis a los sordo-mudos y, complementariamente, permitir a los directores de las fábri-cas retirarse a sus sedes sociales ¡para evitar ser tomados como rehenespor los trabajadores en caso de huelga! Opuesto a este generoso personajede ambiciones reaccionarias, Charles Cros reúne los talantes del artista ydel científico, buscador de sonoridades inéditas tanto como cazador depalabras cegadoras. Gran bebedor de absenta, navega por los bares delBarrio Latino de París y frecuenta comunidades de poetas como el «Clubde los Hidrópatas». Amigo de Verlaine y de Rimbaud, firma textosen los que simbolistas y surrealistas reconocieron fuertes influen-cias: Le Coffret de santal o Le hareng saur, por ejemplo. Pero esteautodidacta es también uno de los inventores de la fotografía encolor y del fonógrafo: el 30 de abril de 1877 «deposita en laAcademia de Ciencias la patente de un aparato reproductor desonidos, el ‘Paleófono’. El sonido se grabaría sobre un surco de cera; bas-taría luego con pasar una aguja sobre el surco para repetir esesonido. Cros habría fabricado una maqueta y la habría registrado—se dice— con el nombre de ‘Cambronne’. Pero nadie prestóatención a ese prototipo, si es que existió, y Cros no consiguiódinero para continuar con sus investigaciones».6

No encontrando ningún recurso para explotar su invento, el poetadenuncia la «tiranía científica del capital». Tiranía que perfila másgruesamente a otra figura, vendedor ambulante en los trenes, y conver-tido en Estados Unidos en inventor profesional: Thomas Alba Edison.En diciembre de 1877 entrega una patente de fonógrafo que reproduceel sonido a partir de una grabación gráfica sobre un cilindro, sin queello interese a los inversores. Aplica entonces sus neuronas a otros asun-tos complementarios y se convierte en el padre de la lámpara incandes-cente, lo que le proporciona numerosas salidas económicas antes devolver sobre el fonógrafo a finales de siglo gracias al gramófono o, másbien, gracias a la «American Gramophon Company» y la incipienteindustria del disco. Edison es el self-made man a lo estadounidense.Posee más soltura que los técnicos practicando la lógica escolar, peropermanece más cerca del empresario oportunista que del artista.

6 Texto tomado de un formidable artículo de Philippe Di Folco: «Origenes improbables del tech-no», número 19 especial de Art Press, op cit.

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Elisha Grey, por el contrario, es un héroe digno de nuestra prehistoria:en la misma época que Edison, este barbudo de aspecto respetable des-cubre al azar que puede controlar el sonido de un circuito electromag-nético... E inventa así el oscilador eléctrico, sin el cual nuestros sinteti-zadores no serían más que vulgares pianos. En un texto clarividente, elperiodista y escritor Philippe Di Folco lo compara a un sabio de losMisterios del Oeste y nos cuenta su aventura: «Habiendo conectado subañera metálica a un oscilador de su invención, generaba un sonidomás o menos amplio según acercaba o retiraba la mano. John Cale yLaurie Anderson le deben mucho: tuvo efectivamente la idea, algunosmeses después, de fijar una placa metálica a la caja de su violín conec-tado a una dinamo, obteniendo un vibrato eléctrico. Lejos de quedarseahí, fabricó un miniteclado de piano y lo transformó en telégrafo musi-cal para —dijo— «transmitir igual de bien tanto las palabras como lossonidos»; se convirtió así en el involuntario antecedente del fax. En1877, la apoteosis: sale de viaje y equipa dos pianos de cola con cuer-da y placas de metal produciendo sonidos inauditos, antes de desesti-marse una demanda judicial que le opuso a Graham Bell por la inven-ción del teléfono»,7 invento que él habría registrado en la oficina depatentes ¡el mismo día que lo hiciera Bell en 1876!

En su telégrafo musical se funden a partir de ese momento los doscaminos de la invención de los zinzines eléctricos y electrónicos: por unlado, las máquinas de reproducción sonora como el fonógrafo; porotro, los productores de sonidos nuevos, de los cuales el órgano«Hammond» en 1935 y el sintetizador más tarde serán los arquetipos.Elisha Grey es a la vez inventor y artista, y esta doble visión lo cambiatodo. Siente confusamente el futuro, y traza nuevas perspectivas a par-tir de esa fusión azarosa sobrevenida más en la bañera del sabio icono-clasta que en las sesudas interpretaciones de Bach o de Chopin queVarèse experimentó en el Telharmonium de Nueva York....

Una retahíla de instrumentos eléctricos de tamaños y formas inédi-tos surgen durante la primera mitad del siglo XX. Entre los más originales,citemos el piano optofónico, creado por el futurista ruso Vladimir Rossinéen 1916: produce sonidos mediante un oscilador y al mismo tiempoproyecta una imagen gracias a un caleidoscopio rotatorio construido con

7 Un sitio de referencia: «120 Years of Electronic Music. Electronical Musical Instruments 1870-1990», http://www.obsolete.com/120_years

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discos de vidrio, prismas, espejos, lentes o filtros pintados por el pro-pio Rossiné. Objetos menos psicodélicos y más esenciales desde elpunto de vista arqueológico son el Arco cantante de William Duddel(1898) o el Coralcello de Melvin Severy (1909). En esta época de explo-radores de la electricidad, merece especial mención Lee de Forest, quedescubre la amplificación en 1906, luego el feedback y, después, nueveaños más tarde, lo que los especialistas consideran el antecedente delsintetizador: el Audion Piano. Su teclado permite controlar el timbre yel ritmo producidos por la frecuencia de un oscilador. Del Staccatonede Hugo Gernsback (1923) al Trantonium de síntesis sustractiva deFriedrich Trautwein (1930); del Sferáfono de Jörg Mager (1921) —quealgunos consideran antecedente del sampler— al Ritmicón de HenryCowell (1930) —predecesor de la caja de ritmos—, la lista de inventosde este género sobrepasaría con creces más de unas cuantas páginas.

Dos instrumentos destacan hasta la Segunda Guerra Mundial y seconvierten en las herramientas marcianas de las más formales orques-tas de esa época. El primero de ellos recibe el nombre de ThereminEléctrico o Theremin Vox: ideado por el ruso Leon Theremin en 1917,se toca mediante desplazamientos de las manos o del cuerpo entre dosantenas entrelazadas en una especie de grueso transistor. El harpa láseres su hija legítima, conocida por las espectaculares giras de Jean MichelJarre, pero inventada por un mago de los autómatas electrónicos:Bernard Szajner. El segundo auxiliar de las músicas de las esferasresponde al nombre también pintoresco de Ondas Martenot, inventadopor Maurice Martenot, violinista y telegrafista francés que retoma, diezaños después, los principios del Theremin Eléctrico y convierte seme-jante instrumento en más manejable para los músicos mediante lamanipulación de una cuerda, de un teclado y de una cinta de controldel glisando y del vibrato.

¿Haría falta felicitar al inventor Maurice Martenot o a OlivierMessiaen, que compuso en 1937 Oraison, primer título de un músicode calidad expresamente compuesto para tal instrumento? Oraison esuna pieza sublime, estratosférica, como suspendida en el tiempo y enel espacio. Se trata de un acontecimiento escasamente citado: Messiaenes a la vez compositor e intérprete de ese título, como lo son hoy sushijos del planeta techno, para quienes interpretación y composiciónsiempre se confunden. «Entre oleadas de asombrosas novedades delsiglo XX —escribe Messiaen en 1982—, aparece un paquete de sonidosextraños, caído del futuro sobre nuestro planeta: la onda Martenot».

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Se maravilla luego de sus colores, de sus sonidos «desconocidos,irreales, supraterrestres...» Oraison debería ser festejada, enseñada en loscolegios como una referencia, como ejemplo de lo que un gran hom-bre puede hacer con un instrumento venido de otro tiempo. Sin embar-go, ¡ni una palabra en las biografías «oficiales» o en el catálogo de sus obrasen el sitio Interred de Radio France o de la hemeroteca del IRCAM

(«Institut de Récherche et de Coordination Acoustique Musique» del cen-tro «Georges Pompidou»)! Oraison no existe, o más bien sí: como uncapricho indigno, un divertimento al que se antepondrán siempre laspompas de la ópera, al compositor por un lado y a los mimados intér-pretes por otro, según las reglas de la Música con mayúscula.

El inventor es aceptado como tal: una rara avis cuyo papel consisteen inventar nuevas herramientas para que el progreso continúe. Pero ensu sitio, es decir, en la butaca, no en el escenario con los intérpretes. Lamúsica es cosa de músicos y, sobre todo, de compositores cuyo públi-co no espera que innoven. Messiaen no es una excepción y se procuróel abucheo de la crítica en la década de 1940, particularmente tras larepresentación de sus Trois Petites Liturgies de la présence divine. Siguiófiel a su inspiración, pero a riesgo de la incomprensión o del rechazo.

La historia de Edgar Varèse al respecto ofrece un panorama máschocante todavía.

En el texto fundador de la «Guilde International des Compositeurs»—que fundó junto a Carlos Salzedo a principio de la década de1920—, «desaprueba todos los ‘ismos’, niega la existencia de las escue-las y no reconoce más que a los individuos». Quiere ser libre paraexplorar los más disparatados horizontes y, entre 1918 y 1921, escribeAméricas desde esa perspectiva... Piensa incluso en titular su pieza ¡ElHimalaya! Maderas, cobres y percusión dominan la orquesta, pero seencuentran inesperadas sirenas; un cuerno de pastoreo y silbatos de barcode vapor. Varèse se adelantó con ello varios años a otros compositorescomo Arthur Honegger (que reprodujo en 1924 el ritmo del movimien-to de las ruedas de una locomotora en Pacific 231),8 o al estadounidense

8 Honegger compuso la música para el drama Semíramis de Paul Valéry (1871-1945). Este dato noresulta gratuito si consideramos que el poeta y ensayista francés había experimentado, sobre todo enMonsieur Teste (ensayo polimorfo y polifónico escrito entre 1895 y 1929), novedosos planteamientosliterarios nada alejados de otros conceptos artísticos heterodoxos practicados por sus coetáneos. Kyroucita a James Joyce como referente cierto de la ruptura estética; por la misma razón, cabe citar aquí a

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Georges Antheil, que estrena en París, un año más tarde, su Balletmécanique para ocho pianos de cola, baterías, piano mecánico yzumbido de una hélice de avión.

Desde Américas, Varèse busca un punto de ruptura y prosigue unaexploración más allá de los simples sucedáneos del arte: «Colores brillantes,sonoridades desordenadas, dinámicas explosivas, ritmos turbulentos ymovimientos temerarios se funden en erupciones cada vez más inten-sas de fenómenos sonoros que Varèse había estudiado y experimentadodesde 1910 y que él mismo describiría más tarde como ‘trayectorias desonido’, ‘interpenetración de masas sonoras’ y sonido ‘de forma, direc-ción y velocidad constantemente cambiantes’».9

Para Ionization (otro título mayor escrito entre 1929 y 1931) ideauna zarabanda compuesta de treinta y seis percusiones de piel, demadera y de metal, el tambor-león de África, los gongs asiáticos mez-clados con cascabeles, látigos, yunques y, sobre todo, dos sirenas.Varèse es el primero en considerar el timbre como un dato musical ensí mismo y en concebir su música como anudamientos de sonidosmúltiples antes que composiciones hechas de notas, y en que esossonidos nacen del soplo de una batidora de saxofón, de las baquetas deun tambor o de las explosiones de un motor. Le gusta el lado físico,brutal, casi impío de las percusiones, e incorpora los ruidos como sucomplemento ideal. Este precursor rechaza toda teoría: avanza sinplanteamientos previos, hunde sus tripas en la desmesura de lossonidos y de las texturas, y se convierte en el bisabuelo extravagante delas ciencias más complejas del breakbeat electrónico. Inaudible sin dudapara muchos de los hacedores de jungle amamantados con sirope jazzy,pero, pese a todo, su incuestionable antecedente.

La búsqueda de nuevos instrumentos más dignos del alegato futuristaque los berridos elefánticos de Luigi Russolo, es una de las claves bási-cas de sus planteamientos. Pero esta búsqueda se parece a la de unjugador de póquer queriendo mejorar su juego con sucesivos descartes.

su compatriota Valéry. Existen ediciones castellanas de Monsieur Teste: Madrid, Montesinos (traduc-ción de Salvador Elizondo), 1982 y 1986, y Zaragoza, Lola Editorial (edición anotada de ManuelMartínez Forega), 1998. También puede encontrarse una versión catalana: Barcelona, Columna, 2ªed. (traducción de Àlex Susanna y estudio preliminar de Jordi Llovet), 1994. [N. del T.] .9 Texto tomado del libreto del doble CD de Edgar Varèse The Complete Works, bajo la direcciónde Riccardo Chailly, Decca.

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Le gustaría descubrir cartas inéditas que se llamaran Teclado de válvu-las, Solovox o Telharmonium, pero ¿es esto lo esencial? Varèse naufraga.En las décadas de 1930 y 1940 llama a las puertas de los estudios deHollywood y de los laboratorios Bell para participar en la creación denuevos instrumentos y aumentar su fama. Pero lo despiden. ¡Fuera elpoeta! ¿Por qué las industrias habrían de necesitar a un amigo deCocteau y de Picasso, de Messiaen y de Miró?

El artista no abandona sus extravagantes caprichos. Se apasiona porel Theremin y descubre las Ondas Martenot, «creadas con electricidadde corriente alterna, ramificadas en gongs y cuerdas, cuyo sonido seamplifica mediante micrófonos y altavoces». En 1934 las utiliza enEcuatorial, composición en la que expresa la «naturaleza volcánica» delas cosas, bañando en «sonidos industriales, los ruidos de las calles, delas puertas, del aire»10 Y un artículo de referencia, firmado por Annettevan de Gorne, «Une histoire de la musique électroacoustique»(http://www.homestudio.thing.net/revue/content/asr307.html). Es laprimera vez que un artista sitúa un instrumento puramente electróni-co en el corazón de una de sus obras, encontrando su discreto lugarentre un piccolo y un trombón, percusiones y una voz de ultratumba(un solo de bajo) recitando una oración del Popol Vuh de los quichesmayas como si quisiera desposar la esencia de la humanidad con laspromesas de nuestro futuro tecnológico.

Varèse explora, pero aún se topa a cada paso con los muros de laincomprensión y de la estupidez. Se empeña en seguir su camino dealquimista de los nuevos tiempos, de una época y de una músicadiferentes a él hasta la médula. ¿Qué hacer contra el conservadurismo?¿Cómo retirar el barniz cultural de unos oídos demasiado viejos paraaceptar el juego de las disonancias y de los ruidos de la vida? ¿Cuántasde sus representaciones acaban provocando otra vez los graznidos dequebrantahuesos, como los que se escucharon en la presentación deConsagración de la Primavera en el teatro de los Campos Elíseos?Todavía en 1954, con Désert, pieza para instrumentos de viento, per-cusión y banda magnética, Varèse suscita la colera de los cretinos.

Olivier Messiaen, místico que, en la década de 1950, huye de unmundo que lo rechaza silenciando los trinos del planeta, componiendoluego obras piadosas que, como venganza, obtendrán el éxito; Edgar

10 Este pasaje sobre Varèse está inspirado en textos que Vincent Borel y yo hemos escrito en el sitioTNT para el Virgin megaweb.

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Varèse, visionario e individualista radical que se declara discípulo deParacelso (médico nómada inspirado por los cuatro elementos, poeta ygran alquimista de principios del siglo XVI); John Cage, compositor zenque creó piezas a partir de tiradas de dados o del método del I Ching.Todos ellos, encantadores iluminados a la vez que innovadores de lasformas musicales, violaron las tesis de sus contemporáneos. Fueronexcepciones. Y ello porque tenían metido en sus cabezas que anticipa-ban el futuro con mucha más justeza y justicia que esos científicos gob-ernados por una razón miope. En definitiva, el instrumento no es paraellos más que un potencial del que servirse, y la herramienta eléctricao electrónica una metáfora para hacer vivir sus obsesiones espirituales,sus anarquías sonoras, sus visiones del torrente urbano que nos habita,de la misma manera que el ordenador portátil es hoy el aparato idóneopara interesar a los niños nacidos con un joystick en las manos.Cuestión de oportunidad. El talento no reside en la herramienta: laidentidad tampoco. Los verdaderos revolucionarios son ellos, que,frente al desprecio de todos, se apropian de las máquinas para musicar-las y trascenderlas.

Los músicos blacks como Derrick May (uno de los tres creadores deltechno de Detroit) tienen una palabra para designar ese carácter quemarca la diferencia, casi un cliché: hablan de «alma».

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1939-11967. Arqueología concretaCage y Schaeffer hacen música con ruido y abren el camino

Un piano, un címbalo chino y dos fonógrafos a velocidad variable en losque se leen discos de múltiples frecuencias sonoras. Éstos podrían ser losinstrumentos de acompañamiento del próximo opúsculo de Björk o losnuevos aperos de un Herbert, cantante contemporáneo de un house vigo-roso y ruidoso. Éstas son las herramientas que utiliza el estadounidenseJohn Cage, en 1939, en la primera pieza de su serie Imaginary Landscape.Y reincide el mismo año, sin fonógrafo, pero con curiosas percusiones quereclaman la fusión del arte y de lo cotidiano en una hermosa pirueta musi-cal: Living Room Music utiliza «todos los instrumentos de batería que esposible encontrar en una sala de estar: muebles, objetos familiares (perió-dicos, libros, cartas, mesas...), así como elementos arquitectónicos (suelos,muros, ventanas, puertas...)»11.

Cambio de continente, pero no de filosofía: en la inmediata pos-guerra, Pierre Schaeffer se manifiesta como una especie de experimen-tador radiofónico en el estudio de ensayo que había instalado en laRadiotelevisión francesa. En este contexto funda en 1948 la músicaconcreta, nuevo modo de estudio y de composición que suena comoun homenaje a Luigi Russolo y a su «Arte de los ruidos», y emprendela revolución de la materia musical con su compañero Pierre Henry,

11 Los textos y la cita de Pierre Boulez están tomados de Révolutions musicales. La musique contempo-raine depuis 1945, Op. cit.

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que se le une en 1949. Juntos firman Symphonie pour un homme seul,compuesta de «ruidos y de notas, de estallidos de texto hablado y musi-cal» con el fin de regresar a «la fuente única del ruido humano». En1951 la revolución se ha consumado: el nacimiento oficial del «Groupde Recherche de Musique Concrète» no es más que una formalidad.

Interesémonos por una de las primeras obras de Schaeffer, com-puesta en 1948: Étude aux tourniquets. A este respecto, sobre la fundade un viejo y respetable vinilo dedicado a la música concreta, se lee:«Mediante ‘detracciones’ sobre el objeto sonoro inicial, en forma desurco cerrado, Pierre Schaeffer aísla objetos sonoros nuevos que enseguida recompone en seis u ocho platos (léase ‘platinas’)». De ahí seextrae también la existencia de una de sus invenciones injustamenteolvidada: el Fonógeno, gracias al cual «hace pasar la grabación sobrebandas magnéticas a diferentes velocidades» y cambia la escala de«sonidos considerados hasta entonces fijos, tales como el sonido de unacampana o la vibración de un címbalo».

Con la llegada de las nuevas tecnologías del disco y del magnetófonode banda, sonidos y ruidos de la vida diaria se convierten en objetos sono-ros susceptibles de análisis, de metamorfosis y de composición. En tornoa Schaeffer los compositores de música concreta forman un verdaderogrupo de notable inventiva, sobre todo a partir de 1958, en que el GRMC

se convierte en GRM: «Groupe de Recherche Musicale», y se enriquece conpersonajes como Luc Ferrari, François Bernard Mâche y, un año mástarde, con Bernard Parmegiani. Imaginad a unos alquimistas encerradosen sus estudios en la sede de esa masa stalinista de la «Maison de la Radio».No tocan el piano. Lo golpean y lo hacen trizas. Graban las vibracionesde un peine y de una lima para uñas. A veces, salen en expedición a lasfábricas, a los desguaces de coches o a los Rastros y vuelven a su antro conchapas, objetos de metal o herramientas rotas, desechos de la industria ode la vida diaria. Al final, el fruto de esas peregrinaciones incita a poner laoreja, a meterse en la piel del observador de una obra contemporáneaantes que en la de un melómano degustando una ópera. Tête et Queue duDragon de Luc Ferrari, por ejemplo, sinfonía de tintineos y de ruidos sor-dos, de muelles y chirridos imaginarios, merece, por su invitación a la iro-nía, que su título jamás sea olvidado.

«Encontré en el Rastro un montón de instrumentos de medida que tenían laforma de diapasones de grosores diferentes —recuerda Ferrari—.Suspendidos en resortes de acero y girando sobre sí mismos, subiendo ybajando impulsados por su propio peso, esos diapasones emitían un sonido

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de broca de taladro fluctuante que repercutía en el resorte con una especie deeco del más hermoso efecto. Había inventado otro instrumento: hilo de nylonsimple, pero muy largo, de quince metros tal vez. Tendido a lo largo del estu-dio, con un micro en contacto con uno de sus extremos; golpeaba el hilo conuna baqueta de madera, lo cual producía un extraño sonido electrónico quesólo el micro podía captar. Lo divertido y un tanto experimental fue que el hiloera tan largo que para obtener melodías era necesario correr varios metros,aunque si el hilo no hubiera sido tan largo no habría sonado. Recuerdo inclu-so que para extenderlo utilicé el pomo de la pesada puerta del estudio, lo queme permitía, cerrándola, manipular la tensión del hilo».

Como Boulez y Stockhausen, Pierre Henry, François-Bernard Mâche yLuc Ferrari siguieron, en el conservatorio de París, los cursos de harmo-nía y de análisis musical de Olivier Messiaen, lo que demuestra, depaso, la importancia que para ellos tenía el maestro. Cuando se unen aSchaeffer (personaje procedente de la radio más que de la música con-temporánea), cambian de bando y, a los ojos de algunos popes delgénero, se convierten en unos herejes. «Para Schaeffer primero y, des-pués, para los músicos que se le unen, su tesis trata de rechazar todoapriorismo musical, de defender una aprehensión ‘concreta’, empírica,del sonido, en oposición a la andadura ‘abstracta’ de la tendencia seria-da (o ‘serial’) y de proponer ‘el objeto sonoro’ como previo a todaestructuración»,12 escriben Dominique y Jean-Yves Bosseur.

Durante los primeros años de experiencia «concreta», en aquellaépoca de la reconstrucción de Europa y de la guerra fría, los campos dela música contemporánea están dominados, en efecto, por los compo-sitores de la «tendencia serial», que se sitúan como continuadores deWeber y de Arnold Schönberg y de su escandaloso Pierrot Lunaire de1913. ¿Su objetivo? ¡Nada menos que comenzar de cero! La reinven-ción total de la escritura, de las frases, de la forma, de las armonías y delas tonalidades de la música clásica. Pierre Boulez resume la ambiciónde semejante serialismo integral: «Una síntesis absolutamente nueva,que no esté viciada, desde su inicio, por cuerpos alógenos y, en parti-cular, por reminiscencias estilísticas».13 Buscan entre los desechos de lasmelodías. Experimentan, pero lo hacen con el afán de dominar su len-guaje y, en sentido más amplio, su arte. Consecuencia: no ven —como

12 Ibídem.13 Ibídem.

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Olivier Messiaen— en la electrónica balbuceante ninguna oportunidadde captar alguna sublime y esencial llamada extraterrestre, sino laocasión de encontrar nuevamente herramientas de comprensión y dedominio total de la materia musical. Una cita del compositorLuciano Berio lo ilustra perfectamente: «El músico electrónico quie-re crear sus propios sonidos. No sonidos de micrófono, sino de losgeneradores de sonidos o de ruidos, de los filtros, de los modulado-res y de los aparatos de control que le permiten examinar una señalsonora en su propia estructura física».14

La apuesta que le queda a la música contemporánea es superar lasataduras de la música clásica tonal heredada de Bach. Pero con unareferencia nueva: la creación de alfabetos sonoros inéditos a partir delos «ruidos sucios» de la vida o de los sonidos puros de la electrónica.Tras los ensayos de politonalidad de Milhaud y el dodecafonismo deSchönberg, la aventura continúa más allá de los arreglos de tonos yde notas, pero siguiendo dos pistas divergentes. En una sola y mismacarcasa tumultuosa mezcla Varèse las dos: la «concreta» y la «electróni-ca», analogías de su sabia sed de exploración y su búsqueda espiritual.Se crean escuelas en Europa, y las líneas que se unen en este composi-tor visionario se separan para cortarlas mejor en fragmentos varios.

En 1951, año que Schaeffer crea el «Grupo de Investigación enMúsica Concreta» gracias a la Radiotelevisión francesa, también a ini-ciativa de una radio (la WDR), nace la «Westdentscher Rundfunk» deColonia, primer estudio de música electrónica con ambiciones «numé-ricas». Se encuentra entre sus fundadores Robert Beyer, un utópico, unsoñador de espacios interestelares. Pero, bajo el impulso de HerbertEimert, la dominante es inequívocamente la música de color seriado y,por tanto, calibrada, aun a pesar de que Karlheinz Stockhausen, llama-do a colaborar permanentemente en ese estudio en 1953, añadierapimienta metafísica a los platos hasta límites ascéticos. CuandoStockhausen se estrena en Colonia, Toshiro Mayuzumi funda en Japónel estudio de música concreta «NHK Tokyo», donde se unirá con ToriTakemitsu. No sujetos a las campanudas guerras de la bella Europa, loscompositores nipones mezclan en seguida las técnicas electroacústicasy los hallazgos electrónicos. Por el contrario, cuando, en 1955, se creael «Studio de Milano» de Luciano Berio y Bruno Modena la banderaserial ondea sin reparos en Italia.

14 Ibídem.

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En la década de 1950 Edgar Varèse y John Cage se cuentan entre losescasos compositores que siguen su camino sin el apoyo de una radio,escuela o universidad. Estos músicos no tienen mercado y, cuandointentan pasar al concertismo, se topan con la incomprensión delpúblico y la agresividad de la crítica. La salsa electrónica y contempo-ránea pasa mejor como guarnición que como primer plato. Cage firmade ciento a viento música para la radio o para el cine, pero, sobre todo,aprovechará, a partir de 1942, su asociación con el coreógrafo MerceCunningham para componer, supeditando su trabajo a un pacto: el dela más absoluta libertad. Pierre Henry, por su parte, emprende a prin-cipios de la década de 1950 una colaboración con Maurice Béjart quele permitirá crear, en 1958, su propio estudio de música electroacústi-ca: «Apsome». Ocasionalmente, un compositor recibe un encargo,público o privado, para una emisión radiofónica, especialmente delGRM de Schaeffer, o bien los recibe indirectamente con ocasión deacontecimientos tales como el «Festival de Otoño». O, si no, a imita-ción de Olivier Messiaen, se dedica a la docencia. De la investigaciónexperimental no se puede vivir, o muy difícilmente.

La tendencia al academicismo de los pioneros de la electrónica15

supone, a la vez que el rechazo del público, una situación económicaasistida según las especificidades culturales de cada país. En Francia,sólo las instituciones conceden al artista tal estatus de artista y, porende, directa o indirectamente, le procuran encargos. En EstadosUnidos, Varèse vive el «desierto» electrónico. La situación evoluciona ydesemboca en 1959 en la creación del «Columbia-Princeton ElectronicMusic Center», bajo el triple patrocinio de la universidad de Columbia(donde se encuentra, desde 1947, el compositor ruso VladimirUssachevski), la universidad de Princeton (donde oficia el serio y másbien serial Milton Babbitt) y, sobre todo, la fundación Rockefeller. ¡Eramás que necesario un mecenas para financiar los estudios y la protec-ción de los compositores del mundo entero!

Ese laboratorio tiene un protagonista: un mamut inmóvil que secompone de varios módulos grises y devora un inmenso espaciodesde el suelo hasta el techo. Ese monstruo antediluviano que lesabre las puertas de la invención electrónica es el sintetizador «Mark

15 En español en el original (cfr. Nota 6) [N. del T.].

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II», prestado gratuitamente por la RCA. Una bestia que, por otraparte, necesita para vivir de una prole de hijos que le una a la fami-lia de los magnetófonos de banda. Paradojas de la época: mientrasElvis Presley disloca sus caderas en Memphis y en todos los escena-rios de Estados Unidos bajo los gritos de extasiadas adolescentes,pequeños genios calvos con corbata se concentran junto a máquinasgigantes que parecen girar solas. Pero esto es sólo una caricaturiza-ción. Lo cierto es que Otto Luening, uno de los tres fundadores delCentro, estudió en 1918 con Busoni, maestro de Varèse, y se paseóen Zurich y París con los dadaístas. Luening y Ussachevski, autoresen 1953 de una pieza bien llamada Incantation, viven como hijos dePrometeo, transgrediendo las reglas de la música y los gustos delpúblico para proseguir con su odisea, y ello, a la manera de los euro-peos, prescindiendo de cualquier apriorismo escolástico. Son desci-fradores, no funcionarios. También le abren naturalmente la puertaa Varèse, quien, con los medios que siempre había soñado, graba allíuna nueva versión de Désert en 1961.

¿Qué conservar de esa época y de sus iniciadores? ¿Fueron inventa-das en esos territorios las músicas actuales?

Seamos un poco provocadores: el estreno del Poème électroniquede Edgar Varèse en el Pabellón «Philips» de la Exposición Universalde Bruselas de 1958 podría ser analizado como el magnífico antece-dente de las raves y de las free parties en los champs, hangars y otrasfábricas reconvertidas. Mirad ese inmenso espacio diseñado por LeCorbusier, provisto de cuatrocientos veinticinco altavoces colocadospor Iannis Xenakis. Como introducción, o a la espera de que las cin-tas de la obra del gran precursor se rebobinen, el público descubreConcret PH de Xenakis, una pieza suave y delicada, construida a par-tir de crepitaciones de carbón a punto de arder. Para ambientar, unchill out antes de empezar, cuando los ravers descansan tras lamadrugada... Y, de repente, explota el Poema de Varèse como unasuntuosa danza de «ruidos de máquinas, campanas, piano, percusióny sonidos electrónicos puros. El efecto de esos sonidos girando ychocando con lentitud en el espacio continuo en torno a 360o debía deser irresistible»16 —«XXe siècle: modernité et rupture dans la musique», un

16 Este testimonio ha sido recogido del libreto de un CD: Institute of Sonologie 1959-69, Early ElectronicMusic, Subrosa, 2000. Y en dos artículos de referencia: «Une histoire de la musique électroacoustique»,de Annette van de Gorne, http://www.//homestudio.thing.net/revue/content /asr3_07.html

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artículo de Olivier Lussac editado por el Cdmc, http://www.cdmc.asso.fr/html/calendrier/cd/ text/sem_lussac.htm—. La música enbanda penetra los oídos de miles de espectadores fascinados.

Presente en el Pabellón con su familia cuando era todavía un ado-lescente, Konrad Boehmer narra el shock de esa invasión sonora. Esacreación lo impresiona hasta el punto de que decide convertirse encompositor de música electrónica, y algunos años más tarde será unode los mayores artífices del «Instituto de Sonología», creado en 1959 enUtrecht gracias al mecenazgo de «Philips», sobre la estela dejada por larepresentación del Poème électronique. En el recuerdo, Boehmer hablade una «experiencia psíquica»17, como si describiera su primera fiestasalvaje, con la salvedad de que entonces él era simplemente un espec-tador. Es esa distancia la que establece toda diferencia. El arte, aquí,ocupa su sitio en un ámbito vivo y efímero, aunque permanece, sinembargo, separado de la vida. La filiación entre las raves y el Pabellón«Philips» o, mejor, entre los universos musicales de dos épocas, sólopuede ser indirecta, y ello tanto más cuanto que la mayoría de los com-positores de esos años todavía tiene un pie en los veneros de la ciencia,muy a menudo faltos de emoción.

17 Ibídem.

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1945-11996. Intermedio concretoEl amor al vinilo según Pierre Henry

Al principio el magnetófono no existía. Primero había micros. Se sabía quepodían amplificarse los sonidos y darles forma expandiéndolos y comprimién-dolos. Podía también cortarse su acceso o conservar algunos de sus fragmentos. Ensuma, los sonidos podían manipularse y transformarse. A continuación, todoello era grabado en un disco y se hacían copias regulares de esos discos, en surcocerrado. Todo esto se convertía en un bucle (o cinta, o banda) circular, previoa la muestra final. En ese formato se podía transportar, ralentizar o hacerlogirar de forma extrema y frenética. Colocaba el bucle en seis grandes platinasy saltaba de una a otra. Era algo punzante y afilado. Luego llegó el magne-tófono, un año después. Fue necesario comenzarlo todo de nuevo, hacer ver-daderos bucles, pero se obtenía una calidad menos interesante en el nivel defrecuencias. Cuanto mejor era el disco, más pobres eran los resultados delmagnetófono. Debo decir que sentí mucho abandonar el disco, pero comofue una decisión de Radio Francia, tuve que adaptarme. Finalmente, he dedecir que quizá la música concreta hubiera sido más digna permaneciendo ensoporte disco. Lo más divertido es que ahora, en el techno o en los clubs, seemplean los discos antes que las cassettes...18

Pierre Henry

18 Tomado de una entrevista realizada por Jean-Philippe Renoult para la revista Coda.

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Pista dosAl ritmo de la vanguardia y del mundo popLa prehistoria salvaje y desvaída de las músicas electrónicas:los traidores de la música concreta, los primeros locos delestudio del pop y de las varietés, los apóstoles de la repetición y, después, todavía John Cage.

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1952-11976. Historias de marcianosDe Jean-Jacques Perrey a Jean-Michel Jarre, los hijos de Schaeffer y deStockhausen o la segunda traición al arte instituido

Estamos en 1952, Jean-Jacques Perrey es estudiante de medicina.Conoce la existencia de las Ondas Martenot, pero antes se dedicará atocar el acordeón. En la facultad dará con un tal Georges Jenny, unode esos seres originales, inventores iconoclastas que esperan encontrarel Santo Grial de la electrónica musical y que en 1938, cuando eratratado de una tuberculosis en un sanatorio parisino, creó la Ondiolina,una especie de luth electrónico inestable en extremo... ¿Por qué razóndejar los hábitos conventuales de las aulas universitarias? Pues así fue:ese sintetizador primitivo creado por Jenny entra por el ojo derecho deljoven Perrey y deja la facultad en 1953, aprende apresuradamente losrudimentos del piano ¡y se convierte en demostrador y vendedor de laOndiolina! Jamás será médico, pero sí cocinero de sonidos y estribillospara niños pequeños y grandes, creador de recetas electro-chuscas paracanciones, películas, publicidad y otros géneros. Escuchad las melodíasabsurdas que compuso a partir de la década de 1960 y, si tuvisteis comocompañero de infancia un televisior prehistórico y su única cadena, nopodréis evitar una sonrisa al recordarlo...

¿La Ondiolina? ¿Qué es la Ondiolina? A mediados de la década de1950, todo París habla del número de cabaret de un señor sentado alpiano y a la Ondiolina, ése es Perrey, que vive, por otra parte, de lasdemostraciones de esa «cosa». Charles Trenet quiere ver la famosaOndiolina. La ve. Incluso la escucha. Estupefacto, en 1956 pide al

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amigo Jean-Jacques que lo acompañe en el escenario con su extrañoteclado electrónico. Así es como nuestro protagonista graba L’Àme despoétes rondando el año 1957. Un año después, también impresionado,Jean Cocteau le dice: «Usted será célebre».

¿Célebre Perrey? ¿Quién se acuerda de él en la década de 1980? En1990 —sorpresa—, su regreso a la actualidad viene de la mano del hip-hop y de sus cazadores de vinilos raros y olvidados: DJ Premier, delgrupo Gang Star, recuerda uno de sus títulos, EVA, y lo remezcla.Firmado por Jean-Jacques Perrey y Andy Badale, Extra VehicularActivity había conocido éxito mundial en 1970. Ambos autores sonartistas poco visibles que no se revelan en absoluto bajo las obras a lasque dotan de sus curiosos y cautivadores estribillos. ¿Qué es lo que seretiene de una música de pub o de emisión genérica? ¡La música, no elautor! La identidad de Andy Badale es un ejemplo subrayable: bajo esepseudónimo se esconde ¡Angelo Badalamenti!, compositor extraordi-nario en opinión de David Lynch y de muchos otros, desconocido delgran público durante años hasta el éxito de la música de Twin Peaks.Después de DJ Premier, la gira de Fatboy Slim retoma EVA. Más tarde,la ola del easy listening de finales de la década de 1980 adapta la per-sonalidad de Jean-Jacques Perrey al gusto de entonces. Grupos comoAir y Le Tone deciden, incluso, trabajar con ese pionero de otra era:Jean-Jacques Perrey no salía de su asombro...

Desde comienzos de la década de 1950, oscuros saltimbanquis colo-can cáscaras de exotismo electrónico en el varieté o en las músicas depelículas. Pero no queda ningún rastro de ellas. Y, cuando el viejomuchacho intérprete de la Ondiolina cita a su «principal inspirador:Tom Dissevelt, que fue el primero en hacer música electrónica popularen 45 revoluciones y que me inspiró en la década de 1950», no se sabe,en definitiva, cómo escribir el patronímico de ese misterioso músico.Al azar, leemos en el libreto de un disco dedicado al «Instituto deSonología» de Utrecht, comprado en la librería del Centro«Pompidou», los nombres de Tom Dissevelt y Kid Beltrán, y Fantasy inOrbit, de Dissevelt en solitario. Es entonces, frente a esos incunables deartistas extraterrestres, tan desconocidos como inencontrables, cuandouno se pregunta: ¿había otros?

Francia, en esa época, no soporta más que a los innovadores afi-cionados sin sueldo, obreros del comercio sonoro o buscadores sabia-mente ordenados en los compartimentos de la ciencia. En 1959 Edith

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Piaf invita a Perrey a su espectáculo del «Olympia». La Piaf lo mantieneen él sin reservas y le permite, el mismo año, grabar un primer EP (Mr.Ondioline) en un estudio. Pero la simple curiosidad anecdótica no lebasta al Varèse del entretenimiento. Piaf le sugiere enviar una cassette auno de sus amigos en Nueva York —Carroll Bratman—, cuya tareaconsiste en suministrar instrumentos a los diversos estudios y orques-tas. Ya tenemos a Perrey volando hacia Estados Unidos: «Allí comencéa desarrollar mi sistema de ruidos en bucles como me había mostradoPierre Schaeffer. Él sólo hacía música contemporánea seria, grave; yoquise adaptar eso a una música más irónica y comercial para estar másal alcance del público anglosajón. Fue entonces cuando los esta-dounidenses me ofrecieron la oportunidad de disponer de todos losinstrumentos electrónicos posibles e imaginables, así como de un estu-dio para mis investigaciones».1

Este loco, maravillosamente ingenuo, catapulta de los buclessonoros y del sample antes incluso de que la palabra existiera, es unartesano armado de un bote de cola y un par de tijeras. Pasa así unasemana («72 horas por cada minuto de música»), grabando el célebreVuelo del moscardón de Rimski Korsakov ¡con zumbidos de abejasauténticas! En 1966, formando dúo con Gershon Kingsley (de forma-ción más clásica, protegido de Brodway), aparece en «Vanguard» TheIn Sound from Way Out, álbum de jingles y pequeños bailes infantilespara Ondiolina, bandas magnéticas, rupturas de claxons y ruiderasmúltiples... Luego utilizará uno de los primeros sintetizadores Moog ensus obras Kaleidoscopic Vibrations, The Amazing New Electronic PopSound of Jean-Jacques Perrey y Moog Indigo.

Al final de la década de 1960, espejismo mediante, la época cambiay se abre a los ruidos de máquina. Ennio Morricone y François deRoubaix mojan en algunas charcas electrónicas sus músicas de pelícu-la. En el seno del «Groupe de Récherche Musicale» (GRM) de Schaeffer,algunos se toman libertades, tantas que la etiqueta «investigaciónradio» les permite fantasías que no se osaría arrostrar salvo a riesgo deexcomunión. Entre 1966 y 1970 el compositor Bernard Parmegianifirma títulos cuyos nombres entonan una dulce locura mestiza: Jazztex,

1 Extracto de una entrevista realizada por Arnaud Boivin para el número póstumo del magazinInteractif. Muchas de las informaciones provienen, por otra parte, de un artículo de Jean-Yves Leloupsobre Jean-Jacques Perrey publicado en la revista Crash.

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con un cuarteto de jazz, Pop Electric y Outremer o Pop Secret, con elThird Ear Band, sabios arreglistas de bandas y otras Ondas Martenot mez-cladas con ritmos de jazz o con aires casi rock. Pero la explosión, la defin-itiva, data de 1967: con Psyché Rock Pierre Henry y Michel Colombierunen, mediante una inconcebible válvula, los collages de la música conc-reta y las seducciones de la música pop. Esta mezcla propulsa, hace bailar.Se llama jerk electrónico. Es concebido para un ballet de Maurice Béjart(Messe pour le temps présent), y rebota en las emisoras de radio y en lassalas de fiesta nocturnas. Y se vende; radio clásica, señora.

Hoy, el padre Henry no ve en esa exageración más que un accidentede regocijante recorrido. Pero el mal estaba hecho. La epidemia podíaextenderse y fue transmitida por compositores de formación clásica quedejaban, desde sus primeros chispazos oficiales, los círculos civilizados dela música contemporánea por el circo efímero de las músicas populares.

Enero de 1969. Hijo del compositor de música para películas MauriceJarre, Jean Michel Jarre entra en el GRM de Schaeffer. En ese templo delsanto bricolaje donde sólo comulgan estudiantes cuidadosamente elegi-dos, institución ya sacudida por la escapada del Psyché Rock, Jarre se delei-ta con gárgolas de osciladores y descubre con glotonería las primeras sín-tesis musicales. Aprende a apropiarse libremente de los sonidos cotidianoscon fines científicos, a ver su trascendencia. Más discretamente, de nochea veces, juega y se divierte a escondidas como un niño.

Cuando se le pregunta por su formación, Jarre cita a PierreSchaeffer, pasa rápidamente sobre su padre, pero sonríe evocando a suabuelo, inventor de molinillos de café y constructor de increíbles con-solas de mezclas, que «trabajaba con el sonido y que tenía magnetó-fonos» y cuyo taller le hacía, milagrosamente, soñar todavía...2

En sus entrevistas, Jarre se imagina complacido en aquella épocacomo un pirata, contentísimo por tener a su disposición aquel materialsofisticado, como una especie de indio entre los cowboys de la músicaconcreta. En el seno del GRM firma en 1969, para la «Maison de laCulture» de Reims, una primera pieza electroacústica, ciertamente nopirateada. Después, junto a un amigo batería al que invita a los estu-dios (habiendo guardado primero y cuidadosamente las llaves por la

2 Las informaciones sobre Jean-Michel Jarre están tomadas de dos fuentes: una entrevista de Jean-YvesLeloup y la página personal del artista: http://www.kami.org/jarre

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noche), compone y graba La cage, «pieza electrónica para 16osciladores, percusiones y sierra musical», que completa más adelantecon una Erosmachine para harmonium y banda magnética, fragmentosantológicos de cuyas 45 revoluciones se venderán ¡117 ejemplares dosaños más tarde, en 1971!

Jarre, como se sabe, asombrará en los grandes espectáculos munici-pales, monumentales e internacionales, despertándose de vez en cuan-do para hacer sonar sus máquinas. Pero, a la manera de un Jean-Jacques Perrey, es también un virus maligno. Su mentor PierreSchaeffer, como si anticipara la evolución de la investigación musicaldesde el estudio de la ciencia a la ciencia del estudio, le confiesa: «ElGRM está muy bien a condición de salir de él». Como buen alumnoque encaja bien una ligera impertinencia, Jarre lo escucha y deja ellaboratorio el año en que aparece, bajo el más absoluto anonimato,ese título pre-techno: La Cage, en 1971.

Con ocasión de la inauguración del plafón del «Teatro de laÓpera» de París (y no es una invención), se le encarga un ballet quellamará AOR3 y que interpretará en live en ese recinto sagrado.Después compone menús genéricos para emisiones de televisión, asícomo músicas de ambiente para aeropuertos y bibliotecas, reunidasen el álbum Deserted Palace de 1973. Ocupándose en bellas melodíasmucho más que en exploraciones mecánicas, escribe para Christoph,Patrick Juvet y Gérard Lenorman. Y más tarde, con la adquisición deun sintetizador «ARP2600», cuyos secretos le son revelados por el téc-nico, construye ese bricolaje de pura electrónica que es el hermosoOxygène y su funda planetaria en 1976. Con un cuarto de siglo deretraso, el primer álbum Oxygène (olvidad el segundo) atrapa por suminimalismo sonoro y su arte sorprendente de armonías y estribillosrematados con malicia mucho más que por su perfume melancólico,almibarado y casi empalagoso.

¿Qué deben las músicas electrónicas actuales a Jean-Michel Jarre?Su búsqueda no es ni matemática ni metafísica. Carece de profundi-dad. Lejos de las ambiciones de totalidad de un Edgar Varèse, máspróximo, en fin, a la ligereza de un Jean-Jacques Perrey, Jarre sólo

3 Este acrónimo servirá también para denominar el Adult Orient Rock (A.O.R.), entre cuyos intér-pretes puede incluirse a Ian Mathews o Dire Straits, por ejemplo [N. del T].

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pretende divertir. Pero, después de todo, si se olvidan sus ulterioresderivaciones y si se seleccionan sus más sabrosas sopas, Jarre es un elec-tro-lampista de talento que busca agradar a todos, lo que no lo diferen-cia nada de Laurent Garnier. Evidentemente, no cultiva la patillaunderground ni la agreste independencia del histórico DJ de la escenaparisina. Hasta 1976, sin embargo, construye hábilmente un caminosin preocuparse de las habladurías de los profesores demasiado serios ode los productores de varieté demasiado reaccionarios. Inocula así lafiebre electrónica a muchos adolescentes.

Vuelta a 1966. Karlheinz Stockhausen regresa después de pasar seismeses en Estados Unidos «explotada la cabeza por el ‘JeffersonAirplane’»,4 que ha devorado con ojos y oídos en el «Filmore East». ParaHymnen toma cada himno, desde La Marsellesa a La Internacional, endisco o a partir de grabaciones salvajes, en las «escenas sonoras» de unalmacén de porcelana china o de una manifestación de estudiantes,luego recorta ese himno, lo rehace, lo tritura, lo acelera o le añade rui-dos y atmósferas. En seguida inventa un remix conceptual a golpe debricolajes electrónicos. En los albores del decenio ya había pergeñadoKontakte, una pieza sónica y sintética con impulsos sonoros creados porgeneradores, «cortados y pegados rítmicamente acelerándolos extraor-dinariamente sobre bucles cerrados».5 Con la ensalada de distorsionesnacionales e internacionales de Hymnem, impulsa más lejos que PierreSchaeffer la manipulación de las materias de la realidad. Lanza unasonda en la galaxia pop, pero no cambia por ello sus particionessiderales contra universos de pacotilla...

Por contra, Holger Czukay e Irmin Schmidt cambian de bando yno dudan en salir del claustro. Los dos han sido alumnos deStockhausen; el primero en Colonia entre 1963 y 1966; el segundodurante un año solamente entre múltiples ribetes de piano clásico y decomposiciones contemporáneas. En 1968 Czukay es profesor de música,y enseña junto a Michael Karoli. Hace escuchar a Stockhausen a su jovenamigo melenudo y éste, como respuesta, sopla en su oído los collagessonoros del célebre I am The Walrus de los Beatles provocando, de rebote,

4 Información recogida del libro de Julian Cope, Krautrocksampler. A Head Heritage Cosmic FieldGuide (1995), libro de referencia sobre el krautrock, rock alemán surgido a finales de la década de1960 (en inglés).5 Extractos de una apasionante entrevista de Frank Mallet: «Karlheinz Stockhausen,L’Illusioniste», Ibídem.

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el nacimiento de Can dentro de un ámbito de mestizaje entre pop, pul-saciones groovy y experimentaciones bárbaras en los confines del jazz, delas músicas étnicas y de los fulgores del creador de Hymnem.

Los dos fundadores de Kraftwerk, salidos de la «Kunstakademie» deDüsseldorf, también han estudiado a Stockhausen y reivindican la heren-cia de los artistas libertarios de Fluxus, inspirados en las teorías del artede John Cage, de Irmin Schmidt y de Holger Czukay de Can; los fun-dadores de Kraftwerk traicionan a la música contemporánea y al arteinstituido, como Franz Zappa, John Cale, Brian Eno y, ocho años mástarde, los dos grupos referenciales de la música industrial en Inglaterra:Cabaret Voltaire y, sobre todo, Throbbing Gristle, vástagos diabólicos delbody-art y de las performances más desbaratadas de la década de 1960.

Las infidelidades al arte y a la ciencia de la música de los Brian Eno,Jean-Jacques Perrey, Jean-Michel Jarre y otros símiles de Kraftwerkgeneran un inmenso potencial adaptado a los deseos de avance de losmás brillantes músicos, así como de los públicos blancos que no sesienten dentro del free jazz. Se desarrollan entonces herramientaselectrónicas cuya accesibilidad crece cada día, la investigación escapaa los cánones tradicionales y huye de las exhaustas jerarquías de lamúsica contemporánea.

De cultura claramente localizada, la búsqueda de nuevos infiernosy paraísos sonoros va a transformarse en una miriada de contraculturasimprevisibles, y van a mezclarse rock marginal y jazz eléctrico o elec-trónico sin la presencia de profesores canonizados. Actitud que ya nose inclina ante nobles seleccionados entre los diplomas y los conserva-torios de música, pero acepta —aun a riesgo de perderse en seduc-ciones estériles— unirse a los circuitos del mercado para el pequeño ogran público, aficionados a las salvajadas o silbadores de fugaces tonos.Más Investigación con mayúscula. Más Arte con mayúscula. Ningúncrítico puede asegurar nada: miremos el nombre inscrito en el panteónde la Academia; es allí donde sucede todo eso y solamente allí. Ya nose sabe dónde pasan las cosas. Las referencias son dinamitadas por losrenegados, educados por viejos maestros para los que la música elec-trónica era un objeto de estudio entre gente seria. Demasiado tarde; losvirus del cambio se escapan de los tubos de ensayo e invaden todo elplaneta música. El melómano a la caza de enajenadoras innovaciones,de sorpresas divinas y de vértigos sintéticos deberá elaborar sus propiosantídotos en el corazón mismo de ese nuevo torrente musical, pues ya

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no puede apoyarse en los críticos de Música con mayúsculas ni en loscuentistas (¿contables?) de la Historia con mayúsculas. En la H mayús-cula los turbulentos hijos de Cage, de Varèse, de Schaeffer y deStockhausen prefieren el hachis con minúsculas y un gran alambique.

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1913-11988. Pirueta psicodélicaPerformances y festivales pre-multimedia: Sueños de «avant-rave»

Principios de siglo, en París. En 1913 quizá, o algunos años más tarde(confieso mi imprecisa información, aunque carece de importancia).Imagínatelo. Eres uno de esos raros aficionados a las músicas etéreas yarte degenerado; de ese género de personas que adora las extáticasprovocaciones de los salones dadaístas o del teatro sintético de losfuturistas y descubres el Poème D’Atmosphère de Valentine de Saint-Point, bisnieta de Lamartine: «Un poema orientalista en el que ellaaparecía enmascarada, tumbada en medio de un decorado de falsorelieve plano de inspiración egipcia, rodeada de colores y de ecuacionesmatemáticas proyectadas a su alrededor, la música de Satie y Debussycomo banda sonora de esa celebración de la libertad sexual».6

Otoño de 1966 en Londres. Estás en un hangar abandonado. En laRoundhouse. Asistes al lanzamiento de un nuevo semanario publicado enLondres, underground, evidentemente: International Times. Tienes los ojosllenos de él. Los ojos y las orejas teñidos de mil sonidos y colores, formas ylíquidos rojos, amarillos, verdes, malvas, anaranjados que se devorany explotan entre humo de marihuana y los primeros secantes de LSD,pañuelos de piratas y camisas de flores y de amapolas, diapositivas obsce-nas, graciosas palabras intellos y light shows goteando, breves películas dearte y amplificadores saturados, ejercicios pop jazz «patafísicos»7 de los

6 Cita tomada del libro de David Toop, Op. cit.7 Cfr. nota 10.

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artistas bebés de Soft Machine e improvisaciones pop y siderales de los músi-cos extraterrestres de Pink Floyd. Máquina rodante y Flamenco rosa.Espectáculo ya calificado como multimedia. En ese hangar del corazón deLondres, con suerte, te cruzarás con Paul McCartney, amigo de uno de lospoetas impulsor del semanario, el llamado Miles. Otros escritores de versosllamados Jim Haynes, Jack Henry Moore, Alex Trocchi o Mike Horowitz,y después las encarnaciones de Brian Jones y de Syd Barret, si es que no sonlos propios Jones o Barret, con la mirada perdida y camisa desfasada, sobreel escenario o en un rincón.8

Verano de 1988 en Londres. Otros hangares, cuando no fábricas ocampos al aire libre, son ocupados por aristócratas del sound systemarmados de vinilos, hordas de danzantes extasiados, poetas ambient yartistas contracomerciales

Principios de siglo en forma de vanguardia, explosión psicodélica definales de la década de 1960 y raves salvajes de la década de 1980: enesos tres momentos se revela una idéntica rebelión estética, un mismodeseo de ebriedad en todos los sentidos y una parecida voluntad dehuir, por muchas razones, de los espectáculos ortodoxos. Aspiración alcaos. Ascensores hacia el cosmos. Músicas de todos los colores en fasede desestructuración; pintura y literatura suprimiendo las fronteras delsentido y del no sentido; los géneros artísticos explosionan y las precau-ciones sanitarias se borran bajo diluvios de placeres prohibidos. En1967 y 1968 los clubs abren en Londres, como se abrirán en 1987 y1988. Y cierran tras la visita de los agentes del narcotráfico. Puñetazosmetafísicos de los provocadores de la aurora del siglo XX, escapadas hip-pies o salvajismos festivos de acid house: el Poder envía siempre a lapolicía para calmar a esos ardorosos indóciles decididamente incom-prensibles para la gente de recta moral.

Pero allí donde las manifestaciones underground de los veinte primerosaños del siglo permanecían como patrimonio de una elite intelectual, lasdos revoluciones de la música pop de los sesenta y de la música house delos ochenta atañen a miles y luego a cientos de miles de jóvenes irrev-erentes enfrentados a las normas y a sus mayores. Aparte de los clubs yde los hangares, la locura de los Flower Children invade con sus iróni-cos bombones el parque del duque de Bedford en Inglaterra, el festival

8 Brian Jones muere ahogado —presuntamente tras un desafortunado ataque de asma— en lapiscina de su casa de Londres en junio de 1969 [N. del T.].

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de Monterey los días 16, 17 y 18 de junio de 1967 en California y,desde luego, Woodstock y sus 450.000 enfebrecidos jóvenes, desde el15 de agosto de 1969 a las 17 horas, hasta el lunes 18 por la mañana...9

Los mismos horarios que los grandes Summer of Love de los veranos de1988 y 1989 en la campiña inglesa.

Cambio de perspectiva pública: cuando un sello de pop psicodélico—«Fontana»— imagina el beneficio (no sólo espiritual) que puedeextraer de los rótulos tomados de la Messe pour un temps présent deMaurice Béjart, olvida el Prólogo y no se limita —como la casa«Philips»— a un álbum único de Pierre Henry enriquecido con severosmúsicos concretos. «Fontana no conserva más que los jerks electrónicosde Pierre Henry y Michel Colombier» (Psico Rock, Jericho Jerk, TeenTonic y Too Fortiche), llama a sus jerks «Ypersounds» y allá va, con uncomentario en el bolsillo que podría repetirse sin cambiar ni una líneaveinte años más tarde: «En Estados Unidos y en Inglaterra existen clubsa donde los iniciados acuden a bailar, pero sobre todo a agitarse consonidos, en una especie de comunión misteriosa que nadie ha compren-dido jamás: es una suerte de culto; esa música no se describe, tiene sulenguaje propio a base de ritmo, se escucha en la oscuridad o se baila,posee muchas virtudes ocultas; el que sabe ‘arrancar’ con ella se encuen-tra en una especie de segundo estadio que le abre a un mundo de coloresy de sonidos desconocidos. Hay que saber vivirla en su plenitud»?10

9 Pero en 1967 aparece (por lo que su composición habría que datarla antes) el Long Play Flowersde The Rolling Stones, cuyo título ya da pábulo al contenido descriptivo de Kyrou. En junio de1969 (anterior a la convocatoria de Woodstock), The Rolling Stones organizan un macroconcier-to al aire libre (el primero de tales características que se organiza en el mundo dentro de un espa-cio urbano) como homenaje al fallecido Brian Jones, cuyo escenario será el «Hyde Park» londi-nense, al que acuden 250.000 personas y en el que se rescata la figura del poeta romántico JohnKeats (dato también fundamental). En 1967 sale al mercado Their Satanic Majestic Request,álbum básico para comprender buena parte de la estética de Pink Floyd y de otros grupos afines.En este álbum se incorporan sonidos hasta entonces no aceptados como grabables en los aúnestrechos formatos conceptuales del pop y del rock de entonces: sirenas, campanas, glu-glús, vocesen off, silbatos, megafonías y ruido ambiente de un aeropuerto, ronquidos humanos, reverbera-ciones de viento... Si hay un álbum que aglutine en el ámbito pop la tendencia psicodélica, ése esTheir Satanic... Y todavía hay más: en 1966, el tema After Math (que dará título genérico al álbumque lo incluye) rompe con todos los moldes concebidos hasta entonces para los formatos tempo-rales de las canciones (en el ámbito, igualmente, pop y rock) y, en un alarde de osadía e improvi-sación, se prolonga hasta más allá de los ¡11 minutos!, cuando lo común era no superar, en nin-gún caso, los tres minutos [N. del T.].10 Tanto la cita como la información están tomadas del citado artículo de Philippe Di Folco:«Origines improbables de la techno», en Art Press.

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1960-11971. Historia de GlobbotsJoe Meek, Brian Wilson, Frank Zappa, Silver Apple: el pop se vuelve loco yenloquece los estudios

«Quise imaginar lo que sería una música por todo lo alto, en los confines delespacio. Me fui para hacer un disco completamente extraño a los ojos de nue-stro mundo. Pero comprobé que no habría tenido ningún valor lúdico, entoncespreservé una construcción musical adaptada a nosotros: los terrestres».

Estamos en 1960, y Joe Meek se dirige a los extraterrestres de la caraoculta de la luna, trasgos de caras azules y mímica de robot. Los oye ylos entiende; ve a esos Globbots y a esos Saroos, así que les otorga vidaen un álbum: I Hear A New World. Productor y compositor autodidac-ta, hace tocar a un grupo que llama The Blue Men, hace bricolaje conel sonido de su guitarra hawaiana, golpea y acaricia su viejo pianodesvencijado, tortura a una lima por todos lados o acelera la voz de suscobayas humanos a fin de inmortalizar los cantos y danzas de sus criaturaslunares. Pero esto no es suficiente para el alquimista: Joe Meek usa ellavabo de su cocina y el agua de las cisternas de sus retretes como rugi-dos de platillos volantes y gorgorismos volcánicos de milagrosasmáquinas. Hinfla y estalla globos con un palillo, se sirve de cucharas ytenedores para golpear sobre los platos, toca un peine fino y hace sonaruna botella de leche medio vacía, se divierte con ruidos de relojes y dejuguetes mecánicos, vibraciones de botes e interferencias de radio, cir-cuitos eléctricos mal conectados o reverberaciones de una parrilla. Un talSun Ra, su hermano sideral del planeta jazz, pide a uno de sus camaradas

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iluminados —Geoff Goddard— que toque un claviolino, antecedentedel sintetizador inventado en 1947, aparato sintético de instrumentosde viento y de cuerda que se desafina al cabo de unos minutos. JoeMeek retira los objetos, desprecia toda regla. Inventa un mundo elec-trónico que no tiene nada de electrónica, y crea un pop concreto sinconocer siquiera los torniquetes y los ferrocarriles de Pierre Schaeffer.

¿Era ese primer concepto álbum de la historia del rock’n roll demasiadoefervescente para los terrestres de entonces? En 1960 se graban una vein-tena de ejemplares demostrativos. Pero el disco no aparece. Sólo se sal-van cuatro títulos de ese OVNI kitsch futurista y componen un EP del quese venden como hostias intergalácticas cien copias. Luego, nada. Seanuncia un segundo EP, y no sale. ¿Se oculta un censor tras ese anuncio?¿O es que el rumor oculta una simple cuestión de impuestos que no sequieren pagar? Sea lo que sea, sólo treinta y cinco años más tarde, a media-dos de la década de 1990, los felices aficionados del trip hop o del easy lis-tening descubren, absortos, el álbum original en formato CD.

Joe Meek es un barjot en sentido propio. Es un marginal. En 1962,cuando envía el master de Theme of Telstar de Los Tornados a los estu-dios «Decca», los ingenieros de sonido lo devuelven: las primeras medi-das de ese título instrumental se deslizan a velocidad variable antes decombinar una melodía de glu-glús eléctricos de extravagante calidad.Estos técnicos idiotas están convencidos —a falta de profesionalidad—de que es un error técnico. Meek, por su parte, reenvía el master casital cual, pero con un título menos pomposo: Telstar, ¡y ese fragmentoserá su más grande éxito comercial! El visionario de nuestro mundoelectrónico es él, Joe Meek, el autodidacta que no entiende nada de tec-nologías. El excéntrico relanzado por sus semejantes, el homosexual, elfundido con el espiritismo que acabará suicidándose el 3 de febrero de1967 después de haber matado a su casero, cuando todo el pop, apre-sado por el psicodelismo, acierta a reinventar SUS delirios en ÉL. Porquees bien sabido que Joe Meek creó su propio estudio («RGM Sound»)para romper con los moldes convencionales de la grabación.

El estadounidense Phil Spector era un adelantado a su tiempo.Mítico productor de las Ronettes y de las Crystals, desde principios delos sesenta acumula instrumentos dentro de una pequeña sala con obje-to de manipular el eco natural del lugar. Tomando tres bajos en lugar deuno, crea fuertes resonancias y muda sus estudios en una especie decámaras de simulación de vapor acuático de donde la voz arranca comouna planta tibetana con perfumes de muñecas de algodón.

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Otro explorador y extraordinaria figura atrapado por los alucinógenos—Brian Wilson— cae en una depresión en 1967, en plena produccióndel mítico álbum Smile, de los Beach Boys, que jamás aparecerá. Unapena, pues ese disco habría sido un joyero a la altura del estupendoGood Vibrations, sinfonía en miniatura de órgano alocado y estertoresaéreos, de vibráfono estupefaciente y de free pop que comienza y seinflama con el ruido de hervidero cósmico de un Theremin, o más biende un electrotheremin, descendiendo, bamboleante, de las OndasMartenot en otro tiempo utilizadas por Edgar Varèse en Ecuatorial.

A mediados de la década de 1960, la música pop se disocia. Rompesus marcos y sus prudentes formatos como si fuesen billetes verdes.Paradoja: cuando Phil Spector se vuelve más moderado, Brian Wilsonse evapora en limbos psíquicos y Joe Meek desaparece por las buenasen el cielo de la eternidad; el show-biz se dispone entonces a seguir loscaminos de la locura que —sin duda por descuido— ellos trazaron.

¿Qué pasa en la puritana Inglaterra? ¿Habrán regresado los Globbotsy los Saroos de nuevo a la Tierra tras una estancia de siete años en lacara oculta de la luna? Sí, ciertamente: esos trasgos maliciosos invadenel mundo pop en forma de pastillas de la felicidad, de polvos de fuga,de varicela para guitarras o de pescados ahogando las melodías bajodiluvios de aguas de vajillas eléctricas. Los Globbots y los Saroos pene-tran en el cerebro de los jóvenes cuyos cabellos crecen al mismo ritmoque se colorean las camisas, y esos extraterrestres ponen en el corazónde sus canciones pop exóticas tribulaciones, guitarras ruidosas, gallosahítos, arpegios clásicos, pim pam pums de tambores fugaces o breaks devoces bajo ecos. Alucinados en sentido propio y figurado, llueven los gru-pos en los estudios de Londres respondiendo a los recargados nombresde Wild Silko Lemon Tree, Ipssimus o Bamboo Shoot, Aquarian Age oPenny Peeps, Love Sculpture o The Fairy Tales, Koobas o The Brain...

Hablaré de ellos más adelante: los músicos blancos y, sobre todo,black del bop y del free jazz habían abierto un camino, explosiones deimprovisaciones y de disonancias en respuesta al jazz calibrado, pru-dentemente reglado según los cánones del éxito comercial; esta vez —entre 1966 y 1968—, a favor de fermentaciones y de múltiples quími-cas turbias, pero también en apoyo del Mayo del 68 parisino o de lasprotestas estudiantiles contra la guerra del Vietnam, con la voluntad deromper las músicas instituidas y de polucionar los aires arrojando sil-bidos, primero, contra las simpáticas cabezas blancas, intelectuales y sin

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arrugas... A semejanza de los artistas de Soft Machine, de Dalí y deDuchamp o de Pink Floyd (cuyos miembros estudian en la London’sPolytechnic School of Architecture), esos gentiles rebeldes de la músicapop no vienen de los ghettos. Son hijos de burgueses, salidos la mayorparte de escuelas de música, de arte o de arquitectura, de forma másrara de facultades de letras, aunque vivan como Baudelaire la músicapopular o como Lautréamont el arte pop.

Cultivan el azar adolescente más que la acuñada improvisación, eldesplazamiento perturbador más que la oposición frontal, las astuciasde estudio más que la inspiración virtuosa. No abren trincheras de van-guardia a la manera del free jazz (forma de resistencia y de radicalismoentre los horizontes del cielo y las cacofonías terrestres), sino una zonaintermedia entre la música seria y las mercancías para modistillas, unaabertura caótica donde nada es seguro, pero donde todo es posible.

EEll ddiiqquuee ssee rroommppee yy lliibbeerraa ttooddoo ssuu ppootteenncciiaall..

1966. Durante las sesiones de Revolver, John Lennon, amortiguado suespíritu por alguna substancia, coloca una banda al revés en el mag-netofón. Así nace Rain y su parte tocada sin orden ni concierto; en la caraB del single, Paperback Writer. El mal estaba hecho: los Beatles bricolanbandas magnéticas que suenan como pájaros untados de mantequillasobre fondo de Tomorrow Never Knows, pues se echan a volar en múlti-ples collages sutiles y coloridos melódicos rodeando a su amigo virtual, elSargeant Pepper, a su Club y a los payasos de Magical Mystery Tour. En1967 Pink Floyd hace beber sirope de Stockhausen a los Globbots y losabruma con percusiones primitivas en Interestellar Overdrive.

Tocad las campanas: el rock se transforma en experimental. Comoel jazz, puede convertirse en música de exploración...

Al otro lado del Atlántico, mientras Grateful Dead extiende sus gui-tarras sobre horizontes infinitos, el revolucionario se llama FrankZappa. Después de haber compuesto homenajes a Stravinski o EdgarVarèse, sinfonías para orquestas arrumbadas y sonidos rarísimos,chulea a antiguos compañeros del capitán Beefheart, crea Mothers ofInvention y lanza en julio de 1966 una granada de pop psicodélico másdeudora de Marx Brothers que de los Rolling Stones: Freak Out! Elálbum se cierra con un título de más de doce minutos repleto de gritosde monos, de estertores de monstruos y de sirenas de osciladores...

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Zappa convoca en ese álbum a su doncella favorita: Suzy Creamcheese,What’s got into you? Ella no sabe qué le pasa. Se sobrecoge. El mostachole envía un odioso grito rítmico. El hijo del Monster Magnet se despier-ta. El piano se desoxida, sus obsesiones golpean los timbales, las ondasde radio se vuelven locas, las debilidades se electrifican, las voces seenvilecen y las bandas se aceleran en todas y cada una de las mezclas.

En tales tiempos psicodélicos no aparecen ni el techno ni el hip-hop, ni siquiera sus antecedentes contrastables, inconcebibles sin esefactor agitador llamado dance. Se forma, por el contrario, el caos pri-mordial de las músicas actuales... El viento transporta y esparce lassemillas de libertad un poco por todas partes, y hace crecer en elcorazón miríadas de moléculas de mutaciones sin relación entre ellas,alternativas o comerciales, concretas o indígenas, rock o jazz, pop osoul, sucias o estéticas, dadaístas o naturalistas, bellas o infantiles, éti-cas o étnicas, cómicas o políticas, duras o suaves, melódicas o con-temporáneas, reformistas o experimentales, salvajes o tecnológicas,duraderas o efímeras, etc.

Más que ningún otro álbum, la primera obra de Silver Applesmuestra el sentimiento de un universo pre-techno. ¿Por qué? ¿Cómo?Por lo fortuito de aquellas mutaciones al fin posibles en el inmensoburdel creativo de aquella época de ensueño. Como muchos de los agi-tadores de esta época, Simeon Coxe no procede de un conservatorio demúsica clásica. Su ocupación es el arte contemporáneo. Incluso exponeen el «Museo de Arte Moderno» de Nueva York. Aunque, para comer,trabaja de friegaplatos en un restaurante. Por otra parte, canta y mimala pandereta en un grupo —The Overland Stage Electric Band—, conun batería —Dan Taylor— y tres muy honorables guitarristas. Un día,en el estudio, está divirtiéndose con el oscilador que le ha prestado unode sus colegas. Delirios bestiales. Sonoridades de cohetes supersónicos.Él y Dan adoran el resultado. Los otros lo detestan. Después de tresmeses bajo este régimen sonoro, los guitarristas dejan el grupo, disgus-tados por tanto cafarnaún groseramente galáctico.

El dúo cambia de nombre, se convierte en Silver Apples y terminade hacer chapuzas... El nuevo instrumento de Simeon Coxe, llamadoprecisamente «Simeon», consiste en 9 osciladores audio y 86 pedales decontrol, incrementados con un aparato de radio: los osciladores lead yrítmicos se tocan con las manos, los codos y las rodillas, y los 5osciladores bass con los pies. Para seguir mejor las electrocuciones pri-marias de su amigo, Dan Taylor inventa las «Taylor Drums: «13 cajas,

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5 platos y otros instrumentos de percusión que utiliza Danny paradesarrollar su propio sistema de pulsaciones matemáticas y crear a lavez el ritmo y la melodía».11 Resultado: un sonido protoindustrial, sinrefinar, ronco e inestético, magníficamente iracundo y repetitivo, convoz lunar y rítmica de guerrero apache. Mediante esas sorprendentesherramientas y ese asumido minimalismo, Silver Apples avanza la esen-cia del futuro, y suena con el sonido que será imprescindible en elpróximo krautrock...

En 1968, cuando aparece el primer álbum de Silver Apples, brotan enAlemania las primeras plantas de ese nuevo rock alemán, primero con Can,Amon Düül, Psy Free (con un joven batería llamado Klaus Schulze) yTangerine Dream de Edgar Froese, que empuja hasta Plutón la lógicaexperimental de títulos azimutados de Pink Floyd, como InterestellarOverdrive, Careful With That Axe Eugene o Saucerful of Secret...

Estos grupos se suben a la cresta más alta de las olas psicodélicas deInglaterra y de Estados Unidos: la libertad, el deseo de mimetizar surock: free rock, post-rock (mucho antes que Tortoise), o música cósmica,según la expresión de Froese. Funden en un mismo crisol músicalibre y reivindicaciones libertarias, viven en comunidades anarquistasy se erigen en los heraldos de la gratuidad y de la improvisación delas artes y de las actitudes. En el «Essener Sontag Festival» de 1968(réplica del festival de Monterey) grupos teutones como Amon Düül,Psy Free y Tangerine Dream se reencuentran con Frank Zappa y suMothers of Invention. Más que imitarle, se inspiran en su trayectoriaformal: si vuelan empujados por los nuevos vientos, lo hacen paraimaginar mejor su propio lenguaje allí, en Colonia o en Düsseldorf.Al contrario que el mundo anglosajón, carecen de una cultura rockque aportar, de ahí que inventen su propia identidad y que, sin tapu-jos, sean deudores de Stockhausen tanto como de los Grateful Deado de la Velvet Underground.12

«En París aconteció el Mayo del 68, pero también en Colonia: serevisaron muchas cosas —recuerda Holger Czukay—. Teníamos unamigo que había ido a París durante los acontecimientos. Grabó con su

11 Extracto de la nota encartada en el primer álbum de Silver Apples, firmada por su represen-tante y productor Barry Bryant.12 Para más información sobre el nacimiento del Krautrock, léase el libro de Julian Cope (él mismomúsico new wave a principios de los ochenta, punk tendencia psicodélica), Krautrocksampler, Op. cit.

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magnetofón los ruidos de la calle, las manifestaciones... Esas graba-ciones se utilizaron en el primer concierto de Can, en octubre de 1968.Fue con ocasión de una exposición de Picasso: se nos consideraba ungrupo arty, y no defraudamos a quienes nos creían interpretando caóti-cas improvisaciones sobre fondo de slogans sesentayochistas y ruidos decombates callejeros... »13

En 1970, hora ya de un primer álbum, Tangerine Dream reúne atres de los más extraordinarios experimentadores de las viejas y nuevasmáquinas: Edgar Froese, Klaus Schulze y Conrad Schnitler. En elencarte de esa obra que todavía no ha dado el paso definitivo hacia losintético, la correctamente llamada Electronic Meditation, colocan unamuñeca rota, alimentada por cables y patchs de un sintetizador... Al añosiguiente, Faust desliza un puño en los rayos X sobre una cubierta dis-eñada para música de collages sónicos... Un álbum raro que se estrena através de dos trocitos de I Can’t Get No Satisfaction y de All You Need IsLove bajo un carro de combate antes de continuar por medio desucedáneos contradictorios de piano infantil y de electroacústica folkque parecen samples de Neil Young en una batidora de legumbres. Estosdos álbumes extremos de Faust y de Tangerine Dream narran losprimeros episodios de la historia de la electrónica manchada por lamano de músicos marcianos que viven sin tiempos muertos y gozanlibremente... Pero cuentan también la historia de la música concretavomitada por un rock llegado de no se sabe qué región libertaria y queellos llaman krautrock o música cósmica en un hermoso e inconscientehomenaje a los Globbot y a los Saroos de Joe Meek, de los cuales sonhijos maleducados e irreconocibles...

13 Extracto de una indispensable entrevista de Benoît Sabatier: «Holger Czukay, Tribalisme élec-tronique», en Arts Press, revista citada.

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1970-11997. Diálogo en samplerCómo Can hacía sampling antes incluso de que el sampler existiera

1997. Alrededor de un vaso los músicos de Can discuten el fin del sam-pling a propósito de su álbum Tago Mago, aparecido veintiséis años antes...

Holger Czukay: «Tago Mago es una composición sampleada. Pero la ideadel sampling había sido explorada en la misma época por gente como JohnLennon y Spike Jones con su famosa Jingle Bells ladrada y cantada por perros».

Michael Karoli: «El perro que ladra en nuestro Tago Mago no fuesampleado, simplemente ladró durante la grabación».

Irmin Schmidt: «La idea del sampling es más amplia que el mero hechode grabar y tocar un sonido en una máquina. Durante la grabación deMushroom (recogida en Tago Mago), en un momento dado Jaki Liebezeitse puso a tocar muy bajo y, como nuestro material de grabación era bas-tante primario, se escuchaba más el aliento de los músicos y el ruido delentorno que su instrumento. Utilizamos eso como música y este error —todo sea dicho— se convirtió en un soberbio fragmento atmosférico.Nuestro concepto musical era que el ambiente en el que tocábamos forma-ba parte del proceso de composición, y ésta es una idea cercana al sampling.Todo lo que pasaba a nuestro alrededor (un tren como fondo sonoro, porejemplo) era incluido en el fragmento correspondiente durante lagrabación, siendo, todo el entorno, un sample. Esta concepción despoja ala música de su ambición desmesurada y de su sentido sacralizador».14

14 Extracto de una entrevista de Can realizada por Jean-Yves Leloup y Ariel Kyrou, publicada en elnúmero de junio de 1997 del magazine Coda y en la Virgin Megaweb. La entrevista, tal cual fue rea-lizada, puede consultarse en http://www.technorebelle.net

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1958. Cita dadá zenCuchillos, tenedores y ruidos de la calle

Cuando John Cage imagina un diálogo con Satie...

¿No es una cuestión de voluntad —ésta, quiero decir, la de prestar atención alos ruidos de los cuchillos y de los tenedores, a los ruidos de la calle— dejar-los entrar? (Si lo prefiere, llame a eso banda magnética, música concreta, músi-ca mueble. Todo es lo mismo: trabajar en relación a la totalidad, y no sólo deacuerdo a las convenciones discretamente seleccionadas).

¿Por qué es necesario prestar atención a los ruidos de los cuchillos y de lostenedores?, le pregunta Satie. Tiene razón. Si no fuera así, la música debería tenermuros para defenderse, muros que no sólo necesitarían reparaciones constantes,sino que sería necesario franquear, convocando al desastre, aunque no fueramás que para ir a buscar agua para calmar la sed. Se trata, evidentemente, deque las cosas que se tenía previsto hacer se pongan en relación con las cosas delentorno que no estaban previstas. El mínimo común denominador es cero,donde el corazón late (nadie hace circular su sangre conscientemente)».15

15 Cita tomada de la colección de textos de John Cage, Silence (Denoël, 1961, 1970) y, más con-cretamente, del texto Erik Satie, que Cage mismo presenta así: «El texto que sigue apareció por pri-mera vez en la Art News Annual de 1958. Se trata de una conversación imaginaria entre Satie y yomismo. Puesto que Satie murió hace treinta años, no podemos ni él ni yo oír lo que el otro dice. Susintervenciones están construidas con palabras que le prestó y de extractos de sus escritos».

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1937-11998. Manifiesto mundialistaEscuchad el silencio; después, haced repeticiones, repeticiones,repeticiones, repeticiones...

En 1963 —relata Steve Reich— yo seguía los cursos de DariusMilhaud y Berio, pero no me reconocía en esa música tan seca y sinritmo. ¿Habéis probado ya a patalear sobre Boulez o a silbar conStockhausen? Yo he crecido entre hamburgers, Chuck Berry y el jazz.Incluso hice yoga durante diez años. Como mis profesores —aquienes respeto—, comprimía y lampeaba bandas magnéticas, peroescuchaba otras cosas. Fue sin duda por esta razón por la que me fuia Ghana en la primavera de 1970 a estudiar allí percusión con unmaestro de la tribu Ewe... Descubrí todo lo que el jazz y la músicamoderna deben a África y al espiritismo. Tres años más tarde el estu-dio de los gamelans balineses16 me permitió constatar, todavía, lafuerza de formas musicales no occidentales que utilizan la repeticióny la evolución de figuras repetitivas.

16 «Gamelan» es música originaria de Bali (Indonesia), a la que da nombre sinecdóquico el instru-mento así llamado. Sir Thomas Stanford Raffles, en su Book of Days (Antiques of The Orient),Singapur, 1993, describe e ilustra gráficamente éste y otros instrumentos propios de la música bali-nesa. Existen, además, numerosas formaciones (en EEUU, sobre todo, sede de la AGI —«AmericanGamelan Institute»)— dedicadas a la interpretación de esta modalidad musical, como, por ejemploel grupo Swan Naga (Australia) o el Duo Gender Wayang suizo. En el «Musée Ethnografique» deGinebra se conserva el gamelan «Kyai Gandrung» y es Lotring, residente en Yakarta, el reconocidomaestro actual de música gamelan [N. del T.].

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En esas pocas palabras Steve Reich resume una pequeña revolución quecontinúa marcando, con impresión fosforescente, los modos y construc-ciones del hip-hop o del techno de hoy. Releed lo dicho por ese maestrode la música llamada «minimalista» o «repetitiva» surgida en los sesen-ta, hecha toda de enlaces y de embrolladas progresiones. Su perspecti-va la enmarca en cuatro movimientos complementarios... Primero, seemancipa de una herencia que respeta —los padres fundadores Boulezy Stockhausen— y manda a freír churros las reglas excesivamente rígi-das de la música electrónica contemporánea. A continuación, ya liber-ado de ese lastre, preconiza un retorno al ritmo, la apertura al jazz o alrock’n roll. Y tercer propósito, que es el centro de su cambio de perspec-tiva: reivindica la influencia directa de las músicas y filosofías de otrascivilizaciones (de África, de Asia, de la India) Por fin, de estos tres pun-tos precedentes se deduce un nuevo concepto fundador de la músicamoderna: la repetición.

Desde mediados del siglo XIX, Fréderic Chopin y Franz Listz manifies-tan interés por las músicas populares. Un poco más tarde, cuando elsiglo XX comienza, la influencia se hace más poderosa: Debussy des-cubre la música balinesa, Manuel de Falla bucea en los subsuelos delfolklore ibérico, Igor Stravinski viaja al corazón de los ritos populareseslavos y los traslada a la música clásica, etc. Luego llega Béla Bartók.Desde la década de 1920, recopila en las plazas, calles, pueblos o igle-sias de Hungría aires y cantos de fiesta. Graba estos respetuososlatrocinios en cilindros de cera con fonógrafos «Edison». Estos aparatostenían el respetable aspecto de las máquinas de coser «Singer» de nues-tras abuelas, con una especie de manga hueca, de cera, que se colocabaen una suerte de brazo y giraba. Este grabador trazaba a lo largo delcilindro un surco, señal que el extraño aparato grababa. La duplicaciónera imposible, por eso los cilindros convalecían en los archivos de losmuseos, salvo que inspirasen a algún gran compositor.

Las primeras expediciones etnológicas sonoras se hacen en cilindrosde cera en los albores del siglo XX. Pero la cosecha de instrumentos ode músicas, la búsqueda de esos sonidos llegados de otras civilizacionesque parecen extraterrestres (de los chamanes de Siberia a los Dogons)y que redescubre la expedición de Michel Leiris, no arrancan hasta1925 con la creación de un departamento de etnomusicología en el«Musée de l’Homme».

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Gracias a ese trabajo de archivo y a la explosión de nuevos medios detelecomunicación, el mundo se abre. Los creadores tienen a su disposi-ción extraordinarias fuentes de nuevos conceptos de espacio y de tiem-po musicales, otros timbres y técnicas instrumentales, nociones quemodifican modos, armonías, melodías y ritmos. Y, sin embargo, hastala década de 1950, son raros los compositores que siguen a Debussy,Stravinski y Bartók en el empleo, la interpretación y la asimilación deesos nuevos indicadores.

1937. «Cage emprende la composición de Construction In Metalexclusivamente para percusiones metálicas: gamelans, planchas de metal,discos de freno, etc. Por encima de la hegemónica cumbre que señala lasabia música occidental desde hace varios siglos, explora las dimensionesdel timbre y del ritmo, trabajando con células de duraciones que seemparientan en cierto modo con los talas de la música tradicional de laIndia».17 En esta obra de John Cage coinciden dos claves: el gusto por elruido y la influencia de las músicas extraeuropeas. Los talas, de los quehabla el compositor y musicólogo Jean-Yves Bosseur, designan los diferentesritmos posibles en la música indú. Ludión, electrón libre que se burla delos «ismos» tanto como su hermano mayor Edgar Varèse, el esta-dounidense se aleja de los principios de la música serial, que, noobstante, conocía bien al haber tenido a Schönberg como profesor. Élsolo, o casi, descifra el futuro de nuestras músicas. Inventa permanente-mente según sus gustos, sin dogmas ni afán de coherencia ideológica,bebiendo en dos fuentes mayores: dadá y zen. Azar y serenidad.

Desde Three Pieces for Flute Duet o Two Pieces, en 1935, el anar-quista de los sonidos procede a la repetición de motivos rítmicos, tra-baja en la duración y el recorrido en el silencio. Para él, «el silencio noexiste»; por eso le gusta sugerir: «Ve a una habitación insonorizada yescucha allí el ruido de tu sistema nervioso; escucha allí la circulaciónde tu sangre».18 En 1952 da a luz 4,33, pieza de silencio ininterrumpi-do que prueba a vender a Muzak,19 sólido especialista en las másdesprejuzgadas músicas de fondo que pueda imaginarse.

17 Extracto del libro de Jean-Yves Leloup John Cage, op. cit. 18 Esta entrevista, tomada de John Cage de Jean-Yves Bosseur (op. cit.), fue realizada por BillWomack para Zero, vol. III (Zero Press).19 La bibliografía sobre el asunto es abundante; véanse, por ejemplo, J. A. Sloboda, The MusicalMind: the Cognitive Psychology of Music, Oxford, Oxford University Press, 1994; Malcolm Budd,Music and the Emotions: the Philosophical Theories, New York, Routledge and Keegan Paul, 1990; e

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Cage sólo le encuentra significado a la música en la práctica. No elab-ora ninguna teoría previa a sus obras, sino que se deja llevar, crea, y deello extrae, si le apetece, algún haiku filosófico. Algunas de sus parti-turas están compuestas en forma visual, con raspaduras y extrañas fig-uras, huecos, como para dejar a los intérpretes o al público la satisfac-ción de llenar el espacio dejado al abandono. El artista juega con lolleno y con lo vacío, construyendo scenarii donde choca y se entrecruzauna multitud de sonidos y de músicas, pirateando sin ningún pudor otratando a los aparatos de radio encendidos como verdaderos intér-pretes. Busca el accidente, ese momento en que el hombre se olvida desí mismo; de esta manera concibe sistemas en exacta oposición a la vol-untad de perfección de Pierre Boulez y de los maestros de la músicaserial. En los cimientos de su trabajo siempre descansa este doble refle-jo: anarquía práctica por un lado y liberación zen por otro... En 1945siguió durante dos años cursos de budismo en la universidad deColumbia, y extrajo de ellos una conclusión a la medida de su espírituherético: «Más que tomar el camino prescrito en la propia práctica for-mal del budismo zen (es decir, sentarse en la posición de loto y respi-rar) y ejercitar otras cosas por el estilo, decidí que mi disciplina propiaera aquella con la que yo me había comprometido; esto es, la creaciónmusical, y que la realizaría utilizando un medio tan estricto como laposición de loto, o sea, recurrir a operaciones azarosas y transferirlas demi responsabilidad de elección a la de interrogación»20.

John Cage abre un camino o, mejor, una miríada de caminos almargen de las ecclesias. También aquellos por él influenciados siguenuna multitud de trayectorias. A principios de los 60, La Monte Youngse encuentra con artistas como Ben o Joseph Beuys en el seno del grupo

incluso —anque de manera más tangencial— Roland Barthes, Image Music Text, London, Fontana,1982 y Umberto Eco, Travels in Hyper-Reality, New York, Picador, 1992. No conozco ninguna edi-ción española de estos títulos ni otras publicaciones monográficas relativas a la música Muzak enEspaña [N. del T.] «Muzak» se ha convertido en una corporación industrial que analiza y vende elefecto de la música en el rendimiento laboral desde sus diferentes actividades y perspectivas y su apli-cación a otros ámbitos puramente terapéuticos. Según su fundador Dan O’Neill, se trata de crearun «ambiente programado para su uso en el ámbito del trabajo»; la clave de la eficacia de Muzakreside en la «progresión de estímulo», un sistema que provee a los trabajadores de una «elevación psi-cológica» destinada a ignorar otros «ruidos» de efecto pernicioso en su entorno profesional, sustitu-yéndolo por una óptima disposición del ánimo con los mismos fines; ésta es una movilización noconsciente, pues Muzak es una música de fondo concebida para ser oída y no para ser escuchada.20 En Jean-Yves Bosseur, John Cage, op. cit.

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Fluxus creado por el pintor George Maciunas, que confiesa sin com-plejos su deuda con Marcel Duchamp. ¿Su objetivo? Organizar perfor-mances y otros happenings concerts, amparados y sufragados por pelícu-las y publicaciones, con el fin de abolir las fronteras entre el arte y lavida y, de paso, romper las que subsisten entre las diferentes disciplinasartísticas. Antiguo saxofonista de jazz, La Monte Young siente en él lafilosofía dadá y la estética zen que John Cage había desarrollado. En1958 compone un Trío à cordes basado en sonidos sostenidos durantevarios minutos. Empapado ya de la mística oriental que abrazará com-pletamente con su Maison de reve seis años más tarde, se aplica a laaventura del sonido continuo, «sonido de altura constante para escu-char sobre una larga extensión de tiempo y cuya duración virtual sólose dirige a la eternidad».21 Pero el experimentador multiplica los juegosde influencia. Durante el verano de 1959, deja la universidad deBerkeley, «franquea el Atlántico y se dirige en autostop al seminario demúsica electrónica de Stockausen en Darmstadt»; luego regresa a dadáen 1960: compone Two Sounds para banda magnética (sobre el cual,con la incorporación de John Cage, compondrá Merce Cunnigham unballet) y las piezas haikus neodadaístas Fluxus, Si y Fa sostenido, parasostener mucho tiempo y Trazad una línea recta y seguidla.22

Merece la pena seguir tirando del hilo de esta madeja para com-prender otras filiaciones subterráneas de las músicas actuales. Oyentede Stockhausen, admirador de John Cage y de Marcel Duchamp, LaMonte Young fundó en 1962 el «Teatro de la música eterna» junto ados músicos que se reunirán cuatro años después en la VelvetUnderground: John Cale y Tony Conrad, viola y violín amplificados,respectivamente. En paralelo a la Velvet, Cale no deja de parir largaspiezas de órgano o sonidos electrónicos como Sun Blindness Music, en1967, o The Second Fortress un año más tarde. Como anécdota históri-ca, digamos que Sun Blindness Music dura más de cuarenta minutos, loque la asocia aún más con una mutación urbana de raga indú que con unadelicia de pop acidificado. El concierto para feedback que publicará LouReed en 1975 —Metal Machine Music— no está lejos. Pero volvamos

21 Homenaje a Daniel Caux, gran especialista en las vanguardias musicales estadounidenses y,más ampliamente, en todas las corrientes de la música contemporánea. Este texto, así como otrasinformaciones, están tomados de su artículo «Des jeux avec les sons: techno et minimalisme»,aparecido en el número especial de Art Press, op. cit.22 Ibídem.

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atrás: nadamos en el océano de las vanguardias, en un mar donde seforman el sentido y el sinsentido del futuro. Los dos John —Cage yCale— se saludan. Real o virtualmente, se encuentran allí con RobertRauschenberg, artista pop que ha organizado espectáculos con Cagedesde finales de la década de 1940 y, seguramente, con Andy Warhol,también artista pop, mentor, por otra parte, de la Velvet y a quien severá diez o quince años después en el Studio 54, templo del disco. Entreesos personajes se diseña lo que en ciencia se llama un nuevo paradig-ma: la repetición y la hipnosis antes que el catálogo, la canción o lacomposición clásicos, bajo el sello de la doble digestión de los frutoseléctricos y comerciales de la industria, pero también de la herenciaestética y filosófica de África y Oriente.

Volvamos a La Monte Young para tirar del hilo de otras madejas ylinajes inéditos. Comencemos por Richard Maxfield, un personaje confrecuencia olvidado (sin duda debido a su prematura desaparición en1969) entre la galaxia de los compositores de música minimalista.«Richard fue mi profesor en el terreno de las músicas electrónicas», yun «increíble maestro de la manipulación de las bandas magnéticas»,23

cuenta Young. Escuchad su Sine Music (A Swarm of ButterfliesEncountered Over The Ocean), enteramente concebido a partir de ondassinusoidales en 1959: creeríamos estar degustando un delicado y opí-paro aperitivo de experiencias de La Monte Young sobre el sonido con-tinuo. En 1960, Maxfield corta y tritura la voz de un predicador delNuevo Mundo para su obra Amazing Grace; después firma, un año mástarde, Steam IV, una obra «creada mediante el tratamiento de graba-ciones sobre manipulaciones del vapor captadas en los radiadores»24 desu apartamento neoyorquino.

Según David Toop, a partir de la actuación de la mujer de JohnLennon —Yoko Ono—, Richard Maxfield se convertirá en una de lasmayores influencias de la psicodelia y, particularmente, sin duda, deltítulo más «concreto» de los Beatles (ya sabéis, al que todo fan del popque se precie se lanza: el «álbum blanco»: Revolution Nº 9).

23 Homenaje a Daniel Caux, gran especialista en las vanguardias musicales estadounidenses y,más ampliamente, en todas las corrientes de la música contemporánea. Este texto, así como otrasinformaciones, están tomados de su artículo «Des jeux avec les sons: techno et minimalisme»,aparecido en el número especial de Art Press, op. cit.24 Extracto del libro de David Toop, op. cit.

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El minimalismo estadounidense jamás había constituido un dogma, ymenos aún una escuela. Con One Plus One en 1968, obra para solistagolpeando los dedos sobre una mesa, Philip Glass parece inaugurar susbailes repetitivos en una suerte de saludo a John Cage. Pero simpli-fica sçu herencia. Su música vibra en mil colores y múltiplesinstrumentos, violines o venus, y talantes tanto europeos comoafricanos, pero no crea huecos en los que el oyente pueda precipi-tarse. Music With Changing Parts, en 1970, desvela desde su apariciónlas claves de sus cantos: una línea melódica, un esqueleto rítmicopoderoso y módulos sonoros que gravitan alrededor, cabalgandoen paralelo y cambiando gradualmente.

Steve Reich cultiva una forma similar, aunque más compleja, y a laque añade detalles formales que explican su popularidad entre los popesmás evolucionados de la nueva era numérica, de Coldcut a DJ Spooky.Desde 1965, samplea las exhortaciones de un predicador negro pente-costista de San Francisco y crea It’s Gonna Rain, uniendo, triturando yrespetando, como otras tantas formas rítmicas, los gritos y las palabrasdel personaje. Inventa «el procedimiento musical del ‘cambio de fase’,que será el único puesto en práctica: dos magnetófonos reproducíansimultáneamente dos grabaciones idénticas colocadas en cinta y perfec-tamente sincronizadas; se frena uno de los dos aparatos y se obtieneprimero un efecto de eco; se le frena otra vez y el cambio de fase danacimiento gradualmente a nuevas figuras musicales».25

Cuando se habla de minimalismo propiamente dicho, Reich no lodiscute, mientras que Glass siempre prefiere subrayar la idea de«estructuras repetitivas», expresión que, por el contrario, no armonizadel todo con el sonido continuo de La Monte Young... Parafraseando aDeleuze y a Guattari, más que de corriente «minimalista», podríahablarse de un rizoma que extiende sus raíces desde los padres de lamúsica electrónica hasta los grupos hippies como Grateful Dead y susinterminables conciertos, todo ello salpicado por el espíritu del jazz, deÁfrica y, sobre todo, de la música indú. Constatémoslo: esos anteceso-res de la repetición evolutiva han desempeñado un papel concluyenteen la transmisión a los hippies de los virus dadá y zen, aunque el LSD

del doctor Timothy Leary no hubiera existido nunca. Aun a riesgo deparecer un obseso, sobre este asunto viene de nuevo a mi memoria el

25 Daniel Caux, «Des jeux avec les sons: techno et minimalisme», art. cit.

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nombre de un grupo: ¡Can! ¿Azar? ¿Anarquía mesurada? ¿Repetición?¿Éxtasis? ¿Ritmo de batería regular y repetitivo? ¿Mezcla de influenciasétnicas y de improvisaciones bárbaras? ¡Can!, os lo aseguro, este rose-tón del krautrock se agita en una de las extremidades del rizoma del arterepetitivo y minimalista, y, no lejos de la raíz, John Cage.

Una última figura falta en el cuadro, en el centro del rizoma: TerryRiley. Primer hilo de la madeja: en los años 50 Terry Riley era pianistade jazz y confiesa una verdadera pasión por John Coltrane. Su elecciónno es azarosa. La influencia de las músicas orientales y, ante todo, afri-canas atañe al jazz antes incluso que al rock o a las músicas contem-poráneas. Esto tiene un doble efecto: los fragmentos se amplían y laspalabras acuden a ellos en un «eterno retorno». En 1961 esta conta-minación se manifiesta en Coltrane a través al menos de dos títulos:Africa, con sus juegos de poliritmias entre las baquetas de ElvinJones, la pulsión de dos bajistas y la jungla intrincada de los metales,tuba, trompas, trompetas y demás trombones; India conforma su ins-piración sin ambigüedades en el sitar indú y ese extraño instrumentocon sonido de flauta nasal que toca el bajista Ahmed Abdul-Malik. Tresaños más tarde, en el extraordinario A Love Supreme, el saxofonistaRiley lleva más lejos aún su vena incantatoria ejecutando la repeticiónde motivos vocales y motivos rítmicos.

Riley incorpora al jazz la evidente influencia de John Cage, a quienvenera tanto como a Coltrane. Por otra parte, La Monte Young resultaser su compañero de clase en la universidad de Berkeley al final de ladécada de 1950. Sería poco decir que Riley riza el rizo: en 1960 poneen cintas repetitivas ruidos de unos pasos o de una botella de vinocayendo en su habitación generados al azar, y compone Mescalin Mixpara la compañía de danza de Anna Halprins. Dos años después, super-pone grabaciones del trompetista Chet Baker en el teatro «Récamier»de París, luego retoma este método para su obra instrumental In C,compuesta de una orquesta en la que se encuentra Steve Reich.

Compositor minimalista casi clásico con In C u obras más tardíascomo Salome Dance For Peace, que interpreta el Kronos Quartet, TerryRiley continúa siendo un hombre de escena, y en ella trasciende esapasión por la música clásica indú que le induce a estudiar las tablas y areunirse, a principio de la década de 1970, con el gurú Pandit PranNath. Inspirado en los ragas, el antiguo pianista de jazz lleva el arte dela repetición hasta las cimas del éxtasis. Utiliza las mismas fórmulas que

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sus pupilos Steve Reich y Philip Glass, pero con un cuerpo que trans-pira una simplicidad y un calor pop que le permiten traspasar las fron-teras entre géneros musicales hasta irritar a muchas de las figuras de lamúsica contemporánea que, sin embargo, aprecian a Cage, más arduode escuchar. En la segunda mitad de la década de 1960, provisto de unharmonium o de un órgano eléctrico, a veces incluso de un saxofón ysiempre de un magnetófono de bandas para crear efectos, se descalza,descansa unos minutos e improvisa, en solitario, conciertos que duran¡desde las diez de la noche hasta las diez de la mañana ante numerososgrupos que acuden con sus sacos de dormir! Éste es el mismo públicoque pasa de sus efervescencias nocturnas a las de Jefferson Airplane, a lasde Carlos Santana o incluso a las de Miles Davis. Uno de sus biógrafosen la Red habla de él como de un precursor de las raves underground, queduran toda la noche y que seguirán así decenios más tarde».26

¿Es esto ir demasiado lejos? Habría que ser un experto para hablarde filiación directa. Aunque... escuchad A Rainbow In Curved Air(uno de los más hermosos conciertos de finales de los sesenta) paraórgano y clavecín eléctrico y poned a continuación los cinco últimosminutos del Autobahn de Kraftwerk, absoluta obra maestra estampa-da en 1974 e influencia reconocida de los orfebres del techno. El soni-do de teclado, el encanto vicioso de las repeticiones, la cabriola de laslíneas melódicas que seducen al cerebro y ya no lo dejan. Se diría queson dos fragmentos hermanos, como si Autobahn hubiese vestido declaxons de automóvil y de un alma electrónica la improvisación alórgano de Terry Riley. ¿Azar, creéis? Pedid a Daniel Caux, experto entodas las categorías de nuevas músicas, que os cuente el abrazo entreTerry Riley y los dos fundadores de Kraftwerk y ya no hablaréis deazar; al menos, no en este caso.

26 Esta biografía se encuentra en la siguiente dirección: Léase igualmente la entrevista de TerryRiley en el sitio «Rhytmos»: http://www.qaswa.com/rhytmos/terry.html

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Pista tresEn las raíces de la música danceLos precursores del arte de los platos y de las nuevaslocuras dance: King Tubby y los Sound Systems deJamaica, Kool DJ Herc y los fundadores del hip-hop, Francis Grosso, el soul y el Philly Sound.

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95En las raíces de la música dance

Años cincuenta. Historia paralelaBajo las chozas de Jamaica es donde crecen las raíces de la cultura dance

Lo nuevo raramente nace de la opulencia y de la lectura de guías de altatecnología. Nos encontramos a mediados de la década de 1950, en los gue-tos de Kingston, capital de Jamaica que parece crecer como una plantaciónde champiñones y respirar como un insecto ataviado de miles de pequeñasluminarias. Duele creerlo viendo esos laberintos de chozas de madera o deladrillo improvisadas y de baldíos tropicales, pero es aquí donde se inven-tan —al albur de creativas holganzas— las técnicas y conceptos piratas dela cultura dance, del Djing al sampling pasando por el remix.

¿Por qué Kingston? ¿Por qué Jamaica? Hagamos de Montesquieudurante una semana: de psicólogos históricos y geográficos... Observemosun mapa: la isla es la boca de las Caribe, al sur de dos ojos, pintados a loPicasso, que forman Cuba y La Española bajo la cabellera de lasBahamas. Colonia británica hasta comienzos de la década de 1960, fueel centro de distribución del tráfico de esclavos negros hacia América delSur. Sigamos el estereotipo: una oreja abandonada para siempre en lasjunglas y las sabanas del África negra (el otro giro violento haciaOccidente) y un corazón enfebrecido por los trópicos. Añadidle un dato:el enlace Kingston-Londres mediante el primer vuelo directo en avióndesde la postguerra y que esta circunstancia comunica un lado y otro delAtlántico desde la década 1950. Después, la proximidad de los esta-dounidenses, cuyos ricos átomos se concentran al norte de la isla. Y,después, la magia de los ancestros africanos... Y, después, la pasión de losmuchachos... Y, después, baile... Y, después...

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Para crear un sound system con poca cosa basta un giradiscos, un ampli-ficador y unos cascos potentes para hacer escupir los bajos al aire libre.Luego el DJ, con un micro si es posible, para sazonar lo principal dealgunas rimas. Y los danzantes, por supuesto. Esta pequeña historiade desmadejamiento comienza al final de la década de 1940 y resultamucho más barata a los organizadores que la contratación de unaorquesta al completo. Los sound systems de los guetos de Kingston,financiados generalmente por los minoristas de venta de alcohol —cuya generosidad es más que interesada— suministran carburante a laspíldoras del éxito del rhytm and blues estadounidense. Bullshit: a mitadde la década de 1950, ya no da casi gasolina al R & B de los EstadosUnidos; la culpa la tiene el nuevo carburante de los yankees: el rock’nroll. Los productores de la isla se ponen entonces a construir suspropias copias R & B para satisfacer a su público; pero con una condi-ción: que el sonido golpee hasta las nubes. ¡Que se escuche sobre todoel bajo y la batería!

¿Bajo y batería? ¿Drum’n bass? ¿Que esta música antes llamada jun-gle, este cóctel de hierro techno y de fuego groovy encanta las ramificadaspistas de Londres a mitad de los noventa? Sí, pues desde este manifiestoprimario de los sound systems jamaicanos, todo el dance music sostienesus variaciones sintéticas sobre la base medular del bajo y la batería. Porsu denominación y su estética, el drum’n bass resume la esencia del skay del reggae, del hip-hop y del trip-hop, del R & B y del big beat, del tech-no y del house...

Las evoluciones musicales siempre se desarrollan en varios períodosde tiempo y en varios territorios antes de fundirse en una misma revolu-ción... Por un extraño recorrido de la historia, en las décadas de 1950y 1960 los sound systems de Jamaica se trasplantan para responder mejora la sequía de sus fuentes, a los modos demasiado secos del rock’n rollque rechazan importar. Extraño cruzamiento: mientras los artistas esta-dounidenses conjugan desde entonces su música en modo repetitivo ymundialista, cambiando formas lineales contra los ciclos del «eternoretorno», los lampistas caribeños reinventan una pulsación esencial,modificando sus ritmos, siempre más hipnóticos, antes de enviarlos alplaneta anglosajón. Y mientras los jamaicanos plagian la cultura dance,en su casa, sin pedir nada a nadie, el pop occidental se estimula condelirios psicodélicos y hace estallar sus fronteras de géneros y experien-cias contemporáneas, abriendo un camino caótico a los matrimoniosiconoclastas de las futuras músicas populares.

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97En las raíces de la música dance

Cuando vuelan hacia Nueva York, Bristol o Londres, los jamaicanosllevan en sus maletas ese corazón de bajo y batería nacido de su mixvital. En su bolsillo sólo esconden la ganja, el reggae, el dub y los soundsystems... Llegan con esas semillas de resistencia, de ironía tropical y debailes que van a crecer en los guetos del Bronx o en las calles de Bristolcon los Afrika Bambaataa y los Massive Attack. Y propagan así una cul-tura dance que se mezcla con una cultura pop preparada para cualquiertipo de experiencia tras su fiebre hippie, para una saga a años samplingde los «loros» tan nuestros, de ese infierno en Neuneu donde se estácondenado a cantar eternamente «El baile de los patos».

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1967-11972. Incidente técnicoDe un error nació el remix. Después King Tubby creó el dub

En 1967 el mundo es rock. O pop, que viene a ser lo mismo... Jamaicapertenece al folklore y el reggae a lo que más tarde serán las radios de la«música del mundo». Nadie imagina lo que se fragua en sus sound sys-tems y en sus dance halls, equivalente, más o menos bricolado, de nues-tras discotecas.

«A la cabeza de un sound system bautizado Supreme Ruller Of Sound—escribe el periodista y DJ Vincent Tarrière— un tal Ruddy Redwoodlogra hacerse un hueco en Spanish Town, antigua capital de Jamaica,gracias en gran parte a su relación con un tal Duke Reid: éste le pro-porciona dubplates, esos discos grabados sobre acetato, ejemplares úni-cos, destinados al uso específico de los sound systems. Duke Reid esun hombre poderoso, un capo. Antiguo policía reconvertido encomerciante de alcohol, tiene fama de ser duro de pelar, no dudan-do en emplear la fuerza para acobardar a sus competidores. Pero sureputación la debe, sobre todo, a su faceta de productor, entonces enla cima de su actividad.

«Un día de 1967, cuando Ruddy llega, como de costumbre, a com-prar sus dubplates al almacén de Duke, el empleado encargado degrabar el disco olvida, desafortunadamente, apretar el botón queconecta la pista sobre la que han de grabarse las voces. Graba, en cam-bio, sin querer, una versión instrumental de On The Beach, una cuñade los Paragons, y se la entrega así, amputada, a Ruddy. De un simple

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error nace el remix. Cuando Ruddy ejecuta ese dubplate por primeravez, la reacción del público es inmediata: repite coralmente la letra dela canción. Ruddy pide entonces otros temas instrumentales a DukeReid. De inmediato, comprendiendo Reid el naciente interés por estetipo de música, publica, a su vez, versiones instrumentales de éxitocontenidas en el catálogo de su propio sello («Treasure Isle»). Otrosproductores lo imitan. Desde 1970 estos remixes (o «versiones»,según la terminología entonces en uso) ocupan las caras B de todoslos singles publicados en la isla».1 La invención del remix, que brillaráen las pistas disco cinco o seis años después, antes de llegar el torbelli-no imperativo del techno y del house, se debió, pues, a un error. Yluego vino el clamor de las pistas de baile, aplaudiendo el olvido deun ingrediente como glotones devorando la tarta de manzana erróneade Madame Tatin.

King Tubby (Osbourne Ruddock es su verdadero nombre) ocupa elprimer lugar si se han de contrastar los maravillosos estragos que pro-ducen en el público sus «versiones» nacidas por intervención de laDivina Providencia. Tubby es, en efecto, un lampista de genio notablecomo técnico, ingeniero de sonido y grabador de dubplates en el nego-cio de Duke Reid. En 1968 crea su propio sound system, el «Home TownHi-Fi». Gracias al talento de un joven DJ —U Roy— que irrumpe enel arte de la tchatcha o toasting —antecedente del rap— la «Home TownHi-Fi» se consolida, tanto que es reconocida por su sólida calidad téc-nica, habiendo bricolado Tubby sus altavoces de forma que pudieransepararse los sonidos agudos de los graves.

King Tubby monta entonces su estudio en el número 18 de laDromilly Avenue, en West Kingston. «Se accedía a él atravesando unjardín yermo donde se secaba sobre un tendedor ropa de encaje apo-lillada. En aquella pieza minúscula Tubby, hombre de cabeza rapada,con falso aire de Joe Turner, vigilaba una consola (...) Detalle absurdo:una enorme lámpara de arambeles de vidrio vulgar —copia horrible delas que iluminan los salones de Versalles— se balanceaba cada vez quezumbaba el bajo».2

1 Extracto del artículo de Vincent Tarrière «Le reggae est le blues de notre fin de siècle», en elnúmero especial del verano de 1998 de Inrockuptibles: «Reggae & Descendance». La ayuda deVincent Tarrière, gran conocedor del dub, del reggae y del breakbeat, ha permitido corregir muchosde los errores de estas narraciones prehistóricas.2 Extractos del artículo de Francis Dordor «Kingston 2000», en Ibídem.

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En ese decorado excéntrico y vetusto King Tubby instaura el dub,pequeña revolución filosófica en el mundo de la música popular.Herético entre los heréticos, este bricolador insensato se apropia de las«versiones» e incluso de las canciones originales, las reduce, con unaescoba sonora, a una base bajo-batería y las tritura sin pedir permiso anadie; lo hace después con sus puntas de alambre mecánicas, gracias ala mesa de mezclas y al magnetofón de cuatro pistas que adquiere en1972. Entre los yerbajos y los encajes colgantes, los productores leentregan una grabación. Delante de ellos, en tiempo real, sobre su con-sola, este rey sin corona extrae de sus temas tres, cuatro, cinco, seis ver-siones dub diferentes... Pone un eco aquí, una reverberación allá,manipula los bajos, ratea un sonido recauchutado, borra la batería yencaja otras, invierte acordes, hace girar las bandas magnéticas al revés,las ralentiza, añade un bip-bip telefónico, una sirena de bomberos, unrebuzno de mula. A cargo de los productores, una vez abandonado elextraño fast service de King Tubby, queda la elección de los dubs queconservarán y figurarán en la cara B de sus singles. Nuestro hombreabre el camino a una dinastía de príncipes de la invención sonora, talescomo Errol Thompson, el ingeniero de sonido de los estudios«Randy’s», o Lee Perry, que emprende su propio vuelo tras haber deja-do a Tubby guisar sus primeras sopas de bajo y batería. Fértilmenteinspirado o seco como un vejestorio, King Tubby se divierte; hijo deÁfrica, es el antecesor del techno y del hip-hop antes de la era techno yhip-hop, descendiente involuntario de los encoladores y desencoladoresde palabras y objetos del movimiento dadá.

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101En las raíces de la música dance

1971-11972. Manipulación pre-discoLa primera herejía del DJ Francis Grosso

Durante la edad de oro del rock’n roll los DJs de radio aullaban lanzan-do los últimos Elvis o Chuck Berry, divinas perlas que ni siquiera elcélebre Wolfman Jack se permitía tallar en su taller. A lo más juzgabaal DJ como una rareza que él descubría entre lo peor de la densidad depoblación de la pista de baile. Pero, a principios de la década de 1970,en uno de los clubs de su circuito, el DJ Francis Grosso se sirve porprimera vez de dos platos como de un instrumento primitivo y super-pone a Olatunji y Bobby Bird, Led Zeppelin y una línea de bajo deChicago. Como peladuras de herejía, Grosso y sus adeptos recortanlas hostias de vinilo que habían jurado adorar a guisa de disciplina-dos sacerdotes. Los DJs no tardarán en hacer su revolución.

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102 Techno rebelde Ariel Kyrou

Mitad de los años setenta. Error de interrupciónCómo la madre del pequeño Theodore le hizo inventar el scratch y lepermitió convertirse en Grand Wizard

Yo tenía trece o catorce años. Acababa de entrar en casa después de un paseo yescuchaba un disco. De repente, mi madre llama a la puerta. Inmediatamente,paro la música... Ella abre y me dice algo. Pero, mientras me hablaba, me puse amover el disco de atrás hacia adelante; luego de delante hacia atrás. De hecho,incluso después de haber parado la música, me apetecía volver a escuchar elgroove que transcurría y que cautivaba mi oído antes de que mi madre llama-ra... Entonces le hablé a la vez que escuchaba el disco con ese solo movimien-to de ida y vuelta que acababa de hacer... Y me dije: ¡Vaya! Esto suena bastantebien. Algo después volví a repetir el movimiento de atrás hacia adelante y dedelante hacia atrás; lo ensayé... Había llegado el scratch.3

Grand Wizard Theodore en la película Battle Sounds

3 Extracto tomado del sitio http://www.turntablism.com

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103En las raíces de la música dance

1973-11977 Arqueología hip-hhopKool DJ Herc inventa el breakbeat, después Grandmaster Flash semezcla con él

1973. En el Bronx...Clive Campbell, un joven jamaicano desembarcado seis años antes en EstadosUnidos, organiza sus primeras veladas bajo el nombre de Kool Dj Herc. Esasfiestas se celebran primero en el recinto común del edificio donde vive, peropronto Herc traslada todo su equipo —platos, micro, sono— al exterior para lasprimeras block parties, fiel en esto a la tradición jamaicana de los sound systems.

Al principio, Herc interpreta principalmente reggae. Sin embargo, enseguida percibe que el funk armoniza mejor con el gusto de su público.Algunas partes de los discos que pincha —por regla general el break instru-mental, aunque no siempre— parecen colocar a los pisteros en un estado casiextático. Es ahí donde interviene el genio de Kool DJ Herc, cuando descubreque con dos platos y una mesita de mezclas y a costa de algunas sabias manipu-laciones, puede prolongar a su gusto esas porciones de felicidad destinadas alpúblico, cuya longitud raramente excede dieciséis compases en su formatooriginal. A diferencia de Francis Grosso, DJ Flowers o Pete DJ Jones, que bus-can mezclar los discos de la manera más delicada posible, Herc los cut, es decir,que pasa del uno al otro cortándolos limpiamente. Es él el primero en demorarla progresión de un tema para saltar directamente en esos cuatro, ocho odieciséis compases de locura rítmica que encienden el dancefloor; es él elprimero en barrer con un giro de muñeca melodía, arreglos, palabras, estribillo,breve... todo lo que a priori da valor a una canción —al menos para una men-talidad convencional— mediante la sola búsqueda del ritmo puro e inalter-ado, y eso casi diez años antes de la aparición de los primeros samplers».4

4 Este relato está recogido en la primera parte del antológico artículo de Vincent Tarrière sobre lahistoria del Breackbeat publicado en el número 4 (mayo de 1998) del mensual Vibrations.

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Desde un punto de vista histórico, Kool DJ Herc es el primero. Él es elejemplo. El origen de la epidemia. Se vuelve a sus block parties como auna práctica ritual: orejas grandes abiertas que explosionan bajo la fero-cidad del sonido. Ciertamente, Kool DJ Herc inventa el breackbeat,pero no se puede en ningún caso acreditarlo como el único culpable dela puesta en órbita del hip-hop, esa ciencia hechizadora del baile de losvinilos, de los hipos de emoción y de los jadeos rítmicos, radical antíte-sis de las buenas maneras de la canción pop. A su nombre, en lo alto delpodio, hay que añadir el de dos maestros DJ del Bronx, también ellosde ascendencia jamaicana: Afrika Bambaataa y Grandmaster Flash.Bambaataa —«Bam» para los amigos— es el «Maestro de los discos».Posee un profundo conocimiento de los vinilos y de sus inéditasuniones. Y su arte del cocktail multicolor le permite combinar en unmismo océano de energía todos los géneros: funk y R & B, pero tam-bién reggae, rock, disco, jazz, calypso, merengue, ska, músicas latinas,variaciones étnicas y a continuación punk y new wave, etc. Flash, el ter-cer hombre, es el brujo de la técnica, el capo del tempo: es él quien creael lenguaje, la gramática del hip-hop. «Herc tenía un sonido poderoso,pero no mezclaba muy bien —cuenta Grandmaster Flash. Hacía breaksmuy cortos, pero sonaban blandos. No utilizaba auriculares parapreparar el disco siguiente. Disponía de una entrada para poner cascos,pero me acuerdo de que nunca los tuvo puestos».5

«Flash is fast, Flash is cool», canta la rubia Debbie Harry, criatura delgrupo de punk arrastrando a Blondie sobre el disco. Delgado y ele-gante, espectacular por su maestría con los platos y por su estaturaprincipesca, Flash no es un rock star. Es un sabio loco. Se educó en elsur del Bronx. Ni es calvo ni va trajeado como los venerables investi-gadores del «Columbia Princeton Electronic Music Center» y, sinembargo, cuando busca, tritura, monta, desmonta y remonta la tostado-ra de pan estropeada, la cadena hi-fi reparada o el televisor brinqueante,se les parece. De adolescente, Flash obedece a sus obsesiones. Bucea en ladiscoteca de su padre (que le está prohibido; pero apechuga con las con-secuencias). Cuando su madre le da dinero para comprarse ropa, compradiscos. Le da lo mismo el asesinato verbal de la madre cuando luego losvende. ¿Sus amigos? Los elige en función de la colección de discos de sus

5 Las entrevistas con Grandmaster Flash se han tomado de un artículo aparecido en el número41 del mensual Vibrations (febrero de 2002), traducido a partir de un texto de David Toop: «TheRap Attack, African Jive To New York Hip-hop» (Serpent’s Tail).

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padres. Le tiene sin cuidado que luego le vuelvan la espalda. De todosmodos, prefiere pasar las noches lampeando sin sueldo circuitos en suhabitación transformada en laboratorio. Su madre, más sensata, lo hamatriculado en una escuela para aprender técnica electrónica: la«Gompers Vocational and Technical High School».

Nada de accidental en Grandmaster Flash. Lo genial intuitivo lopersonifica Kool DJ Herc. Flash sabe dejarse mecer por los ritmos, peroprimero observa, estudia, analiza como un físico de partículas elemen-tales. Prueba, sobre todo, a unir el hallazgo sorprendente de su her-mano mayor Herc con la fluidez del tempo de maestros del arte discocomo Francis Grosso o Pete DJ Jones:

Me encontraba en una fase de experimentación, ensayaba con el ensamblaje delos beats, pero era necesario poder escuchar el otro plato antes de mezclarlos. Fueentonces cuando encontré a Pete DJ Jones. Era un tipo grande de casi dos met-ros. Mezclaba sentado y sus rodillas eran ENORMES. Yo me decía: ¿cómo llega acoger los discos y a encadenarlos en el ritmo? Tuve finalmente el valor de pre-guntarle si podría tocar con su equipo. Creo que respondió «no» dos veces. Peroél había oído que yo tocaba para los chicos del barrio y, después de algunos min-utos, me dejó utilizar su equipo. Me explicó cómo usarlo y, con gran sorpresamía, podía escuchar lo que sonaba en el otro plato antes de tocar para el públi-co. Sabía lo que había detrás de ese truco porque estudié electrónica. Sabía queen el interior de la caja había un único polo con dos conmutadores juntos, loque significaba que, cuando el polo quedaba en el centro, permanecía apagado.Cuando estaba a la izquierda, se escuchaba el plato izquierdo y, si estaba a laderecha, el plato derecho. Tuve que ir a un almacén de electricidad para encon-trar mi polo con dos conmutadores, cola especial para fijarlo a mi mesita demezclas, un amplificador y unos cascos. Cuando hube reunido todo eso, salté dealegría. ¡Ya está, ya está, ya está! ¡Ya sabía mezclar!6

Y Flash sigue experimentando, «scratchea», mueve los discos al revés,corta, recorta y lanza nuevas síncopas. Toca en los parques, gratuita-mente. Después en un club modesto, el Back Door, hasta la apoteosis delAudubon en septiembre de 1976: la sala, con tres mil personas, se infla-ma durante toda la noche. Hasta tres años más tarde no saldrá el primerdisco de hip-hop, seis años después de los primeros fulgores de Kool DJ

Herc. El nuevo arte de las calles todavía es underground.

6 Ibídem.

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1972-11978. Parte almibaradaDe las Temptations al Philly Sound, el soul cambia entre esplendor dearreglos y anhelos acústicos

Primeros días del año 1978. El teléfono suena en las oficinas de «WhitfieldRecords» en Los Ángeles. «¡Oiga!, aquí Kraftwerk, en Düsseldorf. Buscamosun ingeniero de sonido para la mezcla de nuestro próximo álbum...»

Para que la anécdota se inscribiera para siempre en la leyenda de lamúsica, Norman Whitfield debería haber cogido él mismo el aparato yluego ir personalmente a los estudios «Kling Klang» y arrojar su almaentera en The Man Machine, joya rojinegra de los cuatro androides teu-tones. Bucear en la esencia del soul en el corazón del blues robótico. Perono, cuando el timbre suena en la costa oeste hace ya tres años que elchamán de las Temptations no alcanza el nirvana en los estudios«Motown»; desde su traslado de Detroit a Los Ángeles en 1973, no es másque una sombra de su glorioso pasado. Este mismo año precisamente, enel más famoso de los sellos del soul, Norman Whitfield deja levantado unmonumento en forma de epitafio futurista: Masterpiece, formidable con-tinuación del ya brillante All directions... Cuando se anudan las vocesdoradas de las Temptations en torno a percusiones primitivas, venus felinasy siderales violines, el bajo escande y los teclados maúllan una danza suavey obsesiva que se prolonga más allá de trece minutos. Por otra parte, enLaw Of The Land o en Plastic Man, ese trance sofisticado constituye unapremonición de la música disco, antecedente del house y del verdadero fer-vor techno. Kraftwerk, objetivamente tan alejado, se parece a un auricularde ese psicodelismo de seda black para clubs en la fiebre suave, orquestadapor el maestro arreglista y compositor Norman Whitfield.

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Regreso al invierno de 1978. Es Leanard Jackson, uno de sus más fielesalumnos, quien vuela a Düsseldorf y a las circunvoluciones sintéticas deThe Man Machine. El hombre de «Whitfield Records», que no conoce alcuarteto blanco del Rühr, descubre su extraño cóctel numérico. Dudapor un instante del color de la piel de los creadores de esas líneas rítmi-cas: ¿Kraftwerk? Son cuatro músicos negros.

Entre siete y diez años después, en Detroit, el black Derrick May,enamorado de los Hombres Máquina, no habla de techno, sino de tech-nosoul para definir su arte electrónico.

Por su parte, el house de Chicago o de New Jersey saca agua del soulcomo el alquimista de sus burbujas metálicas transfiguradas. Dentro deesta materia preciosa, la primera referencia se llama Philly Sound. Sus ado-radores le profesan un culto inquebrantable. El género nace en Filadelfia aprincipios de la década de 1970, bajo la batuta de dos magos del sonido,compositores y arreglistas: Kenny Gamble y Leon Huff. De su antro —el«Sigma Sound Studio»— salen las joyas de cuerdas hechizadas y ritmosdesordenados, las perlas de miel vocal y de arena bronceada de Billy Paul,de MFSB, de O’Jays, de Intruders, de Three Degrees o incluso de HaroldMelvin con sus Blue Notes y el gran Teddy Pendergrass...

Último jalón de la música soul tras la «Motown» y sus arreglistas deéxitos, el Philly Sound se desarrolla paralelamente a las largas y suntuosasderivaciones post-psicodélicas de Isaac Hayes o de Sly and The FamilyStone, que coloca, en 1974, una vulgar caja de ritmos en medio deltema-título del álbum There’s A Riot Goin’ On, estampando las angustiasurbanas de un funk que se consume en torno a un esqueleto de metalrepetitivo, premonitorio de las tendencias hip-hop o incluso house.De un lado, una música sucia, mestiza y sofisticada para apasionadosinconscientes. De otro, con el Philly Sound, una música pura, cálida yplena para enamorados conscientes. Baño de éxtasis vocal que se nutrede la esencia misma del canto gospel. Romanticismo profundamenteblack que, sin embargo, seduce a los Blancos.

«El Jersey Sound era mucho más soulful y, por tanto, vocal, próximo alos setenta y al Philly Sound, mientras que la producción neoyorquinasiempre fue —y permanece— bañada por efectos de moda diversos»,explica Michael Cameron, de «Smack Productions».

En medio de la pista del club «Zanzibar», en New Jersey, cuandoprestáis oído a las voces que vibran bajo las piernas del DJ TonyHumphries, nadáis en el Philly Sound. Que éste haya sido transmutado

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por el disco neoyorquino en 1976, acelerado por la highenergy en tornoa 1982, luego coloreado por las rudas máquinas del house de Chicago apartir de 1985, no modifica en nada esta verdad: muchas de las actualesvoces del dancemusic, del house o incluso las de su pariente gospel, —elgarage—, vienen de ese soul.7

7 Homenaje a Didier Lestrade y Pascal Raciquot-Loubet, cuyo «Planète Dance», en el númeroespecial de Rock & Folk, aparecido en 1991, ha inspirado fundamentalmente este apartado.

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Pista cuatroA la gloria de los primeros juglares delartesanado electrónicoA esos locos y a esos obsesivos que sembraronlas semillas del futuro: a los desconocidos dela «música a metro», a los iluminados delos años setenta y a ese descodificador deljazz llamado Miles Davis.

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1972. Anécdota KrautrockCómo Neu! crea el drum’n bass del pobre para terminar lagrabación de Neu! 2

1972. Neu! se encuentra en el estudio grabando su segunda obra.Michael Rother hace juegos malabares con las cuerdas de su guitarraeléctrica como un híbrido de teclado y bajo, enroscándose alrededor dela línea de percusión primaria, obsesiva, martilleada por Klaus Dinger,metronómica máquina en la que golpea su único bombo y su únicacaja. Cambio de orientación por parte de su casa de discos: se les reti-ra la mitad del presupuesto previsto. Deben dejar «Fissa Fissa», el estu-dio que tienen alquilado. Problema: no tienen pagada más que unacara del vinilo, o sea, cuatro temas y veintidós minutos de grabación.Klaus Dinger tiene una idea: ¿por qué no entretenerse con una serie decut-up con las bandas de los títulos ya montados? Resultado: sietenuevos mutantes demenciales. Super se graba en 16 y en 78 revolu-ciones, lo que lo transforma en un pre-jungle original y obsesionante.Dinger frena y acelera con sus dedos las bandas de Neuschee (como másadelante lo harán los DJs funambulistas con las velocidades de susplatos «Technics»); luego monta otros fragmentos esquizofrénicosbricolando, rebricolando y cortando las bandas varias veces... paraobtener siete imposibles mezclas. ¿Es Neu! el antecedente del scratch odel techno hardcore? ¿Un grupo pre-punk inspirado en el movimientodadá o el inventor de un drum’n bass rudo y prehistórico?1

1 La historia la relata Julian Cope en su libro Krautrocksampler, Op. cit.

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1947-22001. Subjetividad a metro¿Quiénes son los fundadores? Elogio de los electrones libres

Se le llama «música a metro», library music o «música de ilustración»como podría llamarse música para papel pintado. ¡De la submúsica,qué! Del adobo para jingles radio o documentales atizadores, de lassopas de sobre precocinadas durmiendo por millares en los catálogos«Chapell» a la espera de imágenes y productos para colmarlos de carac-teres musicales: erótico, flor azul, exótico, peplo, patético, policial, tier-namente bossa, color vampiro, universo sideral, etc. Al género demuzak se le imagina desovado por una horda de obreros del sinteti-zador educados como pollos en batería. En los años 40, cuando secreyó necesario ilustrar las viejas películas mudas, nació la música ametro: «Para un metro de película, para un metro de banda sonora».

Y, ¡zas!, en 2001 dos figuras de la delicada flor electrónica británicaextirpan de aquella música dos compilaciones en un sello afamado porsu osadía underground: ¡«Lo Recording»! A mi derecha, Luke Vibert,caballero con múltiples pseudos del ambiente electrónica y del hip-hopexperimental. A mi izquierda, Barry 7, un grupo de punk tecnológicoque sólo le gusta hacer aullar órganos eléctricos enfermos y viejos«Moogs» sanguinolentos en cacofonías caóticas y repetitivas deudorasde Suicide tanto como de Varèse o del clown Zavatta... Pero ¿por quéLuke Vibert y Barry 7 han sacado de las mazmorras de la historia lasmúsicas a metro de finales de los 60 y de los 70?

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Cuando se estrena en los años 30 King Kong, la película de Merian C.Cooper y Ernest B. Schoedsack, la crítica la cubre de barro casi unánime-mente: ¿qué es esa historia de un gorila gigante, indigna incluso de lainteligencia de un niño de la escuela maternal? ¿Qué es esa película deserie Z? No obstante, medio siglo después King Kong es un clásico.Ninguna película de serie Z es, evidentemente, una obra maestra, lomismo que la mayoría de las músicas a metro parecen sólo vulgarespociones más o menos indigestas. Pero la búsqueda de lo maravilloso yel arte de la farsa permiten todo tipo de herejías. En los años 30 y 40en Estados Unidos se tomaba muy en serio al músico y terriblehumorista Spike Jones y a su grupo imitador de los hermanos Marx:¿los City Slickers? Escuchadles hoy y os quedaréis de piedra: Spike es elJohn Cage del varieté, el primer heterodoxo en deslizar en sus aires dejarana ¡bocinas de coche, perros rabiosos, pistolas que petan, esquilas,glu-glús de tabla de frotar la ropa!

Para un creador, hacerse con un trono en el fango y no en la cimadel Olimpo, bajo las luces de las candilejas, sólo tiene dos inconve-nientes: 1) mientras crea toda esa cantidad de músicas o de películasque le solicitan, puede experimentar de mil maneras distintas, y 2) notiene ningún valor que defender: ni título pomposo, ni nombre, ni sta-tus, ni reputación.

En el estudio «Ganaro», templo anónimo de la música a metro situa-do en Versalles, los Roger Roger, Nino Gardini y Eddie Warner sedivierten. Ponen sus huevos de kilo, pero cuelan en ellos sus carcajadasusando bajos funky, clavecines trucados, percusiones retorcidas y sinte-tizadores de opereta. No firman o lo hacen con pseudónimos como«Cecil Leuter», «Richard Demaría», «Peter Bonello», «GeorgesToperino» o «Johanna Group». Éste es el precio de su libertad: per-manecer ignorados. Cuando aparece la televisión, se emiten documen-tales y se desarrolla la radio —la ORTF, la BBC—, los operadores priva-dos no dejan de solicitar materiales sonoros sin preocuparse de cuál seasu calidad. Necesitan disponer de ellos, y punto. ¿No escuchan nada eleditor y los productores? ¡Menudo chollo! Los líderes del estudio«Ganaro» aprovechan para desangular los azimuts, ¡noches enterasexperimentando con todo!

«La library music francesa era ciertamente la más zancuda —dicedesbocadamente Barry 7. Escuchando esos chismes, te preguntas:‘¿pero para qué sirve eso?’ No hay que olvidar que estaba destinada a

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ser vendida y utilizada como genérica u otra cosa, y escuchas artificioscompletamente enloquecidos, pianos disparatados, sintetizadoresextravagantes. Sientes verdaderamente que todo eso —incluso las cosasmás revueltas— viene de la música concreta y de las primeras van-guardias electrónicas».2

No nos engañemos: los temas de compilaciones Barry 7’sConnectors, o Nuggets, de Luke Vibert, son un tesoro, pepitas escogidasde una selección de buscadores de oro entre infames guijarros. ¡Carajo!Ese Telex y ese Electronic Track 15, el Weird Sounds nº 1 y el Amour,vacances et baroque suenan hermosamente al oído ¡treinta años después!Es muy simple: esas migajas de diversión electrónicas hubieran sidocreadas hoy si nadie estuviera afónico.

Por una curiosa paradoja, los mejores títulos de esa serie Z soportanel paso del tiempo, mientras que, en la misma época, los trabajos deVangelis, de Larry Fast, de Tomita y hasta de Walter Carlos (convertidoen «Wendy Carlos» tras una operación de cambio de sexo) aparecenirremediablemente fechados. La aparición del Switched On Beach deWalter Carlos en 1968 había sido un acontecimiento, no tanto por susventas como por su efecto histórico: ¡el primer álbum realizado con unsintetizador «Moog»! Carlos ya tenía un pasado como investigador enel seno del «Columbia-Princeton Electrocnic Music Center». De estaépoca de arqueología instrumental se le deben, por otra parte, piezas depura música electrónica al modo contemporáneo, firmadas junto a trescompositores de nacionalidades diferentes: un español, un israelí y unturco. Pero este personaje, tan talentoso como kitsch, quería demostrarque podía hacerse VERDADERA música (agradable, con todo su boato)con un sintetizador. Y consiguió su propósito, salvo que esta músicaprecisamente, como, por otro lado, la mayor parte de sus siguientesobras, es tan sólo VERDADERA música clásica: Bach o Prokofiev con eltimbre cambiado. Sorprendente, pero fiel.

A mediados de la década de 1970 Vangelis e Isao Tomita construyen,también ellos, partituras de sus obras melódicas con una pátina elec-trónica: Albedo 039 y su éxito Alpha el griego, aún ayer inmerso en lasvaharadas psicodélicas de Aphrodite’s Child; Snowflakes Are Dancing elnotable japonés y sus interpretaciones de Debussy. A menudo unidos a

2 Barry 7 fue entrevistado por Jean-Philippe Renoult para el número 48 de la revista Traxx. Suartículo bien merece una lectura: «Library Music. Du placard à la hype.», 2001.

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fabricantes de material electrónico —imitando a Walter Carlos yRobert Moog—, ambos experimentan con las primeras herramientasdel nuevo mundo sintético: secuenciadores y otros sintetizadoresanalógicos. Pero lo hacen como si fueran alumnos aplicados, como sidebieran leer con atención las instrucciones de uso antes de tocar esasmáquinas según las reglas señaladas por sus profesores de música. Suinnovación atañe a la herramienta, no a su uso: emplean los instrumen-tos nuevos siguiendo formas antiguas. El resultado veinticinco o trein-ta años después: con excepción de Beaubourg, más sobrio y experimen-tal, los álbumes de Vangelis suenan como arte bombarda, vulgar ygrandilocuente, mientras que el álbum Games de Synergie (a saber:Larry Fast), de 1979, se parece a borra en adobo pasada con sirope sin-tético. Eso sin hablar de los guisos pasados de cocción de un RickWakeman (Yes) en solitario.

Un chaval como Larry Fast —miembro de la honorable «NationalAcademy of Recording Arts & Sciences»— supo aportar hermosassutilezas electrónicas a los primeros álbumes de Peter Gabriel, comoasí hizo siendo mercenario de los imbebibles Foreigner, Meat Loaf oBarbra Streisand. Su talento depende del de los artistas a los quesirve. Es un técnico, y nos cabrea cuando se pone a manipular, solo,las máquinas «último grito» de sus concesionarios. Larry Fast,Tomita, Vangelis, pero también Walter Carlos, forman parte de lafamilia de los clásicos, más bien grandes comerciantes, devoradoresde los Grammy Awards y otros premios inútiles convocados por lasindustrias discográficas. Son grandes profesionales, no poetas, nadarebeldes. No son pioneros de lo imaginario.

La invención nace en los márgenes y es bueno que permanezca ahío, por el contrario, que busque una salida. Cada uno a su manera,King Tubby y Kool DJ Herc, Neu! y Lee Scratch Perry, los nombresignorados de la library music y los chicos del Bronx a la caza de vini-los, diseñan sin saberlo la música del futuro. Mucho menos provistosque Vangelis, Wendy Carlos y sus consortes en instrumentos y enpremios, para elaborar su música deben primero asimilar su escasezde medios. Cuando malversan la música persiguen dar con un errorsignificativo y se anticipan a la reacción del público de las calles.Están OBLIGADOS a innovar.

La sorpresa puede ciertamente llegar del mundo del varieté; pero acondición de ser ingenua o desmesurada. Como el del admirableSpike Jones, el caso de Les Baxter (productor en los años sesenta de la

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inconcebible princesa peruana en cuatro octavas Yma Sumac y estrellade la que se llamó música Exotica) constituye un perfecto ejemplo.Define la composición de la orquesta en todo su primer disco de 78revoluciones —Music Out of The Moon, 1947—: un coro, un cello, uncoro de armonía, una sección rítmica y un... ¡Theremin Vox de abra-cadabrante silbido de sierra lunática! Les Baxter crea, así, la primeraobra de la Space age pop music. Aunque, si lo hace, es por su condiciónde novato: «Nunca nadie había escuchado una combinación parecida.Era un poco extravagante. Yo no sabía lo que era un disco de músicapopular. No sabía lo que estaba haciendo».3

Personaje absolutamente clásico, que dirigirá orquestas de Frank Sinatray de Nat King Cole, Les Baxter se excusa a posteriori, incluso después dehaber mostrado su carácter visionario con su disco y los de Yma Sumac.

Music Out of The Moon será imitado en los años cincuenta y, sobretodo, en los sesenta por experimentadores del Theremin y de laOndiolina o por inventores de efectos sonoros para el cine o para con-ferencias sobre prospectiva.

Ejemplo básico: Oskar Sala, imitador de ruidos de la famosa pelícu-la de Hitchcock Los pájaros (The Birds, 1963) y autor en 1955 de unaElektronische Tranzsuite.

Ejemplo fantástico: Louis y Bebe Barron, compositores, en 1956, dela BSO de la película de Fred M. Wilcox Planeta prohibido (ForbidenPlanet), banda sonora abrasiva que penetra en el oído como una revolu-ción cacofónica y gluglutante; la pareja había seguido los huellas deJohn Cage hasta Nueva York antes de componer ese OVNI sonoro.

Ejemplo ridículo: la Bubbleator Music de Attilio Mineo Man In SpaceWith Sound, pergeñada en 1962 en la «Worlds Fire» de Seattle, para crearuna especie de nave espacial en la «Buck Rogers» destinada al público.

Ejemplo publicitario: Raymond Scott, cuyas fantasías musicalespara cafés, bebidas carbónicas, cosméticos, máquinas de escribir, azú-cares o aspirinas penetraban como cohetes sonoros intergalácticos enlas cabeza de los estadounidenses entre finales de la década de 1950 yprincipios de la de 1960. Además, para sus chispeantes estribillos, estesabio extravagante inventó sus propios instrumentos: ¡«Clavivox»,«Círculo Máquina», «Electronium» y el Bandito The Bango Artist!

3 Testimonio hallado en un sitio Internet muy completo dedicado a la space age pop music:http://www.spaceagepop.com

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Hasta el final de los sesenta y el éxito de Psiqué Rock de Pierre Henry yMichel Colombier, los iniciadores de la música para el gran público dela era digital enferman de estudio; así convalecen felizmente Joe Meek ymúsicos de la corriente «ilustración» como Jean-Jacques Perrey, OskarSala, Raymond Scott, Attilio Mineo y los sobresalientes músicos anóni-mos de la «música a metro». Nos encontramos en el contexto «menor» oridículo del jingle publicitario, del «genérico» sorprendente, de la nanaextravagante o del acompañamiento kitsch. ¡Qué delicia!

En el mismo registro se encuentra Frank Zappa, artista bisagra. Sifue alimentado con el biberón de la música contemporánea, eligiócrear un universo de música de serie Z, de farsas y burlas. Allí dondeel creador de música a metro abandona su condición de boquirroto yse sirve de su anonimato para explorar, en secreto, nuevos territoriosmusicales, Zappa crea, en los años sesenta, su propio sello paralibrarse de las influencias de los vendedores de azucarillos. En uno yotro extremo, ambos caminos se encuentran, a la misma distancia,cara a cara con el comercio, el status de compositor y las conven-ciones que lo acompañan.

De los gloriosos nombres del pasado, como Varèse o Stravinski, el amigoZappa conserva su imaginación, su anhelo de poseer todas las herramientaspara alcanzar lo imposible; pero, ante todo, conserva «la idea de unaeconomía de medios, de que basta con unas pocas notas para cambiar deritmo».4 Y, mediante ese giro inesperado, se encuentra otra vez con losmodestos nombres desconocidos de la música «ilustración».

A mitad de Dog Breath, en el álbum doble Uncle Meat de 1969,Zappa hace sonar clarinetes como trompetas mediante un chisme eléc-trico acoplado por aceleración a una especie de oscilador, y en unospocos minutos mezcla ¡cuarenta pistas! Actúa como un niño travieso,capaz de encadenar el rock más cretino y la más desconcertante com-posición. Peor aún: graba en ese mismo disco treinta y siete minutos dediálogos de una película imaginaria, minutos de abisal fastidio paraquien no sea capaz de leer los subtítulos de su argot: establece así las«palabras de ilustración».

4 Palabras recogidas de una entrevista en el Downbeat Magazine del 18 de mayo de 1978.

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El precursor no sabe que lo es. No se siente precursor. Se divierte. Nosdivierte. Por sus funk instrumentales y su uso de abigarrados pseudóni-mos, los obreros de la música a metro fueron los antecesores de losarcángeles de la abstracción electrónica y groovy como Luke Vibert,alias Plug o Wagon Christ. Pero ni un solo segundo pretendieron serlo.

Me río del mercado —decía Miles Davis en 1973, haciéndose eco de las beligeran-cias de Frank Zappa. Hendrix era un músico nato; jamás puso los pies en el con-servatorio ni en el mercado, no tenía nada de que burlarse, y yo tampoco.«Columbia» quería que me pringase con sus estupideces, pero no lo consentí.5

El descifrador se burla del mercado. Crea. Punto final. En períodos zeny dadá. En esas efervescencias que espumean trascendiendo la rutinadiaria; en esos instantes intensos hurtados al tiempo o preservados de él;en esas minúsculas apariciones de vida salvaje y libre de la que habla elfilósofo Henri Lefebvre.6 Y esto es así porque una auténtica arqueologíade las músicas actuales no puede contentarse con el estudio de unoscuantos monumentos visibles: debe excavar, encontrar a esos buscadoresmagníficos —hermanos más o menos obscuros y osados de los Miles yde los Zappas— al margen, siempre al margen del mercadeo y de la carrerahacia la rentabilidad de la industria discográfica.

David Vorhaus, alias White Noise, es un brujo aislado. Su primerálbum —Electric Storm— sale en 1969 sin ninguna promoción y se con-vierte en un disco de culto en la década de 1970. Es una mezcla suave yfascinante de gemidos psicodélicos, de filtraciones con sonidos de claxony de orgía ruidista. Una muchacha con voz romántica parece nadar en lasuperficie de un océano de objetos mecánicos y máquinas infantiles.

¿Quién conoce a Cluster, esa pareja de estetas alemanes, auténticos pio-neros de la electrónica? Desde su segunda perla epónima, de 1972, Clustersuena, sin embargo, como Suicide de forma lánguida e instrumental.

¿Y a Robert Fripp? Cuando gesta sus frippertonics se coloca fuera dejuego; lejos de los King Krimson —de los que es el mentor—, da a luz,junto a Brian Eno, una obra extravagante: No Pussyfooting, instrumen-tal, densa y repetitiva, sin ningún respeto a los principios del pop, comoanunciando la música ambient, pero con una sensación de borrasca.

5 Ian Carr, Miles Davis (Parenthèses). Las manifiestaciones de Davis han sido tomadas de «Miles Davis:an exclusive interview», realizada por Stephen Davis para The Real Paper (21 de marzo de 1973).6 Henri Lefebvre, Critique de la vie quotidienne, Éditions de l’Arche, 1958.

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Richard Pinhas es una estrella sin brillo. Un rocker que se gusta a símismo antes de vender y que vende poco, pero a gente rara disemina-da por todo el mundo. Un iniciador de la electrónica que nunca per-siguió serlo. Su primera obra —que firma junto a su grupo Heldon en1974—, es una caldera atmosférica de guitarra y de electrónica rugien-te. Inspirado en William Burroughs, este álbum se llama ElectronicGuerrilla, y se anticipa al cyberpunk y a los piratas de la electrónica queaparecerán quince años después. ¡Anticipado anacronismo!

Robert Fripp y Richard Pinhas son ambos guitarristas. Lo queextraen de sus seis cuerdas eléctricas nos parece, en cambio, máspróximo a las sonoridades digitales actuales que a las armonías desintetizador de Vangelis o Jean-Michel Jarre. Cuestión de actitud.Cuestión de composición.

Imaginad que estáis en el «Olympia» en la primavera de 1975.Robert Fripp acaricia su guitarra «Gibson Les Paul» y machaca per-manentemente sus pedales. A su lado, frente al público, Brian Enomanipula dos «Revox A77» caprichosamente modificados. Los buclesde guitarra del uno penetran en los magnetófonos del otro; despuésvuelven a salir y se mezclan con nuevas sonoridades de limas o demanteles del sintetizador «VC3» del futuro inventor de la músicaambient. Autosampling en vivo: la guitarra y los estratos de guitarragrabada y transformada después, se comen unos a los otros. Ningúnespectáculo. Fripp y Eno no se mueven, semejantes a esos intérpretesde la nueva música electrónica de los años 2000 con la nariz hundi-da en el fino fondo de sus pantallas de ordenador. En el «Olympia»navegamos a años luz de los fastos de la música progresiva: Yes oEmerson, Lake and Palmer. Con una belleza profunda y pura, lamúsica da la impresión de crecer como una molécula, transformán-dose poco a poco en ameba. Orgánica. Animal.

«La música de Robert Fripp se asocia a un ritmo orgánico, a la pul-sación de la tierra. Atañe a lo que se llama ruido electrónico, ruido del cos-mos. No crea música en el tiempo, sino que compone en lo inmediato unfragmento de tiempo». Es Richard Pinhas quien habla, y nos da laimpresión de que está describiendo su música tanto como la de Fripp.Pinhas, filósofo nietzscheano, amigo de Deleuze, busca en su músicay en la de los apóstoles de la electrónica contemporánea una «nuevaconcepción del inconsciente» que encuentra eco en los fulgores deJohn Cage y en las experiencias de Steve Reich o Terry Riley. Busca un

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«dispositivo técnico en el que la repetición modulada y la formaciónde auténticos bloques temporales fundamentan una puesta envariación continua de la producción sonora; las variaciones y mod-ulaciones de los motivos, la construcción en bucles de las secuenciasde silicio conjugan música y eterno retorno en una vasta innovaciónliteralmente inaudita».7

Cambio de decorado. Ya no estamos en el «Olympia», pero sí, cua-tro o cinco años después, en una galería de arte, en un minicine, unacantina, una taberna, un restaurante, un pub o en una tienda de dis-cos. El 20 de julio de 1979, en el Bear’s Lair de Berkeley, Robert Frippactúa, solo, con sus dos magnetófonos de banda y su guitarra eléctrica.Un caballero de entre el público sugiere que se toque Star SpangledBanner en conmemoración del décimo aniversario de Woodstock.Fripp le propone —como guitarrista inglés que es— empezar antes conGod Save The Queen. Lanza las primeras notas del himno nacional,graba la cinta en un «Revox», luego lo interpreta de nuevo en paralelocon otros acordes según la lógica de sus frippertonics y deja seguir a lamúsica su generación espontánea. Estas extrañas improvisaciones y susconciertos de proximidad denuncian su oposición al juego del merca-do y de los conciertos de rock. Con su pequeño «hombre estudio»portátil, es un punk a su manera: desfigura y parodia el himno sagrado.Por su presencia en locales modestos, en lenguaje situacionista se diríaque crea eso, «situaciones». Reivindica su derecho al aburrimiento, a lasorpresa y a la memez festiva, y reúne en él a los desconocidos de lamúsica a metro gracias a su arte sin ego, sus repetitivos estribillos y sushumildes modales.

7 Extracto del libro de Richard Pinhas Les Larmes de Nietzsche. Deleuze et la musique,Flammarion, 2001.

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1953-22001Miles y la electrónica van en un barco; la electrónica cae al agua;¿qué queda?

1959. Miles Davis graba Sketches of Spain con Gil Evans. En los atrilesde los músicos de la orquesta no se encuentra ninguna pauta de instru-mento electrónico. Y, sin embargo, el grupo toca durante quincesesiones de tres horas cada una. Más tarde iniciará otro trabajo a partirde bandas magnéticas. Durante más de seis meses, Miles y su nuevocompadre Teo Macero cortan, pegan, despegan, vuelven a pegar, cince-lan, construyen y deconstruyen hasta desembocar en los cuarentaiúnminutos y veinticuatro segundos de aquella obra maestra. «Había unacantidad fabulosa de nuevos trucos —recuerda Macero— y se experi-mentó con todos. Hacíamos correr dos bandas laterales y una bandacentral; luego invertíamos su posición y comenzábamos de nuevo.Obteníanos así la banda definitiva. Si escucháis atentamente la brevemarcha que se encuentra en Seita, lo comprenderéis todo».8

El ejemplo de Sketchs of Spain ilustra una paradoja: este álbum debevisiblemente mucho a un cierto artesanado de la electrónica; pero, sino se escucha como se vería con una lupa, nada se oye de ese artesana-do; como si la electrónica no fuera más que un fantasma, una sombradeambulando en la casa del jazz donde se agitan, en cambio,trompetas, saxofones, pianos, contrabajos e incluso vivísimas percu-siones. Reales. Tangibles. Concretas. Que transpiran. Que sangran.

8 Cita recogida en el libro Miles Davis de Ian Carr (Parenthèse, 1982; 1991 para la edición francesa).

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¿No creéis en los fantasmas? Preguntad a vuestro alrededor: ¿la músicaelectrónica debe algo al jazz? Un nombre vendrá a los labios de las per-sonas advertidas: Sun Ra. Este jazzman es el que puso primero la manoen las máquinas. ¿La prueba? Abrid el doble álbum de un vinilo apareci-do en 1961: The Futuristic Sounds of Sun Ra y leed el texto de PierreCarles, gran experto en periodismo de jazz: «En 1953 comienza a tocarun instrumento de su invención: un piano eléctrico, algunas de cuyassonoridades recuerdan más a las Ondas Martenot o al instrumento musi-cal spheric (creado por M. Theremin en 1924), que al piano o al órganotradicionales»9. Sun Ra, genio orate que se autoproclamaba el enviado deSaturno en la tierra, es el Joe Meek de las músicas black. Un auténticohomo antecesor de la electrónica. Ahora, escuchad el álbum donde acabáisde leer esa noticia, al que podemos imaginar crepitando de «sonidosfuturistas» según su seductor título. Pues bien, nada de nada: ese disco¡no muestra ninguna vibración electrónica! ¿Y las otras galletas del artista,que se sabe son numerosas?... El ataque de Space Is The Place comienza,en efecto, con divertidos glu-glús de teclado saturniano, pero, al cabo dealgunos compases, son el piano y la orquesta de metales los que pilotanla nave y hay que rendirse a la evidencia: ese mínimo detalle inicial suenacomo un chisme raro; lo esencial está en otra parte.

En el fondo, ¿qué importan los instrumentos? La locura intergalác-tica de Sun Ra pasa por las campanas de la India y los crótalos delantiguo Egipto tanto como por los soplos del saxo barítono y los gañi-dos del sintetizador «Moog» que adquiere a finales de la década de 1960.Luego se aplica a una lujuria de ritmos, de colores, de referencias al jazz,de encantamientos, de influencias del mundo entero, de puestas en esce-na circenses donde se mezclan un casco de extraterrestre egipcio, unatoga dorada, rótulos con nombres de ciencia ficción de opereta y todauna parafernalia prestidigitadora. Al igual que el jazz de Miles Davis, deJohn Coltrane, de Pharoah Sanders y de todos los artistas del bop o delfree jazz, el jazz de Sun Ra vive en absoluta libertad, y por eso puedeapoderarse de los sonidos y de las formas de la electrónica.

Con Charlie Parker y Dizzi Gillespie a mediados de la década de1940, el be-bop había roto la inmutable estructura entre estrofas y estri-billo, tema, solo, y regreso al tema, desarrollando las melodías sobreuna columna vertebral de ritmos múltiples, mediante ondas de notas

9 Sun Ra, The Futuristic Sounds of Sun Ra (Byg Records).

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alimentadas de síncopas y de frases asimétricas... En 1960, algunosmeses después de Sketches of Spain, aparece Free Jazz de OrnetteColeman, en el que el saxofonista eleva hasta las galaxias de la disonan-cia su radical abandono de las secuencias de acordes y de gamas tradi-cionales. Organiza, sobre todo, una sesión en la que todo se interpretadentro de la inspiración colectiva y de su inmediatez: se conectan losmicros, y las dos orquestas de músicos diseñan, entre varios de susmiembros, azarosos montajes. Sin premeditación. Símbolo: en el centrode una ventanita, sobre la funda del álbum, aparece un cuadro deJackson Pollock: White Light. Coleman lanza un guiño a la action paint-ing de los años cincuenta, al gesto instantáneo del artista, a su vertido bru-tal de la pintura sobre el lienzo colocado en el suelo donde se cristaliza unaescritura automática, pulsión de la vida tan imprevisible como total. Dela anarquía de las imágenes a la anarquía de los sonidos, sólo hay un paso.John Cage parece estar cerca, aunque su visión de la improvisación con-serve más de la escenificación de «situaciones» de azar puro que delreclamo de las desenfrenadas improvisaciones de los músicos.

Bajo sus gorras resplandecientes, el free jazz enlaza con sus raícesnegras. Con el blues. Con África. Con la tradición oral. Y vuelve laimprovisación, el instinto, los accidentes y esos ruidos tan terrible-mente humanos que el jazz comercial borraba y que pueblan las músi-cas tradicionales: gargantas rasgadas, cuerdas golpeadas, silbidos detubos, soplos de aspiración y expiración, chirridos de metales, chasqui-dos de dedos, etc. Éste es un «Arte de los ruidos» del que Luigi Russolono habría renegado. ¡Y sin valerse de ninguna herramienta electrónica!

Escuchando atentamente el disco Free Jazz Explosions, que edita en1965 el Bob James Trio en el sello experimental «ESP», se confirma esaimpresión de intervención de una mano invisible que sugiere el parentescocon algún mutante de la música concreta antes que con una músicaverdaderamente electrónica. Sólo tres instrumentos se citan en el dorsode la funda: piano, bajo y batería. Asociados a algunos de los títulos, sedescubren dos nombres afines a John Cage: Bob Ashley y GordonMumma. ¿Son ellos los autores? No parecen tocar. ¿Qué es lo que seoye? Difícil de describir. Se tiene la impresión de estar escuchandoinstrumentos manejados por niños que, aleatoriamente, los acarician,los golpean o los tiran como si organizaran una insospechada actuaciónruidista con sus objeto cotidianos. Pieles rasgadas. Cuerdas chillonas oenmudecidas. Piano en directo desde un hospicio. Respiraciones demuebles. Bandas ralentizadas o aceleradas. Silencios atolondradores, y,

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en el último título, un baile con un aparato de radio conectado. Elcarácter, el sonido, los ritmos pertenecen al jazz; pero están poseídospor nuestro fantasma y sus bandas magnéticas.

Otro ejemplo, muy diferente, aunque tanto o más ilustrativo: elálbum Electronic Sonata For Souls Loved By Nature de George Russel.En esta ocasión, ya el título reivindica el material electrónico, pero suuso es todavía sorprendente... El punto de partida es una banda quemezcla músicas de diferentes estilos: jazz, blues, rock, música serial, ragaindú, etc., acoplada, por medio de un gran ordenador, a otras graba-ciones como la de un órgano de iglesia noruego o las voces de unviejo ugandés junto a las de sus hijos. Todo ello se reelabora infor-máticamente y los músicos parten de este esqueleto grabado para irimprovisando. Añádase un pequeño detalle debido sin duda al azar:la cinta fue realizada en 1968 por encargo del «Fondo Cultural deNoruega», pero la parte en vivo del disco no fue grabada hasta ¡doceaños después! En efecto, en el oído permanecen «blips y beeps de laera espacial», se diluyen, empero, en una ensalada repleta de ingre-dientes múltiples que revelan la explosión de culturas, estilos musi-cales y emociones vitales de todo el mundo.

En el jazz, el uso de la electrónica sólo tiene sentido dentro de unalógica de movimiento. Atañe menos al jazz propiamente dicho que a lacapacidad de éste para descubrir y explorar nuevos territorios. Y esexactamente así como lo entendía Miles Davis. Cuando a finales de lossesenta exige a Herbi Hancock y a Chick Corea que abandonen todaveleidosa tentación de tocar en un piano que no esté conectado en sec-tor, lo hace para forzar el cambio, la innovación: «El piano estándar, esdecir, acústico, está así bien llamado: es estándar, no permite fundirnotas, ni acoplar piano y contrabajo para interpretar ciertas figurasmusicales, ni obtener lo que podría llamarse manojos sonoros».10

Con ese mismo espíritu lanza a John McLaughlin frases por el esti-lo: «tócalo como si no supieras tocar la guitarra». Esta libertad la habíansentido Jimi Hendrix y su electricidad salvaje, su blues profundo satura-do de ecos de pedales y de torbellinos sonoros de una guitarra que gruñecomo una máquina encolerizada. Anhelaba para su grupo el ejercicio deuna libertad de la misma índole, incluso ignorando qué podría salir deahí exactamente.

10 Cita extraída del libro Miles Davis (ed. cit.), cuyo origen es una entrevista a Miles Davis en elWashington Post (13 de marzo de 1969).

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En 1969 aparece In A Silent Way; luego Bitches Brew. En este año, conun grupo de ensueño en el que figuran los futuros fundadores deWeather Report, inventa el jazz eléctrico o «fusión» que algunoscretinos llamarán jazz-rock para significar la imposibilidad que en losucesivo tendría el jazz de crear algo sin arrodillarse ante el Santo PadreRock. Es la materia misma de la textura sonora lo que se transforma,anticipando los climas de la música ambient y del jungle de los años 90.Apasionados de la música contemporánea, de Stockhausen, de susteorías de «duración sin fin» y de música como proceso, el trompetistay su manipulador sonoro —Teo Macero— explotan el método degrabación de Sketches of Spain con un ímpetu nuevo arrastrado por lasexperimentaciones de Jimi Hendrix, de Sly Stone y del rock psicodéli-co. En On The Corner (aventura para ser citada dentro de esa jubilosaapoteosis del año 1972, donde el funk urbano se encuentra con el jazzlibertario), dejan tocar a los músicos durante dos horas, anudando pul-saciones sónicas y alegres improvisaciones; después cortan y pegan enel estudio, tratando esas pulsaciones extraterrestres en forma cut-up,como la música concreta.

En solitario a principios de los 70, Herbi Hancock también inno-va. Con su sexteto, toma el patronímico de Mwandishi y construye unjazz de transición vestido con arenas africanas y guijarros electrónicos,particularmente visible en su admirable Sextant; después, en 1973, saledel huevo con el jazz-funk de Head Hunters, homenaje a Sly & TheFamily Stone. Despreciado por los rockeros e infamado por los puris-tas del jazz, Hancock comienza a rechazar el dance music y los escarceoselectrónicos, se aletarga hasta casi indigestarse comercialmente, perodespierta después, en 1983, con Rock It y la savia nueva que le propor-ciona la explosión hip-hop.

A mediados de la década de 1970, ¿Hancock hacía todavía jazz? ¿Esesta cuestión del jazz tan esencial? Cuando se unen esos dos términos—jazz y música electrónica—, al cabo de un rato uno se pregunta si,finalmente, el resultado no será la neutralización de ambos y, por tanto,su desaparición. Pero ¿para desembocar dónde? Las teorías de AnthonyBraxton, saxofonista y maestro del Art Ensemble de Chicago, puedendesbrozar el camino. Braxton distingue históricamente, en efecto, trestipos de creación, ninguno de los cuales se preocupa, stricto sensu, deljazz o de la electrónica.

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Su primera familia, que es la suya y la de John Cage, Charlie Parker yAlbert Ayler, sería la «restructuración». Traducid: los exploradores, losartistas experimentales que pueden temporalmente asociarse a institu-ciones, pero cuya práctica revolucionaria cambia la mirada de la cul-tura. Esos creadores corren riesgos y es muy raro que sean reconocidosinmediatamente por el público. Adeptos a la reconstrucción de lamúsica como, a veces, a la del mundo, son percibidos por la sociedadcomo peligrosos, y, en ocasiones, lo son verdaderamente al mezclar prác-tica artística y pasión política. Así son los artistas salidos de la música«seria», como Cornelius Cardew y su Scratch Orchestra, compuesta pormúsicos aficionados; o grupos de improvisadores que mezclan contem-poránea, jazz y terror electrónico, como Musica Elettronica Viva, dequien hablaré cuando sea viejo.

Para ilustrar los tesoros artísticos que emanan de esta familia, quierodetenerme aquí en un título de finales de los 70, procedente del jazz,para aflorar desde los abismos de la electrónica: Imaginary Suite deDouglas Ewart y George Lewis. Alrededor de una alfombra de elec-trónica, evolucionando suavemente como el bordón de los ragasindúes, se enroscan un clarinete bajo, una flauta y un trombón manip-ulado por ordenador semejante a una serpiente burlona deslizándose enuna extraña selva zen. Sorprende —pero embruja— esa unión inaudi-ta. ¿Habría sido posible este OVNI sin electrónica? «Yo he trabajado conGeorge Lewis, que desarrollaba un programa con el IRCAM —cuenta elguitarrista Noël Akchoté. Advertía que la duración de sus proyectos sela planteaba como una carrera que se tomaba a broma. Todo eso podríahaberse realizado sin maquinaria».11

La segunda familia que distingue Anthony Braxton —y que nole gusta nada— es la del «estilismo». En el mejor de los casos, losmaestros del estilo vulgarizan su talento; en el peor, tales hábilessegundones no hacen sino adaptar, al gusto de la moda y del granpúblico, los hallazgos de los revolucionarios que les precedieron.Utilizarán la «cosa» electrónica tanto más fácilmente cuanto más seadapte a las exigencias de la moda.

11 Las palabras de Noël Akchoté se han tomado de un artículo aparecido en el número 22 delmensual Vibrations (diciembre de 2000): «Le Combat des Sphères». Se revela en ellas un deba-te apasionado entre verdaderos artistas de jazz y actores de las escenas techno y house interesa-dos por el jazz.

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A mitad de los 70, ¿es Herbie Hancock uno de esos maestros del esti-lo? ¿O pertenece a la primera familia? Su uso de los «blips y de los beeps»¿pertenece al orden de un procedimiento de seducción o al de la nuevavisión musical?

Queda la última familia: los «tradicionalistas». Ahondan en el pasa-do con objeto de reencontrar la esencia del género, haciendo casoomiso de los dictados de la época y del valor comercial de su regreso alas fuentes. Buscan vocalistas virtuosos, o ciertos trabajos de los her-manos Marsalis y de los alumnos de su famosa escuela de jazz. Segúnesta consideración, el empleo de la electrónica sería, a priori, grotesco,salvo que ese empleo fuera puramente técnico; por ejemplo, para sal-vaguardar una grabación lo más próxima posible al original.

Se vuelve, pues, a la concepción que cada uno tiene del jazz, yconfieso que mi subjetividad me lleva a posiciones cercanas a las delguitarrista Noël Akchoté, quien de muy buena gana se aventura conjóvenes DJs y músicos salidos de la techno más experimental: «Lagente con la que trabajo no tiene nada que ver con el jazz y, sinembargo, es con ella con quien mejor improviso. El jazz se ha con-vertido en música de repertorio porque, de hecho, el jazz, con sutradicional subjetividad, hay que buscarlo en otra parte. El jazz debereinventarse, ahora y siempre».12

12 Ibídem.

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1997. Punto de desacuerdo¿Jazz y música black como fuentes de las músicas electrónicas actuales?

Aparecido en 1997, Planetary Floklore se cierra con un toque de sinte-tizador ejecutado por Carl Craig, hijo espiritual de Derrick May yheredero del techno de Detroit. Símbolo permanente: el álbum comien-za con una pieza de ensoñadora suavidad, pero envuelta en un par depliegues de «jazz modal» desplegados desde la primera nota del sistemaarmónico a la manera occidental... Esta introducción, titulada precisa-mente Another Modal Morning, se encadena a un gospel electrónico enforma de manifiesto: soul, soul, soul; después se despliega una magnífi-ca síntesis de romanticismo electrónico y de groove afrocubano en laque asoma la influencia de Yusef Lateef. Este disco de techno atípicohomenajea a África y al jazz, incluso al soul y al funk, pero está firma-do por un músico blanco: As One, pseudónimo de Kirk Degiorgio.

Gran especialista francés en músicas electrónicas, blanco también,Jean-Yves Leloup pregunta a Kirk Degiorgio sobre los orígenes delgénero, y reconozco no compartir enteramente la opinión de eseorfebre del «electrojazz».

El primer disco que me introdujo verdaderamente en la música electrónica fueun disco de jazz. Es un error decir que los músicos europeos han sido los pre-cursores de la música electrónica. Tengo discos de jazz de finales de los sesen-ta y principios de los setenta que se encuentran muy por delante de lo quehacía Kraftwerk en esos años. Por ser negros y porque la prensa es así de racista,pasaron desapercibidos. Estoy pensando en gente como George Duke, que

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tocaba con Mothers of Invention de Frank Zappa, y es uno de los iniciadoresde los teclados electrónicos. Estoy pensando también en Herbie Hancock,cuando tocaba con Miles Davis.

—¿Pero no se trataba simplemente de un intercambio entre ambas comu-nidades?

—Sí, pero creo que se hizo en una sola dirección. La música europea siem-pre se inspiró en raíces afroamericanas para difuminar esa influencia y conver-tirla en más accesible a un público blanco incluyendo en ella influencias rock.Eso es lo que pasó con el techno actual. Observe a grupos como ChemicalBrothers o Underworld. Cogen bases hip-hop y techno que disuelven en lasguitarras rock con toda la ética punk de la fuerza y de la alienación opuesta ala de la emoción y a la del alma. No creo que Europa entregue o envíe algo detodo eso a la música afroamericana. Puede constatarlo fácilmente: ninguno delos pioneros de Detroit conoció jamás la gloria de los charts monopolizadospor grupos blancos. ¿Es difícil para mí, en tanto que europeo, avanzar en talesargumentos? No es una cuestión de color, de saber si soy negro o blanco, sinomás bien una cuestión de estricta tradición musical.13

13 Extracto de una entrevista de Kirk Degiorgio realizada por Jean-Yves Leloup en la VirginMegaweb (disponible en http://www.technorebelle.net).

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1978. Intermedio obsesionalLas máquinas producen un éxtasis perfecto

Ralf Hütter (Kraftwerk): «El dinamismo de las máquinas, el alma delas máquinas, siempre han formado parte de nuestra música. La causadel éxtasis es siempre la repetición y todo el mundo busca el éxtasisen su vida, ya sea a través del sexo, la emoción, el placer, en las fies-tas nocturnas, etc. En consecuencia, las máquinas proporcionan unéxtasis perfecto».14

14 Cita extraída de Kraftwerk, Le Mystère des Hommes-Machine, op. cit.

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1978. Anécdota zippieCómo el fashion Steve Hillage se convierte al techno gracias a Kraftwerken plena explosión punk

En 1977, en Londres, estalla el punk. Un año después, Steve Hillage seencuentra en un club del oeste de la capital británica. No ha cambiadosu preciosa cabellera en coleta por una escoba de brocha roja y una hor-quilla. Ex-guitarrista de Gong y gentleman auténticamente cool, prontoformará parte de la cuadrilla de músicos de solos largos y de rock pro-gresivo que los chicos malos sublevados arrojan a la basura del NoFuture. En el infierno y condenación de ese club de Londres, el ilumi-nado barbudo tiene «el dedo en el gatillo». Descubre que «el dancemusic es fundamentalmente diferente porque el público participa»...«El DJ tocaba con chismes sintéticos según un plan preconcebido. Esoparecía algo fashion, algo cool. Y escandaloso. Toda la sala se puso a bai-lar. Jamás había visto algo parecido. No bailaba cada uno en su rincón,sino todo el mundo al mismo tiempo. Me produjo el mismo efecto queuna bomba. En serio: creo que esa noche vi el futuro y de repente supehacia dónde había que ir».15

Primer resultado en claroscuro: en 1979, cuando el punk rompe lavejiga del rock, el rasgador de cuerdas y productor saca una nueva obra—Open— marcada por su amor a Steve Wonder y su encuentro con

15 Fragmentos de una entrevista de Steve Hillage y Miquette Giraudy con Jean-Philippe Renoult:«System 7: la preuve par 7», aparecida en la revista Coda.

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Todd Rundgreen; guitarra intergaláctica, disco brevemente prediseña-do y voz de periquito sobre funk marciano. ¡Vamos, Steve, un esfuerzomás! ¡Deja suelta tu guitarra! El barbudo no tarda en cortarse los tifs...En fin, diez años más tarde crea el grupo de puro techno System 7.

«De hecho —explica—, el único movimiento rock que se aproximaal techno es el punk, porque lo permite todo y no es necesario ser músi-co para tocar».

En resumen: todo un hippie excepto punk (?), se convierte altechno gracias a los robots de Kraftwerk sobre una pista de baile dela ciudad donde surge el punk. Buscad el error y, si después de haberreleído las líneas precedentes, no comprendéis nada de los giros dia-lécticos del viejo sabio de System 7, escuchad Rainbow DomeMusic, galleta pre-ambient del amigo Estevie firmada en 1979;luego, Camembert Électrique de Gong, álbum pre-punk de 1971 ycompletamente salpicado de leche fresca.

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Pista cincoHacia las fuentes directas de la culturade club y de la hidrotechnoEl lanzamiento del cohete de las músicaspopulares actuales: el disco underground,la «música industrial», la new wave, elhip-hop en forma electro, y los siempreobscuros y alegres electrones libres.

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135Hacia las fuentes directas de la cultura de club y de la hidrotechno

1976-11997. Testimonio en cuerpo y almaLa definición de un verdadero club según François Kervorkian

François Kervorkian refleja él solo la evolución del dance music en suexilio de Nueva York desde 1975. Productor, DJ, músico, mezclador, esuno de los inauguradores del planetario. Se destapa en 1975 tocandola batería en un club neoyorquino, luego se convierte en DJ en 1975.En 1978 es nombrado director artístico de uno de los sellos de referen-cia de la música: «Prelude». A principios de los ochenta se introduce enla música electrónica y se consagra en 1986 participando en el álbumde Kraftwerk. Cercano a Mel Cheren —mecenas del de Nueva York—y a Larry Levan (su DJ de culto desde la apertura del club en 1977hasta su cierre, cuando el propietario —Michael Brody— muere desida dieciséis años después), François Kervorkian ha vivido desde den-tro las explosiones del disco y del house. En 1995 vuelve al y a la pro-ducción underground a través de la creación del sello «Wave».

En dos encuentros separados (el primero en 1996 y en 1997 el segun-do), nos habla de su visión y, más concretamente, de las sesiones Body &Soul que organiza cada domingo por la tarde en el Vinyl de Nueva York.

—¿Qué es un verdadero club...?

—«Un club nace siempre de un mecenas, de alguien que quiera verdade-ramente hacer algo especial sin contar las ganancias cada noche. Alguien quetenga visión, que no piense en cerrar cada mañana a las 5,59 h. simplementeporque hay que cerrar. Alguien que se diga: mientras haya gente estará abier-to y se pondrá buena música. Mira la trayectoria del Paradise Garage: hubo

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alguien que al principio invirtió y que luego se tomó su tiempo para recupe-rar ese dinero. Una vez fundada una comunidad en torno al club, éste vaadquiriendo una atracción increíble. Es el mecenas el que ha dado el impulsooriginal. A continuación, es también necesario un grupo de personas contalento, los porteros, los encargados del guardarropa, los DJs, los camareros...La cultura de club significa que, en un momento dado, se desarrolla un esce-nario en torno al club y éste construye su propio micromundo. La mayor partede los promotores de clubs quieren ganar dinero. Pero a fin de cuentas, los queal principio no pensaban obtener beneficios son los que acaban ganando másdinero... casi por accidente. Queda por añadir un elemento emocional: los DJsdeben interpretar cosas que te hagan pensar cuando vuelves a casa, no quemartilleen tu oído toda la noche».1

—¿Sus sesiones Body & Soul...?

—«Hoy me pregunto si no sería mejor permanecer al margen de losgrandes medios. De este modo se puede construir algo que tiene más integri-dad y feeling que si se está sometido a la presión de las grandes estructurasmusicales. Es entonces cuando se desarrolla una cultura paralela, como Body& Soul. Éste es un buen ejemplo de algo vivo, que está verdaderamente reali-zándose y que se encuentra completamente separado de todo lo que has podi-do ver en otros lugares. No es algo único. No es original; es precisamente lacontinuación de algo que sucede desde hace muchos años, ya sea en el ParadiseGarage, en el Loft, en el Gallery o en el Better Days. Pero la mayoría de la genteque acude a las Body & Soul y ve lo que se está haciendo, queda alucinada por-que no tiene ningún punto de referencia. Por el momento, no se sabe muybien cuál es nuestro lugar en la globalidad musical; tampoco buscamos saber-lo. Sólo intentamos hacerlo con la máxima sinceridad.

Body & Soul incumbe por igual al público black, latino, blanco, gay ostraight; sin embargo, es una ínfima minoría de cada grupo la que participa.Por lo tanto, toda la música que nosotros representamos hoy no persigue ni unsolo fin relativo a un plan de estricto marketing».2

1 Entrevista realizada por Jean-Yves Leloup, publicada originalmente en la Virgin Megaweb, ínte-gramente accesible en la Red en la dirección http://www.technorebelle.net2 Fragmento de entrevista recogida en el primer capítulo del libro Global Tekno, op. cit.

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137Hacia las fuentes directas de la cultura de club y de la hidrotechno

1970-11981. Historia simpleCómo el disco de Tom Moulton, David Mancuso, Giorgio Moroder yLarry Levan transformó el dance music

Nos encontramos a principios de la década de 1970, un sábado por lanoche, en un club de Nueva York: el Fire Island. Joven con cara decolor de tiza que había dejado la escuela por una tienda de discosdonde alimentaba su pasión por las músicas black, Tom Moultonobserva a los Blancos, en la pista, intentando sacudir sus traseros conla fiebre del soul o del funk. Es demasiado estúpido —piensa— que,apenas cojan el ritmo, el tema se pare al cabo de tres minutos. «Tieneque haber un medio de prolongarlo para no perder el feeling y llevaresos cuerpos a otro nivel de intensidad». Aprovechando el material desu almacén, encuentra esos títulos cortos en formato radio, y, en sucasa, con su giradiscos y su magnetófono, se pone manos a la obra:durante veinticuatro horas coge los temas uno por uno, los bricola paraprolongar su duración, luego los monta en un conjunto coherentesobre una de las caras de la cassette de cuarenta y cinco minutos.Entusiasmado, corre a ver a los muchachos de ese club —Fire Island—, lesexpone su idea y les entrega la cinta. ¡Ay! Apenas escuchan un trozo, ríena carcajadas. «Ánimo, chico, no dejes tu trabajo!» Se va, hundido.Esperando el ferry, comienza a llorar; pero he aquí que se le acerca untipo y le pregunta cuál es el motivo de semejante chotina. Ese tipo es elpropietario de otro club neoyorquino: el Sandpiper. Tom le entrega sugrabación y su número de teléfono. Pasadas dos semanas, un sábado a lasdos y media de la madrugada, recibe una llamada telefónica: «¿Puedes

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hacer otra cassette? ¡La gente se vuelve loca con ésta!» Y, durante dosaños, Tom Moulton grabará cintas con temas «remezclados» en elmagnetófono para el Sandpiper: «Sabiendo que yo trabajaba para elSandpiper, la gente se decía: ‘ése debe de ser uno de los mejoresDJs...’ Nadie podía adivinar lo que pasaba, pues siempre habíaalguien de pie en la cabina para que la gente no notara que sólo setrataba de una cassette de audio».3

Historia de club. Historia afortunada. Historia de apasionados de lamúsica black e historia para hacer duradera la felicidad del baile... Añosdespués de la aventura premonitoria de Tom Moulton, el disco intro-duce lentejuelas vocales, mal gusto ornamental, gruñidos de leopardoen celo y los gargarismos de la balbuciente electrónica del must de lamúsica negra estadounidense, el Philly Sound de Filadelfia y el MotownSound de Detroit. Pero el disco no podía reducirse a los confetis sinté-ticos, a las fatuidades sexuales o a los éxitos de caja registradora de starscomo Bee Gees, Boney M., Cerrone, Sylvester, Imagination, VillagePeople e incluso Donna Summer. Mucho antes de ser un género musi-cal, me gustaría hablar de una cultura a galaxias luz de los tópicos a losque asocio —quizá forzadamente— esas lastimosas y molestas figurasde la vulgaridad comercial. Sobre un sistema de hedonismo y de afini-dad electiva es como se construye la cultura de club, desde principiosde los 70 y gracias a descubridores como Tom Moulton o DavidMancuso, alma del Loft.

12 de febrero de 1970. Primera sesión de lo que se llamará el Loft.Mancuso recibe en su casa, en su apartamento. Nada de decoraciónespectacular por ningún lado. Nada de alcohol. Sobre la mesa de lacocina, zumo de frutas fresco y cuadros compuestos con verduras yhortalizas para una fiesta puramente musical con aire post-Woodstock:Love Saves The Day. Semana tras semana en Brodway, luego en el Sohoo en el East Village de Manhattan, el Loft se convierte en LA referenciaque seguirán otros clubs mayores como el 10th Floor.

El Loft me abrió el cerebro —dice David Morales—. Íbamos a su casa cadasábado. Era algo religioso. Era nuestra iglesia. La atmósfera de la fiesta eraincreíble. No era un club. Era una historia de familia. Ibas a casa de cada uno,

3 Resumen de una entrevista hecha «a la carrera», rica en detalles, publicada en el sitio Disco-Disco: http://www.disco-disco.com/tributes/tom.html

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a su salón. Jamás había el menor problema. No se excluía a nadie. La genteestaba totalmente mezclada. De todas las edades. Podías encontrar a unmuchacho o a una mujer de cincuenta años bailando a dos pasos de un jovende dieciocho como yo. Era algo muy distinto de un club comercial. Sólo podíasentrar acompañado de una persona que tuviera ya su tarjeta, y para llegar a sermiembro debías ser apadrinado. Había que discutir con la gente para que lafila avanzara.4

Al Loft no entran los sábados más que doscientas o trescientas perso-nas, gays en su mayoría, pero también heteros, damas suntuosas y cuer-pos de todos los colores: negros, blancos, latinos... Al contrario que enlos clubs, donde se produce una segregación natural según el origen ylas clases sociales, en el Loft se mezclan todas las minorías o, más bien,una ínfima porción de los más ardorosos representantes de esas mino-rías. Se crea, así, una comunidad informal de bailarines y de enamora-dos de la música, de todas las músicas: el Philly Sound, el soul y elrhythm & blues, evidentemente; pero también algunos descartes delrock y los aires latinos y africanos. Sólo se paga —muy barata— laentrada; luego se deambula por las habitaciones de ese apartamentodonde vive el maestro de los giradiscos durante el resto de la semana.No hay espectadores en el Loft: todos son actores de la fiesta. Se baila,se escucha, se discute, se limpia, se tocan unos a otros, se bebe, secome, se encadena la ingesta de substancias prohibidas, algunos se des-ploman fatigados, se excitan las papilas y otras partes del cuerpo... Selleva esta vida de amor, de agua fresca, de sexo y de drogas (aunque conmenos rock’n roll que rhythm & blues) tanto más placenteramente porcuanto el Sound system, obra maestra de sobriedad y elegancia sonora,minuciosamente tratado, nunca dinamita los tímpanos.

La cultura disco surge en este tipo de clubs, en el territorio delunderground, en el corazón de las fiestas sin licencia, entre elegidos quese ceden mutuamente su alegría como lo harán más adelante los vivi-dores de raves piratas repartiendo octavillas y jugando al despiste. Lasautoridades policiales están inquietas desde 1972 por este asunto; envíana un agente que echarán fuera; luego volverá a las puertas del Loft acom-pañado de un grupo uniformado. Pero la selección hortofrutícola y laausencia de todo tipo de alcohol en seguida resuelven el conflicto hasta

4 Testimonio recogido del libreto de presentación de la primera compilación de The Loft(Nuphonic).

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los siguientes pleitos interpuestos contra las fiestas «no autorizadas confines lucrativos». Episodio original: en 1979 David Mancuso es decla-rado inocente gracias al testimonio de Mel Cheren, patrón del célebresello disco «West End Records»: «Señor juez: ¡cómo quiere usted que unhombre tan despistado, que cada mañana se pone los calcetines despa-rejados, tenga el menor sentido comercial!»5

Abrid los ojos tanto como los oídos: en ese baño de energía tal vezreconoceréis a David Morales o a Larry Levan, a Tony Humphries o aFrankie Knuckles, a Esteve d’Acquisto, o a François Kervorkian... Enel Loft se encuentran con naturalidad los mejores DJs y futuros DJs deNueva York, alegres desconocidos resplandecientes como actores de lavida musical. De este modo, el Loft se convierte en una suerte de enfe-brecido laboratorio. Es ahí, en 1973, donde estalla el Soul Makossa deManu Dibango. Mancuso encontró un vinilo francés en una tiendeci-ta jamaicana. Adora ese estribillo africano de jazz y de funk, aparecidooriginalmente como cara B de un sencillo dedicado a la selección defútbol de Camerún. Frankie Crocker, animador del «New Yok’s WBLS»,emisora de radio black conectada con la vida de los clubs, conserva suaire fashion. Pone y repone Soul Makossa, propagando el fuego a otrosclubs y radios y, sobre todo, al público. El disco, solicitadísimo peroinencontrable, sale en versión pirata... y responsables de «AtlanticRecords» deciden finalmente liberar para el mercado estadounidenseese título inhabitual. Prueba irrefutable: del corazón de las fiestasunderground sin ningún objetivo comercial pueden salir éxitos.Siguiendo esta lógica y sin otra preconcepción que el puro gusto,Mancuso creó en 1975 el primer prono pool: ello le permite testar temasen el Loft antes de que nutran los clubs hasta su salida final al mercadodel disco, ya sean o no claramente comerciales, en formato radio o deuna duración herética...

1976. Primer año de la revolución disco. Un DJ neoyorquino —Walter Gibbons— coge del álbum un tema de tres minutos: Ten Percentde Double Exposure; mima, estira, sube la potencia y hace golpear las per-cusiones hasta el infinito; incorpora ligeros efectos y extrae de todo esoun mutante de once minutos. Así nace el primer «maxi» vendido enpequeñas y grandes superficies: los sellos discográficos, en concurrenciacon el reciente «Salsoul Records», se implican al fin en el asunto.

5 Véase el comic de David Blot y Mathias Cousin, Le Chant de la Machine (Delcourt, 2002).

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Ese Ten Percent revisado y corregido no es el primer título de músicablack en alargar sus mangas. En 1969 el Sex Machine de Sly & TheFamily Stone escala ya hasta los trece minutos con una pegajosa subi-da de adrenalina en las repeticiones alimentadas por una saturada gui-tarra y por un fervor psicodélico. A principios de la década de 1970 losorfebres del soul se permiten la libertad de tallar el corazón de susálbumes. Entre jadeos amorosos, Barry White vuelve elásticos algu-nos de sus extáticos temas. Juego de hipnosis y de repeticiones, ador-nado con detalles sonoros e instrumentales con discreto remate,como si los príncipes del soul hundieran sus azucarillos en un café demúsica minimalista a lo Philip Glass o a lo Terry Riley. A imitaciónde Shaft de Isaac Hayes en 1971 o de Papa Was A Rolling Stone de lasTemptations un año después, ese buen amigo en formato radio per-manece siempre musicalmente correcto.

Entonces ¿por qué ese primer maxi concebido como transición en1976? El Loft y algunos otros clubs dan una de las claves al demostrarque pueden estar en lo más alto de las listas de ventas e incluso ocuparlas emisoras de radio con títulos como Soul Makossa. La segunda expli-cación hay que buscarla en la industria del disco y, sobre todo, en losnuevos sellos, que encuentran en el maxi comercial la endiablada expre-sión de la nueva cultura de club... Sellos como «Salsoul» —ocupadodesde su fundación en 1975 en fusionar R & B y ritmos latinos— o«West End», creado en 1976 por Mel Cheren tras la desaparición de«Scepter Records»... Y, en fin, influye también el papel de personajes atí-picos como Tom Moulton, quien, no por azar, se une a Walter Gibbonsen la autoría del famoso Ten Percent en versión serpiente de mar...

A principios de los setenta, Tom Moulton trabaja para «ScepterRecords», donde se ocupa de parir singles de promoción. En esa épocael disco de 33 revoluciones mide 12 pulgadas de diámetro, y un single7 pulgadas; un instante sólo. Hasta este «accidente» que él mismocuenta introduciéndose en la escena de un diálogo con su maestro delmastering José Rodríguez:

Un día iba a ver a José; llevaba en la mano I’ll Be Holding On de Al Downing,y le dije:

—José: necesito acetatos urgentemente...—No dispongo de ninguno virgen de 7 pulgadas; sólo tengo de 10 pulgadas...—Bueno, si es todo lo que tienes, lo haremos con ése. ¿Qué diferencia hay?

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Entonces, recorta uno y le digo:—Esto no se parece a nada; mira esa mínima banda grabada, completa-

mente ridícula en ese chisme enorme. ¿Qué pasaría si probáramos... Crees quepodríamos ampliarla?

—¿Quieres decir estirando los grooves?—Sí.—Bien, tendré que incrementar el nivel...—Vé y aumenta el nivel...

«Hicimos el trabajo y, después... ¡Oh! Cuando escuché el resultado, dije: ¡Diosmío! ¡Es tan potente! ¡Escucha eso! ¡Lo adoro! Fue un accidente, y así comen-zó todo. Aunque para el título siguiente —So Much For Love, de Moment ofTruth— nos dijimos que sería más práctico masterizarlo en 12 pulgadas y noen 10... Y así nació el primer maxi-single.6

Venerado como «Maestro e inventor del disco maxi», Moulton noacepta semejante epíteto. Se define a sí mismo como «un rufián que legusta la música». ¿Y sus hallazgos? Según él, simples incidentes debidosa las circunstancias. Sin ninguna arrogancia, este hermoso joven conaspecto de Tom Selleck crea el «ábrete sésamo» del house y del techno:temas de baile ampliados sobre hostias de vinilo más largas para que elplacer se prolongue en la pista en perjuicio de los formatos radio. Tienerazón: ésta es una historia de fortuna, de amor y de sanas conmocio-nes. Como la invención del Disco Break, que sigue lógicamente lospasos del primer azar de los acetatos... Imaginad el comienzo de untítulo: arranca el sonido con suavidad, sube poco a poco y, después,estalla. ¿Cómo profundizar en una materia sonora tan bien construidapara extraer de ella un mutante tan largo? ¿Cómo evitar el plagio detemas Frankenstein? ¿Cómo copiar y pegar sin crear monstruosos enla-ces que suspenderán a los danzantes en sus gimoteos sexuales? Tom yJosé ratean los motores. Lo prueban todo, y para que el collage fluya desu fuente, hacen girar en redondo las pistas de baile. ¿Qué queda detodo ello? El break de batería. Ese hipo puramente rítmico que, al con-trario que el de los teclados o el de los violines, vive perfectamente ensu forma de ruptura. Un maravilloso ralentí para que vuelva a arrancarla pulsión animal en su lecho de caricias musicales. Así surge el famo-so Disco Break.

6 Véase la nota 15 de la pista 4.

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En las raíces del disco existe esa búsqueda del mejor sonido para las pis-tas de baile que, desde 1974, impulsa Moulton fusionando en su tra-bajo de mezcla tres títulos del primer álbum de Gloria Gaynor: NeverCan Say Goodbay... Una búsqueda simple y sin forma que está en elorigen de la bomba del Ten Percent de Double Exposure dos años mástarde. Comercializado primeramente por «Salsoul» y luego por «WestEnd», el maxi actúa como el virus de una epidemia que, partiendo declubs como el Loft, el 10th Floor, el Gallery, el Xenon, el Galaxy’s, elSanctuary o el Studio 54, se multiplicará en una miríada de formas con-tradictorias y se extenderá rápidamente entre el gran público.

Los primeros éxitos de Donna Summer —Love To Love You Baby yTry Me, I Know We Can Make It— duran dieciséis y dieciocho minu-tos. Estos hits disco, concebidos por Giorgio Moroder como largostemas a base de subidones de adrenalina y de suspiros orgásmicos, seconvierten en metáforas de la sexualidad post-68, fiera y desinhibida.En 1977, con I Feel Love, el sonido se transforma en más minimal ydescarnado tejiendo un hilo electrónico obsesivo en el que se enroscala voz de Donna Summer como una boa hembra mirándonos fijamen-te a los ojos. Con este título premonitorio y su «línea de bajo galopan-te» —que es su marca de fábrica—, Moroder une el fervor pagano discocon la perfección mecánica de Kraftwerk. Crea un diagrama que serácopiado miles de veces.

El disco cambia. Aparecen nuevas figuras reivindicando el deseo devender sin complejos sus pastillas de placer a millones de excitadosjóvenes y los estudios se unen a ellos. Los avispados tiburones afilan susdientes. Tienen un modelo: esos Grandes Malignos a los que se puedecalificar de iniciadores del género: los alemanes de Silver Convention.¡Ah! ¡Qué incitantes son las doncellas que aparecen en la funda de FlyRobin Fly! El truco está en que no cantan. Aparecen ahí sólo como unreclamo henchido de glamour; y eso funciona, pues el título penetra enlos charts estadounidenses desde 1975... ¿Hay que arrojar a esas insig-nificantes criaturas a las mazmorras de nuestra historia? Sería una pena, yaque nuestra autocensura nos privaría no sólo de sus notables traseros, sinotambién de ese feeling de gozo puro y de esas palabras de abisal ligerezaque constituyen el alma dolorida del disco. «¡Vuela, Robin, vuela!» YRobin emprende el vuelo en todas las discotecas del mundo.

Hasta en sus prodigiosas ventas, la música primaria y, en particular,la cultura de club de aquel disco señala una ruptura: el espectador, pia-dosamente sentado tras una jornada de duro trabajo, ya no se arrebuja

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en su cómodo papel de admirador de los solos del guitarrista de rock ode las vocalizaciones del cantante de ópera. Desde el Good Times deChic hasta el Fashion de Amanda Lear; de Patrick Juvet a SilverConvention, las estrellas del disco envían un prolongado beso de amor asu amplísimo público, así como un mensaje que coloca al nivel de lasnalgas los sueños de liberación de las vanguardias intelectuales de laprimera mitad de siglo... ¡Acudid! ¡Liberáos! ¡Bailad! ¡Divertíos! La vidano debe despilfarrarse en esos días de trabajo asalariado, sino en la fie-bre del sábado noche. ¡Desplegad todas la velas! Cuando DidierLestrade, espléndido cronista de esos días de fiesta,7 me habla deAmanda Lear, no escucha la música que podría perfectamente repro-ducir en su cadena hi-fi, sino que se ve a sí mismo —joven y extasia-do— bailando con sus amigos en el Club 7, La Main Bleue o LePalace. Con esos éxitos disco se siente vivo: Amanda Lear le cuenta susaventuras a él y a sus colegas de lupanar en la discoteca; sus primerospasos dubitativos en la pista, sus noches blancas, les habla de su sexo...Derruida la prisión del trabajo, dinamitados los contratos de las buenascostumbres, incluso reductibles desde un punto de vista estrictamen-te musical, esos éxitos son el espejo de los jóvenes por fin desinhibi-dos que quieren ser también stars del presente. Aún mejor: para ellos,como para el punk, el carácter primario de la música es un golpe, unacto de desafío consciente e inconsciente. En el pogo los punks se exci-tan y tropiezan, bailan, y lo hacen mejor si no saben cómo hacerlo.En el disco, aunque algunos perciban la estela y el ritmo del baile,lo esencial es dejarse llevar, asumir su ridículo de joven blanco conel trasero inmóvil para facilitar su liberación. Así nace una actitud,una cultura del presente que encontrará su máxima y plena expre-sión a finales de los ochenta en el delirio de las raves, aun a riesgode nivelarlos por abajo.

Desde 1976, con ese estado de espíritu sin prejuicios por ganarpasta gansa, sin complejos sexuales y de mal gusto, el francés Cerronedesova Love In C Minor con sus violines aparejados al sintetizador.Cerrone y Moroder innovan debido a la exagerada simplicidad de supulsión rítmica: un bombo poderoso, enorme, que golpea, golpea ygolpea cada vez de forma más rápida (¡120 bpm!, para los amantes delas números). Desde su primer éxito en 1968, Looky, Looky, Moroder

7 Para tener una idea de ese estado de espíritu (aunque ese journal sólo se refiriese a la primera mitadde la década de 1980), léase Didier Lestrade, Kinsey 6, Journal des années 80 (Denoël, 2002).

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sólo tiene un objetivo: hacer bailar. Comienza con jerk bubble-gum,continúa lánguidamente con Donna Summer en 1973 y después haceestallar la cabina con el disco cuando introduce a Kraftwerk en suhongo. Cerrone navega sobre aguas próximas, salvo que, conSupernature, en 1977, derrama sirope de Jean-Michel Jarre en su sopasintética, aunque tuviera buena aceptación.

El disco de Cerrone y Moroder vivirá feliz y tendrá muchos hijos,unos más primarios que otros, pero todos con el mismo candor kitschque tanto gusta a las admirables locas de la escena homo e idénticomensaje hedonista que rompe, aún entonces y en adelante, toda ideade división entre la vida y el arte, ambos confundidos en el mismoculto del sábado noche. Yo jamás he querido probar esos chupetesmusicales ricos en sudor, en garbo y en tickets coleccionables; me con-formo con citarlos aquí, pese a sus dichosos éxitos: El Eurobeat, formaitaliana de disco que aparece en los ochenta «caracterizada por melodíaspúberes y arreglos electrónicos» que parecen estar interpretados consintetizadores caseros y que tomaron a su cargo los Pet Shop Boys; la highenergy (o Hi-NRG), «metamorfosis centelleante del disco resurgida entre1982 y 1985 con un éxito en 1984. Los bpm pasan desde entonces a140; a veces, más. El sonido, siguiendo la influencia del Eurobeat, es casial cien por cien electrónico y señala la reaparición de la diva aulladora».8

Con nombres como Lama, Kasso, Evelyn Thomas, Divine, Fun Fun oCarol Jianni, algunos ¡todavía hoy se desmayan! Sea.

De 1976 a 1980 —en Nueva York, sobre todo, donde el sonido sólovibra en los clubs— la dinamita disco no se parapeta ni tras un único esti-lo ni tras las producciones brutas y vulgares del género Bee Gees queinundan el mercado en torno a 1979. A la «Música Máquina» deMoroder y sus hipos infinitamente machacones responden las cuerdas yritmos de la suave fiebre de Risco Connection, del gusto de Mancuso. Peroconfieso aquí mi preferencia por las experimentaciones de un ArthurRussell, oculto tras los nombres de Gab Band o de Kool and The Gang.

Puramente anecdótico en cuanto a ventas, el ejemplo de ArthurRussell bien vale ser analizado en tanto es sintomático de las fusionesque se operan en esos años en el corazón mismo del underground neo-yorquino. Homosexual desprejuzgado, el joven estudió música indú en

8 Algunas citas e informaciones esenciales de este capítulo provienen del excelente «Planète Dance»,número especial de Rock & Folk, escrito en 1991 por Didier Lestrade y Pascal Raciquot-Loubet.

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la escuela «Ali Akbar Khan» de San Francisco y quedó estigmatizadopor su encuentro con Allen Ginsberg, sobre cuyos poemas especulócon el violoncello. A mediados de los setenta llega a Nueva York paraseguir los cursos de la «Manhattan School of Music». Tiene ocasión allíde tocar su instrumento profundo y precioso en una composición dePhilip Glass y de divertirse con experimentos próximos a la fronterarock al lado de personajes de la vanguardia musical como RhysChatman, Peter Gordon, Peter Zummo, John Gibson o David Byrney Jerry Harrison, que fundan los Talking Heads en 1974. Junto al DJ

Steve D’Acquisto, tres ambiguos coristas y los Ingram Brothers en la sec-ción rítmica, improvisa en el Loft un tema disco desconcertante deardor sofisticado durante más de diez minutos, himno undergroundque será remezclado por Larry Levan: It Is All Over My Face. ArthurRussell lo modifica, mezclándolo con otros experimentos sonoros,reduciéndolo a su esqueleto de beats para alimentar mejor esa tramamatemática de ruidos e improvisaciones y desembocar en el nuevo PopYour Funk, que suena techno antes de tiempo. Con este título fija unapremonitoria fusión de músicas de baile y músicas repetitivas sobre undiván de efectos de ¡música concreta!

Punk y disco mezclados, jazz experimental o funk en un lecho demúsicas repetitivas de formas inspiradas en África u Oriente; de Suicidea Loose Joint; del Loft caluroso al punzante The Kitchen; del ParadiseGarage al CBGB’s, la caldera neoyorquina que encarna Russell haceexplotar no sólo los formatos del rock, sino también los del soul y los detodas las músicas populares. Época de locura. Con I Zimbra, en 1979,los Talking Heads crean una canción disco transplantada a los clubs.David Byrne escande su liturgia verbal mientras el mundo entero baila yse deshace en las pistas: «Gadji béri bimba clandrili, Lauli, lonni cadorigadjam, A bim beri Glassala Glandride, E glassala Tuffm I Zimbra.» Perolo que verifica ese poema ruidista es la obra de uno de los más grandesartistas dadá del «Cabaret Voltaire»: ¿Hugo Ball? I Zimbra ahonda en la«razón razonante» bajo torrentes de percusiones primitivas que inundanlos templos del baile underground con magníficos grupos como ESG oLiquid Liquid, dando la bienvenida al Arte negro celebrado por MaxErnst y brillando con miles de rayos en los límites de todas las catego-rías: disco y new wave, hip-hop y vanguardia experimental.

En su Diario, Andy Warhol narra el encuentro con Debbie Harry,de Blondie, star punk que interpreta disco con casco Moroder y seencarga del timbal en Heart of Glass. Y se piensa en esas palabras del

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célebre artista a propósito del Studio 54 de Manhattan, frase posterior-mente emblemática del Palace de París: «Aquí, las estrellas no son nada,pues cada uno es una de ellas». En ese caos neoyorquino se persigueuna cierta aventura pop, surgida quizá de aquel día de 1964 en que eldandy Warhol expone sus «Cajas Brillo» y sus «Sopas Campbell», obje-tos de consumo desnudos, agrandados y supermultiplicados. Lo comúnelevado al pináculo. La Factory... Después, la Velvet Underground y suamateurismo inteligente entre un John Cale reciclando sus aprendiza-jes de música minimalista y un Lou Reed ingeniándoselas para tarare-ar en falsetes y mimar su guitarra. El hervor de finales de los setentaprosigue la aventura de los espíritus libres que fundaron el «CabaretVoltaire» y el movimiento futurista. Una historia infinita que no termi-na de situarse y de añadir nuevas ambigüedades a sus paradojas.Todavía se quiebran las reglas de la armonía de las artes y de los cuer-pos, de la familia y de las instituciones para construir otros principiosmás salvajes o para no reconstruir nada en absoluto, dejando el campoen ruinas. Se destruyen poco a poco todas las previsiones del pensa-miento y de las músicas burguesas para sustituirlas por una liberaciónde las costumbres que rechaza toda norma. Incluso la del mercado.

Hasta el nihilismo; hasta el sida, a causa del cual Arthur Russellmorirá en 1992 como otras muchas figuras de la época disco. Mierda.

Y, en fin, está el Paradise Garage, auténtico mito, mezcla pura y per-fecta del espíritu del Loft y de los locos años del disco de Nueva York,del amor por todas las músicas y del deseo de llevarlas lo más lejos posi-ble, hasta los extremos del mix y de la exploración musical, aunquesiempre elevando a la gloria a los dos mil cuerpos bailando que inva-den aquel lugar mágico. Un club privado, sin alcohol, rico en frutadurante el verano y en pasteles durante el invierno, gratuitos, desdeluego; una «house», una casa como el Loft diez veces más espaciosa: elParadise Garage es para muchos la más grande Meca que jamás hayaconocido la «cultura de club», y tal reputación la debe a su mecenas,Mel Cheren (¡aún!) Y, ante todo, a su príncipe metafísico: Larry Levan,DJ negro y gay al que denuncian su voz y su desgana. Un artista al quese le debe la construcción de la inmensa popularidad de los DJs dehouse o garage, como, por ejemplo, Joe Claussell (por citar sólo uno),creador del sello «Spiritual Life», de quien se dice es «el hombre de losplatos, el equivalente de Miles Davis a la trompeta, de Jimi Hendrix ala guitarra y de John Coltrane al saxo».

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Mel Cheren cuenta en el libro Global Tekno los comienzos de esemonumento del baile donde oficia Levan:

El Paradise Garage se llamó al principio Henry Street, en referencia a la calledonde estaba situado, en el corazón de Greenwich Village. El Loft era nuestromodelo. Su inauguración en enero de 1977 fue una verdadera catástrofe. Nohabía calefacción y afuera hacía un frío siberiano. La gente tenía que esperarpara entrar y, una vez dentro, ¡el equipo de sonido se averió!

Esto hizo que pasara mucho tiempo hasta que volvieran los clientes, yhasta 1979 el Garage no arrancó verdaderamente. A partir de ese momento,Larry se apropio del público. La gente venía de todas partes por él: del Bronx,de New Jersey, luego del mundo entero. Larry no temía tocar cualquier cosa;disco, claro, pero también toda clase de músicas underground: LoleattaHolloway o Talking Heads. Cuando le gustaba una canción, podía ejecutarlahasta seis veces en una sola noche.

Sabía crear esa atmósfera «drama» tan particular. Podía apagar las luces yponer un efecto sonoro de lluvia durante diez minutos. Las sirenas, los silba-tos y muchas otras cosas que hoy se escuchan en los clubs de todo el mundolas introdujo él por primera vez.9

Chamán a medio camino entre el artista y el entertainer, entre el mez-clador y el lampista, Levan crea un universo sonoro en cuyo interiorcomulgan los clubers en levitación. Un mundo en sí mismo que llevalas herejías de Grosso, de Gibson o de Moulton hasta su lógica última:el olvido de temas en provecho de un ritmo líquido alrededor del cualgravitan perlas originarias del arco iris, voces a capella o efectos plutó-nicos que hacen perderse a los danzantes entre mil sorpresas, en formade caprichoso filamento el foot batiendo punzante el bombo que, entrelos dedos del DJ, dura, dura, dura y se mezcla con mil colores: de loszapateados flamencos a las derivaciones electrónicas de Moroder; de lascaricias del cello de Arthur Russell a los delirios de First Choice; de los flu-jos reggae de Joe Gibbs a las melosas sofisticaciones de los Peech Boys deLarry Levan; de los gritos de David Byrne a los ronquidos de Sylvester.10

El «hombre de los platos» puede (si lo siente como en junio de 1984con Music Is The Answer de Colonel Abrams) estirar, triturar y manipu-lar un mismo y único título durante toda una hora. Sabe transmitir sus

9 Los testimonios de Mel Cheren y Fraçois Kervorkian pueden leerse en el primer capítulo dellibro Global Tekno, op. cit.10 Véase nota 5 de este capítulo.

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iluminaciones. Así hace con Heartbeat de Taana Gardner: al tempo enprincipio demasiado lento como para inflamar al público, le mezclalatidos de corazón auténticos: lo ejecuta una , cinco, diez veces, hastaque la pista, abarrotada, delira con la fiebre que la canción exhuda... Yse convierte en un éxito de la tienda del club («Vinylmania») del quese venden cien mil ejemplares en una semana sólo en Nueva York.Muerto en 1992, Larry Levan encarna una visión radical de la culturade club, una mirada, una actitud sin concesiones hecha a su gusto y alde los extasiados de la pista. «Cada semana, recuerda Kervorkian, cam-biaba los circuitos de lugar; era capaz de pararse en mitad de una sesiónpara regular la orientación de un tweeter, y, a continuación, retomabalos platos. Limpiaba él mismo las bolas luminosas. Quería que todofuera perfecto, ¡y lo era!

Levan no es la reencarnación de Jesús (aunque...), pero no estámenos próximo de su público que él, bajando de la cabina para tirarsea la arena, maestro de ceremonias relatando sus historias por medio delas palabras de himnos encadenados, orquestando la fusión de los cuer-pos y de las almas como el derviche trompo enajenando a sus ovejasentre cielo y tierra.

Las selecciones de Larry Levan (DJ black de una discoteca que serevela a la vez como templo gay y paraíso negro), no tienen límite. Enlos albores de los ochenta, siempre sobre el hilo del caos e inspirado enKing Tubby y en las Temptations, programa largas playas de disco sinversiones vocales, estiradas hasta el infinito, alimentadas con ecosmágicos y reverberaciones alucinadas, y crea así, en live, títulos demúsicas de baile instrumentales en modo dub. Padre del género quelleva el nombre de su club (el Garage), género que a veces olvida cuá-les son sus fuentes, Larry Levan es el eslabón que falta entre el disco ysu hijo salvaje el house.

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1975-11985. Debate públicoEn diez años, disco y hip-hop fabricaron la cuna de los hermanostechno y house

En nuestro imaginario nada hay mas opuesto que disco y rap o, cuan-do menos, público disco y público rap. Por un lado, el gay muy blancode acuerdo con su tipología: botines, pantalón ceñido, estirado, circo-nitas y manchas de cava en las nalgas. Por el otro, el Black muy macho,como lo imaginan los precavidos Blancos, con gafas negras, músculos«Mister Proper», cadena de oro y metralleta «Uzi» en vez de cerebro. Porun lado, la calle ocupada, las blocks parties. Por el otro, los clubs gay. Y,entre ambos universos, una abismal incomprensión. «¡Disco sucks!»

El Black Larry Levan se alimenta, sin embargo, del dub de Jamaica,como Kool DJ Herc o Grandmaster Flash en las calles del Bronx.Escuchad el Rapper’s Delight de Sugarhill Gang, que difundió el rap portodo el mundo tras su aparición en 1979, éxito monstruoso en elParadise Garage. ¿Puede hacerse más disco que sonido sample del GoodTimes de Chic; Good Times que será saqueado, batido y triturado aúnpor un número inconcebible de DJs del Bronx? Ciertamente, los puris-tas no aprecian nada ese collage oportunista de un Sugarhill Gang algolatoso, según su propia opinión. ¿Quiénes escuchan entonces la cara Bdel single White Lines de Grandmaster Flash & The Furious Five,fechado en 1983?: ese dub alambicado ¿no suena a disco digerido alralentí y a delirio extra fino, incluso de techno chusco y prehistórico?

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Cualquiera que sea su confesión musical, los grandes DJs de NuevaYork se respetan, y no solamente por su piel de color ébano o por susritmos como pequeñas bombas surgidas del fervor disco (como elHeartbeat de Taana Gardner, que se encuentra en el corazón del rapneoyorquino bajo múltiples trasplantes). El disco que defienden LarryLevan, David Mancuso, Frankie Knuckles o François Kervorkian notiene nada que ver con ese estofado de grandes almacenes para limpia-dores de playas que invaden en esa época todo el planeta. No, ellos nobuscan copiar y adornar su foot con el más insípido varieté. Ellos, entanto hacen bailar, inventan manteniéndose fieles a ese guiso de los orí-genes, fieles al espíritu del Loft y del underground. Entre el disco de lasminorías gay y el hip-hop de las minorías black, entre la droga musicalde los clubs y los estimulantes sonoros de la calle, el diálogo no esimposible. Es más: los DJs de disco y de rap se roban unos a otros sincachearse. Los orígenes se mezclan. ¿No os convencéis? Escuchadentonces a DJ Red Alert, compañero de Afrika Bambaataa desde losinicios underground del hip-hop a mediados de la década de 1970: «Yofrecuentaba los clubs disco del Downtown Manhattan donde actuabanDJs como Grandmaster Godbless, Grandmaster Flowers, Pete DJ Jonesy algunos otros. Pero el sábado por la noche subía al Bronx para vertocar a Kool Herc, el creador del hip-hop. Por lo tanto, es natural queyo tratara de combinar ambas influencias».11

Se casaron y tuvieron muchos hijos.

11 Fragmento de una entrevista realizada por Bandini para el número 13 de la revista RER (octu-bre de 1997)

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1971-11997. Paralelo estéticoLa extraña semejanza de los primeros álbumes de Neu!, Suicidey Daft Punk

Quien sabe estudiar las músicas populares ateniéndose a la estética y alas actitudes antes que a las apariencias y a los instrumentos descubrefrecuentemente paralelismos inesperados entre momentos y lugares.Así es esa extraña relación —que a mí me resulta tan personal: cadacual puede entregarse a este ejercicio con sus discos de cabecera— entreel primer álbum de Neu!, la primera obra de Suicide y el Homework deDaft Punk...

Tres momentos extraordinarios: Neu! en 1971 en Düsseldorf o lairrupción del krautrock, rock alemán cada vez menos rock y cada vezmás post-rock; Suicide en Nueva York o la dinamita del rock medianteun grupo de rock’n roll sintético radical, adepto a los clubs undergrounddonde nace el punk a despecho de los medias; Daft Punk en París en1997 o la puesta en órbita de un house francés al que nada le gusta másque el anonimato y el furor mecánico del baile.

Tres envolturas de similar carácter, economía de medios y glamourpop art: el robusto Neu! en anaranjado fluorescente como arrojado detravés por el pincel; el inmenso Suicide en letras goteantes de sangre; elDaft Punk mazacote en letras rojas fosforito bubblegum.

Tres estéticas sonoras análogas, saturadas, brutas y minimales que sejuntan como la banda de sonido en tres episodios de tecnología rota apesar de la absoluta diferencia de sus herramientas: Neu!, letanías de

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guitarra, golpes en una sola caja y un único timbal de batería, centelle-antes y bruscos cambios de velocidad; Suicide, frases obsesionales desintetizadores enfermos que suenan como bliip bliips de caprichososvideojuegos; Daft Punk, el arte de embotar sus samples y sus estruen-dos repetitivos de teclados en un disco-house embrionario y ruidista.

Luego están las voces de esos tres primeros álbumes: gritos, jadeos,estribillos obsesionales y no canciones. Y, por fin, la actitud comparti-da: punk. Aunque Suicide sea un punk contrastado, Neu! un punkinconsciente y Daft un punk calculado.

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1976-11986. Intermedio secretoEl arte del estudio y la teoría de la obscuridad según los Residents

¿Los Residents? ¡Ah! Ese Diskomo de 1980, discoide continuador de suEskimo en dub subterráneo, ¡qué must de techno antes del techno! LosResidents son como los Daft Punk y todos los experimentadores actua-les que cultivan los pseudónimos como nuestra abuela sus sueños:nunca se les ve, aunque tienen inmensas cabezas con ojos en lugar denuestras cabezas de huevo. Tampoco se puede hablar con ellos. O, si sepuede —ocasión única—, nos encontramos con un tal Jean-PhilippeRenoult frente a su emisario en ese bajo mundo; por ejemplo, conHomer Smith. Sí, Homer, como Homer Simpson. Y con ese compañe-ro de ruta se intenta comprender al grupúsculo que representa.

El grupo se forma a mediados de la década de 1960 en el más abso-luto de los silencios. Su patronímico nace más tarde, con toda seguri-dad debido a un correo devuelto conteniendo una cinta que les es reen-viada «a la atención de los ‘Residentes’». De Lousiana se mudan aCalifornia, y, mira por dónde, a mitad de los 70 cae como llovido delcielo un álbum de estribillos repetitivos como si estuvieran grabadosbajo una montaña de algodón; trituraciones premonitorias de temas popen trances de ultratumba, lejanos recuerdos de un universo psicodélico ysaludos sinceros e irrespetuosos a las melodías enloquecidas de losBeatles... Beatles cuyas cabezas aparecían pintarrajeadas con motivosindúes y geométricos en la cubierta original de su primer disco —MeetThe Residents—, grabado, se cree, en 1974 antes de ser reeditado dosaños después, en versión corregida y revisada, ya no mono, sino estéreo,

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y con una nueva funda. Conocido por el público adepto al punk y ala música industrial, este difuminado grupo anticipó la filosofía delos puristas del universo techno. Vayan dos extractos de entrevistapara hacernos una idea de todo lo que el presente debe a sus ances-tros underground:

Una música a base de cintas, cercana a la música concreta...

Sí, hummmmm, los Residents nunca fueron considerados músicos, o, almenos, no buenos músicos, y estuvieron muy influenciados por Frank Zappay el tipo de delirios que construía; pero también por los primeros trabajos delos Beatles a partir de cintas. En aquella época, eso era lo que se hacía o lo másinteresante que se había hecho. Fue entonces cuando advirtieron que utilizarel estudio de grabación como un instrumento les permitía crear una músicaque habrían sido incapaces de tocar de forma tradicional, y que sería muchomás intrigante para ellos actuar así que coger auténticos instrumentos musica-les y aprender a tocarlos pacientemente».

La teoría de la oscuridad...

El misterioso Senada de quien se habla en la funda del primer álbum —y aundespués— existió verdaderamente (lo que falta por probar es su origen; pero,bueno, la fabulación forma parte de su historia). Él tenía sus propias teoríasacerca de la música. Una de ellas era la ‘teoría de la oscuridad’. Según esta teo-ría, un artista realizaba regularmente sus mejores músicas cuando se encontra-ba completamente a oscuras y nadie sabía quién era. La idea es simple: desdeque un artista se daba a conocer y comenzaba a adquirir audiencia, ese públi-co lo presionaba de manera más o menos directa y se hacía imposible para élno ceder, aunque fuera un poco, a esa presión. El trabajo más puro sólo puedesurgir, por consiguiente, de la más intensa oscuridad, cuando se es lo menosconocido posible y no se está de ningún modo influenciado por el público.Durante algunos años los Residents aplicaron esta teoría al pie de la letra,rechazando sistemáticamente cualquier actitud contraria. Pero, al final, sinquererlo, aparecieron reseñas críticas en Rolling Stone y en la prensa británica.No pudieron ser oscuros de esa forma y fueron desenmascarados sin poder,por eso mismo, seguir permaneciendo en el más absoluto secreto. El misterio-so Senada tenía otra teoría, a la que denominaba ‘Organización fonética’, yque tenía que ver con la idea de crear música a partir de sonidos formados conla boca. Lo que yo creo es que fundó semejante principio desde la observaciónde los Eskimos y de su manera de cantar.12

12 Entrevista realizada por Jean-Philippe Renoult para France Culture y publicada en la revista Crash.

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1975-11982. Arqueología mecánicaLa música industrial impone las máquinas al pop y hace eclosionar elelectro-pop

Mayo de 1975. Primer concierto de Cabaret Voltaire en Londres.

Chris Watson: «Un muchacho que yo conocía trabajaba por entoncespara la asociación “Ciencia para todos” y buscaba desesperadamente ungrupo para animar la velada del martes. Le dije que nosotros tocába-mos rock (risa contenida)... Y me respondió: “¡Ah, sí, genial! ¿Y cuántocuesta?” Yo le dije: “Tocaremos gratuitamente.” “¡Oh, mejor toda-vía!”... y entonces se nos anunció en aquellos grandes posters: ROCK Y

MÚSICA ELECTRÓNICA. La reacción fue divertida. El concierto terminócomo el rosario de la aurora. A Richard le destrozaron el equipo y Malacabó en el hospital».13

La música industrial nace en Inglaterra con el punk, en consonanciacon su mismo grito primitivo e inexperto, pedo virulento dirigido a lacara de las corrientes dominantes del pop y de los sucedáneos de la uto-pía hippie digerida en libros a libra, visceral recusación de aquella músi-ca progresiva y de sus insoportables camas de barniz clásico, de sus artis-tas bomberos como Genesis y Vangelis y otros parecidos... La diferenciaentre industrial y punk se revela únicamente en la instrumentación: la

13 Estas palabras están tomadas de una entrevista realizada al grupo por los dos grandes diariosmusicales, el New Musical Express y el Sound, en 1978, accesibles en el sitio Brainwashed:http://www.brainwashed.com/cv/interviews

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máquina y los gruñidos sordos de la industria en lugar de la guitarra ylos larsens, radicalización de un mensaje tamizado en el filtro de lasmáquinas polucionadas y polutantes. Los dos grupos símbolo de esemundo subterráneo —Cabaret Voltaire y Throbbing Gristle— culti-van temas a la altura de este terror más intelectual: la manipulación delos media, el poder de las imágenes, las nuevas drogas, los telespecta-dores y los consumidores reducidos al estado de ocas cebonas, etc. Seven menos como músicos en calzoncillos que como provocadores mul-timedia, terapeutas de su presente industrial, corrigiendo sin autoriza-ción los sonidos y los ruidos tanto como las imágenes pixelizadas denuestro universos electrónico cotidiano.

«Comenzamos el 3 de septiembre de 1975, aniversario de laSegunda Guerra Mundial y principio de nuestra guerra» —relataGenesis P-Orridge de Throbbing Gristle. Desde sus primeros concier-tos, tocan con los feedbacks, el ruido blanco y las frecuencias altas paramolestar a los espectadores; ponen en el escenario cadenas y lavativasanales, imágenes porno en las que a veces aparece Cosey Fanni Tutti yhasta arrojarán sobre la multitud sangre fresca (la suya, seguro, despuésde cortarse las venas). O, por el contrario, en atención a sus innoblesprovocaciones y a sus proyecciones de torturas sádicas sobre las paredesdel local, se hieren semejantes a ángeles bajo una luz ultravioleta.

Su único credo: molestar.

Las manifestaciones de Cabaret Voltaire y de Throbbing Gristle sus-citan continuas batallas y escándalos semejantes a los que produjeronlas representaciones de los futuristas italianos o los del movimientoDadá a principios de siglo...

Probamos la necesidad de ir contra corriente, de romper las reglas de las for-mas musicales establecidas, dice Chris Walton a propósito de ese nombre ine-quívoco, Cabaret Voltaire. Y Stephen Mallinder (apodado «Mal») apostilla:«No éramos dadá: Dadá se autodisolvió y nosotros no pretendíamos crear unnuevo movimiento dadá. Tal vez fuimos un poco ingenuos al elegir un nom-bre tan significativamente análogo, pero existían paralelismos evidentes, undeseo de transgresión, de rebelión contra las costumbres instituidas del arte y,en cuanto a nosotros, de la música y de su industria...14

14 Ibídem.

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Para empezar, está el sonido, la manipulación de las bandas magnéti-cas, cortadas, peladas, pegadas y despegadas, estridencias de radio,disonancias de ondas, fragmentos de discursos captados aquí y allá, unaforma, una estructura y, a continuación, por qué no, una pulsación decaja de ritmos y los escupitajos rítmicos de un bajo zumbón. Los mucha-chos de Cabaret Voltaire no tocan sus instrumentos. Los retuercen entrecollages dadaístas y música concreta, con la adición suplementaria de unabrizna de música popular, no importa cuál... «Estamos fascinados conKraftwerk y el dub, dicen. La repetición, de eso se trata: ese artificio deWarhol y de la Velvet, la repetición que se vuelve hipnosis».

Escuchad esa máquina sofocada de nubes nucleares que os encogen elcorazón en el metrónomo y os hacen bailar la Jamaica urbana antes deacelerar y ralentizar la voz de mando mecánica y la sideral vibración rít-mica: en 1979, con un título como Silent Command, Cabaret Voltairedigiere todas sus influencias y pone los primeros puentes inconfesableshacia pistas de conmociones mutantes. De Clock DVA a Human League,la música industrial se muda en cold wave o reúne a los hijos del punkbajo la etiqueta new wave. Cada una de esas palabras según su ecclesia. O,más bien, según su ausencia de ecclesia. «Para mí la música de Nurse esuna música surrealista» —dice Steven Stapleton de Nurse With Wound—;encasillada en su época como música industrial a despecho del creadorde tal caos sónico y eléctrico, que mete la improvisación free jazz en salsanegra de música concreta, reivindicando las influencias de Lautréamont,de John Cage y del krautrock de Neu!, Can y Cluster.

En un ámbito menos experimental, «Factory», el sello de JoyDivision, publica el single Electricity de Orchestral Manœuvres in theDark, abiertamente inspirado en el Radioactivity de Kraftwerk, quefirma con su éxito el certificado de nacimiento del electro-pop. Caja deritmos, percusión electrónica, el bajo de rigor, estribillo pop y sintetiza-dor a medio camino entre un aire pulido y un estribillo para silbar enla ducha. Este pop es revolucionario para la Inglaterra de 1979.Semejante canción de expectorantes humores no es la primera; aunque,sin guitarra ni batería, con imagen y sonido mal lavados, aclarados enla estética industrial y secados en la manivela krautrock, ¡eso es nuevo!

La dinamita del punk y de la música industrial atomiza el rock inglésbajo una deflagración cien veces más potente que la efímera bomba psi-codélica de 1967, por su rechazo absoluto de las convenciones y decualquier jerarquía y por su andadura y sus músicas. El free rock teutón

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de comienzos de los setenta, ignorado hasta entonces por el carbón bri-tánico pese a sus originarios fulgores, enlaza con diez años de interva-lo. «Casi todos los discos que compraba venían de Alemania, de gru-pos como Faust, Can, Neu!», recuerda Daniel Miller, quien, en 1978,publica, con el nombre de The Normal, dos títulos de absoluto mini-malismo: TVOD y Warm Leatherette, palabras escandidas sobre un sin-tetizador «Korg700S» de escupidor y esquelético sonido. ¿Guitarra osintetizador? Poco importa siempre que la música no prorrumpa enlanguideces pomposas y recargadas. Los sellos independientes lluevenal mismo ritmo que los nuevos grupos. Precisamente por el single de45 revoluciones de The Normal y sin ningún propósito de continui-dad, Miller crea, por su parte, «Mute Records». Y no está solo: AK

Process publica Electronic Musik con una funda completamente blancaen el efímero «Output Records»; Neu Electrik sale en «Synestesia»;Minny Pops en «Plurex 900» y en «Neutron sur Neutron Records»;The Prophets (llegados del Este) en «Hypothetical Records», You’veGot Foetus on Your Breath en «Self Inmolate»; Digital Dance en«Digital Records»; Alpha Beta en «Magnet Records & Tapes»; TheSame en «Unelikely Records»; The Pop Group en «RadarscopeRecords»; The Colours en «See Saw Sounds»; 23 Skidoo en «FetishRecords»; Soft Cell en «Some Bizarre», etc. Se abren tiendas especiali-zadas como «New Rose» en París o «Rough Trade» en Londres: cam-bian esa escena de abundancia, se convierten en pulmones del movi-miento y rápidamente se visten con un sello igualmente patronímico.

Antes incluso de que aparecieran esos comercios, el virus, aúnembrionario, se propagó por toda Europa; por correo, en forma depaquetes en los que se disimulaban cassettes grabadas en audio o vídeo.Se hacía intercambio de las primeras obras de Cabaret Voltaire, deCOUM (luego Throbbing Gristle) o de otros oscuros anónimos que nohabían alcanzado la cima del vinilo. Ese tráfico entre camarillas impor-taba sólo a raros iluminados, pero su frenética actividad no cesó detransmitir la enfermedad. Fanzines, un poco más tarde distribuidoreslibres como «Front de l’Est» toman el testigo, y, por fin, clubs y orga-nizadores de fiestas salvajes como Rock in Loft en Francia y, natural-mente, Le Palace, cuya apertura sorprende a más de un cacique.

Mientras Londres tiene fiebre, la epidemia se extiende por el continen-te. En Alemania se desarrolla una escena experimental llena de ruidos yautoburla que retoma la herencia de Can y sus acólitos y la radicali-za en un estallido de risa de caracteres endiabladamente dadaístas.

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A elegir: los gritos del primer 45 revoluciones de Palais Schaumbourg;la música a trozos de Einsturzende Naubauten; los collages bufonescosde Der Plan; el dub rock de SYPH con Holger Czukay; los tambores elec-trónicos de Die Krupps; las nanas de jazz-folk ruidista de Die TödlicheDoris en el sello «Zick Zack»; las payasadas sofisticadas de HolgerHiller e incluso las cacofónicas moliendas funk de DAF, publicado por«Ata Tak» y luego por «Mute», etc. En Bélgica, Front 242 se ilustra enuna misma fuente, mientras que en un contexto próximo a las músicasnuevas se funda el sello «Crammed», donde encontramos a MinimalCompact, grupo cuyo cantante, Smy Birnbach, se convertirá en un DJ

de culto en la década de 1990 bajo el nombre de «Morpheus.».

En Francia comienza todo en 1976, para explotar un año despuéscon la escena punk que ametralla las reglas del rock, desde Stinky Toysa Métal Urbain. Sin tener conciencia siquiera de su parentesco, losrevolucionarios de Métal Urbain son los primos de los neoyorquinosSuicide; mezclan en un mismo barro caracteres ruidistas de los ritmosrock y gorgoritos de sintetizadores bricolados.15

A continuación, el punk hexagonal alimenta, en su vertiente elec-trónica, dos trayectorias que a veces se cruzan. De un lado, las furiassádicas de Pacific 231(que toman como referente el sistema compositi-vo de Arthur Honegger), las pulsiones primitivas y sintéticas de Art &Technique y el rock industrial de la pareja Nox o de Charles de Goal.De otro, un electro-pop minimalista, con proyecciones punk y caracte-res de easy listening, que multiplican sus guiños a Jean-Jacques Perrey,representado por Taxi Girl, Braque, Mathématiques Modernes, Jacnoy su premonitorio instrumental, Rectangle (en 1979) o, incluso, losRita Mitsouko, que despegan con voz, bajo y caja de ritmos en formade rebelde minimalismo.

Entre todos esos países y músicos, sobre el lecho de rebelión artísti-ca de la música industrial, se diseña ya una nueva «Internacional», pre-misa de la internacional techno pura y underground, con sus iconosindependientes, su reivindicación del «Do It Yourself» y sus símbolospara iniciados. Como ese raro sello —«Sordide Sentimental»— quecuela en un folio de plástico cassettes, singles de 45 revoluciones o imá-genes gráficas de una imperfección deslumbrante, asociado a los artistas

15 Para una visión panorámica de la escena punk francesa y para saberlo todo de este grupo visio-nario que es Métal Urbain, léase Christian Eudeline, Nos années punk, Denoël, X-Trême, 2002.

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más radicales de su tiempo, desde Joy Division a Throbbing Gristleque, por su lado, gestiona su propia marca bajo un eslogan memora-ble: «Música industrial para gente industrial».

En esta época se perfilan el espíritu y la estética que marcarán laeclosión del house y de su hermano techno. Un espíritu que desafía caraa cara a las multinacionales y una estética de depuración abstracta queen seguida encarnan dos sellos duraderos en un contexto donde lamayor parte de ellos desaparece tan deprisa como aparece: «Mute», deDaniel Miller, y «Factory», de Tony Wilson. Fundas minimalistas, con-ceptuales, salidas de las manos de Neville Brody o de Peter Saville, cita-das diez años después como influencias directas por los grafistas de«Designers’ Republic», hermanos suyos en gustos electrónicos. Lospríncipes de los discos de «Mute» y de «Factory», con su informaciónmínima y sus fundas rupturistas proclamando las putadas de los mayo-res, serán retomadas y radicalizadas por los grandes sellos de músicaelectrónica como «Warp», en Sheffield, a comienzos de los 90, o«Mego», en Viena, un decenio más tarde. Cuestión de actitud: el catá-logo de «Factory» es, en sí mismo, una obra de arte: las cifras que aca-ban en «1» ilustran una idea, incluso un lugar tan elevadamente con-ceptual como el club Hacienda: «FAC51». Hay huecos; por ejemplo, noexiste el número 23... «El primer álbum de Vini Reilly (con el nombrede Durruti Column) era un 14 —recuerda Tony Wilson—; entoncesnos dijimos que el segundo podría ser un 24, tanto más por cuantotenía cuatro caras y otros tantos músicos... Dijimos: ¡Oh! ¡mira: 24!Dos vinilos y cuatro músicos, ¡qué bien suena!»16

«Mute» y «Factory» también son artistas, vendibles o invendiblestratados con el mismo respeto sin ceremonia. Vini Reilly, por citar otravez a este anarquista de la guitarra seca, teje sus piezas instrumentalessobre arabescos soportados por Erik Satie y Esteve Reich transfigura-dos en un alfabeto de punk melancólico. Sus formas giratorias y obse-sionales parecen provenir de... ¡de Jeff Mills sin máquina! ¡Del technoacústico! Invendible ¿qué? A su lado, no lejos en el catálogo («FAC6»),Orchestral Manœuvres in the Dark saca un único título en «Factory»:Electricity, un éxito, invento electro-pop, y después desaparece, cuando

16 Cita tomada de la revista de la International lettriste Potach, reproducida por Greil Marcus ensu Lipstick Traces. Une histoire secrète du vingtième siècle, Allia, 1998 [ed. cast.: Rastros de carmín.Una historia secreta del siglo XX, Barcelona, Anagrama, 1989].

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otros, como New Order, permanecen fieles pese a las parties gratuitas.Inútil sorprenderse de que, desde entonces, Orchestral Manœuvres inthe Dark no haya hecho más que melaza tras su primer álbum, mien-tras que New Order no ha dejado de volar hacia nuestro oídos.

Por parte de «Mute», idéntica trayectoria: la libertad de Fad Gadgety el extremismo de Einsturzende Neubauten se mezclan sin dramasmetafísicos con el jackpot de Depeche Mode. En febrero de 1981, eltítulo Dreaming of Me de Depeche Mode rompe una barrera, seguidode New Life y, por supuesto, de Just Can’t Get Enough, inflamador depúberes. Sonido límpido: más bajo, una sola caja de ritmos mezcladaen primer plano, sintetizadores analógicos y una voz de joven crooneren pop bruñido. Es el segundo alumbramiento del electro-pop y la entra-da en los clubs de una música de baile blanca, binaria, en formato popy a años máquina de la desmesura disco.

De Eurythmics al Yazoo de Vincent Clark (que suaviza DepecheMode tras su primer álbum) y, del lado gay, desde los iniciadores SoftCell a los Communards, otros grupos toman entonces el mismo cami-no techno-pop. Y sus voces y estribillos sintéticos alcanzarán los oídosdel otro lado del Atlántico, como los del DJ Electrifying Mojo, conver-tido en el gurú musical del techno original.

Con ello se desvela otra de las claves de los enigmas house y techno: lamemoria, transmitida a chiquillos que anhelan digerir esa influencia yextraer de ella otras luces. Depeche Mode y sus acólitos penetran en lacabeza de los adolescentes que construirán las músicas de hoy, como lohicieron Daft Punk o los Rythmes Digitales. La impresión es directa eindeleble. Permanecerán ahí, dentro de su cráneo, los sonidos aproxima-tivos, las melodías de felicidad y las disonancias a veces involuntarias deltechno-pop y de otros grupos que escuchan los futuros músicos y DJs.

Pero la conexión puede ir más allá del recuerdo: «Mute» y sus niñosde los ochenta se encuentran físicamente en 1988. El sello participa, enefecto, de la oleada acid-house con su marca asociada: «Rhythm King».Luego se transforma (1992) en el emblema de cierta pureza techno con«NovaMute», en el que maestros de Detroit como Juan Atkins, RitchieHawtin o Underground Resistence (para el proyecto «X101») flanqueana jóvenes y magníficos músicos como Luke Slater o Speedy J.

Queda un misterio sin resolver: ¿por qué el disco y el punk no se mezcla-ron en Inglaterra a mediados o a finales de la década de 1970? ¿Por qué esaextraña sensación de que dos locuras permanezcan mirándose sin aparearse?

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El disco y el punk nacen juntos, o casi, gritando la misma necesidadde hacer tabla rasa de aquellas músicas tan correctas ocultas bajo elbarniz de la liberación post-hippie, pero estallan con desplazamien-tos distintos uno respecto del otro según se les mire de un lado odel otro del Atlántico.

El disco y el punk tienen otro punto en común: nos son «artísticos».Son vitales. Brutos. Vulgares. De mal gusto. Cierto, fabrican figuras decartón piedra, algunas de las cuales ganan millones de dólares, y esto esmas cierto para el disco que para el punk; el primero ahogando sus pla-ceres en la sed de gloria y manos llenas allí donde el segundo alimenta—no sin ambigüedades— una revolución contra los celadores del sis-tema y los poderes establecidos. Pero en sus maneras rudas, bastardas(aunque mezcladas con un comercio fructífero), ambos movimientosalcanzan una de las utopías de los dadaístas del «Cabaret Voltaire», delos letristas de los cincuenta y de los situacionistas de los sesenta: aca-bar con el Arte o, cuando menos, zambullir el arte en el corazón de lavida, lejos de los museos y de los zoos para adultos, lejos de «esa feriatriste y rentable en la que cada reedición tenía sus discípulos, cadaregresión sus admiradores, cada remake sus fanáticos».17

El músico punk es un aficionado, y los pisteros son el alma del disco,más aún que los músicos profesionales.

En nuestro imaginario, sin embargo, el disco es estadounidense y elpunk inglés.

Fijemonos en el caso de Nueva York: centro de nuestro mundomusical, la megalópolis en absoluto pertenece a Estados Unidos. LosRamones, Père Ubu, Suicide, los Talking Heads con su Psycho Killerantológico y los grupos de rock y de funk vanguardistas de la compila-ción No New York pilotada por Brian Eno no son, pues, ni ingleses niestadounidenses. Neoyorkinos. Punks neoyorkinos, si queréis.

No existe movimiento disco en Inglaterra. En Carnaby Street no seviste disco, se baila punk. Como más tarde se introducirán los colorespsicodélicos del acid-house. En cuanto al disco alemán, no es auténticodisco hasta que no se exporta a Estados Unidos, tal vez debido aGiorgio Moroder, que chuta con heroína electrónica a la black DonnaSummer antes que sus colegas teutones.

17 Ibidem.

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Queda Francia. El disco conoce aquí un auge que contamina a todos lossectores del varieté, desde Patrick Juvet a Sheila B. Devotion. El discotiene sus lugares mágicos: La Main Bleue y Le Palace, discoteca míticaque cultiva la desmesura de la fiesta de inspiración black pero que acogeconciertos de los grupos más fríos de la galaxia electro-pop comoHuman League. Un grupo próximo al público del Palace sufre un cam-bio del punk al disco: Marie et les Garçons se desmarcan de Marie y semudan en simples Garçons, se sumergen en la caldera neoyorquina yse transforman completamente en disco. Algo así como los neoyorqui-nos Blondie, que convierten sus bocazas punk en jeremiadas disco sinpor eso echar a la chica del grupo. Los Garçons de Patrick Vidal, sinembargo, no pueden construir una escena solos.

Las grandes ciudades de Europa no alimentan su contracultura apartir del disco, sino que lo hacen desde los circuitos del punk y de lamúsica industrial, arriesgando lo que esos grupos, salidos del under-ground blanco, vengan a robar para alimentar sus escalas dentro de lossonidos y la imaginería disco. Ejemplo concluyente: los provocadoresThrobbing Gristle confiesan un gusto inmoderado por Abba. En 1979,en su álbum más accesible —20 Jazz Funk Greats— alternan cancionesinfantiles de pura electrónica discoide y llantos alterados de una vozperversa. Saturaciones obsesionales... Ya disueltos Throbbing Girstle,su mitad —Chris & Cosey— retoma esos sintéticos estribillos. En1982, en su Dancing Ghosts, ambos músicos son los primeros en utili-zar la caja de ritmos «TB 303» en forma aciiiid (entendámonos: desvia-da de su uso como simulador de bajo), y, dos años después, firman untítulo premonitorio: Techno Primitive.

Desde su formación en 1978, A Certain Ratio, grupo del sello«Factory», suena inequívocamente funk en tonalidad punk con su bajopalmoteado y sus metales alborotadores. Apareciendo sistemáticamen-te en sellos independientes, grupos ingleses como A certain Ratio,Gang of Four, 23 Skidoo o incluso los Slits, fusionan punk y funk, perono tienen nada de disco. Sólo 23 Skidoo, salido de la movida industrial,conjuga tanto la forma acústica como la electrónica. Extrañamente,son los artistas más extremos, los que, llegados precisamente de lamúsica industrial más radicalmente sintética, más se aproximaránluego a los caracteres del Manhattan discotequero. En 1981, DAF cam-bia de fórmula y se muda en dúo reduccionista: voz escandida, el obli-gatorio teclado y caja de ritmos que martillean sin cesar con un solopie ¡más potente que el de Moroder! Gesto de provocación hedonista:

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chocan conservadores y antiguos hippies invocando el «baile deMussolini», el de «Adolf Hitler» y el de «Jesucristo». Este disco radicalprefigura el movimiento Electronic Body Music de Front 242 y NitzerEbb, pero es punk, gélido, y no soul de pago. Blanco, totalmente blan-co como ese funk frío que se convierte en la divisa de Cabaret Voltaireen 1983, cuando en Nueva York Liquid Liquid, Arthur Russell y losTalking Heads demostraron que un Blanco podía llegar a ser black acondición de tomar un buen baño y de abrigarse luego.

¿Cuestión de cultura? Todavía habrá que esperar a que New Orderse convierta al baile con un Blue Monday chisporroteante en 1983, aque Bronski Beat remueva los corazones, a que el Detroit de negrosfuturistas coma y digiera el electro-pop; luego, a que, en Londres, unamúsica llamada house regrese de Ibiza en vuelos charters para que seconsume definitivamente la fusión indistinta de las músicas negras yblancas en las pistas de baile de los clubs y en las campiñas «okupadas».

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1983. Chispa primordialY Blue Monday abrió el camino al house inglés

En marzo de 1983 estalla una bomba que prefigura la revolución house.«Factory» saca en maxi Blue Monday de New Order. Éxito planetariode una fusión ejemplar, un puente mágico entre new wave blanca ymúsica de baile black. A los ojos del amplio público europeo el punk yla new wave tenían un enemigo: el disco. Joy Division, llegado a NewOrder tras el suicidio de su cantante Ian Curtis, simbolizaba el integris-mo new wave. Funda abstracta sin leyendas. Además de siete minutos, elNew Order de Blue Monday pulveriza el formato pop a golpes de breaksy de secuenciar disco y funda su distanciado romanticismo al calor delas pistas. Anécdota regozijante: Blue Monday, magnífico título de rup-tura, fue compuesto al azar, debido a un circunstancial test realizado ala nueva caja de ritmos del grupo.18

Resultado: el beat central, entre aire marcial y azimutaje discoide, suenacomo el jungle prehistórico y se parece más a Underworld que a DepecheMode, y más a Daft Punk que a Ochestral Manœuvres in the Dark.

Más potente, más caliente que las últimas mutaciones de DAF oCabaret Voltaire, Blue Monday conecta al fin la segregación existenteentre público rock / new wave y público dance / disco. La historia delacid house británico y de sus fiestas de locura se pacta tal vez aquí, en

18 La información proviene de un artículo de Benoît Sabatier, «Rock et Techno, Guerre et Paix»,en el número especial fuera de serie 19 de Art Press, op. cit.

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Manchester: algunos meses después de la explosión del maxi de NewOrder, en mayo de 1983, el sello «Factory» de Martin Hannet y TonyWilson funda, efectivamente, el club Hacienda con los beneficios obte-nidos de las ventas de Joy Divison... Este club mítico, reuniendo talen-tos tan diversos como 808 States, Happy Mondays, Laurent Garnier oA Guy Called Gerald, pronto hará saltar todo en pedazos y se conver-tirá en el centro del movimiento.

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1945-22001. Certificado de amistadEl gran torbellino: cuando el manipulador de sonidos se acompasacon el músico y el compositor

Edgar Varèse, Karlheinz Stockhausen, Pierre Schaeffer, Olivier Messiaeno Pierre Henry importunan a la gente honesta con sus tribulaciones elec-trónicas, concretas o ruidistas, pero no necesitan poner en cuestión lajerarquía entre el técnico y el músico, entre el encolador de sonidos y elcompositor de músicas. Eran a la vez técnicos y músicos, manipuladoresy compositores. Por eso no se guarda de sus lecciones magistrales más quela idea de un nuevo arte de composición. Sólo una elite cultivada iba másallá de las apariencias, apreciando las delicias estéticas de aquellos hetero-doxos geniales, colocados por pura comodidad en la rúbrica de la músicacontemporánea para fijar en sus obras la tranquilizadora etiqueta de inte-ligentes y ortodoxas investigaciones. El placer, como se ve, ensucia.

Con King Tubby, Kool DJ Herc, Larry Levan, Frankie Knuckles oAfrika Bambaataa, la dinámica se invierte por completo: a priori, el únicoobjetivo de estos perturbadores es el placer lascivo. No emprenden ningu-na misión de búsqueda experimental y, sin embargo, investigan y experi-mentan. A quienes violan y seducen con sus locuras no son melómanos,sino danzantes. Antes incluso de la era del sampling y del home studio, eldub, el disco, el hip-hop y su hijo infiel el electro, se comprometen enKingston y Nueva York con una revolución que se transformará en explo-sión con el house y el acid house: DJ, ingeniero de sonido o productor, elque produce y manipula se acompasa con quien interpreta y compone.

En el contexto de las músicas populares es donde la jerarquía entre com-positor y advenedizo bascula por primera entre los hechos y los símbo-los: en el mundo de Donna Summer antes que en el de Pierre Boulez.

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1981-11984. Arqueo-electroLa fusión electro crea el tekno frente al techno

Es un gigante. Afrika Bambaataa fraguó sus armas en uno de los másfamosos gangs del Bronx: «The Black Spades»; luego, en la cercana este-la dejada por Kool DJ Herc, en la que reconoce sus antecedentes (cosarara en ese medio). Se convierte en el «maestro de los discos», caíd delas parties callejeras y rey de su «Zulu Nation» en Nueva York, dondese dan cita raperos, pisteros, grafiteros y chiquillos de múltiples talen-tos «pacíficos». Cuando se le habla de los cuatro Blancos de Kraftwerka ese guerrero de la conciencia negra, sus ojos se iluminan y su lengua-je florece en mil calificativos: «No creo que puedan comprobar el terri-ble impacto que han producido sobre la población negra a partir de1977 con Trans Europe Express... Cuando salió el disco, me dije:¡Hostias! ¡Qué increíble excitación! Pocos discos he escuchado en mivida tan potentes y explosivos. ¡Nos volvíamos todos locos!» Luegorecuerda el concierto en el «Ritz» de Nueva York y añade las siguientespalabras, signos de otra fascinación: «Llevaban esas pequeñas calcula-doras que ellos mismos habían modificado: bastaba con presionar unbotón para que la música arrancara. ¡Era funky!»19

En los platos, en las calles, en los parques o en las escuelas delBronx, Bambaataa cuela discursos de Malcolm X o de Martin LutherKing en las obsesivas figuras de trece minutos treinta y dos segundos

19 Este fragmento de entrevista, como muchas otras informaciones del presente capítulo, hansido tomadas del libro referencial de David Toop Rap Attack 3 (Serpent’s Tail, 2000).

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de Trans Europe Express. Por su parte («una vez al año no hace daño»),Grandmaster Flash deja correr el tema sin cut ni scratch: en este títulotan bien cincelado no hay necesidad de capturar los breakbeats, y Flashaprovecha para ir a tomar un trago. A los Blacks del Bronx les gustaKraftwerk y lo respetan. Por su minimalismo electrónico y su imagina-rio de la tecnología de lo cotidiano, este grupo se sitúa, no obstante, enel otro extremo de las exageraciones de la ciencia ficción de serie Z y delas orgías intergalácticas de la banda Funkadelic y Parliament deGeorge Clinton. Pero ambos extremos atraen a los DJs blacks como doscaras de la misma revolución: a la derecha, el candor vulgar de los vide-ojuegos; a la izquierda, la ironía estética de los ordenadores de bolsillo,dos polos eléctricos que sueñan con fusionarse en una misma música.Y quien la representará, con un símbolo dantesco tanto como con uninesperado éxito comercial, será Afrika Bambaataa con Planet Rock y suSoul Sonic Force en 1982.

Planet Rock es una fusión de sonidos y de universos y es la esenciade todas las músicas sintéticas que llegarán más tarde. Como introduc-ción, suenan estallidos dramáticos tomados de Trans Europe Express,demasiado cortos para ser reconocidos. Se instala el rigor obsesivo delbeat, pequeña revolución sonora programada a partir de una caja de rit-mos «TR808» comprada de saldo por 20 dólares. Cuando la figuramelódica cae en el oído, se detecta mayor ambigüedad: es mucha latrama de Trans Europe Express, pero su ritmo se mezcla con Numbers,de los propios Kraftwerk, y con breves del Super Sperm de Captain Sky.Con su uniforme de grotescos brillos, su barba arreglada y su torso decorsario intersideral, Captain Sky es un Black de Chicago diríase saca-do de un tebeo de «Flash Gordon», un barón funky abiertamente ins-pirado en los delirios de la «Nation P. Funk». ¿Su presencia aquí? Unsigno más, menos visible que los omnipresentes de los teutones mági-cos. Una audición atenta desvela permanentemente nuevos hallazgos:una voz hipnótica rimando como en el Vocoder, ritmos que evolucio-nan, se desecan y retoman, ruidos y chasquidos de nave espacial, o elestribillo que se funde maravilloso con la marcha del tren, parodia via-jera de la música de la película de Sergio Leone Por un puñado de dóla-res (Per un pugno di dollari, 1964). En realidad se trata de un sample deThe Mexican, título que piratea el estribillo de «espagueti western» deEnnio Morricone para aplicarlo a la guitarra. Al final, la canción no dala impresión de ser un collage, sino de ser un tema simple y coherente sinefectos inútiles, y es esto lo que lo hace potente: un sonido en directo del

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planeta Marte, nuevo y futurista, salido de un guisado alucinante y quetransmite, sin embargo, un inaudito sentimiento que llama poderosa-mente la atención.

La fusión traspasa, es verdad, el límite de la propia música. El reyde la «Zulu Nation» graba Planet Rock con los componentes de su SoulSonic Force y dos blancos: John Robie a los teclados y Arthur Baker,productor de disco y de hip-hop, dos «valientes» asiduos de un club lati-no de los más broncos en cuestión de drogas y tumultos improvisados:el Fun House de Manhattan, donde no se admiten Blacks. El DJde FunHouse, John «Jellybean» Benítez, es el amigo de una desconocida (cuyoéxito se construirá sobre las ruinas de la música disco, con la que notuvo ninguna contemplación al triturar sus canciones): Madonna. Esteas del remix pone y repone Planet Rock bajo múltiples versiones comomuchos otros títulos-tests de Arthur Baker. Actuando sobre los breaks,las duraciones y los efectos a la manera de Larry Levan (quien al mismotiempo está haciendo vibrar el Paradise Garage con sus experienciasdub), participa en la eclosión no de un movimiento, sino de un soni-do que luego se llamará electro. Este antecedente del techno y del housenace, así, de una olla de hip-hop salvaje y disco underground, de carac-teres black y de fiebres latinas, de reminiscencias techno-pop y de esté-ticas de videojuegos. Y «Jellybean» transmite sus delirios a través de unprograma de radio de fin de semana en la emisora más popular deEstados Unidos: «WKTU»...

En 1982, el punk ya no es de este mundo, y el disco, cuyas produc-ciones inundan el mercado, inicia su transformación en Eurobeat yluego en Hi-NRG. Mientras el comercio sigue el curso de ríos cuya aguame hace vomitar (como los «Nuevos Románticos» Duran Duran ySpandau Ballet en Londres, matrimonio en libras esterlinas de las len-tejuelas disco y de la frialdad electro-pop sobre músicas apasteladas), losDJs, los músicos callejeros y los de los clubs, contraviniendo los dog-mas de sus públicos diversos, no acaban de encontrar nuevos cami-nos. How Much Are They?, dub alambicado firmado por Jah Wobble(ex de PIL), y dos componentes de Can (Holger Czukay y JakiLiebezeit), viene a ser un must tanto para el Loft de David Mancusocomo para el Paradise Garage de Larry Levan. Pasado un año, un grannombre del disco (François Kervorkian) firma Snake Charmer junto aesos mismos arcángeles salidos del krautrock y heridos de dub, acom-pañados por quien ya es de The Edge (el guitarrista de U2), de unacantante y de músicos black.

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Por otra parte, en 1981, en el anonimato total de Detroit, Juan Atkinscrea Cybotron, grupo de techno-pop tirando hacia el groove en modosintético, y para un instrumental galáctico: Clear. «Kraftwerk, Telex yDevo eran buenos —recuerda Juan— pero no eran funky. Yo tenía laconvicción de que si llegaba a producir ese estilo de música a partir deaquélla y le inyectaba funk, haría un cartón. Hicimos esa mezcla sinque se nos lo haya reconocido, pues Soul Sonic Force llegó exactamen-te en ese momento y se llevó el premio».

Primeros samplers todavía muy caros, cajas de ritmos que se perfec-cionan gracias al sistema MIDI con fines de programación o, todavíamás fácil, platos «Technics 1200» más manejables que nunca: el tiem-po vibra de novedades tecnológicas que participan de esa idea de revo-lución musical por construir... Siempre con el ejemplo de Kraftwerk,síntesis digerida antes del pop y del funk pasados por el filtro de brico-lajes ultramodernos...

Juan Atkins otra vez: «Cuando escuché a Kraftwerk, me dije: man,esto aún es más fuerte. Era más agudo, más claro que todo, y, eviden-temente, más que todo lo que yo había preparado para mis maquetas yque sentí la necesidad de tirar a la basura. Yo carecía de conceptos.Cuando escuché a Moroder y a Kraftwerk, me dije que debía ir máslejos. Quise comprender las herramientas electrónicas, leía detallada-mente todos los créditos, intentaba percibir los sonidos y su origen,comencé a investigar. En ese momento encontré a Rick Davies, que seconvirtió en la otra mitad de mi grupo, Cybotron. Era una especie demúsico de vanguardia y poseía todo lo que yo soñaba tener, las últimascajas de ritmos, el sintetizador “Roland RS09”... Nuestro primer sen-cillo salió en 1981 y luego, un año después, nuestro álbum Enter. Yamezclábamos experimentaciones electrónicas con el techno-pop y conlos caracteres del funk».20

En 1982 Planet Rock puede aspirar al título de cañón electrónico,pero es seguido de otras granadas mejor calibradas... Entre las mejorsituadas, algunos personajes enfermos de vanguardia europea que siem-bran semillas de elegantes saqueos intelectuales: el ex-Lucifer MalcolmMcLaren desova un descarado éxito, Buffalo Gals y, en la misma línea,un álbum electro hip-hop, Duck Rock, en directo desde Nueva York con

20 La entrevista de Juan Atkins fue publicada en el número de abril de 1999 de Vibrations (apro-vecho aquí para agradecérselo a este mensual).

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Keith Haring impreso en los programas de mano... McLaren no inven-ta nada. Su ensalada de tartamudeos sonoros de toda clase de músicas,con mezclas espurias de colores rap y cantos surafricanos, lo debe todoa los pioneros del Bronx. Lo debe todo a Afrika Bambaataa, que iniciólas actuaciones en concierto con los insignificantes Bow Wow Wow yque, desde hacía años, mezclaba, según sus gustos de cada momento,el calypso, fragmentos de rock, la Quinta Sinfonía de Beethoven o lasmúsicas electrónicas de Japón o de Europa con sus queridos soul y funk.Lo debe todo a Grandmaster Flash, quien, además de sus juegos descratch y sus mezclas de discursos militantes con la Last Poets, es el pri-mer DJ del Bronx en improvisar con una caja de ritmos: objeto mági-co que, con su sabiduría electrónica, extrajo de un viejo sintetizadorcon el fin de dar fluidez a sus sets y de dejar los más grandes espaciosposibles a sus artimañas con los platos...

El Buffalo Gals de McLaren, y de maneras menos Shaddock el BeatBox de Art of Noise, no son más que versiones Hi Tech de la más libé-rrima locura del hip-hop de Nueva York, pero se reúnen en esa corrien-te tecnológica con el primer éxito electrónico que es el Planet Rock deAfrika Bambaataa y popularizan todo un género. El Fairlight que utili-za Art of Noise para sus samplings vale una pequeña fortuna, pero daun golpe, una claridad única a los ruidos de motor y a los claxons delos coches que proporcionan ritmo al bien denominado Beat Box, cuyobeat golpea efectivamente hasta el cielo, y que enloquecerá a los asiduosde todo tipo de clubs y orígenes musicales en todo el mundo.

Detras del álbum Duck Rock de McLaren y del Into Battle, primermini-33 revoluciones de Art of Noise, que aparece en 1983, se oculta elmismo productor: Trevor Horn, antiguo componente de un revolvedorgrupo electro-pop que hacía estragos desde finales de 1979: los Buggles,pero también un Merlín encantador de grupos sin alma como ABC onecesitados de un completo maquillaje como Yes.

Junto a Paul Morley, antiguo periodista de New Musical Express, ybajo el paraguas de la casa «Island», Trevor Horn crea un sello cuyonombre está inspirado en el teatro sintético de los futuristas italianosde principios del XIX: «Zang Tumb Tuum». Art of Noise es también,con toda seguridad, referencia inequívoca al manifiesto de LugiRussolo de 1913. Subrayemos, de paso, la evolución ortográfica entreel Zang Toumb Toumb de Marinetti y el «Zang Tumb Tuum» deMorley y Horn, así como la casi inapreciable diferencia entre «El Arte

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de los Ruidos», en plural, del manifiesto de Russolo, y su nueva versiónen singular: «El Arte del Ruido» (=‘Art of Noise’). Las similitudes noofrecen ninguna duda.

La historia de Art of Noise comienza sin rostro: el grupo, con Horncomo escultor de sonidos y Morley como estratega de palabras e icono-grafías, prefiere elegir el anonimato. Nada de líderes. Ninguna foto deprensa. Ni siquiera imágenes de vídeo, pero sí rostros en cartas de bara-ja o máscaras de carnaval veneciano. Esta estrategia de la oscuridad —que parece inspirada en los Residents— no traduce ninguna pretensiónde integridad; antes al contrario, esconde una gran burla, una diabóli-ca inteligencia en el manejo de los media y de sus excesos... Art ofNoise rechaza abiertamente el juego de la música pop, pero lo orientamaravillosamente hacia su propio beneficio mediante una música ins-trumental, tan experimental como bellamente azucarada, capaz de gus-tar a los intelectuales tanto como a los clubers, los cuales no se equi-vocaron con ella: Beat Box estalla en las pistas; después Moments ofLove, miel pre-house, se convierte en un título de culto en los clubsde Ibiza. El otro gran grupo de «Zang Tumb Tuum», el dúo post-discoa lo Village People —Frankie Goes To Hollywood—, demuestra lanecesidad que tenía el disco de grandes talentos bricoladores comoTrevor Horn y Paul Morley.

¿Es, pues, Art of Noise menos esencial de lo que parece? No, pueslas piruetas musicales del primer Art of Noise anticipan los sonidosfuturos. Esa comedia de pacotilla, lanzada desde las bases mismas dela industria del ocio, encaja con su época de yuppies y de freak fácilcomo una farsa.

Detalle destacable: Thriller de Michael Jackson aparece a finales de1982 y explosiona en todo el mundo al año siguiente. Por su amplitud,este fenómeno transforma la cultura pop o, cuando menos, revela sunueva autenticidad. Greil Marcus describe esta cultura pop como una«cultura vernácula del mercado moderno», una «cultura del instanteque subsume a la vez pasado y futuro rechazando reconocer sus propiasrealidades», nacida en Inglaterra y en Estados Unidos en torno a1948,21 año de publicación de 1984 de Georges Orwell. El azar inter-viene: es en febrero de 1984 cuando la música de Michael Jacksonacompaña la publicidad de «Pepsi», después de que el artista haya sido

21 Greil Marcus, op. cit.

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recompensado por el infame presidente Ronald Reagan por su parti-cipación en la campaña publicitaria estatal emitida por la TV contrael alcohol al volante. Thriller, su gestión comercial y sus formatostelevisivos y publicitarios ofrecen un espectáculo al que nadie escapa,¡sobre todo los media! La cultura pop ya no será ese extraño mutan-te, ese chico turbulento del capitalismo moderno: se convierte en sumás grande pulmón.

Muy rentables, las provocaciones de Paul Morley y de Trevor Hornrevelan una realidad que muchos protagonistas de la cultura pop se nie-gan a reconocer o simulan no ver. Con ironía participan en el pompo-so sepelio del rock’n roll golpeado por la alta marejada Michael Jackson,y subraya tanto más intensamente las ambigüedades de esas músicaspopulares que saben venderlo todo cultivando el discurso rebelde,mensaje de revuelta tan necesario como sospechoso en esas condicio-nes fáciles de recuperar. Puestas al servicio de una intemperancia demedios, las puestas en escena del circo pop de Art of Noise o de FrankieGoes To Hollywood funcionan finalmente como el espejo invertido deese house que nace de la miseria en las alcobas todavía herméticas de losclubs de Chicago.

Cuando Thriller se derrite de éxito mundial, el sonido de PlanetRock se convierte en el sonido de las calles de Nueva York. El presentese encuentra en el funk electrónico. Mezcla de Blacks y de Latinos, losFearless Four lanzan Rocki’n It con una obertura pirateada de la pelícu-la de Tob Hooper Poltergeist (1982), la influencia asumida deHeadhunters de Herbie Hancock y un sample de The Man Machine deKraftwerk repetido ¡ciento treinta y siete veces! Todavía más trascen-dente: en octubre de 1983, Man Parrish saca Hip Hop Bee Bop con dossintetizadores y una caja de ritmos «Roland 808» y vende más de dosmillones de copias de ese electro hip-hop instrumental (algo novedoso),esmaltado de ¡ladridos de perros! Este buen hombre, glamouroso hastalo imposible, consigue dar una vuelta de tuerca y ser a la vez un pro-ductor muy mainstream, un fan inquebrantable de Kraftwerk, un granadmirador de las músicas ambient de Brian Eno, un habitual del Studio54 (templo del disco donde se pavonea Andy Warhol) y, con ese título,un fabricante de hip-hop a años luz de la estética hip-hop. En esta gale-ría incompleta, a la que habría que incorporar el Breakdancin’ ElectricBoogie de West Street Mob y algunas otras carameladas hip-hoptirando hacia lo electrónico, citemos por puro gusto a Whodini,cuyo primer álbum fue producido por Thomas Dolby y Conny

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Planck, antiguo productor de Can e ingeniero de sonido del extraordina-rio Autobahn de Kraftwerk. «¡Fun + Fuk = Fun-k!», tal es el credo —de todomenos revolucionario— de ese dúo imitador del género rap cuyos átomostodos asumen entonces la farsa y la ligereza de los ornamentos sexuales.

Reconozcámoslo: esa sopera electrobulle a años luz de las espiritua-les ambiciones de los exploradores cuyos periplos he relatado alcomienzo de este libro... Lejos de los sueños de Olivier Messiaen y deEdgar Varèse. Lejos de lo musical absoluto. Pero a dos pasos de lascalles bulliciosas y de su vida primaria, ese electro traduce otro tipo deambición imposible. Buffalo Gals, Beat Box o Rockit de HerbieHancock jamás habrían conocido el éxito si no se hubieran apropiadodel sonido de los guetos y de sus fiebres hip-hop. Devolución al remi-tente: esos títulos, pero también algunos hits de Michael Jackson, vuel-ven a alimentar las calles de Nueva York como un bumerán, iluminan-do de deseo las miradas de los chicos del Bronx, que escuchan cómomuchos biberones de SU música ocupan los primeros lugares en las listaso que ven, en las pantallas de la MTV, a sus hermanos y hermanas bailarbreakdance en los clips de adineradas estrellas. ¿Ha sido un golpe de suer-te? ¿O son las nuevas lentejuelas de un capitalismo que todo lo engulle?

No podría cerrarse un capítulo sobre la música electrónica de estosaños sin detenerse en el mayor éxito planetario de 1983: Rockit. Unsímbolo tan poderoso como Planet Rock. A esta música en aparienciatan experimental no se la imagina triunfando en las emisoras de radioy en las discotecas de todo el mundo. Un ritmo con espasmos decomic, como si estuviera dirigida por un Pacman enloquecido por unaretranca de funk. Mientras, el órgano o «mini-Moog» de HerbieHancock interpreta el baile de San Vito en torno al beat traqueteanteo las percusiones primitivas de Daniel Ponce; Grandmixer DST se lanzaa los platos con solos de scratch, básicos y muy visibles, como si quisie-ra derribar el Ministerio de Hacienda.

La fusión de hip-hop y hi-tech es total, brutal; el apóstol Hancockpasando de un «Fairlight CMI» a un «Sennheiser Vocoder», del «Dr.Click Rhythm Controller» al «E-Mu 4060 Digital Keyboard». Peroesta fusión tiene menos de esos maravillosos chismes que de la manodel productor de ese fragmento furioso y del álbum Future Shock quele seguirá: Bill Laswell, bajista llegado de los reinos del funk y del R &B. Desde 1979 y Temporary Music I (el primer mini-33 revolucionescasi autoproducido por su grupo —Material—), Laswell busca añadir a

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los sudores de la música dance, funk, disco y hip-hop el espíritu máslibertario del jazz, de la vanguardia neoyorquina y su sentido de laimprovisación. Laswell se siente él tanto en los alocados clubs como enla calle, entre dos ghettoblasters. Tanto es así que despierta con grannaturalidad al fantasma de Herbie Hancock —superventas del jazzcon su Head Hunters diez años antes—. Hancock, que había traicio-nado al jazz integrista y manipulador de aparatos electrónicos de últi-ma generación, dormía sobre billetes verdes. Bill Laswell lo despiertacon un sobresalto, metiéndole la nariz en los guetos inciviles y en losclubs underground: allí donde se gesta todo. Donde se construye elfuturo de la música.

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Pista seisEn el centro de la creación de las músicashouse y technoLos inventores del house y el techno: los grandespioneros de Chicago, la Trinidad de Detroit y,después, Mad Mike y Manuel Göttsching, historia de la mezcla de todo: místicos y rebeldes, géneros y gentes.

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181En el centro de la creación de las músicas house y techno

1989-22002. Palabra de resistenteMad Mike: Elogio del underground a la manera Star Trek

Mad Mike no concede entrevistas casi nunca. Se burla de los periodis-tas y prefiere la sombra activa antes que la luz superficial. Leyenda viva,excavó su trinchera de pura disidencia cuatro o cinco años después quelos iniciadores del house de Chicago y que los tres fundadores del tech-no de Detroit, a los que debe mucho y cuya herencia él ha radicaliza-do en cierto modo. Es el alma, el guerrero de un sello cuyo nombresuena como un manifiesto de esas músicas de carne humana y de fuegomecánico: «Underground Resistance».

Extractos de una rara entrevista encontrada en un sitio web y fir-mada por Paul Benney para la revista Jackey Slut...

El concepto...

El mensaje que pretendo transmitir a todo el mundo es muy simple: a través delsonido y de las imágenes es como, los que yo llamo programadores, controlan alas masas. Interpretan el tipo de música que ellos quieren que escuchéis y osmuestran las películas que ellos quieren que veáis; por lo tanto, os manipulan.

El credo...

Nuestra motivación reside en desprogramar a los espíritus programados».

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El techno...

Hace diez años, Juan (Atkins) me dio la clave del techno; es una frase del capi-tán Kirk al comienzo de cada episodio de Star Trek: «Vayamos sin miedo allídonde el hombre jamás ha estado». Explorando juntos nuevos territoriosencontraremos lo que buscamos, ese grado de evolución en que unos a otrosnos tendremos más respeto que el que hoy tenemos por el freak.

La filosofía del underground...

Permaneciendo underground, creo que «Underground Resistance» se convier-te en una especie de ejemplo, una fuente de inspiración para otras gentes entodo el mundo que se pongan a construir, ellas también, organizaciones quelos programadores no puedan controlar. Basta con escuchar las músicas que seestán creando por todo el planeta para darse cuenta de nuestra influencia. Megusta constatar los efectos de nuestra música: creo que los oyentes están mejorinformados, que son más conscientes de lo que pasa en el mundo. Volversecomerciales sería un acto irrespetuoso frente a todas esas personas que, desdehace años, mantienen a «Underground Resistance».1

1 Extractos de una entrevista realizada por Paul Benney para la revista Jackey Slut, accesible en elsitio http://www.multimania.com//fighters/madmike.htm

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183En el centro de la creación de las músicas house y techno

1985-11998. Parte rebeldeEl techno original nace en Detroit y de sus semillas de resistencia

Detroit. 1985. Una ciudad pocilga, entufada por la circulación, llenade cinturones de asfalto, de paneles publicitarios gigantes, de aparca-mientos y fábricas con frecuencia roídas por el óxido. Miles de«Chrysler», «Mercury» o «GM» se miran los cromados pulidos, morrocontra culera, como gritando por última vez su condición de hijosmecánicos, paridos por los palacios industriales de la «Motorcity». Afinales de los 60, Detroit implosiona bajo la violencia de las revueltasraciales y la inaudita, por agresiva, represión de los policías blancos.Quince años más tarde, el paro forzoso tecnológico ha arruinado acerca de la mitad de la población negra, pero el espíritu de Detroittodavía vuela entre esos paisajes de hierro y de hormigón comidos porhumaredas de sombrío romanticismo.

Después de la «Motown» y los «MC5», la música soul más chocola-tada y el punk más radical, es aquí donde surge la más brava de las con-traculturas electrónicas. Una hidromiel de sorda revolución que nuncaserá reconocida en su propia ciudad y menos aún en su país entre losmás exacerbados WASP.

En las orillas contaminadas del lago Huron, una Trinidad blackcompuesta por Juan Atkins, Kevin Sauderson y Derrick May, salidoslos tres de una barriada burguesa a menos de cincuenta kilómetros deDetroit —Belleville—, concibe los primeros himnos de la tecnocracia.Para empezar, una irracional historia de cassettes entre Juan y el hermano

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mayor de Derrick; un error más: uno se equivoca y graba a Kraftwerken la cassette prestada por el otro; de nuevo la fatalidad electrónica.2

Otra vez y, como siempre, el cuarteto teutón influye seminalmente.Normal, ¿no? cuando se trata de pura música de máquinas, ciertamen-te; pero chorreante de alma. Una música lejos, muy lejos de la carica-tura binaria para Blancos convulsivos que hará estragos en el corazónde las conejeras del norte de Europa durante la década de 1990. Unamúsica bella y fascinante. Romántica. Y subterránea.

Las máquinas... El concepto de las máquinas, de la electrónica, es evidente —explica Derrick May—. Sobre todo viniendo de Detroit. Aquí todo el mundotiene un familiar que trabaja en la industria. Se trata de una influencia direc-ta, a veces muy fría, desprovista de emoción. La máquina no experimenta niamor ni sentimientos. A veces, los que manejan esas máquinas carecen ellosmismos de sentimientos, pues trabajan durante horas absorbidos por algo delo que no reciben ninguna compensación. Se ha llegado a hacer esta músicainconscientemente, pues todo es inconsciente: un pensamiento inconsciente,una emoción inconsciente. Tomanos el concepto de máquina, no necesaria-mente el sintetizador, sino el sonido del sintetizador, y creamos nuestros pro-pios sonidos; todos ellos nos llegaban inconscientemente del universo de laindustria, de la mecánica, de las máquinas, de la electrónica. ¿Por qué? Porquellega de Detroit. Allí es donde viven nuestras familias y amigos. Allí es dondetrabajan y componen. Ése es el entorno que nos ha creado. Y nosotros, pornuestra parte, social e inconscientemente, hemos creado esa música. Creandoesa música hemos creado nuestro entorno».3

Derrick May ha resumido la esencia estética de esta mutación con unasentencia que ha dado la vuelta al mundo de la crítica musical: «Laimagen de Detroit es un absoluto error. Es como si George Clinton yKraftwerk coincidieran en un ascensor».

Extrañamente, ese encuentro de un funk tonsurado en sus propiasvenas y una música de máquinas de inspiración pop debe tanto a la cas-sette providencial de los precursores de Düsseldorf como a un estadou-nidense —DJ FM en la «WGPR», luego «WJLB», de 1977 a 1982—:Charles Johnson, más conocido como Electrifying Mojo. Un rebelde

2 Anécdota relatada como ficción (pero seguramente verídica) por Mathias Cousin y David Blot,Op. Cit.3 Extracto del documental de Dominique Deleuze, Universal Techno.

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de las ondas en Estados Unidos de Toto y de rock FM, rompiendo concumplido placer los formatos radio. Emitiendo in extenso el ComputerWorld de Kraftwerk en 1981, dejando estupefactos a un tal Juan Atkinsy a otros muy jóvenes aficionados como Kenny Larkin...

A comienzos de los ochenta —dice Larkin— escuchábamos cosas comoKraftwerk, Depeche Mode, Yellow Magic Orchestra (el grupo japonés deRuychi Sakamoto), Yello, los inicios de Gary Numan, New Order... De hecho,todo el electro-pop ha ejercido sobre nosotros una influencia considerable, pueshabía un DJ en Detroit —Mojo— que ponía en la radio a la mayor parte deesos grupos. Creo que ni él mismo está al corriente del influjo que ha tenidosobre nosotros. Hace diez años no se dudaba del impacto que eso ocasionaríaen las futuras generaciones de músicos. Mojo ponía esa música completamen-te loca para nosotros; de Prince a New Order; todos esos artilugios musicalesabsolutamente increíbles, ¡ALL KIND OF CRAZY WEIRD SHIT! No sabíamos lo queemitía, pero lo juzgábamos genial. Por eso nuestro estilo es tan fácilmentereconocible, ya que todos nosotros nos hemos inspirado en las misma músicasy las hemos combinado para crear nuestro propio sonido.4

Juan Atkins creó Cybotron en 1981, electro en formato ciencia ficción.En 1985 toma el nombre de Model 500 y funda su propio sello inde-pendiente: «Metroplex». Sus amigos lo imitarán: Derrick May crea«Transmat» y, Sauderson, «KMS». A falta de medios, colocan los vinilosen fundas blancas, sin nada más, o casi nada más. Esta obligada discre-ción —en lugar de las máscaras de feria intelectual de Art of Noise—en seguida la reivindican ocultándose los propios músicos tras hordasde pseudónimos, como para huir de la fortuna, proclamar su diferen-cia y dar la impresión de ser un vasto movimiento allí donde unapequeña comunidad de DJs y músicos visionarios lo pasen en grande.Así, tras los patronímicos Kreem, Reese, Reese Project, Reese Santonio,Keynotes, Tronik House, Inner City, Inter City y E-dancer, se escondeun único Kevin Sauderson.

Otros nombres o pseudónimos diversos, los de Carl Craig, de KennyLarkin o el del Blanco mágico llegado de la cercana frontera canadiense,Ritchie Hawtin (alias Plastikman), se desprenden del anonimato...

4 Citado en la página dedicada a Detroit en el sitio de historia de la techno TNT de la VirginMegaweb (consultar en la dirección http://.technorebelle.net); la entrevista había sido realizadaantes por Jean-Yves Leloup para la revista Coda.

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Aromas de jazz. Vapores de música contemporánea. Esos príncipes dela investigación sideral son los herederos de la «Trinidad Black» queinventó el techno, y viven en permanente desafío con los sublimes com-batientes de «Underground Resistance».

Ritchie Hawtin: «Ocurrió así, justo a principios de 1990. En esemomento el sonido general de Detroit se había endurecido considera-blemente. Había entonces una competición real entre nosotros y«Undreground Resistance». Mad Mike sacaba Sonic Warfare, yo edita-ba Fuse. Mike y Jeff publicaban un artilugio, me enviaban los test pres-sing y me decían: ‘Watch this’. Yo les respondía con una demo en super8: ‘Check this out’. Durante más de un año mantuvimos esa especie depulso metálico. Ahora eso se ha convertido en motivo de broma entreMike y yo. En aquella época todo iba muy deprisa. Enviábamos nues-tros temas a todas partes intentando hacerlo antes que el otro. Sin quenos hayamos dado verdaderamente cuenta, eso confundió a todo elmundo. Fue genial. Fuse cogió a la gente despierta, a la vez queElimination EP y el Punisher de «Underground Resistance». Sus discosy los nuestros aparecían al mismo tiempo, estábamos en el escenario almismo tiempo, sin trabajar juntos. Es esto verdaderamente lo que hahecho conocer el sonido de Detroit. Sin duda que antes existíanDerrick, Kevin y Juan, pero Detroit jamás había conocido tanto estí-mulo y energía, y no llegaron en seguida. Después de semejante tem-pestad, Detroit recobró más o menos la calma, pero habíamos dado aldance electrónico la patada en el culo que entonces necesitaba».5

En 1985 el título mítico de Model 500 (alias Juan Atkins) se llamóNo Ufo’s. Leed los títulos de esos fragmentos de Derrick May, de MadMike, de Ritchie Hawtin o incluso de Aztec Mystic (alias DJ Rolando):se baila Into The Space, sobre Orbit o Jupiter Jazz, entre un Phantom,un Spaced Out, un Another Time y una Kaotic Harmony, lanzando susmisiles en Dimension Intrusion desde la Base Camp Alpha 808 de laFinal Frontier. Cojamos un disco, uno solo, de Jeff Mills, WaveformTransmission Vol. I, y citemos los nombres de algunas de susAeronaves de acelerada pureza, minimal y violenta: Phase 4, Changeof Live, The Hacker, DNA, Man-Like... Se diría propios de una novelacyberpunk, y no por azar.

5 Entrevista realizada por Jean-Philippe Renoult en el capítulo dedicado a Detroit en el libroGlobal Tekno, Op. cit.

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Como el techno de Detroit, la literatura cyberpunk aparece a mediadosde los ochenta. Como ese género musical cuyos creadores se identifi-can como Star Trek y seguidores de los sueños de exploración de laciencia ficción, la corriente cyberpunk de William Gibson y BruceSterling se ve a sí misma punk y cibernética, rebelde y tecnológica, van-guardista y popular, sutilmente superficial y profundamente urbana,protesta y celebración al mismo tiempo que nuestro consumo diario demáquinas... El cyberpunk vive la tecnología de manera visceral, bajo elaspecto de pieles inteligentes, de manos con dedos de metal afilado, deimplantes cerebrales o de «gafas de sol con cristales de espejo» que pare-cen devorar los ojos para darles su apariencia. Kevin Sauderson, uno delos fundadores del techno, habla de un «vínculo natural establecidoentre mi alma, mi espíritu y las entrañas de la máquina».

Con toda seguridad los novelistas estadounidenses son blancos, aveces instruidos en estudios científicos, mientras los músicos de la«Motorcity» son black, autodidactas y más ingenuos en sus delirios deciencia ficción. Pero, a veces, se tiene la impresión de que los arcánge-les del techno son, junto a los piratas de la Red, los primeros héroes delas novelas que diseñan en un futuro próximo los escritores cyberpunk.

Los unos y los otros, mediante la pluma o el giradiscos, conciben latecnología según la visión que de ella da Alvin Toffler: un medio paraliberarse de las jerarquías y de los sistemas centralistas, un medio paracrear sin seguir las pautas de las instituciones, de las multinacionalesdel disco o de la informática, de los poderes... En 1984 aparece el orde-nador «Macintosh», bestezuela privada, orientada al individuo, que seburla de «IBM» y de sus grandes sistemas. Los creadores del techno deDetroit no lo tienen. No tienen medios, pero se empapan de ese nuevoimaginario de una tecnología que puede revelarse como algo liberador.La era del «Columbia-Princeton Electronic Music Center», de sus pro-fesores asalariados y de sus monumentales bloques ramificados en mag-netófonos de bandas ha concluido completamente. La exploracióncontinúa, más hermosa, pero en otro planeta, en una tierra espiritualque abre el campo a la creación de una tecnología irreal. O, más bien,de esa doble surrealidad que tanto relieve procura a la magia de lo realtransfigurado. Juan Atkins y sus amigos saludan a Méliès, Fritz Lang yPhilip K. Dick de la misma manera que saludan a Funkadelic y aKraftwerk. Pues con sus hermanos de Chicago se apropian de los sue-ños de la máquina para crear una nueva cultura pop.

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Atención: aquí no se habla de una tecnología Hi-Tech que ha de serinterpretada mediante la lectura de copiosos «modos de empleo» des-pués de haber abierto el paquete remitido por el «e-comercio» y recibi-do con euforia infantil, sino de instrumentos para ir tirando. Para servividos. De uso frecuente. Cuando Derrick May graba sus primerostítulos, como Nude Photo, por ejemplo, su equipo no vale nada. Viejoschismes analógicos. El poeta graba directamente ¡sobre una cassetteaudio! La cinta se enreda, y renuncia a coger las tijeras, reales o virtua-les. Como Jean Jacques Perrey con su remezcla del Vuelo del moscardónde Rimski Korsakov veinticinco años antes. En este sentido, DerrickMay es profundamente cyberpunk: se apropia de la tecnología, aquellaque pisotean sus pies, adquirida en mercados de ocasión, que ha pasa-do por mil manos, como lo harán en la improbable década de 2020 lospersonajes de Bruce Sterling, de William Gibson o de Rudy Tucker.

Zambullíos en el Neuromante de Gibson o en The Synteretics de PatCadigan: los héroes cyberpunk son marginales: fracasados, putas, pick-pockets, indios, piratas, y se emparientan con la infinidad de colores delciberespacio para mejor gritar su revolución. Y resistir. De la mismamanera que un Mad Mike resiste. Mad Mike es un héroe cyberpunk.Un héroe verdadero. Un héroe puro. Cuando se le pregunta de dóndeprocede su fascinación por el espacio, responde: «De la idea de escaparde aquí». ¿Podría abandonar el underground por una gran compañía dediscos? ¿Podría dejarse comprar? «Es imposible, man —yo soy un indiode América. Soy un indio y un black; tengo guerreros que combaten enambos flancos y nadie me compra. Nadie me compra —la gente queintentara comprarme ofendería a mis antepasados».6

Mad Mike no se movió de Detroit, mientras su compadre Jeff Millsse fue a predicar el sonido puro y definitivo por las pistas de todo elmundo siguiendo a los fundadores originales del techno-soul; acogidoen Berlín como el príncipe de una nueva revolución musical, sinembargo, en Estados Unidos se le ignora.

En un reportaje que se ha convertido en clásico, tomado del libroGlobal Techno, en1998, en el corazón de Detroit, Jean Philippe Renoultcuenta el hallazgo de «Submerge», casa de distribución de Mad Mikedonde se lanzan todavía, contra el viento y marea del comercio embru-tecedor, nuevos artistas radicales:

6 Extractos de la entrevista realizada por Paul Benney para le revista Jackey Slut, accesible en elsitio http://www.multimania.com//fighters/madmike.htm

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A algunas manzanas del Downtown, la people mover repite regularmente sustrayectos caminando o en automóvil, pero nadie se acerca a ese barrio desola-do. El templo de la internacional techno es una choza que se yergue sola y arro-gante sobre una no man’s land de asfalto hundido.

Nuestro anfitrión nos conduce como lo haría el propietario de la casa. Enla planta baja, la tienda tiene expuestas las producciones domésticas y las deotros sellos independientes de la ciudad: «UR», «Red Planet», «Soul City», «430West», «Direct Beat», «Teknotica» y también «KDJ», el sello de Moodyman,«Super 8» de Ritchie Hawtin y muchos otros. Todos esos discos, a menudoraros, están cuidadosamente clasificados. Bajo la amplia altura del techo,gorras de fieltro y T-shirts extralargas con el logotipo de los sellos se agitanmovidas por las palas de ventiladores que giran a pleno rendimiento.«Submerge» es también una plataforma de merchandising y la venta de los pro-ductos derivados produce más beneficios que los vinilos. Por definición, losvinilos van destinados a los DJs, se imprimen en tiradas de tres mil ejempla-res, raramente más. La oferta es muy inferior a la demanda, con lo que cadavolumen se convierte en una pieza de colección. Coleccionistas entre perlas:descubrimos por primera vez «galletas» impresas con el acrónimo «SID»(Somewhere in Detroit). Estas producciones anónimas, con tirada de quinien-tos ejemplares, sólo pueden encontrarse aquí, en esta caverna del undergrounddonde «Submerge» se ha transformado en el más sutil de los estrategas. Semantiene de tal manera el misterio en torno a este lugar que la simple vista delos vinilos nos sobrecoge. Sin embargo, sólo se trata de discos, y un observa-dor imparcial encontraría finalmente banal semejante espectáculo.

De hecho, el corazón de la resistencia no se encuentra allí. Subimos a las ofi-cinas rodeando el amplio almacén destinado a la exportación. Allí los rutilantesordenadores gestionan los pedidos y navegan sobre las redes de comunicación.«Cuando se dice que nuestra arma es el vinilo, me río, ¡nuestra mejor arma es elfax! ¡Es Internet!» Dejamos ese headquarter y pasamos a las entrañas del estudio.Se trata del lugar más secreto del edificio, el más íntimo de Mike. Nos sorpren-demos cuando nos lo muestra inmediato, comentando los defectos y virtudes decada aparato. Tras un conjunto muy ordenado de máquinas numéricas, se dis-tinguen un bajo y otros instrumentos «orgánicos» tradicionales.

Cada piso está lleno de apartamentos donde vive una abigarrada comuni-dad de activistas techno: Meighen, mini-pin-up de origen irlandés que practi-ca una música experimental próxima a Autechre; Aubrey Horman, joven dúocuyo primer maxi acaba de ponerse a la venta en la tienda; Juan Atkins, en suinmenso y burdélico despacho-habitación-estudio, «Metroplex»: Lawrence,ingeniero de sonido y líder del trío de hermanos Burden, Octave One. Y gatospor todas partes, algunos con la cola chamuscada.7

Como diría Derrick May: «Si no tienes alma no tienes nada».

7 Resumen del capítulo dedicado a Detroit del libro Global Tekno, Op. cit.

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1985-11999. Entrevista partisanaJuan Atkins y la conexión de Detroit y Chicago

Juan Atkins es el mayor en edad de los tres fundadores del techno deDetroit. Y también el menos hablador, hasta que aquel día de marzo de1999 me lo encontré con ocasión de la presentación de dos CDs suyosque publicaba tras un silencio de casi diez años. Muy subjetivamente,hablamos del nacimiento del techno y de su hermano el house:

¿Qué representa para usted el house music y, en particular, el house tal y comoes concebido en Chicago?—¿Conoce usted No Ufo’s? Fue mi primer título con el nombre de Model 500,era un título pre-house, antes del house, y es una de las piezas que inspiraron alos DJs del house de Chicago cuando apareció alrededor de 1985 y 1986... Enesos años, el único artista que hacía algo equivalente era Jesse Saunders. En1985, en Chicago, existía una música próxima al género house, más rítmicaque de ritmo... En Chicago, los grandes DJs del disco todavía mezclaban,mientras que en Detroit todos habían girado hacia otro lado cuando el discomurió... Farley Jack Master Funk, por ejemplo, fue un DJ disco. En 1985 losDJs de Chicago sólo mezclaban viejos títulos disco e importaciones italianas.No producían nada por sí solos. No había música de Chicago. Llegué yoentonces con ese título, No Ufo’s, y los vinilos se vendieron como rosquillas enlas tiendas de Chicago. Los jóvenes DJs se dijeron: si ese chaval de Detroitvende su propia música y además es buena, y funciona en los clubs, ¿por quéno ser capaces de crear nosotros nuestra propia música?—¿No desempeñó un papel importante la caja de ritmos en esta historia? ¿Nofue la que permitió a los DJs montar piezas musicales por cuatro perras, sinnecesidad de orquesta?

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—La «Roland 909» acababa de ponerse a la venta cuando compuse No Ufo’s.Pero en este título, particularmente, mezclé dos cajas de ritmos juntas, lo queconstituía una gran novedad. Es cierto que las cajas de ritmos programables de«Roland» tuvieron una importancia enorme en el desarrollo del sonido delhouse... Le daban un sonido extraño, algo esponjoso, casi húmedo... No habríaexistido el house sin ellas. A este respecto, puedo contar una anécdota muy ori-ginal: alrededor de 1984 y 1985, Kevin (Sauderson), Derrick (May) y yomismo hicimos una breve actuación escénica underground en Detroit. Derricknecesitaba pasta para pagar el alquiler y quería vender su caja de ritmos a JeffMills, que estaba en otra banda de DJs y músicos en Detroit, rivales nuestros,de alguna forma. Y le dije: no, no le vendas nada, sobre todo no le vendas lacaja de ritmos porque, si no, sonará como nosotros y ese sonido se escucharáen sus mezclas en los clubs. Todo lo que nos hace distintos desaparecerá. Lepropuse ir antes a Chicago a venderla, y así lo hizo. Creo que se la vendió aFrankie Knuckles... Y esa cajita de ritmos «909» creó todo el house music., puesallí, en Chicago, los DJs se la pasaban unos a otros. En esa época, tanto enChicago como en Detroit, éramos todos ladrones. Cuando algún DJ recurríaa esa vieja y buena máquina, encontraba, grabadas, todas las pistas de bateríade los DJs que la habían utilizado antes que él. Por eso se encuentra en lostemas de Chicago de esa época el mismo tipo de ritmos y el mismo tipo de soni-do. Cada uno utilizaba las formas del otro y le añadía algo de su propia cose-cha... El famoso Love Can’t Turn Around de Farley Jack Master Funk, por ejem-plo, fue compuesto con la caja de ritmos de la que se desprendió Derrick May.Lo mismo que Move Your Body de Marshall Jefferson, si no me equivoco...8

8 Mi agradecimiento a la revista Vibrations, que auspició la realización de esta entrevista, y quepuede leerse en el número de abril de 1999.

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1972-11989. El corazón de la historiaEl house de Chicago: una revolución minimal..., pero con cajas de ritmos

En 2002 el house, el verdadero, ya no suena en Chicago. Demasiadosartistas plagiados. Demasiados clubs cerrados. Demasiada droga.Demasiada confusión.

El house, sin embargo, explotó aquí y en ninguna otra parte antes;entre 1983 y 1986, en Chicago, cuyo nombre suena como el de unapelícula policíaca coloreada con hemoglobina, caverna del blues urba-no, tercera ciudad de Estados Unidos con su gueto de un millón ymedio de negros. Esta música nació como la mala yerba en los clubs,retirando los escombros de la música disco, del que resulta indisociable.¿Es azaroso que Jesse Saunders, pionero del género en el centro deChicago, deje caer, en el transcurso de una larga entrevista, que «todosurgió del Loft de Nueva York»? ¿O que Mel Cheren, rostro visible delsello «West End» y mecenas del Paradise Garage, afirme, como hacién-dose eco, que «el house es el disco sin sueldo»?

La historia del house la haríamos comenzar poco después de la aper-tura del Loft, en 1972 ó 1973, en un club del Soho, en Manhattan: TheGallery. Entre las múltiples tareas de un bar, dos adolescentes limpian,con el delantal, sus primero vinilos. Se llaman Larry Levan y FrankieKnuckles. Un DJ del lugar, Nicky Saino, les enseña el nuevo arte de laspistas y de los surcos... No con dos manos, sino con tres platos; la aven-tura de manipular y de fusionar los ambientes para que el trance duremucho más, mientras la mayoría de los DJs todavía están lanzando

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galletas negras en oleadas tomadas de peregrinas ideas del ritmo. Enenero de 1977, cuando se lanza a la aventura del Paradise Garage,Levan recibe la llamada telefónica de unos inversores que quieren abrirun club en Chicago. Levan rehúsa, pero les sugiere el nombre de suamigo de siempre, con quien se convirtió en un mago de los platos enel Gallery... En marzo de 1977, cuando había dejado el club GrossePomme por el Windy City, Frankie Knucles inaugura el Warehouse...

El DJ del nuevo templo es un purista. Ecléctico, capaz de fundir enuna misma noche a los Clash y a los O’Jays, Harold Melvin y MartinCircus; Knuckles navega sobre los cálidos metales, las voces de ángel ylas preciosas atmósferas chic del Philly Sound como Surcouf sobre océa-nos con navíos cubiertos de oro, y se deleita con la jalea real de los tressellos independientes más importantes de Nueva York: «West End»,«Salsoul» y «Prelude». Pero cuando la producción disco se diluye bajo lapolución de las fangosas ediciones de comienzos de la década de 1980;cuando el tempo de las perlas sudorosas de la escena neoyorquina seralentiza hacia más funk que Hi-NRG, como si quisieran resistir frente ala extensión de la marea, los kids del Warehouse no la siguen... Knucklesse hace alquimista: elige siempre las pepitas en lugar de los guijarros, ylos transmuta en finas láminas de energía dorada de sudor, prolonga losenlaces, cambia los tempos por nexos imposibles y, para mantener lacadencia, les añade las pulsaciones mecánicas de una caja de ritmos«Roland 909». Un día de 1981, descubre una frase sobre la cristalerade un bar: «House Music». Interpreta que esa «House Music» es la suya:la música del Warehouse donde oficia de pontífice de las nuevas sacudi-das rítmicas. Ha nacido el house.

A comienzos de 1983 la historia se acelera. Knuckles abre su pro-pio club, el Power Plant; los propietarios del Warehouse cierran el suyopara reabrirlo con el nombre de Music Box y contratan a un nuevo DJ

que, como a menudo se desprende de estos párrafos testimoniales, con-vierte el house en una hirviente gestación todavía más loca si cabe...Una verdadera aventura BD, más «Ranx Xerox» que «Tintin», precisa-mente narrada en esta forma pop folletinesca: dibujos mezclados conpalabras a cargo de David Blot y Mathias Cousin: «Si en el Power PlantKnuckles continúa la línea garage del Warehouse y acentúa el aspecto

9 Las citas han sido tomadas del cómic El canto de la máquina, volumen I (Op. cit.), que descri-be y subraya el nacimiento de la house en Chicago.

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black y gay militante, el Music Box de Ron Hardy es mucho más sulfu-roso y también más gueto. Se sube el volumen sonoro hasta lo imposi-ble y el consumo de droga alcanza el paroxismo. Frankie Knuckles yRon Hardy tienen cada uno su multitud de fieles que, una vez fuera delclub, vuelven a sus casas y, con esas afamadas máquinas «Roland»,crean tracks con un único objetivo... que los DJs los pinchen»9.

De entre esos fieles, un joven y osado productor Black (JamiePrinciple), cuyos cabellos de ébano parecen brillar, confía desde 1983a Knuckles sus primeros títulos grabados en radiocassettes de segundamano. Amplificados por el DJ según sus inspiraciones, Your Love yWaiting For My Angel mezclan los colores de Prince y Depeche Modecon el fervor disco reducido a su pura esencia. ¡Estos títulos subterráne-os esperarán más de dos años hasta ser editados en vinilo! Pero es en elMusic Box donde la temperatura alcanza su más alto grado. Los beatsgolpean el techo con millones de estacazos que borran poco a poco lasnubes de los metales mientras los adoradores del ritmo citan el nombrede Ron Hardy en sus momentos de éxtasis. Entre 1984 y 1985 se eje-cuta el siguiente ritual: Adonis, Larry Heard y Marshall Jefferson —porcitar sólo a los más célebres fundadores del género— confían sus casset-tes (bricolados el día anterior) al predicador DJ del Music Box y obser-van los efectos que producen sus minutos de electricidad sintética. Si lapista se inflama bajo sus ondulaciones, el juego continúa: el tema echaa volar entre numerosas ceremonias; si no, vuelve a la grabadora.

En el Music Box, en el Power Plant, en el Playground de JesseSaunders y hasta en el Candy Store de Steve Hurley y Keith Farley (aliasJack Master Funk), empujan las raíces anárquicas de un movimientoúnico orientado a los clubs underground de Chicago mucho más que alas tiendas donde se venden sus grageas de vinilo; torrente orgánicocuyas hostias, destinadas en principio a los danzantes, son distribuidaspor los DJs, que multiplican sus hazañas con desafíos incesantes desdelo alto de sus altares paganos... El microcosmos black (gay en su mayoría)que oficia en esos clubs procede de los guetos, o, cuando menos, de suszonas más favorecidas. El padre de Steve Hurley es ingeniero civil; lospadres de Marshall Jefferson y Larry Heard ¡son flics! Familias numerosas.Los jóvenes soñadores pasan, de un día para otro, de los bancos del corogospel a las pistas y cabinas de los clubs nocturnos. Del instituto, del paroo de la Administración Pública al salvajismo de ese nuevo mundo de losclubs y de la música de baile. Los caracteres de ese medio, que crece comola planta carnívora de una película de serie Z, son tanto místicos como

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combatientes, a la manera de las batallas que mantenían los DJs de lascalles del Bronx, de esas block parties que hacían estragos a comienzos delos setenta. Allí no se hacen regalos. Lo que se busca es la adoración de lasmultitudes, el fortalecimiento del gran preste de los platos tanto como lainnovación más extrema, pues ese juego sin emociones (ya sea DJ, músi-co, productor o jefe de sello independiente quienes lo jueguen) consisteen hacerlo todo más y mejor que el vecino...

En 1983, Jesse Saunders es ya uno de esos barones de las pistas,maestro en el Playground. Su marca de fábrica, su firma de DJ, es la caraB de un oscuro bootleg disco: On And On... Un mix berberisco quecomienza con un sucedáneo del Get On Teh Funk de Munich Machine(saludos a Giorgio Moroder), para inflamarse con la bassline de SpaceInvaders, de Playback, la derivación de los metales en tempo mecánico delcélebre Funky Town, de Lipps Inc. y el no menos afamado toot toot, heypeep peep, a capella, del Bad Girls de Donna Summer. En los platos,Saunders usa y abusa de esa ensalada sonora mestizándola en los discoscon lo más diverso, como los estertores regulares de su caja de ritmos«Roland 808». Pero, mira por dónde, un ladrón se cuela en los rinconessecretos del Playground y se lleva las obleas de vinilo del DJ, entre ellas, OnAnd On, que Saunders guardaba religiosamente como si se tratase de sualma dañada. Jesse, cuya madre es profesora de música, conocía la can-ción. Coge su caja de ritmos y un viejo sintetizador «Korg Poly 61», unao dos piezas del cóctel original y el enlace de una canción de RonnieGriffith... Resultado: un On And On tan primario como bello y nuevoque, en enero de 1984, se convierte en su nueva firma y, al mismo tiem-po, en el primer maxi de la historia del house...

Extrae una sonoridad mezclada en su punto: la de la caja de ritmos.Ésta es la clave, el corazón, el esqueleto que permanece de ese funk vivazy minimalista cuando los instrumentos se esfuman. Algunos himnos,como No Way Back de Adonis (del que se venderán ciento veinte mil ejem-plares en todo el mundo), no parecen más que una trama rítmica quepodría durar días y días, un único track de repetición robótica sacudidopor los hipos de una máquina sofocada en los controles de alcoholemia.

Según François Kervorkian, DJ, productor e hijo espiritual, por otraparte, de Larry Levan, no es necesario buscar muy lejos las fuentes delarte bruto del house de Chicago: «Es la tecnología la que hecho posibleel house. Los fabricantes de teclados descubrieron el sistema MIDI y fueesto lo que permitió a la gente pinchar sonidos para programar sus

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cajas de ritmos. De repente, abundaron los estudios y los músicos: bas-taba con una pequeña caja de ritmos de 400 ó 500 dólares, la «RolandTR707», la «TR 606» o la «TR 808» para crear todos los ritmos que se qui-siera. Lo que ha hecho al house tan radical es la manera que los DJs tení-an de utilizar esas máquinas con su increíble sonido, el bajo y los altavo-ces, en directo, en los clubs. Cuando escuché los primeros rudimentos dehouse como Love Can’t Turn Around o Can You Feel It, de Mr. Fingers,pensé en las pinturas del Aduanero Rousseau. Ya sabe, esos cuadros queparecen salidos del espíritu de un niño y, sin embargo, magníficos, con esabelleza ingenua, pero finalmente tan profunda y tan misteriosa...»10

El house es una cultura de la economía de medios. No de la econo-mía de mercado. Una cultura del pobre, con su fiereza y sus ambigüe-dades. Por un lado, cada uno se siente rival del vecino; pero, por otrolado, se prestan los magnetófonos y, sobre todo, las cajas de ritmos gra-badas con los hallazgos de cada uno. Una misma máquina sirve aDerrick May, quien la vende por unos dólares a Frankie Knuckles,quien, a su vez, la presta a Marshall Jefferson... Es así (tal y como se hadescrito en la entrevista de Juan Atkins en el capítulo precedente) comocirculan chasquidos y crujidos rítmicos y como nace esa identidadsonora reconocible entre mil... ¿Cómo, pues, designar UN precursor?¿Un único fundador? Si tantos dicen ser «el primero» es sin duda por-que todos merecen el baladí título de Godfather of house...

La otra clave de la epidemia es la radio, que permite a las familiasescuchar, de día, los excesos que agitan sus vómitos por la noche...Gracias a emisoras locales como «WGCI» o, sobre todo, «WBMX», quecompiten por esta nueva música, «el house se convierte en la bandasonora de los guetos, como una anomalía en una América pobre dondepredomina el hip-hop».11 En todas las antenas, y a horas diversas, seescucha el Hot Mix 5, en el que se ilustran sobre todo el latino RalphiRosario, Steve Silk Hurley y Farley Jack Master Funk. El mismo Farleycreó en 1986, con Love Can’t Turn Around, el primer ovillo de Chicagopara devanar en las pistas de todo el planeta; mezcla mutante de discoy de soul pasado por el acelerador de partículas y adiestrado por el

10 Entrevista de Jean Marc Arnaudé en Coda.11 Estas citas están tomadas del cómic Le Chant de la Machine, volumen I (Op. cit.), donde sedescribe el nacimiento de la house de Chicago.

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impagable vocalista con aspecto de crooner marsellés Darryl Pandy. Elbaile se impregna de mil colores sobre una misma base de ritmos desíntesis minimalista, desde el himno de Marshall Jefferson (Move YourBaby) y su piano casi rock’n roll; desde el abismado deep de Larry Heard(que compuso Mr. Fingers con el vocalista Robert Owens), hasta elsonido acid surgido azarosamente de la indigencia de DJ Pierre y sucolega Spanky bajo el patronímico (¡) Phuture (sic)...

Estamos en 1987. DJ Pierre y Spanky no tienen ni un centavo parapagarse un estudio o comprar uno de esos secuenciadores que han vistoen el Rastro. «Su único instrumento es una «Bassline TB303», unamáquina de gama baja que el ingeniero Roland destinaba a grupos popque carecían de bajista. Ese aparato en desuso, destinado a reproducirlos sonidos de un bajo eléctrico, era poco fiable y tenía un sonidopodrido».12 Pierre mete la pata: borra la línea de bajo programada porSpanky el día anterior y se entretiene girando los botones en todos lossentidos y sin sentido... Extrae un efecto siseante: «Acelerando al lími-te una programación hecha para imitar el bajo y saturándola de agu-dos, Pierre se encuentra frente a una espiral neurótica y completamenteiconoclasta. Se despacha añadiendo encima una caja de ritmos, some-ra aunque muy funky, y después envía la cassette a Ron Hardy. El DJ

pone esa combinación mutante hasta cinco veces por noche en elWarehouse y, quince días más tarde, Acid Trax es el tema del que hablatodo Chicago»,13 salvo quien no conozca el nombre de ese fragmen-to grabado en cassette, de esa rara y arrebatadora bestezuela de acen-tos discordantes que Ron Hardy ama instintivamente. En las pistasse habla de ella como de un OVNI al que se reconoce por estas pala-bras: «What a crazy acid trax». Por eso DJ Pierre y Spanky decidenllamar a su cosa imposible Acid Trax, lanzando un movimiento quesacudirá a la puritana Inglaterra como jamás se había hecho desde elpunk: el acid-house. ¡Aciiiiid!

Los Blacks y los hispanos de Chicago que se mezclan en el dance noquieren estar fuera de la ley. Underground, pero no rebeldes a la manera deun Mad Mike, viven al ritmo de los clubs, sólo de los clubs, pues están con-vencidos de que estaría mal transformar sus cassettes en discos, difundir suspíldoras de energía en Chicago, en Nueva York o, por qué no, al otro lado

12 Entrevista de Jean Marc Arnaudé en Coda.13 Extracto del libro Global Tekno, Op. cit.

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del Atlántico. Innovan porque no pueden hacerse un hueco de otra mane-ra. Sus perfiles son diversos, pero todos tiene algo de desclasados. Entreellos hay algunos artistas de gran talento, como Larry Heard o MarshallJefferson. De Jefferson (que trabaja en correos cuando eclosiona el house yque ha echado una mano a DJ Pierre y a Spanky en sus Acid Trax), se diceque habría participado en algunas sesiones con el Art Ensemble de Chicago,congregación libertaria nacida del free jazz y conducida por AnthonyBraxton. Pero también se cuenta que estaban en un trip Black Sabath yDeep Purple en la universidad durante los años setenta.

A mediados de la década de 1980, se crean espontáneamente algu-nos sellos independientes. Jesse Saunders funda «Jes Say» y las ventasde su primer maxi le permiten poner en marcha la maquinaria. Nacenotros sellos: «Bright Star», «Chicago Connection», «Dance Manía»,«Sunset», «House Records», «State Street», «Sound Park», «Hot Mix 5»,etc. En seguida, dos compañías controlarán esa inundación: «TraxRecords» y «DJ International». Desde 1986, el patrón de «DJ

International», Rocky Jones, lía un petardo con sus primeras bombasde house en el New Musical Seminar de Nueva York, gran pow wow dela industria del disco. Firma un contrato con el sello «London» y elhouse de Chicago para editar en Inglaterra: en septiembre de 1986 LoveCan’t Turn Around, de Farley Jackmaster Funk, alcanza el décimo pues-to en las listas inglesas, y en enero de 1987 es Jack Your Body, de JimSlim (alias Steve Hurley) el que alcanza el número 1.

El «Jack», vago equivalente house y alocado del smurf del hip-hop,invade los clubs del planeta, el primero el club Hacienda deManchester, donde Mike Pickering se transforma en apóstol del géne-ro. La epidemia se extiende hasta Nueva York, donde 2 Puerto Ricansbricola un bootleg del No Way Back de Adonis añadiéndole briznas dehumor latino y un riff de goteante teclado electrónico, mientras que untal Todd Terry, ayudado por uno (Louie Vega) de los dos futuros pro-ductores del éxito de Masters at Work, crea un furioso collage de samplesy beat chisporroteante: Party People... Sobre estas bases, arrastrado porla comunidad exiliada de Cuba y Puerto Rico, nace el hip-hop latino,que mezcla aciertos house y pasiones latinas en un tempo sincopadoheredado del hip-hop de Nueva York, con melodías muy marcadas, contemas dolientes y con unas vocalistas que cultivan sus registros agudos.Cualquiera que sea la continuación de la historia, desde 1988 el housey su vástago, que vuelve locos a los ingleses (el acid house), es, desde esemomento, un movimiento mundial.

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Pero en Chicago todavía hay miseria. «Trax» y «DJ International»entregan a las bandas algo de dinero; los títulos se editan en Inglaterray, después, nada, apenas un céntimo para los autores... El éxito se portamal en la «Wendy City». «WBMX», LA emisora house, pliega sus antenascuando todavía bailan los kids de Londres y de otras partes. ¡Silencio en elgueto! Circulan historias malsanas. Se sospecha que Frankie Knuckles(¡Dios, incluso él!) ha intentado vender un single inédito de JamiePrinciple a «Trax» y a «DJ International», sin ni siquiera haber pedidoautorización al principal interesado. La historia del house de Chicago esuna canción de blues urbano, maravillosa y trágica a la vez. Roban. Seensucian por dinero. Algunos, es cierto, permanecen íntegros, pero ¿a quéprecio? Se les saquean sus maquetas, o aún peor: se les desnuda el alma.

Cuando uno de los directores artísticos de «Trax Records», HarryDennis, se chuta heroína, todo es bueno para conseguir pasta...«Dealers de droga me han perseguido en la calle —recuerda LarryHeard— y no para mí, sino para Harry... Yo no necesitaba eso. No, esono forma parte de mí...»14 A destacar también, entre las fuentes impor-tantes de esa revista, una historia del house en la direcciónhttp://www.fortunecity.com/tinpan/faithfull/379/hhist.html. Todo unsímbolo la historia de Larry Heard, príncipe de los teclados y creadorgenial de un house profundo y romántico, tan espacial como inspiradoen el jazz... Después de sus decepciones en Chicago, como otrosmuchos pioneros, firma por una multinacional. Se deja manipular porla «MCA». Heard no es un resistente; es un músico verdadero... «Tengoun espíritu aventurero —dice—, pero, en el fondo, soy algo conserva-dor. Procedo de un medio conservador, de una familia sencilla y sinhistoria, una familia de Blacks que trabaja diariamente y que sin dudaseguirá trabajando la víspera de su muerte»15 ... En el 2000 Larry Hearddeja Chicago por Memphis, anuncia su retirada del negocio de la músi-ca por un empleo sin quebraderos de cabeza ni espectáculos. Trabaja encorreos. En 1985 se convierte en una de las leyendas del house. Ahoraes programador informático.

14 Palabras de Larry Heard extraídas de una hermosa página de la revista Mixmag, accesible en laRed en la dirección http://www.techno.de/mixmag/9712/Larry Heard.1.html15 Ibídem.

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1992. Intermedio desnudo¿«Nu-Groove»? ¿«Strictly Rhythm»? Espíritu del garage y del housede Chicago, ¿dónde estás??

No hay fabricantes ni agitadores de aire en «Nu-Groove Records», y eso es algobueno [...] Este álbum es el testimonio de los códigos secretos de un círculounderground de música dance. ¿Comprendéis? «Nu-Groove» no se conformacon interpretar esos códigos: los inventa. Bendígase al funk, y a los samples, lascintas, el jazz, los deep grooves, los vocalismos muy «reales» y, por encima detodo, bendígase la actitud que ENCARNA «Nu-Groove».16

Este texto, firmado por Neil Rushton, aparece en el reverso de la segun-da compilación del sello «Nu-Groove» Secret Codes. En 1992 ese mani-fiesto minimalista signa una ponderada revolución. Como la de otrosello de Nueva York: «Strictly Rhythm». Del Loft al Hacienda, deChicago a Londres, de los clubs para iniciados a las raves al aire libre,el house ha creado momentos excepcionales y fiestas desenfrenadas, unaespecie de «Zonas de autonomía temporales», intemporales, al margendel mercado antes de que las lógicas financieras e institucionales reto-maran sus derechos. El reclamo del dinero vació de substancia carnal amuchos de los DJs, vendiéndose por todo el mundo o produciendo susremix en serie. El viento del éxito dispersó a las almas, dejando al housede la «Windy City» parecida a una mansión fantasma. Creados en1989, «Strictly Rhythm» o «Nu-Groove» son lo que «Trax Records» y

16 Nota del CD: Nu-Groove, Secret Codes, Networks Records/Delabel.

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«DJ International» habrían debido ser en Chicago: auténticos sellos,íntegros frente a los «fabricantes» y a los «agitadores de aire», donde seencuentra lo más selecto de la música black y de los productores comoFrankie Bones o los hermanos Burrell... Comunidades que rechazanincluso la idea misma de stars, argumentando su resistencia sin alhara-cas, sólo por amor a la música y al baile. Un amor radical.

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1972-11998. Fábula transversalEl pre-house infinito de Manuel Göttsching se transforma con E2-E4y Sueño Latino

Una extensa pieza de más de cincuenta minutos que groove en olas deplacer entre infinitas variaciones, baile de teclados líquidos sin ahogar-se y guitarra estratosférica y apoteósica. Cuando E2-E4 aparece en1982 (el título fue grabado en diciembre del año anterior), no pasanada. Nada. Como si pisteros y DJs no hubieran estado preparados.Después se convierte, pese a su duración, en uno de los himnos delParadise Garage de Manhattan y del Music Institute, club culto deDetroit. ¿Por qué? ¿Cómo? Gracias a Larry Levan, a Derrick May y aotros ilimitadamente enamorados de esas músicas de progresivas evolu-ciones... Luego escuchas multitudes y pistas inundadas de sudor; ochoaños más tarde se le añade un beat más concreto, un bajo sopesando suscacahuetes, ruidos estereotipados y ladridos de perros locos, de inspira-dos orgasmos y un monólogo en italiano para transformar la pieza ale-mana E2-E4 en Sueño Latino y propulsarla a las listas británicas... Suautor inicial, Manuel Göttshcing, que no tiene, por otro lado, nada decorsario house, no está muy contento con ella y se pasará al techno comoantes lo hiciera el bueno de Steve Hillage con System 7.

Resumen perfecto del rostro galáctico y de la interminable melenadel krautrock, es a principios de los setenta cuando Göttsching crea AshRa Temple junto a un joven batería que estudió en la universidad téc-nica de Berlín, donde siguió cursos de «composición experimental», yque acababa de dejar Tangerine Dream: Klaus Schulze. Luego, con los

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Popol Vuh, los Cosmic Jokers, el nuevo Tangerine Dream de EdgarFroese y Peter Baumann, además de otros iluminados, esa música cós-mica remonta los limbos de síntesis pura que influenciarán al techno deBerlín y Munich. ¿Qué queda hoy de todo eso? Escuchad el primer tra-bajo en solitario de Schulze de 1972: Irrlicht. Sus máquinas respiran,algo anticuadas, pero más vaporosas y delicuescentes que las que uti-lizará Jean Michel Jarre cuatro años más tarde en Francia. El hombreaparece sobre una nube, improvisando a continuación de TerryRiley, con un suave y accesible homenaje al tumultuoso Varèse. En1974 el amigo de Manuel Göttsching experimenta con susInvenciones para guitarra los sofisticados bucles de sus arpegios yensaya cosmic disco en 1978 con Correlations, mientras Klaus Schulzenavega todavía, ese mismo año, sobre océanos de repeticiones pro-fundas, irresistibles y, sin embargo, intelectuales con el fascinantedoble álbum X y sus magníficos violines.

A mitad de la década de 1980 la revolución house continúa sin esospapás teutones, primeros vástagos del profesor Stockhausen y del doc-tor Moog. ¿Sin ellos? No del todo, pues E2-E4 hace de nexo, buena-mente continúa solo su camino entre las nuevas esferas del baile elec-trónico... Y el autor renace de esos pillajes con o sin vergüenza, con osin la Señora Parsimonia y el viejo gendarme de su marido: ese traves-ti que se llama Propiedad Intelectual. ¡Göttsching se burla de ella y delgendarme, y tiene mucha razón! Pues los piratas hacen de él —el ati-zador— ¡un conector! ¡Un pionero! E2-E4 se encarna en múltiples for-mas, cada una más extraña que la otra, mutilado y convertido enbroma de mal gusto por los bandidos de Sueño Latino, ya sea en mododiez minutos o en versión Chill Out de ocho horas bajo la influenciade KLF y pisoteado por Alex Patterson de The Orb, remaquillado porDerrick May o fundido en estilo bufo y chisporroteante por el jovenCarl Craig debajo de su máscara club Paperclip People en unRemake/Throw para sacudir a los elefantes.

La historia de Göttsching y de E2-E4 narra las mutaciones de lamúsica electrónica, puente entre épocas y lugares, de Alemania aChicago y Detroit pasando por Italia. Y habla de un nuevo arte delreciclado musical, de una forma de robar y de digerir antes que de citary de componer...

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Pista sieteEn el corazón de las raves y de un nuevomundo de piratasEl fenómeno techno-house en toda su pujanza estética,social y política: la filosofía de los sound systems, elrelámpago de Ibiza, las primeras raves en Inglaterra,la explosión de baile y música en toda Europa, las freeparties en Francia, la explosión del sampling y susmaravillosos filibusteros

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1984-11988. Historia de culosDe los sound systems de Jamaica a las raves de la explosión house:las fiestas piratas

Daddy G, DJ de Massive: «Nuestro Wild Bunch era al principio uncolectivo de DJs muy marcado por los sound systems jamaicanos. Lossound systems no eran más que DJs ambulantes enchufados a sus alta-voces que escupían un enorme sonido de bajo. Esto es lo que nosotrosqueríamos hacer al principio de la Wild Bunch: teníamos nuestro pro-pio sound system, nuestros DJs tocaban reggae y hip-hop. Todo eso hadesaparecido. Y, aunque Massive Attack está influenciado por una mul-titud de cosas, nosotros siempre seremos tributarios del reggae».1

A finales de los setenta Daddy G toca reggae sobre platos durantelos descansos de los conciertos punk... Pero no es ni el único ni el másdestacado de esos intermedios: otro DJ black, Don Letts, siembra gra-nos de suave subversión jamaicana bajo el birrete craneal de jóveneslondinenses en busca de nuevas vibraciones sonoras y filosóficas. Lasletras y las músicas de los guetos de Kingston alimentan el punk desdesus primeros balbuceos. Como prueba, el nombre que eligen unosjóvenes agitados destinados a la fama: Clash, extirpado de un álbum dereggae firmado por Culture: 77 Clash. Otra prueba: el color y los ritmosde Ruts y de los Slits durante la segunda marea punk. En 1979

1 Resumen de una entrevista a Daddy G realizada por Stéphane Deschamps: «Massive Attack»,en el número especial de verano de 1998 de los Inrockuptibles, Op. Cit.

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Margaret Thatcher llega al poder, en un contexto de crisis económicaque se transformará en pugilato social. El Partido de los trabajadoresestá en calzoncillos. La resistencia se expresa en la calle, desmarcada. Yen los conciertos organizados por «Rock Against Racism» o «The Anti-Nazi League» se reúnen grupos reggae y punk: Aswad y Steel Pulse juntoa Clash o X-Ray Spex. La contestación se organiza bajo un mismo lemamultirracial: «Black and White Unite and Fight».

En Bristol, pequeño puerto que cuenta con una menuda comuni-dad jamaicana, un grupo encarna esa resistencia tanto política comomusical, salido del punk pero alimentado en el funk y en el reggae: ThePop Group. El título de su segundo álbum, que aparece el año de suseparación en 1980, basta para resumir su postura: For How MuchLonger Do We Tolerate Mass Murder? La funda, negra y blanca, pone enescena crudas fotografías y recortes de prensa e incorpora dos inmen-sos carteles. Con The Pop Group y, después, con Pigbag y Rip, Rig +Panic, la escena de Bristol cultiva esa asociación de la música baile conel espíritu punk, aunque de inspiración black y jamaicana, con sólidaspreocupaciones políticas y sociales. En esta atmósfera nacerá el colecti-vo de DJs de la Wild Bunch a comienzos de la década de 1980, diezaños antes de que la ciudad se convierta en la capital del trip-hop conlos éxitos de Massive y de Portishead.

Aquí se desarrolla un nuevo arte del descontrol y de las fiestas extramuros alimentado por esa necesidad de concretar en actos el rechazo alorden moral y a la brutalidad social y económica del gobiernoThatcher. Precisamente la cultura del sound system, adornada con loscaracteres políticos de un escenario bien implantado y, más prosaica-mente, con el amor al hip-hop, al soul inglés y al rare groove (movimien-to creado por DJs transformados en monomaníacos cazadores de vini-los inencontrables, editados entre 1969 y 1975); adornada con rodajasde funk tirando a veces hacia el jazz, hacia los delirios psicodélicos ohacia cualquier otro tipo de música de sonidos poco marcados o deca-pantes. En 1981 Norman Jay es el primero en construir su sound sys-tem: «Good Times», con dos platos y un micro (del que no se sirve másque para anunciar sus bombas) y una galería sorprendente de músicasen las que el reggae se une al soul y a múltiples píldoras incalificables.Llega siguiendo esta huella Jazzy B, de Soul II Soul, que hormigoneadurante noches memorables el «African Center» de Londres. Luego, en1984, el Shake and Finger Pops, de los Young Disciples, que salvarán elhonor del acid-jazz londinense. Así es como se crean en Inglaterra bailes

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rebeldes: son las primeras raves, piratas o no; se les llama warehouses yvibran en las voces de las cajas de ritmos y en el sonido de grandes altavo-ces que ellos mismos fabrican. Ya no se vuelve de esas veladas en velocescaballos diurnos ni se confiesan de boca en boca los hermosos pecados.

Naturalmente, entre 1986 y 1988, el pequeño negocio de losconectados warehouse se convertirá en la explosión rave de toda lajuventud británica, como si esos alumbrados del sound system hubieranpreparado el terreno de la fiesta, esperando sólo que llegara la marea.Todo se desarrolló en torno a uno de los más delirantes catalizado-res: el virus del house. Para empezar, gracias a los DJs de la muy espa-ñola Ibiza, ese virus pasa de Chicago a la isla de todos los placeres enel corazón de las Baleares. Para continuar, gracias a los turistas y alos DJs ingleses embobados con el poder directo de esta nueva músi-ca, el virus inocula las ciudades del norte de Inglaterra: Leeds,Liverpool, Sheffield y, sobre todo, Manchester, donde el Hacienda,el club de «Factory» en el que oficia Laurent Garnier, se convierte enseguida en EL corazón de este movimiento y cuya epidemia se trans-mite a una velocidad de vértigo. Y llega a Londres, donde estalla lalocura. Y, cuando a comienzos de la década de 1990, los nuevosnómadas de la Spiral Tribe forman círculos juntando las culeras desus camiones para bailar en todos aquellos lugares donde se detie-nen, radicalizan la herencia del Pop Group y de Norman Jay ofre-ciendo cortésmente el brazo a los flics de la Dama de Hierro.2

2 Este fragmento histórico debe mucho a las conversaciones con Vincent Tarnière y Loïc Dury,ex de Radio Nova.

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1986-11988. Clave de solCómo Ibiza transmitió el virus house a Inglaterra

¿Ibiza? Todavía hoy una isla de fiesta y de loca exuberancia.Acicalada. Sexual. Comercial. Centro de experimentación caótica delas músicas que formaban oleadas en los clubs del mundo entero.Ese paraíso de las Baleares ha desempeñado un papel trascendentalen la contaminación house y techno...

Cronistas comprometidos del «planeta dance» como DidierLestrade y Pascal Raciquot-Loubet resumen su historia: «Ibiza conociósu máxima celebridad a finales de los setenta, en la época en que todoel mundo fumaba bailando antes de ir a besarse tras los muros de lacatedral. Largo período de inacción y, después, en 1986, Ibiza se reen-cuentra. Este rejuvenecimiento se debe a los ingleses, colonizadoresatraídos desde siempre por este lugar, que pasaban allí sus vacacionesde verano. Ibiza dio a luz el Balearic-beat gracias a DJs que vinieron agirar los platos al Ku, al Pachá, al Histeria o al Amnesia»3.

César de Melero era por esa época uno de los DJs de Pachá, antesde coger los platos del Space desde que se abriera un poco más tarde...En Global Tekno recuerda:

3 Extracto del número especial de Rock & Folk «Planète Dance», aparecido en 1991.

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La fiesta comenzaba al amanecer y terminaba al atardecer. Para mí, valía todo.Pinchaba los primeros títulos de house de Chicago. Nadie, por otra parte,conocía esa música y la gente verdaderamente enloquecía.

Antes de que llegara el house, la gente decía que mi música era demasia-do monótona. De hecho, yo ya pinchaba muchas repeticiones de secuenciasy de encadenamientos de análogos motivos rítmicos. Eso daba una sensaciónde monotonía y de reiteración. Yo pinchaba seguramente más duro que losotros DJs de la isla: Alfredo era más cool, Pipi más funky. En 1987 el Pacháse convirtió en el club fundamentalmente house de la isla. Ese año coincidícon Paul Oakenfold y me dijo: ‘¡Guau, eso es especial! ¿Cómo se llama?’ Y,claro, le respondí: ‘Esto es house, aquí tienes los discos’ Anotó las referenciasuna por una, muy escrupulosamente. Tú ya conoces el resto: Oakenfoldllevó el house a Inglaterra».4

4 Entrevsita realizada por Jean-Philippe Renoult para su libro de autoría compartida con Jean-Yves Leloup, Global Tekno, Op. Cit.

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1987-11995. Arqueología pirataLa Inglaterra del acid-house en la jungla hardcore: revueltas hedonistasy rebeliones tecnológicas

1987. En las calles de Leeds y de Manchester no se les reconoce: losbrutales bíceps gimnásticos sonríen. Bailan. Cantan. Y ya no les casta-ñetean los dientes. No han olvidado el fútbol, pero, llegados de susvacaciones en Ibiza o en Mallorca en numerosos vuelos charter, llevanel sol en el cuerpo. Se reencuentran en el Hacienda, nuevo templo dela revolución house promovida por el sello de New Order. Algunosmeses más tarde, los hermanos y hermanas de esos hooligans irrecono-cibles han contaminado Londres. En el Shoom, por ejemplo, pequeñoclub asfixiante, ahumado, el sudor chorreando por los muros. Unpuñado de DJs ha traído de Ibiza esa gran ensalada musical: el house,hijo tecnológico y minimalista del viejo disco nacido en los clubs under-ground de Chicago dos años antes. Se mezclan en él los delirios post-punks de los Residents, de Yello o de Art of Noise. Esos DJs y su públicode jóvenes transfigurados buscan también en sus maletas una droga: eléxtasis, y en su cabeza y en sus pies una actitud: bailar con los brazosgrandes abiertos para percibir el mundo de sonidos que pasa con unasensualidad que la química prohibida incrementa hasta el más frenéti-co paroxismo. Bajo las luces, los estroboscopios y los láseres psicodéli-cos, el baile es puro entusiasmo de brazos levantados, girando sobre lossamples, las manos agitadas bajo los zzz-zzz y los blip-blip del sonido«acid». Comunión de radiantes desconocidos.

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No se trata de una música inventada aquí en los años ochenta, sino deuna estética que, de repente, saldrá de las pistas muradas para explosio-nar sobre las olas de lo prohibido. La ciudad y sus lugares liberados,sus clubs y sus tiendas, desde Notting Hill la mestiza hastaCarnaby Street la eléctrica; pero también los home studios, ocultosen las terrazas improvisando nuevos creadores, lanzan una culturao, más bien, una contracultura popular junto al mismo catalizadorde 1966, en la era del pop psicodélico: la droga; esta vez no con lossecantes de LSD, sino con el éxtasis new age llamado píldora delamor. Terminados los años negros de la heroína, ya se puede tocar,se puede sonreír. Buen «karma» de una droga casi ritual a pesar delos primeros excesos, los éxtasis cortados y los productos adultera-dos hacen perder la pelota y la salud...

En Londres, la ciudad de las revueltas raciales en el país del libera-lismo integral, el vacío se abre entre el candor del movimiento y losgrandes titulares de los periódicos. Por un lado, los hooligans se hanconvertido en pacíficas peonzas gracias a un sol químico, mientras quelos jóvenes fans del acid-house adoptan en sus camisas y vestidos ellogotipo «smiley», sonrisa beat de ojos redondos exhumada de la tumbade los setenta. Por otro, apoyándose en la muerte de un joven tras unafiesta vibrante de esa misma química, las primeras planas van a encon-trar en ella el pretexto para sus llamadas a la represión: «¡Orgías de sexoy droga!», «¡El horror del acid-house!», «¡Acid Party: un ejército de bes-tias con bates de béisbol!», «Prohíbanse esas canciones del diablo!»,«¡Fusilad a esos cerdos que apadrinan el acid!», etc.5 Jamás la prensahabía sido tan virulenta desde las provocaciones de Sex Pistols. Se adi-vina en ello una cesura: cuando Johnny Rotten escupía su desprecio ala buena sociedad británica, a su codicia, a su envanecida reina y a su«régimen fascista», se podía intentar aislarlo en el círculo de Satán. Perolos jóvenes del acid-house ya han digerido el vómito de ese punk, de eseAnticristo. Ya han comprendido: no escuchan nada de las Instituciones.Ni siquiera las detestan. Las ignoran. Construyen su propia moral den-tro de un circuito autónomo y sin mayúsculas. Esa juventud prefieresus pequeñas verdades antes que la gran Verdad que enmascara loscuernos del poder. No quiere ser representada. Ya no quiere escuchar.El odio de los titulares de prensa refleja ese vacío enorme. A partir de

5 Léase el formidable reportaje de Nicolas Roiret y Philippe Vandel en el número 114 de la revis-ta Actuel, aparecido en diciembre de 1988: «Londres: plus fort que le punk, Aciiieeeed!».

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ahora, la gente de «Bien» debe gritar muy fuerte para hacerse escucharpor sus hijos, que han elegido la actitud del autista. Esos adultos res-ponsables ya no comprenden nada. Tienen miedo.

«Que se callen, parecen responderles los ravers. Nosotros, a divertirnos».

De 1987 a 1989 comienza una carrera de persecución entre el gobier-no Thatcher y los impenitentes fiesteros. ¿La policía cierra las discos deacid-house? No importa: nos vamos a los hangares. Condenado por lasautoridades, el éxtasis se convierte en marca de reconocimiento. Cerrandolos clubs y arrojando a millares de jóvenes a la ilegalidad, el gobierno bri-tánico dinamiza una embrionaria contracultura. Se apoya en radios pira-tas como «Kiss FM», en fanzines como Rave o Rave On y, sobre todo, entítulos de DJs y grupos cultos que se creen todo menos stars: M/A/R/R/S ylos collages de Pump Up The Volume, Tim Simenon y su Bomb The Bass,los Beatmasters, S’express, etc. Como en 1967, las redes clandestinas flore-cen. En las tiendas de discos se ordenan los folios con los números de laspersonas que han respondido, las cuales sólo en el último papel y en otralínea, indicarán día, lugar y hora de la tan deseada fiesta.

Las fronteras musicales estallan como en los mejores tiempos de lapsicodelia o del post-punk. De New Order a Primal Scream, de Mobya Adamsky, y de KLF a Inner City, el rock y la electrónica se funden enun vasto mix integral. Incluso los vestidos, todos ellos hechos de com-posiciones y recomposiciones, camafeos jaquelados de Ibiza y grandesmargaritas impresas sobre túnicas hasta las rodillas...

Entrad en ese hervidero de lo imaginario. Entrad en el baile. Entraden trance. Fusionad vuestros cuerpos y vuestros espíritus. Zambullidvuestro ego en el océano de los ritmos. Las raves nacen semejantes a orga-nismos efímeros, en un espacio «fuera del mundo», lejos, muy lejos de lajerarquía del telediario y de los maestros de la razón occidental. Sumundo no es lineal, sino cíclico. Vuelto sobre sí mismo. El DJ es su cha-mán, y el techno su nueva tradición oral, alimentada de ruidos y de repe-ticiones. Michel Maffesoli tiene razón al hablar de éxtasis místico, alcomparar, con sorprendente exageración, la fuga de los salvajes fiesteroscon los vuelos poéticos de Rimbaud, de Michaux y de los poetas maldi-tos. A dos estrellas de la lógica cartesiana. Más allá del bien y del mal.6

6 Véase «Dans l’extase des raves», artículo publicado por Michel Maffesoli en Libération (23 deagosto de 2001).

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Escapando a todo control en sus ensordecedores baldíos, sus fábricas decolores dionisíacos y sus campos abigarrados de seres humanos disfra-zados de espirales, la fiesta mística atemoriza al Poder, ya sea el Poderestatal, el económico o incluso el religioso. La guerra se establece entrelos señores de la arcaica Institución liberal y esos muchachos irrespon-sables que se atreven a divertirse al margen de los supuestos ya previstospara los excesos juveniles. Las delicias del fruto prohibido empujan alos guetos a unirse para defender ese derecho cuya reivindicaciónparece ridícula: «The right to party», el derecho a la fiesta. Atosigadodesde 1988 con una lluvia de multas y denuncias, el movimientoestalla verdaderamente durante el verano de 1989. A cada rave noacudirán doscientos, sino veinte mil individuos pertenecientes atodas las castas para batir el campo —to rave— en el bosque inglés,a unas decenas de minutos de Londres, y cuya consigna es non stopdurante todo el week end...7

Otoño de 1990. Las raves clandestinas, cuyos promotores son dete-nidos por doquier, dejan paso a las grandes discotecas como el Heaven.Pero la música no se apaga. Se multiplica. Se viste de progressive house.Se mezcla con melodías de canciones de garage y de soul. Come del pop,y, a veces, se alista a la piratería. Como a menudo sucede en materia decultura popular, después de la batalla los jefes firman algunos contra-tos, y el underground, aquí y allá, se muda en «overground». Normal...

Pero la resistencia se organiza y evoluciona con naturalidad de acuerdocon los dos caminos paralelos de las fiestas secretas y de las músicas sónicas.

Londres, octubre de 1990. Dos hermanos y sus amigos organizansu primera rave y acaban en chirona. Squatters londinenses, Alexandery Mark Harrison vivieron los placeres de la represión policial desde1974, particularmente la del primero de junio de 1985, cuando lasfuerzas del orden atacaron «un convoy en dirección a Stonehenge,lugar habitual de manifestaciones y de fiestas del movimiento» de lostravellers, esos nómadas tan new age que viven en la carretera. «Cientocuarenta vehículos fueron bloqueados por un extraordinario dispositi-vo policial, numerosos vehículos destruidos o confiscados, los ocupan-tes aporreados e interrogados. Los travellers quedaron tanto más sor-prendidos cuanto que, hasta entonces, eran considerados apacibles

7 El conjunto de este texto sobre las raves y el Summer of Love se debe en gran parte a VincentBorel, que participó en su redacción.

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excéntricos, implícitamente tolerados. A partir de ese período fueronreclutados por ciudadanos víctimas de las expulsiones de los squats, másviolentos y politizados, punks entre otros.8 Cinco años después, enoctubre de 1990, con sus dos compañeras y, muy pronto, con otrosesbirros de la agitación rebelde, Alexander y Mark Harrison decidencrear una comunidad nómada dedicada a las celebraciones libertarias alaire libre: Spiral Tribe. Su casa es un camión; su camión es un sound sys-tem, y su sound system una bomba sonora.

Olvidados los Smiley —sonrisas impresas en camisetas fluorescentes, símbolos delas primeras «acid-house parties»—, ahora la vestimenta es negra, los cráneos rapa-dos y los enormes altavoces protegidos con telas de camuflaje, escupen una «ansie-dad» psicodélica compuesta sobre sus consolas transportadas en camiones endesuso de gran tonelaje. Contra Thatcher, la consola, el sistema, el equipo vivenautárquicamente, y crean un modelo de autogestión: músicos como Simon y Jeffautoproducen discos, cocineros y enfermeros se ocupan de lo cotidiano, y en cadafiesta un equipo se encarga de excavar zanjas para usarlas como letrinas.9

De o con Spiral Tribe nacen sound systems con nombres de redes clandesti-nas o de combatientes de una causa de acentos cyberpunk: UFO, DesertStorm, Total Resistence, Exodus o DIY (anagrama de Do It Yourself) que, cosapoco común, une revuelta activa y deep house con acentos espirituales...

1992. En Londres los Bobbies lanzan sus lecheras contra los fieste-ros. La carrera continúa contra los DIY durante la Nochebuena en Bath.El free festival de Avon se convierte en el free festival de Castlemortonseguido del juego al escondite con los maderos. La organización de ravesse parecerá en lo sucesivo a una guerrilla, y esa guerrilla festiva conocea sus primeros mártires: los Spiral Tribe, cuyo material es confiscado enel festival de Castlemorton, son perseguidos y juzgados por «alteracióndel orden público con premeditación»...

Paralelamente se fragua una resistencia sónica y política contra lamelaza y la molicie talentosa, incluso «inteligente»... En ciertos centrospiratas el techno se radicaliza a ultranza, se reduce a su esqueleto de rit-mos mecánicos y a jirones de ruidos, haciendo así aparecer el hardcore.

8 Emmanuel Grynszpan, «Bruyante techno. Réflexion sur le son de la free party», colección«Músique et Société», Éditions Séteun, 1999. Consultarlo para los análisis sobre la noción de ruido.9 Extracto tomado de «Les Spi, quatre DJ dans le vent», de Sarah de Haro, en Libération, agostode 2001.

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¡Que el bombo golpee en cuatro tiempos! ¡Que agreda los tímpanos yque el bajo sacuda las tripas! Fuera, burgueses aficionados a la dulzai-na tecnológica parecen gritar a las paredes. Llevados por idénticavoluntad extrema, pero no encontrando en el techno nada que satisfa-ga sus deseos de inéditos furores, audaces DJs meten los breakbeats delhip-hop en su hardcore. Gracias a las nuevas posibilidades de las máqui-nas y al arte del pillaje sonoro, inflaman sus ritmos de nuevas fantasmago-rías... Y, bajo las garras de Shut Up and Dance (alias PJ) y Smiley, el hip-hopde los antiguos maestros Kool DJ Herc o Grandmaster Flash se mete untiro de adrenalina, pasando de un ritmo boeing de 80 ó 90 a una velocidadde cohete espacial de algo más de 130 bpm... Así nace el breakbeat.

Fiestas secretas para afligidos comités. El sueño hedonista de las gran-des raves ha dejado de existir. Músicas sombrías en modo TGV para cla-nes underground. Quien dice breakbeat dice samples salvajes, no autoriza-dos, por el simple placer del sonido o de la piratería. Tan brillantes comoescasos, los filibusteros del breakbeat roban por provocación política yestética. Su sonido se apoya en un break de batería que aceleran en elplato, conocido con el nombre de «Amen», tomado de un meddley deCurtis Mayfield y que fue realizado en la década de 1970 por TheWinstons. Con los recuerdos de un hip-hop degenerado y con los beatsdel techno más castrense, los DJs mezclan el tráfago de la selva urbana,sirenas de bomberos, piquetas de robots metálicos y metralletas de lospeores juegos de vídeo. La música se desea ruidosa: se apropia de laspoluciones sonoras que la sociedad tira a la basura y se las reivindica enlo que tienen de más insoportable; trazan así una implícita frontera.10

Entre 1991 y 1994 el breakbeat se transforma en jungle y, más tarde,en drum’n bass.

Y, en noviembre de 1994, cuando está orquestándose esa mutaciónmusical, el Parlamento británico vota el «Criminal Justice Act», que ins-cribe por primera vez en las tablas de la ley la prohibición total de «todareunión en torno a la música repetitiva», respondiendo de este modo ala victoria de los bandidos de Spiral Tribe durante su procesamiento...

El underground lanza a los suyos en direcciones contrapuestas; him-nos contra la petulancia política o experimentaciones tecnológicas y musi-cales. Los unos se imaginan hermanos sónicos de los estadounidenses de

10 Véase la nota 5 de este capítulo.

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Underground Resistance; los otros se ven como buscadores de sonori-dades nuevas, de ritmos cada vez más complejos, retocados, enloqueci-dos, cada vez más estructurados y desestructurados en síncopas deausencias múltiples, hasta el jazz mutante del sello «Moving Shadow»y las pulidas y moderadas regiones soul de LTJ Bukem...

¿Hay que elegir entre utopía underground y éxito comercial? EnLondres, Goldie intenta una síntesis y naufraga después de haber popu-larizado el jungle. ¿Timeless? Edita un título y después se aburre. Y luegonos aburre. Entre tanto, los Spiral Tribe y sus émulos, hastiados detanta represión, toman el turbo-jet hacia Francia y ocupan los desahu-ciados pastos de la Europa continental.

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1989-11993. Constante epidemiológicaCuando toda Europa baila y se transforma en techno-house

1989. Caída del Muro de Berlín. Niños y adolescentes bailan sobre losescombros de un mundo. Y sus desubicados primos de la Inglaterralibre se menean entre los cantos y los campos del «Summer of Love».Europa se ahoga en un baño de optimismo que hoy se tiene a malsiquiera imaginar. Un mundo se abre. No se ve por ningún lado al ogrocapitalista, agazapado en su rincón. Justa esperanza, y, por todos lados,en los clubs, en las calles, en las carreteras o en las fábricas desahucia-das, chicos y chicas se sacuden el trasero y se atraviesan de felicidad conpastillas de sudor o de químicas prohibidas.

En el micro del periodista Jean-Yves Leloup, Tom Thiel y Max Loder-bauer, orfebres del grupo de pura electrónica Sun Electric, nos recuerdan:

Somos originarios del sur de Alemania y desembarcamos en Berlín en 1988.El escenario se encontraba en sus inicios. El único club activo era entonces elUFO, pero la cultura club, en el sentido que hoy la entendemos, era inexisten-te. Un año después, la ola acid-house se impuso rápidamente en la ciudad hastallegar a su apogeo en 1991. Durante un año todo Berlín estuvo de fiesta. «Thiswas massive!» Estaba el Planet, el Trésor y todos esos nuevos clubs... Fue unaépoca muy creativa. En Berlín, la caída del Muro desempeñó un papel capital.De golpe y porrazo se descubrieron en el Este todos esos espacios libres quepodían ser ocupados sin pedir autorización a nadie. Todos los clubs estabansituados en la parte este de Berlín y fueron precisamente los jóvenes del Este,increíblemente entusiastas, los que en seguida se adhirieron al techno.11

10 Jean–Yves Leloup y Jean-Philippe Renoult, Global Tekno, Op. Cit.

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En julio de 1991 nace improvisadamente la primera Love Parade berli-nesa. De algunos cientos, en seguida se pasó, verano tras verano, a cienmil, doscientos mil, quinientos mil, un millón de personas excitandolos sentidos en las calles de la ciudad.

Entre 1991 y 1994 Alemania ve aparecer clubs como setas; conec-tados entre sí por comisarios tanto reales como virtuales. En Francfort,mesa giratoria de la Europa volante y ruidosa, el Dorian Grey se insta-la en la sede misma del aeropuerto. Emulándolo, en Munich, elUltraschall ocupa plaza en el antiguo aeropuerto. El Trésor, enBerlín, se transforma en parada del más prístino techno: el que hasalido de Detroit. En Berlín, Francfort, Colonia o Munich eclosio-na una contracultura cuyos pilotos han salido del new wave y de lamúsica industrial locales: Sven Sväth o Thomas Fehlman.Concordancia de tiempos y edades: Klaus Schulze y TangerineDream rejuvenecerán sobre las amplias mesas de los sintetizadores deese techno que se llama trance... Las piezas del rompecabezas van reu-niéndose para revelar un aire nuevo: liberación política en los ritmosde las piquetas que todavía guardan en la memoria los golpes sobreel Muro, pisteros que popularizan un movimiento y crean un públi-co, sonidos inauditos de los que se apoderan para digerirlos a sumanera, recuerdos del krautrock y de las vanguardias musicales parasalpimentar la salsa con caprichos históricos y clubs que se abrenentre el amor a las máquinas, el candor ecologista, la pasión por lamúsica y los sonidos de la caja de caudales.

En Europa el virus pasa. Pero a veces muere. O no va más allá de lamagia, preparada o improvisada, de grandes clubs, de hermosas playas ode reinos abandonados, encontrando en el río del presente a sus capita-nes DJs y a sus marineros piratas; una inesperada fuente de la juventud.

En su novela de luces y sombras —Un ruban noir— el escritorVincent Borel narra esos momentos que él mismo vivió...

En Italia, la noche balnearia de Rimini se ilumina con veinte proyectores queseñalan las discotecas a cielo abierto, grandes como los palacios de Tiberio.Horas de embotellamiento, de parachoques y de autorradio de competiciónantes de alcanzar Baïa Imperiale, que cuelga en los acantilados sus columnasdóricas y sus piscinas. Peter Pan está en una jaula transparente donde el DJ,encerrado en una blanca enajenación Luis XVI, saluda al sol adriático antes desumergirse hasta el lunes en las enloquecedoras catacumbas del Vae Victis. Enla frontera española, por Figueras, el «Rachdingue», masía catalana decorada

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con estatuas blandas de Salvador Dalí, pone en trance el cuadriláteroBarcelona-Perpiñán-Montpellier-Toulouse. En los alrededores, desierto ygarriga, pero gran fusión sobre el enlosado de basalto negro.12

Joven desde largo tiempo apasionada por las copias de Eurobeat, Italiase descubre con bellos tintes house.

También España mete un dedo del pie en ese baño nuevo, con másdiscreción, es cierto, que el chapuzón que se da el pulgar teutón.Felizmente, Barcelona acoge en junio de 1994 el primer pow wow masi-vo de las tribus europeas apasionadas por circunvoluciones numéricasdestinadas la cabeza y el cuerpo: así nace Sonar, «Festival internacional demúsica avanzada y arte multimedia», al que rindo aquí homenaje...

Francia, como siempre, apocada. El house penetra las almas —gaysen su mayoría— en el Boy, en el Palace o en La Luna, mientras que enel fuerte de Champigny o en otros baldíos se organizan las primerasraves. Algunos iniciadores —a quienes saludo sin dedicarles aquí laspáginas que merecerían— intentan en solitario hacer saltar a las ranas.Sombrerazo por Laurent Garnier, Érik Rug y Patrick Vidal, punk o,más bien, «anarco-nihilista», mezcla de Talking Heads y Patrick Juvet,rendido al disco neoyorquino con los Garçons, luego DJ de todos losazimuts en los Bains-Douches...

Y luego, en el norte, en Bélgica y en los Países Bajos, sube, desdeprincipio de los 90, la fiebre del new-beat, retoño algo amargaritado delos fervores del techno-house europeo... Breve lectura de viaje con esemismo Vincent Borel, que, en esa época, fue mi guía por las aguas queme calaban los dedos para permanecer en ellas largo tiempo y que élcuenta noveladamente, sin preservativo:

Me trago un éxtasis a las dos de la tarde en un chalet perdido en el llano entreLille y Moucron. La música de Twin Peaks remezclada por Moby suena en elcassette mientras el Doctor Dactylus repite que El Durmiente debe despertar-se. No he comido, estoy tieso como un muerto desde las tres hasta las diez dela noche, hora de prepararse para el 88, donde unos tipos fluorescentes a loKeith Haring se agitan entre la multitud. Bandel es un pequeño speede quebulle nervioso en la discoteca por visitar el Boccaccio, templo de las disco bel-gas, especie de aeropuerto cuyos fulminantes bajos son ya legendarios.

12 Vincent Borel, Un ruban noir, Actes Sud, 1995.

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Completamente cubierta de neones y de vidrios luminosos, con camareros encamisa blanca y nudo pajarita, Boccaccio es una sinfonía de colores que debede consumir, ella sola, la energía de una central eléctrica. Un lustre futurista,réplica exacta del maravilloso platillo volante de Encuentros en la tercera fase,se sumerge en un cuadrilátero amurallado. El new-beat belga —especie depesado gag para muchachos travestidos en putas y muchachas disfrazadas dechulos macarras— consigue literalmente despegar las baldosas de un sueloiluminado desde abajo por un haz de luces. Hay muchos franceses en esoslotes; cruzan la frontera para recorrer la ruta de las discotecas, algo imposi-ble con la legislación toque-de-queda-después-de-las-dos-de-la-madrugadainstaurada en Francia.13

13 Ibídem.

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1977-11989. Paralelo históricoEl punk y el acid-house: dos caras de la misma revolución

El punk dinamita el tedio de Elton John, las pretensiones de los RollingStones, la virtuosidad gratuita de Yes y Génesis. Gritaba: «Joven inex-perto, quienquiera que seas, aunque toques como un asno, puedescoger una guitarra y tirar p’alante». Reemplacemos guitarra por orde-nador, sintetizador o home studio. Doce años más tarde, ¿no tenía elacid-house el mismo mensaje que el punk? El punk se reía de los líderesde la música. A finales de la década de 1980 el sampling los asesina. Deahí, en cada uno de esos momentos, la proliferación de autoproduccio-nes, de fanzines y de sellos independientes.

Punk y acid-house cultivan una misma filosofía: pasarlo bien con elmínimo de medios, sin poner crema Chantilly en sus instrumentos niun megáfono a sus diversiones. Pero se distinguen en una cuestiónimportante: la rebelión punk se desvaneció silenciosamente en los lim-bos de la new wave, mientras que la ética filibustera expresada por elacid-house se reencarnó después en los múltiples rostros del hydro tech-no-house y en los vínculos espirituales de KLF para el «KopyrightLiberation Front...» Vuelve a encontrarse en el 2000 bajo la manoinconsciente de decenas de millones de zozos intercambiándose gratui-tamente ficheros musicales a través del servidor «Napster» en la Red,oponiéndose y despreciando las reglas del copyright... ¿Por qué esa diferen-cia? Porque el sampler no existía en la época de los Sex Pistols, y porque elacid-house, nacido del home studio y de la cultura dance con espíritupunk y sobrenatural psicodelismo, vibraba con el pistero bajo los asaltossonoros de las primeras bombas numéricas...

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1993-22002. Hermosa fugaDe las «free parties» a la «french hype»; espíritu rebelde: ¿estás ahí?

Se llama «La Cosa». Es «rodante» y DJ hardcore en versión marcial ymetálica, violenta y tenebrosa del techno bum bum, un horror para elmelómano con disfraz de Verdi o en camisa de Coltrane. Su territorio:las free parties, fiestas salvajes que invaden los campos, las fábricas, loshangares y los campamentos militares abandonados de Francia y deNavarra sin ninguna autorización oficial. El 16 de junio de 2001 esehilo férreo de veintitrés años de edad marcha a París a manifestarse con-tra la enmienda Mariani, proposición presentada en la Asamblea fran-cesa por un viejo soldado del RPR y que tenía como objeto autorizar alos «agentes de la policía judicial» a «ordenar el embargo del materialde sonorización» en «caso de manifestación no autorizada de granenvergadura en un territorio privado o público que pudiera represen-tar un peligro para la tranquilidad de los ciudadanos».

En una imagen publicada por Libération el día de la mani, un tipocualquiera acaba de pillar a «La Cosa» transitando en su start-up ycuenta en el diario una anécdota: «Estación de Saint-Lazare, el otro día,una piqueta hacía temblar los cristales, todo el mundo pasaba tapándo-se los oídos, él se detuvo y dijo: ‘Qué pena, no llevo una grabadora...’»14

El joven DJ manifestante no lo sabe, pero es uno de los hijos espiritua-les de Luigi Russolo y de los futuristas italianos. Le gusta perderse entre

14 Extractos tomados del reportaje sobre «La Cosa» en Libération (16 de junio de 2001): «Leraveur éveillé», por Pascale Nivelle.

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los gritos de las máquinas. Sucias. Primarias. Le gusta sentir vibrar enlo más profundo de su esqueleto ese sonido insoportable, repeticionesenfermizas que violan los tímpanos y el fragor de las obras públicas quemartillean la cabeza a velocidad de Concorde. Le gusta esa música yesas fiestas de jóvenes groseros que hacen cagar a las buenas gentes yjustifican la fuerza de la ley, según el diputado del RPR y de notablessocialistas solícitos en contentar a su querido electorado.

Evidentemente, «La Cosa» no es ni Varèse ni Rosa Luxemburg. Notiene ni visión artística ni conciencia revolucionaria. No quiere cam-biar el mundo, sino cambiar de mundo durante un fin de semana.Liberarse de los apremios de la sociedad tal como va (o más bien comono va), olvidar los horarios de la oficina y las fatigas de la superviven-cia durante un paréntesis de dos noches y dos días antes de volver for-zosamente, zumbándole los oídos, a su realidad profesional y social decada semana. Historia de un enloquecido.

Es una escuela de la vida, dice. Tras esas noches se encuentra la idea de partici-par sin pedir nada al sistema, ni subvenciones ni publicidad. Ello responde a unaauténtica tendencia: la gente está hasta la coronilla de ser constantemente soco-rrida. La civilización moderna consiste en «quédate ahí, nosotros lo hacemostodo por ti, así que cierra la boca». Una free party es todo lo contrario; no se con-sume nada. El organizador somos todos, y no es culpa nuestra si la droga o lapolución se concentran allí. Se trata de problemas que afectan a toda la socie-dad, en la escuela y en el trabajo. Somos menos hipócritas, eso es todo.15

Los majaderos que, en la prensa, vilipendian la «lógica liberal» de esasfiestas piratas deberían cambiar de lentillas. «La Cosa» y los suyosrechazan con el mismo énfasis a la vieja mamá Estado y al joven papáde las multinacionales. Sin sublevación ostensible, sino como quientira a la basura las zapatillas agujereadas que le impiden correr por laplaya. Malditas sean las jerarquías. Malditos los medias tradicionalesque no comprenden el juego de indicios que precede a todo aconteci-miento, teléfonos improvisados y papeles volando a la basura. Malditosesos notables, alcaldes o jefes de policía, que tardan semanas antes dedecir sí, y después no, una autorización para divertirse. Malditos esosdiputados tornadizos que sancionaron finalmente con su voto en la

15 Ibídem.

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Asamblea Nacional la Ley de seguridad en octubre de 2001. Malditosesos mastodontes del disco que sólo piensan en el dinero. En las freeparties, si unos agreden su salud con protóxido de nitrógeno o conpastillas sospechosas; si otros giran como peonzas inconscientes o seplantan como zanahorias pasadas de cocción enterradas por falsosconejos, lo hacen sin tener que rendir cuentas a nadie. Libres inclusopara expresar su mal gusto.

En Francia, la epopeya de las free parties se va al traste (como amenudo sucede en materia de libertad extramuros) por una acusación,el 10 de julio de 1993 en Amiens: denunciada muy oficialmente, lavelada Oz es prohibida por orden policial con el fin de evitar las clási-cas «perturbaciones del orden público». Llegados de la Inglaterraexpuesta a la represión de la Dama de las enaguas de hierro, estánanunciados los Spiral Tribe. Con autorización o sin ella, están allí parahacer enloquecer cabezas y piernas. Mientras los fiesteros se manifies-tan en el Trocadero siguiendo una tradición muy francesa, los travellersconvertidos en el emblema de los free festivals «ganan la campiña picar-da para el primer “teknival” (neologismo para designar los festivalestechno gratuitos) flanqueados por otros sound systems como Bedlam,UFO, los franceses Nomade o Invaders».16

El movimiento continuará, mezclándose nuevos guerreros hexago-nales y príncipes travellers británicos que encontrarán en el continentea un público joven con los oídos hormigonados y gallineros de talantemenos mordaz.

Ejemplo simbólico: en 1997, mientras los transmusicales de Rennesse encierran en «Planète» (una rave a 200 francos en el hall del parque deExposiciones), los Planètes Fuckers organizan una descafeinada «contra-Planète» que despierta a los muertos del cementerio del Este y que finan-ciarán, como de costumbre, con pagos en monedas de 10 francos y conlos beneficios del bar, donde sólo se sirve cerveza, gaseosa y zumos.

A veces los exacerbados posesos se mezclan en combates políticos ala manera de las manifestaciones de Reclaim The Streets en Inglaterra,actos de rebelión cuyas raves no son más que un desierto sudoroso y

16 Informaciones recogidas del dossier del diario Libération: «1993-2001: L’epopée des raves»(30 de julio-4 de agosto de 2001), en particular las páginas de Sarah de Haro «Les Spi, quatreDJ dans le vent», de Alexis Bernier «Des idéaux à la dérive», y de Matthieu Écoifier «Free par-ties contre teknivals».

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chisporroteante, como aquellos trece sound systems instalados duranteseis días en el Carnet manteniendo una lucha contra la construcción deuna central nuclear en junio de 1997. Pero la música siempre se super-pone a la guerra contra el sistema. Imitando a las casas de discos lilipu-tienses como «Expressillon», «Gazole» o «Tekablok» y más cerca delvinilo que del láser, creó sus propios espacios de expresión para vivir deotra forma sus delirios antes que oponerse frontalmente a las institu-ciones musicales o administrativas. Hasta que las autoridades decidendar otra vuelta de tuerca, como en aquel período de julio a noviembrede 1997, o cuatro años después, en 2001. Entonces, el miedo y la idio-tez oficiales actúan como dolorosas y, sin embargo, perfectas operacio-nes publicitarias. La película del verano de 1997 comienza en julio poriniciativa de los tecnócratas que, sin duda por envidia, arrojan una llu-via de porrazos contra el sound system de los «Teknocrates». Julio, agos-to y septiembre languidecen jugando al ratón y al gato y a balón pri-sionero. En octubre, en Lille, la TV enfoca su lente; las cámaras deFrance 3 filman el asalto a la casa Poulagat contra la fiesta de los«Alliés-Nés», lo que suscita de inmediato numerosas manifestacionesen París, las palabras severas pero sabias del bueno de Jack Lang y deaspirantes a fiesteros neofuturistas entre las hordas de jóvenes neófitosenfermos de simple y bulliciosa oposición.

Ciertamente, bajo diluvios de decibelios, las free parties unen cieloe infierno. Por muy cretinos que sean los artículos de muchos diarios ysemanarios sistemáticamente adheridos al partido del Poder y al puntode vista comúnmente aceptado al analizar los daños de las drogas y lairresponsabilidad de los fiesteros, lo cierto es que escriben sus asnadasa partir de hechos reales... Los que defienden los principios de la reali-dad berreante no pueden participar de la búsqueda de los ravers, de lanecesidad de otro espacio donde escapar de la apisonadora del trabajoasalariado. No pueden comprender la necesidad de ocupar un espaciomarginal con el fin de evitar las torturas administrativas o —por quéno— inventar nuevos modos de conducta. La incomprensión de losPoderes públicos es una bendición para las free parties, pues éstas sóloadquieren sentido como transgresoras de la legalidad, definitivamenteseparadas de las reglas del espectáculo, del bienestar, de la higiene, dela seguridad. Imposible alquilar los espacios. Es necesario usurparlos.Robárselos a la sociedad. ¿Representantes? ¿Expertos? ¿Prensa?¿Productos culturales? ¡A la basura todos! Los átomos más radicales deese mundo y de sus fiestas salvajes mandarán a la mierda incluso las

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grabaciones, los CDs de los artistas techno, sospechosos de aprovecharsedel movimiento para construirse un nombre. Como prueba, esteextracto de un texto de la revista TNT, citado por EmmanuelGrynszpan, que junta las dos gorras (la del buscador y la del actor) delas free parties: «Nada de lo que se graba tiene valor real. Los sistemasde grabación anulan lo que memorizan. La repetición, la reaudición, lotransforman todo en banalidad inutilizable, en mentira. Quienes quie-ran guardar una copia de lo que no han podido conservar en un ins-tante no obtendrán más que materia muerta (...) Sólo las fiestas clan-destinas y la música que en ellas se pincha por primera y última vez,sólo las palabras (que no desaparecen, sino que viven entre nosotros)tienen verdadero sentido. Estas palabras son el inmedia que reabsorbea los media bubónicos».17

Imitando a Spiral Tribe o a Furious, algunos sound systems ponen enpráctica el concepto de «caja común» a la manera de la comunidad hip-pie, o el de autogestión entendida como una forma de vivir de su deli-rio sin deber nada a nadie... ¿Pero existe entre los ravers la búsquedaconsciente de otro lugar? ¿O se trata más bien de la voluntad de hacersimplemente estallar moléculas? El rechazo de la razón oficial adquieresu más acabado sentido en el deseo de hacerse a sí mismos (el deseo desculpture de soi) y una voluntad de «ser ellos mismos su propia norma»,retomando así las prescripciones de Diógenes el Cínico...18

18 Filósofo griego (Sínope, 413-327 a. J.C). Despreciaba las riquezas y los convencionalismossociales y se alojaba habitualmente en un tonel. Se cuenta que, cuando en Corinto, AlejandroMagno le preguntó si deseaba algo, le respondió: «Sí, que te apartes y no me quites el sol».Manifestaba un enorme desdén por la humanidad y una vez se le encontró deambulando por lascalles de Atenas, a pleno día y con una tea en la mano, repitiendo: «Busco un hombre» El esque-ma epistemológico del cinismo no es, en puridad, aplicable (acaso sólo tangencialmente) a la acti-tud de un raver; no imaginamos ejerciendo esa extrema misantropía diogenésica o, más bien, aris-ténica, a quien busca en un otro afín precisamente un gesto empático del que toma esa necesariaafinidad que le hace ser él mismo justamente por ser en el otro. El sentido grupal, en el caso delos ravers, es más que evidente; de otro modo no se entendería que pusieran en práctica la gestióny mantenimiento autárquicos de su sostén mediante aquella «caja común», ni mucho menos se lesasocia al ejercicio de un culto extremadamente ascético de la virtud. Hago notar en inmediata extra-polación la etimología cínica y su traslación semántica espuria: derivada de 16 6(`<, ’el perro’),porque era en el lugar así llamado («La puerta del perro», en Atenas) donde su fundador y discípulode Sócrates (Arístenes, 444-365 a. J.C) expresaba públicamente la doctrina, lugar del que tomó sunombre. Hay quien atribuye el derivado al propio Diógenes, al que también llamaban en griego s166(`<, ‘el perro’, por sus maneras muy poco elegantes; esta versión, sin embargo, está muchomenos contrastada [N. del T.].

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Tirar a la basura los civilizados circuitos de la ley cuando no sirven másque al stablishment orgulloso de sus privilegios está muy bien, es tre-mendamente ambicioso, pero ello entraña una rara responsabilidad yuna ética de Robín de los Bosques cara a cara con el contexto de la fies-ta insurreccional. El rechazo de la norma dominante y de sus empeci-nados castradores no supone el rechazo de toda ley, sino la creación dereglas nuevas, improvisadas y efímeras incluso, intuir funcionamientosad hoc que se decanten hacia códigos de conducta que incluyan prohibi-ciones naturales a la manera de la Net Attitude de los verdaderos hackers.Este juego de construcción tiene un nombre que suena falso, demasia-do sucio para esa pretensión de nuestros representantes políticos devivir sus tareas como la encarnación de la Ley y de toda vida en socie-dad: la democracia. No la República, ese ideal-juez tan necesario inclu-so, sino la democracia, que es una búsqueda perpetua y que justifica lanecesidad para los marginados de abolir algún día (con objeto de crearotras) leyes desfasadas o desviadas por notables embrutecidos.

Al margen de su intención de crear una sociedad alternativa comola soñaron los hippies y a veces lo intentaran algunos travellers en suscamiones, ¿qué queda de las free parties el lunes por la mañana en el tra-bajo o la noche del lunes en la cama? ¿Una música nueva? No, cierta-mente no. La improvisación deja a los DJs la satisfacción de una crea-ción sin fronteras, pero el resultado, salvo excepciones, no va más alládel marco de un terreno vago y de unas orejas de algodón. Ni revolu-ción política ni revolución musical, sino derviches DJs de contrastadostalentos y bailarines que danzan y se olvidan. ¿Es suficiente? ¿Por quéno? Hay algo de extremadamente realista en esa separación entre elmundo que se sufre cada semana y el que se elige el fin de semana.Como si la utopía sólo adquiriera sentido en los actos. Como si ya noexistiera la Ideología con I mayúscula, sino la práctica lúcida de suspequeñas ideologías domésticas en tanto se pueda y, si es necesario,construyendo un tamiz entre sus propios mundos. Que mi vida sea artecuando pueda permitírmelo y que me sobre tiempo muerto cuando nopueda hacer otra cosa. Más vale realizar mi sueño por etapas que con-tentarme con soñar.

Cabe, sin embargo, preguntarse si puede haber en ello contamina-ción entre los mundos del sueño realizado y el de la vida sin sueños.Cuando vuelvo a la sociedad y a sus normas que yo no he elegido, o ami familia, ¿mantengo esa postura? ¿Existe comunicación entre esosdos mundos? ¿Transmisión de valores? La cesura absoluta es imposible.

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Algunos actores de esa escena aplican cierta flexibilidad a su expresiónlibre de los fines de semana, aceptando a veces acudir a un club. Creanlugares de paso entre nuestros dos universos: el oficial y el pirata. Ahíse mantiene, por ejemplo, el sound system de los Heretics a pesar de lasfrecuentes denuncias luego sobreseídas. Fuera de las fiestas, forman ungrupo de amigos... Y el representante, el ingeniero de sonido, los ilus-tradores, los informáticos... se encuentran a veces en el trabajo.19

De lo cual puede desprenderse otra pregunta: más tarde, cuandodespués de seis o siete años de alegrías nocturnas, el raver deja las fábri-cas abandonadas y el libre mundo del techno, ¿qué subsiste de aquellosmomentos de heterodoxia?

Cambiemos de territorio y observemos las madrigueras del techno ala francesa.

Si ha de haber comunicación entre la sociedad y el mundo de lasfree parties, ambos han de constituir forzosamente ocios privilegiados.

Cuando crean sus propios vinilos sin la menor información, burlán-dose de los canónes de la industria del disco y construyendo sus redes dedistribución autónomas, ¿no practican los pioneros de Detroit una formade herejía que hace vivir más radicalmente a los actores de las free parties?

Y los Daft Punk ¿no son heréticos cuando negocian con la «Virgin»un contrato autorizándoles a ocultar sus rostros y a editar experimen-taciones aceleradas en sus propios sellos independientes («Roulé»,«Scratché» o «Crydamoure»)? Éxitos y éxitos potenciales destinados alos clubs y a la producción en vinilo. Idéntica actitud enfrentada, cuan-do no rebelde, contra la SACEM:20 en la raíz del asunto, el rechazo deThomas Bangalter y Guy-Manuel de Homem Christo a aceptar reglasde juego que no fueran las suyas; el rechazo a plegarse a un monopoliode hecho que obligaba a los artistas a dejar administrar al monstruoSACEM TODOS sus derechos, directos o indirectos, en CUALQUIER sopor-te y en el mundo ENTERO.

Pero no nos engañemos: los dos guerreros estelares de Daft Punk noson ángeles de la revuelta anticapitalista. Me quedé profundamentedecepcionado al saber que habían prestado su música a los infames

19 Consultar el artículo de Antoine Calvino en el número de Traxx de septiembre de 2001: «Sansfoi ni loi».20 Similar francesa de la española SGAE (Sociedad General de Autores de España) [N. del T.].

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«NRJ Music Awards». Astutamente, obtienen sus ganancias sin ejercerni su gusto ni su espíritu de independencia, divirtiéndose en parir can-ciones como antes hicieran los productores del disco underground,homenajeando al house de Chicago, se entiende. En Discovery, sobretodo, cultivan un universo de serie Z, entre el rock de los años ochen-ta y la locura psicodélica del P. Funk, kitsch, irrisorio y tremendamen-te accesible aun siendo ellos sus autores. Gusta o no gusta. Pero se lesdebe reconocer su integridad. De la misma manera que debe saludarseesa calidad rara en otros caballeros de la french touch que mantienen suindependencia artística y económica arriesgándola a la confidenciali-dad de los clubs y de los círculos de melómanos extraterrestres. Asíhacen Étienne de Crécy y su sello «Solid», o Gilb’r y su afamada casa«Versatile», que lanzó I Cube y descubrió en Joakim Lone a un extra-ordinario mutante empachado de jazz, de jungle y de música contem-poránea. Dentro de un género más clásico, tampoco puede omitirse laextraordinaria longevidad de «F Communications», el sello ecléctico deÉric Morand y Laurent Garnier, en el que se cruzan Readymade, SaintGermain y A Reminiscent Drive... Garnier, el caballero blanco, siem-pre supo preservar su impecable moral, fiel a las referencias que lo habi-tan desde sus comienzos en el Hacienda en 1987: la selectividad de losclubs underground, el sentido del baile del house de Chicago y el mini-malismo sonoro del techno de Detroit.

Todos tienen en común una desconfianza hacia las multinacionalesdel disco tanto como hacia el Estado. Todos privilegian sus guisos y loshacen vivir primero en los clubs, en sus comunidades o en circuitos dedistribución paralelos. Quieren el éxito para ellos y sus artistas, perobajo su control. Como artesanos de la música, nacidos para durar eimponer sus elecciones éticas y estéticas a los tiburones, a las grandescasas de música de las que se sirven para llegar a un público másamplio. Donde los fiesteros huyen en busca de un lugar al margen delas normas sociales, ellos actúan menos como rebeldes que como músi-cos honoríficos. Íntegros respecto a su comercio.

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1997. Sesión de zappingLa filosofía del sampling según Future Sound of London

Future Sound of London conserva ese lado de receptor permanente. Un ejem-plo: si voy a jugar al fútbol al parque con mis colegas, puedo grabarlo todo enuna cámara en numérico y utilizar los sonidos y las imágenes a continuación.Recojo sonidos e imágenes en todo momento. Todo el mundo se ha converti-do hoy en una especie de sampler a la manera del tipo arrellanado delante desu televisor, que zapea apurando los minutos, y deja penetrar esos pequeñosfragmentos de caos en su espacio cotidiano. Somos receptores, pero no somospasivos. Puedo perder una hora mirando un programa de mierda en la tele,pero intentaré hacer algo creativo. Idem: si compro un disco nauseabundo por20 dólares, procuraré extraerle todo lo que tenga de positivo. Se trata de unreciclaje permanente (...) Hay miles de samplers en nuestros álbumes que jamáshemos declarado a la sociedad de autores. Invertiría en ellos tal vez un día demis estudios o de mi carrera, pero tengo mucha confianza en nuestro trabajo.Es una especie de re-evaluación de todo lo que se hizo hace algunos años, detodo lo que la sociedad y los media se han dejado y que nosotros hemos reci-clado. Por eso la sampler music es la más eminentemente contemporánea hoy.Porque refleja con absoluta simplicidad cómo vive la gente actualmente.21

Gary Cobain, miembro de Future Sound of London.

21 Entrevista realizado por Jean.Yves Leloup para la revista Coda.

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1787-22002. Elogio de la pirateríaEl sampling como juego o como un acto artístico

1990. Un gallo invita a bailar. Una voz de profesor seducida por unguiño en las fiestas piratas: «El sonido tradicional de los veranos ingle-ses»... Despega un avión. Aterriza una pregunta: «¿Cómo era el cielocuando eras joven?». Mientras suena la harmónica de Érase una vez enel Oeste, pinchada sin la aprobación de Ennio Morricone, Rickie LeeJones responde con su voz de diosa, también pillada de alguna entre-vista radiofónica... La cantante de jazz relatando la suavidad de lasnubes de su Arizona infantil. Un sintetizador a lo Tangerine Dream hier-ve con placer en aquellas palabras repetidas sin cesar, el groove se comple-ta con un fragor de percusiones. Después de este loco minuto de natura-lezas evocadoras y de relieves trascendentes, The Orb lanza el estribillode Little Fluffy Clouds, esqueleto de caramelo rítmico a la guitarra adul-terada, robada esta vez al Electric Counterpoint de Steve Reich...

Entre ambient abigarrado, house sofisticado y dub para extenuantesorgías, Little Fluffy Clouds se convierte en el himno de despedida de lasraves. Respondiendo a la pregunta de un periodista, Steve Reich descu-bre que ha sido pirateado por The Orb. El gran compositor de músicaminimalista defiende el principio del derecho de autoría. Pero en estecaso no sabe qué hacer. Se lo comenta a su discográfica —«ElektraNonesuch»— y renuncia a perseguir judicialmente a esos jóvenes ban-didos que roban sin citar sus fuentes tanto en su caso como en cual-quier otro: series televisivas, discos impensables... Pese al éxito queobtuvo el título de ambient house, Reich transige, como si reconociera

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la raza de esos nuevos alquimistas, autores de una creación original apartir de una retahíla de elementos sonoros. Recuerda que también él,en los años 60 para It’s Gonna Rain y Come Out, se apropió de dis-cursos callejeros para tejer sus primeros arabescos de músicas repeti-tivas. Si no protesta es porque conoce la historia de la música, la suyay la de los demás...

Es una vieja tradición de la música clásica mezclar otras obras, dice. Yo mismohe incluido recientemente a Wagner en una de las mías. Durante la EdadMedia se utilizaban canciones populares como base para las misas (comoL’Homme troué o Mille regrets). La diferencia es que se debía volver a tocar elpréstamo con instrumentos, mientras que para los DJs resulta mucho másfácil: graban y combinan. Pero el principio sigue siendo el mismo.22

Olvidemos la técnica y preguntémonos por la cita sin autorización.Explorando la historia podemos alumbrar hacia 1787, en Praga, dondeMozart estrena su Don Juan como un pot-pourri —un remix podríadecirse— de evocaciones operísticas interpretadas antes en la ciudad...Pone en escena a Don Juan y a Leporello que, como dos disc-jockeys (DJ)avant la lettre, se pasan uno a otro las canciones reuniendo obras yaexistentes a modo de divertimento.23 Mozart mezcla en su potaje Unacosa rara de Martín y Soler o un «minueto de caza tomado de la óperade Giuseppe Sarti Fra i due litiganti il terzo gode». El creador cita abier-tamente, interpreta y arregla su botín sin prevenir a las víctimas. Estejuego participa de la creación, y nadie le pone un pleito a Mozart...Como lo hacen Bach, los hechiceros africanos, los cantantes de blues onuestros bisabuelos bretones, Mozart se inspira de dos maneras: por unlado, incorpora —como si escribiera entre comillas— el tema o la can-ción original; por otro, mastica y digiere sus alimentos de ayer y de hoypara inventar mejor su futuro, que es tal vez el nuestro...

Entonces, ¿por qué diablos lo que era justo de Guillaume Dufey aMozart (¡durante cinco siglos!) no puede serlo actualmente para TheOrb y Futur Sound of London? Cuando en los años sesenta un com-positor de música concreta une a Stravinski y a Beethoven en una sola

22 Extracto de una entrevista realizada para Nova Mag por Vincent Borel y Ariel Kyrou y accesi-ble íntegramente en http://www.technorebelle.net23 Extracto del libro de Peter Szendy, Op. cit.

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y única banda magnética, el acto no suscita malestar ni supone ningúnoprobio, pero la estética nada tuvo que ver en eso: ese artista sabio noobtiene ningún beneficio, y sus investigaciones son financiadas por elEstado a través de encargos o de subvenciones de un laboratorio mien-tras The Orb experimenta en el corazón de la jungla urbana y robatreinta segundos del sainete creativo de un autor vivo. Mozart, aclama-do por sus contemporáneos, se aprovecha —como el investigador enmúsica concreta— de un mecenas, y su audiencia se reduce a los espec-tadores de una noche en Praga y, después, un año más tarde, en Viena.Su mercado potencial es muy pequeño mientras que el de The Orb,grupúsculo sin príncipes ni inversores que lo sostengan, parece uninmenso océano donde pululan orcas, tiburones y marrajos para los queuna obra es propiedad privada y, por lo tanto, una promesa en dólaresque será en adelante la mejor apuesta: no estética, sino económica.

La grabación a gran escala (Walter Benjamin lo ha demostrado)transforma una obra rara y casi ritual en un bien accesible a todos.Siendo reproducible, el arte pierde su «aura». Pero ¿cambia este nuevodato la esencia de la evolución artística? Durante doscientos años deintervalo siempre se mantuvo esta constante: un artista que no digieresus influencias para superarlas y que se contenta con repetir o recitarlas Tablas de la Ley, no ofrece más interés que el de un amanuense.Luego el arte de la cita no es de hoy. Según lo reaccionaria que sea laregla, ¿haría falta reservar su práctica únicamente a los artistas reconoci-dos como Steve Reich? No podemos seguir a Adorno en su condena puray simple de las «músicas-fetiche», completamente devaluadas en los cir-cuitos del mercado. En efecto, el juicio de valor resulta indispensable, yla relación con el mercado un criterio clave de apreciación, pero a condi-ción de admitir la inexistencia de cualquier límite absoluto entre músicaseria y música de entretenimiento, música instituida y música salvaje,dado que literalmente ese muro ha estallado con el free jazz, la liberaciónpsicodélica y la llegada a la disidencia pop de los retoños del arte y de lasmúsicas contemporáneas. Para su búsqueda y para la sutil puesta en esce-na de sus objetos musicales de contrabando, los ilegales The Orb no sealzan hasta el nivel de exigencia intelectual de un Stockhausen, peroactúan como artistas, por esta razón Steve Reich no gritó ¡al ladrón!...

Durante mucho tiempo, a la manera de Mozart y su Don Juan,cualquier plagio suponía tocar un instrumento o que lo hiciera unaorquesta. Luego llegaron las primeras técnicas de grabación y la posibilidadde utilizar magnetófonos de banda o platinas analógicas que propiciaron

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las experiencias de Pierre Schaeffer y Pierre Henry con una puerta quechirría o un perro ladrando con el rabo entre las piernas; facilitaronigualmente los primeros matrimonios de músicas anacrónicas mon-tadas en bucle, como el premonitorio Canaxis de Holger Czukay yRolf Dammers en 1968, cuya composición reposa exclusivamente enel contraste manual (y sin permiso) de un cóctel heteróclito: «Losbucles provienen de armonías europeas, también los coros, y, sobretodo ello, se insertan voces asiáticas —explica Czucay. Sobra decirque todo eso fue compuesto en contra de todas las leyes musicales dela época. Me decían que era imposible mezclar voces orientales en elsistema armónico occidental, y que era contranatural, incompatible,que pudiera funcionar. Bien, pues yo quise probar lo contrario. Fuiyo mismo el primer sorprendido del resultado, el cual funciona per-fectamente».24

Diez años más tarde, ese género de ejercicio de manipulador per-tenece todavía al orden de la investigación o, cuando menos, deldelirio. En 1979 la prensa apenas se hace eco de la publicación deun álbum de Holger Czukay en solitario que, sin embargo, se con-vertirá para los aficionados en un objeto de culto: Movies, espléndidoy romántico ballet de jazz en forma dub de ondas radiofónicas, deguitarras suplantadas, de collages alucinantes, de teclados infantilesy de improbables sonoridades arabizantes. Género enajenado en elque conectan un dub relajante, un coro inglés, una lima hawaiana,una bailarina del vientre extasiada, un gallo reidor, y una diva deópera triturada. «Me divertí como un loco buscando cómo los dife-rentes universos tomados de películas o captados a partir de emiso-ras de radios podían unirse en una pieza de música como si todo esohubiera sido concebido en conjunto desde el principio» —recuerdael antiguo bajista de Can. Dato no desdeñable: necesitó dos añospara enhebrar ese asunto amoroso y humorístico. Otro disco com-parable a éste apareció, con mayor difusión, a comienzo de 1981:My Life In The Bush of Ghosts, de Brian Eno y David Byrne, desa-rrolla un funk mutante a partir de voces y vocalizaciones de predi-cadores, de cantantes o de políticos árabes hurtadas a la radio.Aunque, pese a su relativo éxito, este álbum pertenece todavía al

24 Fragmento de la entrevista a Holger Czukay por Benoît Sabatier, «Holger Czukay, Tribalisme,électronique» en el número especial de Art Press, Op. cit.

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mundo de los bricoladores geniales, desplazados del mercado, quemontan y desmontan sus experiencias pop con el fervor de un sabiochalado con espíritu desoxidante...

Una nueva etapa se perfila en 1981 con el primer emulador quealmacena sonidos y ofrece la posibilidad de reinterpretarlos con unsolo toque de teclado, sobre todo cuando, tres años después, apare-ce el sistema MIDI (Musical Interface for Digital Instrument), queune sintetizadores y ordenadores, conectando instrumentos digita-les y músicas o ruidos. El sonido, traducido a valores numéricos yconvertido en memoria, se convierte en una materia moldeable acapricho, filtrada, mezclada, acelerada o ralentizada, destructuradade mil maneras, etc. Y, cuando el precio de estos modelos, tecladosmultipistas y cajas de ritmos se torna accesible, esa pequeña revolu-ción tecnológica abre un espacio al que se precipitan los DJs deChicago y de Londres... El simple aficionado, mero pinchadiscos,empieza a soñar músicas de baile pergeñadas en su casa... Un muro,tanto financiero como estatutario, se erguía entre él y el profesio-nal. La barrera desaparecía, y nada más ilustrativo de ese vuelco enla situación como el éxito de Pump Up The Volume en 1987: ungigantesco collage de fragmentos de funk y de pop muy diferentessacude las pistas de los clubs y las raves, invade las emisoras delmovimiento acid-house, como «Kiss FM», y se convierte de inmedia-to en número 1 de las listas británicas.

Para sus breaks los DJs hip-hop «se contentaban» con mangar delos giros de los vinilos algunos segundos del Funky Drummer deJames Brown, y nadie se mosqueaba. Aún no se hablaba de robo.Pero hay artistas que reconocen abiertamente haber incluido en sutrabajo extractos de un título elevado al firmamento de las ventas;el Pump Up The Volume de M/A/R/R/S, reunión de un DJ —DaveDorell— y dos hermanos conocidos con el sobrenombre deColourbox, grupo que ya mezclaba pop, soul, new wave y sucedáne-os de películas. Esto no era una sorpresa: el primer y único proce-so judicial no fue incoado contra M/A/R/R/S por poetas de la melo-día despechados por haber sido pirateados, sino por una tripleta depesos pesados de la industria del éxito: Stock, Aitken y Watermann. Elmismo año —un asunto mucho más fuerte— es Abba quien hacesonar las alarmas de las grandes productoras: el cuarteto sueco «consi-gue que se destruyan todos los ejemplares en stock de 1987-What TheFuck Is going On, disco del grupo Justified Ancients of Mu Mu, así

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como la confiscación del master. Motivo invocado: el plagio de un títu-lo —Dancing Queen. El 31 de diciembre los Justified Ancients of MuMu dinamitan el ambiente con estas declaraciones públicas:«Saludamos con este auto de fe a la gran nulidad de [la industria de] lamúsica y proclamamos el nihilismo divino».25

Los Justified Ancients of Mu Mu, alias Bil Drummond y JimiCauty, introducen el debate en el terreno político y económico.¿Habláis de propiedad intelectual y de integridad artística? ¡Dejad deburlaros en nuestra jeta, parecen decir, con una carcajada, a los pontí-fices de la música; vuestros gritos de horripilante estética no son másque taparrabos: todo eso no es más que un asunto de dinero! Al díasiguiente de su auto de fe, ambos ingleses renacen de sus cenizas bajouna nueva identidad: Timelords, y disparan una canción —Doctorin’ TheTardis— que roba con placer y mal gusto las músicas de Gary Glitter yde un folletín de la televisión británica. Concluida esta provocación,publican un manifiesto: El manual del sample o cómo ocupar el primerlugar de las listas divirtiéndose. Inequívocamente se introducen en la pielde KLF —Kopyright Liberation Front—, y no dejan de crear himnos parafiestas salvajes que monopolizan el firmamento de los hit parades...

Otoño de 1990. Los KLF dan un concierto con ocasión de una delas convenciones de los clubs de Amsterdam. Interpretan una versiónde veintitrés minutos de uno de sus éxitos: What Time Is Love; después,de repente, desconectan todos sus aparatos y arrojan sobre la delirantemultitud sus platos, samplers, mesa de mezclas, amplificadores y guita-rras. Los organizadores, estupefactos, llaman a los seguratas para salvarel material... Drummond se interpone y se lleva un tortazo, mientrasCauty hace explotar la mesa de mezclas. El mensaje de KLF al públicoes muy simple: ¡samplead sin pudor a los triceratops de la industria!¡Salid de vuestro letargo de consumidores! ¡Cread vuestros propios hap-penings, sed los actores de vuestra vida, no unos borregos! Un mensajeque va mucho más allá del ambiente pistero y tumultuoso, un acto queno hubieran rechazado ni Dadá ni la Internacional situacionista.Continuación lógica y fin provisional de la aventura: en julio de 1992los dos instigadores de KLF anuncian la autodisolución del grupo; des-pués se reencarnan, en diciembre de 1993, en K-Foundation, cuyo

25 Extracto del artículo de Vincent Tarrière «Le sampling est-il un acte de piraterie?» En L’Annèdu disque 1999 (MBC Consulting, 2000).

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propósito es organizar la quema de un cheque de un millón delibras esterlinas, resultado económico de los inmensos éxitoscomerciales de fuego KLF que arde ante los objetivos de las cáma-ras... Gainsbarre, ¿estás ahí?

En 1987, cuando Inglaterra vibra con mil locuras musicales, los dosjóvenes desconocidos de Coldcut publican un increíble Say Kid, WhatTime It?, sin duda uno de los primeros singles ingleses compuestos úni-camente con samples... Luego dan a luz Beats & Pieces!, funk anarquis-ta construido con un mosaico de voces y de fragmentos sónicos comosi de un collage dadá o surrealista se tratara.... Diez años después, en suálbum Let Us Play, orquestan un remix de Beats & Pieces! y proponena su público samplear sus sonidos e imágenes mediante un CD multi-media asociado al audio láser.

Arte del sample. Arte del vinilo. Arte del remix. El sampling es «eljuego más hermoso desde la invención del Scrabble», afirma Matt Blackde Coldcut. Juego de estética en el que cada letra o cada Lego es unsucedáneo sonoro, palabra en órbita o música secuestrada, extracto depelícula o ritmo célebre. Pero también juego de sociedad, juego deindicios contra la industria del disco y sus abogados defensores delcopyright, derivación civilizada que describe maravillosamente NormanCook, alias Fatboy Slim: «Desbrozo de tal modo las colecciones de dis-cos que se empeñan en buscar el mejor gimmick que puedo citar la pro-cedencia de lo que se escucha en la mayor parte de los discos actuales.Pero, de momento, aún estoy en el otro lado; son esos ‘especialistas’ losverdaderos enemigos. Juego con ellos al gato y el ratón y encuentro lapersecución muy excitante».26

En Norman Cook, como en KLF, ese juego fue tan sólo el comienzo deuna historia de rompecabezas libertario. Bajo el patronímico de BeatsInternational, el sample Dub Be Good To Me sufre un revés en 1990 y losabogados de Clash lo cargan sobre sus espaldas, con un final de deudas másque de dudas. El juego, pues, se complica, obligando a multiplicar las estra-tegias. Pero Fatboy Slim no es KLF. Ejemplo perfecto de las ambigüedadesde los juglares del circuito pop, Norman Cook apuesta en dos mesas dis-tintas: por un lado, asume sus prácticas piratas y, por otro, recompensadoa finales de 1999 con el gran premio de la academia Charles-Cros por suálbum You’ve Come A Long Way, Baby, es distribuido por ¡«Sony Music»!

26 Fragmento de entrevista tomada de Libération (5 y 6 de diciembre de 1998).

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Norman Cook es, finalmente, una especie de mercenario, un inteligen-te corsario sin escrúpulos antes que un pirata, pues no duda en vender-se a los que, por otra parte, saquea. En el siglo XVII, los Renegados de laRepública de Salé (en Túnez) rechazan la tiranía de los reyes y elEstatuto del Marinero, proletario del mar sujeto a impuestos y obligado aservir a capricho de los monarcas. Anticipan el sueño de la democraciapor su desafío a las jerarquías y sus precisas utopías. La historia ofi-cial ha juzgado a los piratas como bárbaros con barba ensangrentaday ha puesto en el mismo saco al filibustero combatiendo por su inde-pendencia y al corsario que prestaba su espada a los príncipes másgenerosos.27 No existe piratería digna de semejante nombre sin unanhelo de resistencia. Por eso los cubistas y los dadaístas eran piratas,como los orfebres ambient de Future Sound of London, que incorpo-ran a la llamada de Fatboy Slim una visión esencial: la necesidad casiterapéutica de apropiarse de las idioteces coetáneas, de devorar losobjetos de nuestra dictadura soft (ya sean sonoros, musicales o audio-visuales) y desvirtuarlos.

Las actitudes desacralizadoras y de reapropiación, KLF, Coldcut,Future Sound of London y los más dotados de los arcángeles rebeldesdel sampling hacen bailar a nuestra memoria colectiva. Bloquean nues-tros televisores, nuestros ordenadores y nuestras comunicaciones elec-trónicas. Deciden detener la imagen. Interrumpen la marcha del tiem-po, lo manipulan, repitiendo cien veces una palabra o una explosión, lohacen girar al ralentí y luego lo dejan recomenzar. Toman una saluda-ble distancia en una época en que los hombres parecen haber olvidadola necesidad de tomarse algo de tiempo.28 Actuando así, estos piratasterminan por dar la bienvenida al pintor Asger Jörn, que, a finales delos cincuenta, compraba peladuras y arrojaba sobre los lienzos (de unabanalidad que hace llorar) sifones y otras salvajadas artísticas. Se reen-cuentran con el William Burroughs de 1959, inventan al azar la técni-ca del cut-up reuniendo fragmentos dispersos de textos de periódicos.Profundizando más en la historia del arte, se encuentran sin saberloAndré Grosz, Raoul Haussman y Hannah Höch en la feria Dadá deBerlín en 1921 ó, antes, frente a los tribunales acusados de «insultos a

27 El libro de Peter Lamborn Wilson (alias «Hakim Bey»), Utopies pirates, Corsaires maures etRenegados, Dagorno, 1998, es la referencia sobre este asunto.28 Homenaje a Christophe Khihm en «Coldcut, More Beats and Pieces» del número especial deArt Press (Op. cit.)

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las fuerzas armadas» tras la creación de un muñeco y de fotomontajesa partir de generales prusianos cortados, recortados, transmutados enmonstruos universales...

Según la ley francesa, el que quiera samplear cualquier fragmentode una obra debe, por adelantado, solicitar autorización al autor o a losdetentadores de los derechos, al editor y a todos los artistas intérpretes.No importa que su motivación sea política o comercial, interesada odesinteresada, debe pagar, ¡por adelantado, por favor! Conclusión deNegativland (grupo de música industrial agresivamente independien-te), condenado por haber sampleado irónicamente y remezclado títu-los de U2: «¿Cuántas de nuestras prerrogativas artísticas deberemosabandonar para poder ejercer nuestra actividad en el marco de una cul-tura regida por los propietarios? El arte necesita muchas veces orientar-se hacia direcciones aventuradas, eso es un riesgo en democracia; peroesas orientaciones no deben, ciertamente, ser trazadas por lo que lasproductoras tengan a bien autorizar. Ojead el diccionario: ¡los artistasno aparecen definidos como hombres de negocios! Cuando los aboga-dos patronales cierran a cal y canto las puertas de la experimentación alos artistas, ¿es ésta una situación saludable? ¿No es, más bien, la rece-ta para el estancamiento cultural?»29

En 1989 el artista canadiense John Oswald edita un CD iconoclas-ta: Plunderphonics, en cuya funda aparece un montaje de MichaelJackson modificado por medio de un cuerpo de mujer desnuda.Distribuido gratuitamente, el álbum se compone de remixes tan sabioscomo originales, de músicas minuciosamente tamizadas arrojadas a losoídos del público y pertenecientes a músicos, compositores o propieta-rios de derechos evidentemente riquísimos: Metallica, James Brown, losBeatles, Dolly Parton, Glenn Gould, Stravinski y, por supuesto,Michael Jackson, cuyo Bad se muda en Dab no pasado por el sampling.Literalmente exasperados, el Bambi del funk, sus representantes y losesbirros de «Sony» exigen y obtienen la destrucción de ese disco novenal. ¿Es esto normal? Por el contrario, ¿no sería una necesidad críti-ca, un deber cívico apropiarse de esas melodías o de la publicidad del

29 Extracto de un artículo firmado por el grupo Negativland: «Droit de Citacion», traducido enla antología Libres enfans du savoir numérique (Éditions de l’Éclat, 2000), de Olivier Blondeau yFlorent Latrive, y en su versión original en el sitio del grupo: http://www.negativland.com/fairu-se.html

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metro y de los media a los que nadie puede escapar? Las imágenes, la publi-cidad o incluso las obras vendidas y escuchadas millones de veces deberíanpasar automáticamente del régimen del copyright al de «copyleft»...

El copyleft (o «izquierda de autor») es una aplicación del sofwarelibre al mundo del arte. El código fuente del programa es abierto, acce-sible a todos, cada uno puede utilizar, mejorar o desvirtuar a su gustoel software libre. De la misma manera, una creación colocada bajo copy-left permite al espectador convertirse en actor. Si respeta algunas reglas(como la mención explícita del artista y de la obra original) dispone delicencia plena para remezclarla, pincharla, acosarla, falsificarla, estirar-la, torcerla, destorcerla, citarla, robarla, deglutirla, vomitarla e inclusodejarla como está. Más separación entre los creadores y los espectado-res, entre los autores y los lectores. El público se improvisa como artis-ta. Y los artistas se piratean los unos a los otros con toda impunidad.¡Que el mundo se transforme en una inmensa fiesta pirata, que todosbailen, que todos creen vinilos, que todos se copien, que el DJ se con-funda con el bombero, que el espectador salga al escenario y que arro-je alas sobre la lana de los corderos!

Con el matiz de la cita de procedencia el sistema de copyleft consti-tuiría una extensión a escala planetaria del anti-copyright que abrió enlos años sesenta cada uno de los números de la revista de la«Internacional Situacionista»: «Todos los textos publicados enInternational situationniste pueden ser libremente reproducidos, tradu-cidos o adaptados incluso sin citar su procedencia».

Por otra parte, desde sus comienzos, Coldcut no aplica el copyright,sino que practica el copyleft sin saberlo: «Piratas, bricoladores, invaso-res, Johathan Moore y Matt Black se encuentran entre los primeros quepusieron en práctica lo que ellos, por lo demás, experimentaban con lamúsica de otros: el archivado, el acceso libre a sonidos consultables yutilizables por cualquiera».30 En resumen, la historia de la música elec-trónica viene haciéndose desde hace un siglo básicamente de cosas: decollages, de errores y de piraterías.

30 Homenaje a Christophe Kihm en «Colduct, More Beats and Pieces» del número especial deArt Press, (Op. cit.), artículo que inspiró algunas de sus reflexiones y el cual está tomado del extrac-to seleccionado sobre Coldcut...

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Pista ochoEl limbo de las nuevas músicas actualesTransforman la herencia de sus mayores en unplacentero burdel creativo: los contagiados dedub, los orfebres de la electrónica1 y de la laptop music, los poetas de la música experimental de ayer y de hoy, los virtuosos del turntablism y los nuevos manipuladores del jazz o del hip-hop.

1 En español en el original.

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245El limbo de las nuevas músicas actuales

Diagnóstico clínico¿El virus dub? Un contagio de larga duración

Extraño destino el del dub, fuente principal de las músicas electrónicasactuales a la vez que reclamo de remix instrumentales alimentados deefectos especiales y género enteramente techno treinta años después desu invención...

Cuando comienza el nuevo siglo el dub parece vibrar, luminoso, portodas partes y emparentarse con todos los géneros. Vive de los remix deKrüder and Dorfmeister en Viena, en las pistas tecnoides del DJ britá-nico Justin Robertson, de las experimentaciones de Brunt Friedman,en las bizarrías de Luke Vibert, de los paisajes sofisticados de BillLaswell en Nueva York, en los híbridos sintéticos de The Orb, de losRockers Hi-Fi con Andrew Weatherall.

Desde su invención en Jamaica por King Tubby y algunos bricola-dores poco conocidos, jamás el dub parece haber desaparecido de losuniversos de la música popular. Se advierten sus rasgos seminales en elhip-hop y el disco, pero también en el krautrock, el new wave, el housede Chicago... Lo hemos visto nutrir las asfixias de Cabaret Voltaire ycorrer en los dedos de Larry Levan a finales de los 70. Pero habitó espí-ritus más sorprendentes... Pop como el de XTC con Go + en 1978 (ofre-cido con el álbum Go 2) y, dos años más tarde, la obra en solitario einjertada de Andy Partridge (Take Away)... Resueltamente rock, vestidode cuervo, con un maxi increíble parido en «Small Wonder Records» en1977 y firmado por un grupo que parecería a priori en los antípodas de

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la cultura de los sounds systems: Bauhaus. El fragmento se prolongacomo un hilo de ritmo fascinante, deslizándose como finas piedrecillasentre los orificios de un tamiz psicodélico mientras la voz de PeterMurphy escande una gemido recordando al actor que se creía un vam-piro. Uno se pregunta cómo un título como Bela Lugosi’s Dead ha podi-do finalmente aparecer... Podría decirse que son los emigrantes jamai-canos los que hacen vivir el reggae y su mutante reducido a puraesencia de bajo y de ritmo sordo en esos paisajes ingleses.. Pero nohay jamaicanos en XTC, Bauhaus o Cabaret Voltaire. Bristol es sulímite, eso se comprende, pues esta ciudad se nutrió de numerososbarcos que llegaban de Jamaica, pero ¿cómo explicar la cultura dubde Colonia o de la Viena austríaca? ¿Un estado de espíritu? ¿Unvirus capaz de transformarse en múltiples versiones a la medida desus víctimas? En suma, ¿el arquetipo mismo de un virus de músicaselectrónicas, una especie de primo musical con los soportes huma-nos de un virus informático?

Volvamos a 1973, en Jamaica. Aparecen los primeros álbumes dedub. King Tubby es el alma del «Blackboard jungle dub» de losUpsetters de Lee (Scratch) Perry. Productores y músicos llaman a supuerta para que toque con su varita mágica sus rodajas de vinilo.Pequeña revolución: King Tubby, el técnico, se convierte en protago-nista sobre el escenario de los protagonistas a los que sirve, destructuray reestructura voces y composiciones. Aparecen entonces álbumes ente-ramente consagrados al manipulador de sonidos: King TubbyProphecy Of Dub, King Tubby Meets Rockers Uptown, RockersMeets King Tubby In A Firehouse, etc. En el medio transnacional delos aventureros del sonido, ya sean DJs, productores, ingenieros desonido o músicos, ese salto de altura no pasa desapercibido. A partirde mitad de los 70 la epidemia dub gana, clavijas tras potencióme-tros, a los grandes inventores del planeta underground, incluso a losque agitan el krautrock en Alemania, fundan la música industrial enInglaterra o sacuden el hip-hop y el disco en Nueva York.

El dub se parece de alguna forma a la actitud punk aplicada al artedel estudio: primero se reduce la canción a su esqueleto de bajo ybatería; después se difumina y se licua con efectos alquímicos. Unalección de simplicidad que los productores a la cabeza de la experi-mentación saborean tras los excesos rápidamente repudiados de lamúsica progresiva.

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El dub dispone de otra cualidad subrayable para los manipuladoresoccidentales: funde los extremos que todas las músicas actuales buscanfusionar: la máquina y la naturaleza, al artificio del estudio y el sudorcorporal, la magia atea de las mesas de mezclas y el misticismo de losbrujos jamaicanos. Cerrad los ojos. Olvidad los géneros musicales yregresad por un instante a las primeras páginas de este libro: desdeOraison hasta Ionisation, Olivier Messiaen y Edgar Varèse, iniciadoresy poetas de la música electrónica, ¿no fusionaron también esos extre-mos opuestos que no tenían sentido más que unidos uno a otro: elgusto por las máquinas y una espiritualidad exacerbada, las ondasMartenot y el alquimista Paracelso? Y Derrick May ¿podría explicar deotra manera el techno de Detroit?

Lee Scratch Perry es un puro ejemplo de esa fusión improbable.Cuenta que se sintió muy pronto atrapado por el dub, mientras cince-laba en una cantera sobre el río Negril: tenía que arrojar piedras al aguay, al cabo de unos minutos, piedra tras piedra, como las cadencias deuna tormenta, el ritmo se apoderó de él y tuvo una revelación...La llu-via que cae, los lloros de un bebé o una moto que arranca con el cora-zón de sus trituraciones sonoras, cuentan la historia del ritmo primige-nio alimentado por mil poluciones. Como Derrick May más tarde. Susmás pequeños gestos están impregnados de esa mezcla de polvo y tecno-logía, de inspiración mística. En su «Black Ark Studio», creado en 1974,Perry limpiaba los cabezales de los cassettes con una camiseta sucia y echa-ba humo de ganja en las bandas magnéticas incluso cuando estaban giran-do... con el fin de asegurarse de que la música que estaba grabando ten-dría esa cualidad insólita y mágica que caracterizaba sus dubs.

Para los Blancos del underground y de las músicas electrónicasnacientes, el dub es un brebaje de esencia natural para incorporar a losbeats y en los bleeps; barbarismo para modificar los hábitos, bromearcon el sonido y domesticar a base de amor selvático las nuevas mecáni-cas musicales. Se convierte en el único cimiento, en el lazo metafísico,en la pipa de la paz entre músicas que hubieran debido ignorarse y que,así, en cambio, van poco a poco encontrándose...

Cuando en 1974, en Soon Over Babaluma, los proféticos Can enColonia incorporan un descuidado reggae a un título rock tratado conglu-glús sonoros por Holger Czukay (precoz seguidor de Lee (Scratch)Perry), ¿que hacen sino dub inconsciente? ¿Y Conny Plank, ingenierode sonido de Kraftwerk hasta Autobahn, pero también de Neu!, de Clustery de los álbumes en solitario de Holger Czukay? Las experimentaciones

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que llevan su sello en esos krautrocks reúnen, sin que él las hubiera veri-ficado, las del dub jamaicano. Y cuando descubre las primeras hostiasde vinilo dub correctamente distribuidas en Europa, cae en la cuentacomo si acabara de nacer. Prueba de ello es el Rastakraut Pasta —aúnno frotado con hierba mágica — que firma junto a Moebius en 1979.A través de este productor se encuentran por fin Kraftwerk y KingTubby... Y, a finales de los 70, Conny Plank se erige en mentor de los hijosindustriales y experimentales de la new wave alemana, DAF (DeutschAmerikanische Freundschaft) entre ellos. En 1981, con Alles is gut, DAF cul-tiva una rítmica de bajo y batería de martillo pilón, primaria, bestial, des-provista de todo lo que no es electrónico. El virus dub ha cambiado, perotodavía hace estragos en su búsqueda del fragmento reducido a su esque-leto rítmico. Hasta los años noventa, en que Robert Görl (ex-DAF) da vidaal sello de techno radical «Disko B»...

El dub es un virus maligno, una biobestezuela que se adapta a todoslos géneros musicales y a todas las máquinas en busca de humanidad.Invade el cuerpo y el alma de Conny Plank, primero sin saberlo y,luego, con toda impunidad hasta sus últimas producciones, como elelectro hip-hop de Whodini en 1984.

Con Adrian Sherwood y su sello «On U Sound», el virus muta enreggae, punk y música industrial antes de encontrar una salida naturala finales del decenio en el dislocado house de Gary Clail.

Jah Wobble es otro destacable infectado: inocula a Johnny Rottendesde finales de la década de 1970 y, con su grupo PIL, sacan en 1979 unaMetal Box antológica a la que responde, veinte años más tarde, la MetalBox de Metalheadz, compilación drum’n bass del sello de Goldie. El arte-facto de PIL se compone de una caja de metal en formato de 33 revolucio-nes. En su interior, tres maxis separados por una hoja de papel. Ningunainformación. Ni siquiera el nombre de la casa de discos. Tampoco un títu-lo. Sólo PIL... Y música, Música extática. Repetitiva. Un mutante del duby del punk, un techno sin techno, atravesada por el bajo obsesivo y los gemi-dos de ultratumba del diablillo fugado de Sex Pistols. Y Johnny Rottenhabla en la radio escuchado por momias entre las que se encuentra AndyWeatherall: «Comencé a escuchar dub cuando tenía catorce o quinceaños, en los comienzos del punk —recuerda Weatherall. Johnny Rottendecía que era cool escuchar reggae, y me puse a ello».2

2 Cita tomada de una entrevista de Jean-Yves Leloup realizada en septiembre de 1996 para RadioFG y la Virgin Megaweb. Accesible en http://www.technorebelle.net

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A finales de la década de 1980 Weatherall insufla el sonido y el espíri-tu místico del dub a grupos rock como los Primal Scream deManchester. Coge una de sus canciones —al estilo de Sympathy ForThe Devil de los Rolling Stones—, la sumerge en un baño de barro yde ecos, de bajos purgantes y de reverberaciones sonoras y crea uno delos himnos de las raves: Loaded. En el álbum Screamadelica, que sale unpoco más tarde, en 1991, el muy psicodélico Loaded va acompañadode Higher Than The Sun, subtitulado «Sinfonía dub en dos partes»...,con Jah Wobble al bajo. Sí, el mismo Jah Wobble que tocaba en 1983con Snake Charmer junto al indomable Holger Czukay y el productorde house y de disco François Kervorkian... Todo se mezcla: AndyWeatherall, DJ a la vez que músico, productor y reputado remixadorcomo Kervorkian, reivindica una ética única, prefiriendo los clubsunderground y los saraos con buenos aficionados antes que las fiestas delpost-acid-house adornadas de figuras entre rock y techno como Prodigyo Underworld. Un purista que se considera un rebelde y no un enter-tainer, autor de una obra maestra de dub cruzado con techno bajo elpseudónimo de Sabres of Paradise: Haunted Dancehall...

Cuando se le pregunta hasta qué punto se siente próximo al duby a su manejo en estudio como un instrumento enteramente a parte,el inglés Weatherall responde: «Me resulta muy cercano, desde luego,pero precisemos que el dub fue una de las primeras formas popularesen experimentar eso mismo. Me gusta la gente como Phil Spector oJoe Meek, que exploraron las posibilidades del trabajo en estudioantes del dub. Fueron iniciadores que debieron construir sus propiasmáquinas, experimentar e inventar nuevos sonidos que a continua-ción incorporaron a las máquinas modernas. Eso es lo que me gustade esas personas: consiguieron crear sus propios ruidos y nadie anteslos había podido escuchar. Si tenían un sonido en la cabeza, debíaninventarlo por sí mismos, y no dirigirse al almacén más cercano paracomprar una nueva máquina».3

Stefan Betke, alias Pole, habla de su música como «una especie dedub sin beat». Late como un corazón, hipnótico y carrasposo como unviejo vinilo rallado, mientras la radio se pierde en interferencias lejanas.Se tiene la impresión de estar ante algo imperfecto, de una suciedad

3 Cita extraída de una entrevista de Jean-Yves Leloup realizada en septiembre de 1996 para RadioFG y la Virgin Megaweb. Accesible en http://www.technorebelle.net

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forzosamente analógica. Sin embargo, los títulos de Pole, articuladossobre una línea de bajo que evoluciona lentamente, simple y casivacía, están grabados en modo numérico. En ordenador, expresiónde un objeto al cual esa cosa debe su nombre: «un día —cuentaBetke—, me entregó un amigo un filtro «Waldorf Pole». Se me cayóal suelo y se rompió. Lo cogí y me di cuenta de que hacía ruidosextraños, chasquidos que me gustaron y que se convirtieron en lafirma Pole; todo por una caída».4

El dub surgió por casualidad, en un sound system de Jamaica. El dubde Pole surgió también al azar, en Colonia o en Berlín.

El dub es un virus subversivo. Casa mejor con los rebeldes anti capi-talistas que con los borregos consumistas. Más extremado aún que MadMike, Maurizio no se exhibe y rehúsa toda clase de entrevistas. A loshumanos que intentan escuchar sus pasos, sólo les deja vinilos raros ylos CDs compilatorios de su sello: «Basic Channel». Fundas de hierrocomo la Metal Box de PIL. Sin ninguna información. NADA. Músicaentre el dub de Jamaica y el techno de Detroit pasada por una lavadoraprofunda y espiritual. Durante mucho tiempo se creyó que Maurizioera Mauritz von Oswald. Alguien encontró sus huellas en un gruponew wave —Palais Schaumbourg— siguiendo los discos entre músicaindustrial y pop electrónico de algunos protegidos de Conny Plankcomo Der Plan o los DAF de la primera cosecha... Pero hoy se tiende aconsiderar a Maurizio como una entidad formada por Mauritz vonOswald y Mark Ernestus. Tanto peor. O tanto mejor. En el fondo, ¿quéimporta? El dub del Blanco Maurizio no tiene los mismos toques que eldel Negro King Tubby. Tiene el mismo cuerpo, transportado hacia todaslas exploraciones sonoras y destructurando el diálogo estrofas/estribillocomo lo tiene el jazz en otros espacios. Color black. Black Power todavía.

4 Conversaciones recogidas en un artículo sobre Pole accesible en el sitio Cognition, en la direc-ción http://www.techno.ca/cognition/pole.htm...

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1975-11998. Paralelo artísticoDe Brian Eno a Photeck: pintar la música antes que escribirla

Cuando se le pregunta si se considera un compositor, Brian Eno se deslizapor un vacío muy contemporáneo. Si responde sí, el orfebre que imaginóla música ambient, con Discreet Music en 1975 y Music For Airport tresaños después, añade: «en un único sentido», y, luego precisa: «Estudié pin-tura durante cinco años, jamás fui al Conservatorio, ni siquiera sé escribirmúsica. Trabajo siempre directamente sobre la banda magnética. Me veomás como un pintor que ha de utilizar los sonidos como si fueran colores.Un pintor no escribe partituras: ‘Quiero un magenta en la esquina inferiorizquierda, luego un azul y un naranja en el centro, etc.’ Un pintor no entre-ga eso a nadie para que lo pinten por él: lo pinta él».5

Joven prodigio del drum’n bass inglés que sedujo a los aventurerosdel jazz y de las nuevas músicas, Photeck no había nacido cuando Enofirmaba Discreet Music. Cuando se le interroga sobre los extraños ycomplejos paisajes de su música, habla de «sentido del espacio y de latemporalidad» o, incluso, de «experimentación sonora» mediante unnuevo ensamblaje de sonidos y de «elementos que pueden parecermolestos en otras músicas». «Creo en el instinto, pues, evidentemente,NO TOCO ningún instrumento. Se trata más de una cuestión de mon-taje sonoro que de composición. La única división verdadera que

5 Resumen de entrevista tomada de un encuentro realizado en 1984 por Dominique Guillerm ypublicada en un excelente informe de Claviers Magazine dedicado a Brian Eno.

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puede existir entre diferentes estilos de música es la que separa a losmúsicos clásicos —que han aprendido solfeo y a tocar un instrumen-to— y los otros, es decir, yo y la nueva generación electrónica».6

6 Véase la entrevista completa de Photeck realizada por Jean-Yves Leloup para la Virgin Megaweb(http://www.technorebelle.net).

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1921-22002. Capítulo nerdDe la «electrónica»7 al «Laptop»: música rebelde, ¿dónde estás?

¿Qué tienen en común un pimentero, un bote de mermelada, un palode golf, un paquete de patatas fritas, una botella de vino, un salero, unataque de tos, un walkman, una tostadora, un aparato de radio, unarosa y un rallador de queso? Pues son algunos de los instrumentos deWishmountain, alias Herbert.

Herbert creó la música turbulenta y sintética con lo banal cotidia-no, como Kurt Schwitters hacía arte espiritual y dadá con «cada bille-te de tranvía usado, cada sobre, papel de estraza, colilla de cigarro, suelade zapato agujereada, con cada cinta, alambre, pluma o paño de coci-na, en suma, con todo lo que se tiraba».8

Tres generaciones separan a Schwitters de Herbert. Y una máquina:el ordenador, esa cosa devoradora y sin alma que acepta invitar a sumesa numérica tostadoras y cepillos de dientes, ruidos de juguetes ysuspiros de pingüinos para transformarlos en hazañas rítmicas, diso-nantes y estribillos.

Se podría decir que nada serio puede asociar a los pioneros delDadá con los hijos de la máquina, a los primeros que traicionaron alarte burgués con los jóvenes iluminados del Laptop (ordenador portátil).

7 En español en el original.8 Citas tomadas del apasionante libro de Philippe Sers Totalitarisme et Avant-gardes (L’ÂneD’Or/Les Belles Lettres, 2001).

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Nada, excepto mi convicción de que la semilla Dadá sólo puede germi-nar en tierras de paradoja, salvajes, inauditas y en ruptura con el mer-cado... ¡Qué importa si esos campos de libertad sin concesiones al diosDinero se pueblan de saxofones de jardín, de podadoras de vinilos o debricoladores de flores informáticas!

Esa raíz procedente de las vanguardias la veo desarrollarse en el artebruto de los californianos Matmos. Para tejer su álbum, impreso en 2001(A Chance To Cut Is A Chance To Cure), estos magos de un balón desin-flándose y de un estómago vacío piratearon los sonidos en un centro qui-rúrgico; colocaron su grabadora entre la liposucción y la depilación láser,la lección de fonética y la jaula del ratón Félix, los escalpelos mecánicos ylos cuerpos destructurados... Resultado: música concreta que merece talapelación, Pierre Schaeffer orgánico y (casi) arrebatado.

Esa fibra en el límite de la rebelión estética, de la abstracción de unKandinsky y del arte de los ruidos vive igualmente en ese otro CD, ahí,colocado justo delante de mí. Examinemos su funda: Sin título. Sinnombre visible. Sólo una columna de cifras y de indicaciones abstru-sas. Semejante a un muro blanco grafiteado con signos cabalísticos,adornado apenas con cuadrados azules y verdes dispuestos como volú-menes paralelos. Ahora, escuchemos. Música minimal, honda, inmate-rial, pero cuyas ínfimas y fluidas variaciones sonoras seducen lentamentea las neuronas y las hacen deslizarse dentro de un sueño transparente. Unjuego de ausencias. Ondas, vacíos eléctricos y eclécticos silencios, comopara alcanzar un ultramundo. Volvamos al objeto. Aquí está, sobre elmetal del CD se observa una indicación en pequeños caracteres:«Snd/mp92»... Por otro lado, en el plástico que envuelve el CD (círculo des-nudo y blanco, salvo un cubo naranja), descubro el nombre del sello dis-cográfico, conocido por ser tan beligerantemente independiente comoexperimental: «Mille Plateaux» (en clara referencia al libro de GillesDeleuze y Félix Guattari), y también leo la dirección de su sitio Web. Nohay más que un dato —alejado de los convencionalismo mercantiles, delos hit-parades y de la las sopas sedimentadas —por el que (no sin esfuer-zo) se revela, sólo en parte, el misterio de «Snd», microsello a la vez quedúo de Sheffield que compone a partir de sistemas de interconexionesvisuales susceptibles de generar los sonidos y las harmonías.

Sigamos la Red. O, mejor, el rizoma. Tecleemos «Snd» en un busca-dor. Curiosamente, «Snd» es también el nombre de un CD de Microstoria,opúsculo precursor de las formas electrónicas puras y desmañadas editado

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por «Thrill Jockey» en Gran Bretaña y... «Mille Plateaux» enAlemania. Bajo Microstoria se oculta Oval, cuyo verdadero pseudó-nimo es Markus Popp, y que no tiene de pop más que el nombre:tanto parece cultivar su estética sin florituras, su posición al margendel sistema y su visceral rebelión frente a toda contraprestaciónmercantilista. Ello caracteriza tanto a Oval como al dúo Snd: nipublicidad ni información; sólo música, nada más, y los enlaces yafinidades de la Red para contaminar a los melómanos escudriña-dores en busca de respiraciones sintéticas.

Snd y Oval son hijos de Dadá. Como Scanner, joven aisladoque construye sus músicas minimales y sofisticadas a partir deondas de radio, de conversaciones telefónicas arrebatadas al cielo ya veces de voces de dadaístas como Duchamp y... Schwitters. En 1921Kurt Schwitters salmodiaba en los salones y sobre los más brillantes omasoquistas escenarios su Ur Lauten Sonate, canto reducido a onoma-topeyas de simples letras. Y los más radicales de los manipuladores elec-trónicos se han inspirado desde entonces en él.

Snd, Oval, Scanner e incluso Autechre juegan con el azar comoantes lo hiciera John Cage. Reivindican una pobreza total de medios yviven sus armonías extraterrestres como eremitas, al margen del merca-do, aun estando conectados a nuestras invisibles tuberías telemáticas...

¿Cómo no asociar, una vez más, su evolución a la de la estética deun Kurt Schwitters? Padre del arte pobre, rechazado a menudo por suscoetáneos, se divertía con sus materiales de desecho desafiando así lasconvenciones sociales y las mentiras del progreso materialista...

Sin duda es mi obsesión, pero el ordenador de Scanner y de sussemejantes en discreción musical, su disco duro alimentado con des-perdicios de lo cotidiano y de trozos de Red mundial, no es el equi-valente numérico de la Columna de Schwitters, del Merzbau delpoeta: ¿«Una inmensa escultura de yeso, completamente abstracta yque ocupaba una habitación de su apartamento, que se extendíahasta el piso superior»? «Guardaba en sus cavidades elementos per-tenecientes a una cita privada, a un acontecimiento, a un recuerdoen particular (...) Cada cavidad estaba ocupada por una especie dedesecho-reliquia: un trozo de cordón, una colilla de cigarrillo, unapluma rota, un trozo de corbata de Doesburg, un lápiz de dibujo deMies, un mechón del cabello de Richter, etc. La columna crecía ocul-tando las antiguas cavernas ya inalcanzables debido a la progresión de

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la escultura. Sus collages, sus cuadros-construcción se asentaban en elprincipio de proliferación, en el que también se fundaba su activi-dad poética, tipográfica e incluso escenográfica»9.

Las cavernas son hoy virtuales y los «desechos-reliquia» se transfor-man en ficheros, samples, mensajes o simulaciones informáticas de unavida de ruidos y de muy reales perturbaciones de ondas.

Los Schwitters de las músicas electrónicas actuales no se preocupanen absoluto de los derechos de autor; se creen hombres bisagra, eternosdescansillos, piratas de una ética vigorosa que se dejan piratear con laelegancia con que ellos mismos piratean. Sueñan quizá con tocar elcielo con las manos, pero saben que ese camino es consustancial a ladesaparición tanto de su ego como de sus obras. Sí, como ideal prefie-ren el copyleft antes que el copyright, un robo respetuoso; reconocimientoy fuerza espiritual antes que una adulación que supusiera un compro-miso, creación de hermosas bazofias o un alambre de espino atando lascuestiones relativas a su autoría. En cuanto a las reglas, no aceptan másque las suyas o las de sus redes de constructores de maravillas. Pero ojocon las heterodoxias: construir un Merzbau electrónico no está al alcan-ce del primer bricolador que llega... Crear sin preocuparse por la ren-tabilidad supone a veces sacrificios, una doble vida, por ejemplo, o unamanera de ascesis lúdica. En fin, que al talento y a la integridad de esaelección conviene añadir la paradoja del desafío electrónico. Lo útil debeser olvidado, incluso y, sobre todo, por los malabaristas del ordenado por-tátil y del verdadero falso movimiento del Laptop Music. Preguntad a KurtRalske por el material que utiliza: cuando haya colocado sus guitarras enlos correspondientes soportes, os hablará primero del sistema Max/MSP

(modelo de este género creado a finales de los 80 en el IRCAM), luego pre-cisará con una sonrisa: «pero, ante todo, papel y lápiz, yeso, algunas cuchi-llas de afeitar, dos o tres cabos de hilo bramante, chocolate, sin olvidaralgunos magníficos e irrevocables errores»10.

De lo que hablo, en el fondo, es de la intuitiva declinación de lamúsica contemporánea, de su prima lejana llegada de otro planeta queme parece —quizá equivocadamente— mucho más viva y dinámica

9 Citas extraídas del apasionante libro de Philippe Sers Totalitarisme et Avant-gardes, L’Âned’or/Les Belles Lettres, 2001.10 Entrevista tomada de un artículo sobre la Laptop Music escrito por Jean-Yves Leloup para larevista Crash y en el que nos hemos inspirado exhaustivamente.

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que sus sabias formas y amorfismos. Tengo en la cabeza esas figuraselectrónicas, esas construcciones sutiles, complejas y con gusto mini-males que se han escapado de la pista de baile para instalarse en el sofáde nuestro salón: escúchese con o sin cascos hi-fi, según el grado deintensidad de las ondas melódicas y la sensibilidad de los vecinos.

A caballo de los años 80 y 90 nace ese género que se llamará electró-nica11 o, más significativamente aún, intelligent techno. Se mezcla con laola del ambiente house que conduce hacia el final de las raves, demadrugada, cuando la energía del baile se muda en maduro sueño ycuando las agitaciones de 808 State dejan sitio a las circunvolucionesde The Orb. El álbum en extremo avanzado aparecido en 1990: el muyafamado Chill Out de KLF, su pastiche Atom Heart Mother y sus lentasdigresiones de folk sedante y suavemente repetitivo.

Un sello aparecido en Sheffield, ciudad siderúrgica donde las haya,sale a la palestra: «Warp». Entre sus primeros maxis, en los albores deldecenio, se descubren títulos de Sweet Exorcist, pseudónimo tras el quese oculta Richard H. Kirk, iniciador de la música industrial y de sumutante y bullidor techno-pop con Cabaret Voltaire, grupo homónimodel símbolo Dadá del que es el alma pensante y activa. A principios de1991 «Warp» todavía navega entre una música de ambiente y losrecuerdos físicos o metafísicos de las pistas de baile. Como testimonio,una compilación con el simbólico título relativo a ese tránsito protei-forme, memorándum de su primer año: Pioneers Of The HypnoticGroove. A esta mezcla disruptiva de disco mutante y de jazz festivo, desoul alocado y de experimentaciones house, le sigue una primera piezamaestra: el álbum Frequencies de LFO (esto es, Low FrequencyOscillation). Sobre un fondo de hiperbajos, de melodías limpias, delaberintos puramente electrónicos y de un romanticismo inspirado enlos pioneros de Detroit, «Warp» pasa, a través de esos herederos de lasraves y de Kraftwerk, a una nueva etapa. Pero el sello inglés ejecuta el pasofinal al margen de la escena dance en 1992 con una segunda compilación:(Artificial Intelligence), subtítulo que parece resumir su identidad por finasumida: Electronic Listening Music from Warp. Bajo la autoridad informaldel doctor Alex Paterson, de The Orb —figura de la música ambient—, yde Ritchie Hawtin —padrino del techno-soul de Detroit con el nombre deUp!—, se deleita con dos magníficas abstracciones de Sean Booth y de

11 En español en el original.

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Rob Brown (miembros de Autechre), que tienen, a la sazón, dieci-nueve y veintiún años y, sobre todo, con un fabuloso laberintomusical (Polygon Window) cuyo artífice es un muchacho de diecisie-te años: The Dice Man...

Algunos meses después, The Dice Man saca su primer CD en«Warp». Pero, en adelante, ya no se llamará The Dice Man, sino PolygonWindow, tomando así, para la ocasión, el nombre del fragmento quehabía cedido para la compilación. Un raro bribón con un CD de locu-ra repartida entre repostería de diseño y distintivas granadas, un geniode las máquinas, no todavía a la altura e imprevisibilidad en que se con-vertirá tras su máscara, el más célebre y mágico símbolo de ese technopara oyentes escogidos, admirado por los resentidos de la música pop ycortejado por compositores como Philip Glass: Aphex Twin...

En torno a «Warp» y a toda una letanía de sellos independientes devida variable como «Rephlex» (fundado por Aphex Twin), aparece enEuropa una curiosa contracultura... Sus retoños desconocen la ley dellibre mercado y crean sus propias redes en vez de oponerse frontalmen-te a los grandes mercaderes del ocio. Se dice que han crecido con unaconsola de juegos y un ordenador como principales compañeros de aven-tura. Y no es casualidad que los dos histriones de The Black Dog, aliasIAO (Artificial Intelligence), se proclamen a partir de 1992 (!) paganos delpaís de «Cyberia», cuya actividad fetiche será el hacking informático...

Permaneciendo como marcas modestas, sellos como «Clear», «LoRecording», «Rephlex» o «Warp» en Inglaterra; «Soma» y «Skam» enEscocia; y muy pronto «Mego» o «Mille Plateaux» en Austria yAlemania, funcionan como comunidades libres o familias a la manerade afinidades electivas. Firman uno o dos álbumes, con o sin contratoformal. Pasan los días (y, a veces, las noches), junto a sus iluminadoshermanos, en casa de los unos o de los otros o en los locales de la casadiscográfica. Entran y salen con absoluta libertad. Nada de propuestasrevolucionarias, sólo el placer de la marginalidad asumida por todosellos y una filosofía de la evidencia que Grant Claridge, de «Rephlex»,resume magníficamente: «Cuando recibimos una cassette, lo que sebusca es sentir que se trata de una sorpresa del tipo: ‘¡¿Pero qué es esechisme?!’... El sentido de lo desconocido, esa propensión a traspasar loslímites tradicionales de los géneros musicales es lo que nos interesa».12

12 Entrevista completa de Jean-Yves Leloup, antes en el sitio Virgin Megaweb; ahora, accesibletecleando http://www.technorebelle.net

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Gemidos bajo perturbaciones sonoras. Sonoridades acústicas envueltasen memorias numéricas. Paisajes de sonidos henchidos de píxeles enlo-quecidos. Estamos otra vez en el jardín Laptop Music, en 2001, en casade los hechiceros austríacos del sello «Mego». Endless Summer, deChristian Fennesz, intriga, engancha los tímpanos y con un únicoimpulso acaricia el cráneo con sus melancolías experimentales concebi-das en un ordenador de sistemas vitaminados. Luego, al séptimo pla-cer del álbum, ya no te tienes en pie: el CD tartamudea, como ese lásermal embocado en el surco que debiste haber tirado a la basura. Ves lacifras desfilar: ¡muy bien! Entonces, escuchas. Atentamente. Y com-pruebas que bajo ese tartamudeo de olas eléctricas se revela una melo-día reducida a su esencia, un estribillo de forma desconocida y final-mente seductor. La oreja ha enrojecido de tanto éxtasis, y esa imagende un camino no murado se perfila sin la violencia que se presta a laexperimentación y a las músicas llamadas underground.

Otro ejemplo destacado: «Caipirinha». Originalmente se trata deun cóctel de América latina, afrutado bajo la lengua antes de estallar enmil suavidades de alcohol entre la garganta y el paladar. Por definición,la música experimental no se fija ningún límite en cuanto a sabor ogrado de ebriedad. Y sus sellos tampoco. Iara Lee, piloto de «Caipirinha»,joven cineasta de origen coreano, nacido en Brasil y residente en NuevaYork, edita tanto vídeos como músicas heterodoxas y no se priva depublicar un libro dedicado a la historia de las músicas electrónicasacompañando a una película y a dos álbumes recopilatorios reagrupa-dos bajo el título de Modulations. En su catálogo se codean el precur-sor Pierre Schaeffer y el joven intello de los platos DJ Spooky, músicosinspirados en la arquitectura como Óscar Niemeyer y el arcángel adoles-cente de los ruidos contemporáneos Datach’I, el pensador y maestro caó-tico de las nuevas músicas David Toop y el joven autor de una NarcolepticSymphony, Unit, quien funda sus veladuras suaves y delicadamente fasci-nantes en los golpetazos mutantes de irreales martillos pilones...

Este proceso experimental, que nunca olvida saludar a sus precur-sores, ¿no hace de los artistas jóvenes del sello «Caipirinha», de losScanner y de los Christian Fennesz de la electrónica13 contemporánealos actores de una nueva vanguardia artística?

13 En español en el original.

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«Tengo un problema con el término vanguardia —me responde Iara Lee. Noes por mostrar un prejuicio turbulento y sin concesiones frente al venero musi-cal, ni por buscar sin descanso la forma de explorar nuevos territorios por loque poseemos esta voluntad de estar en vanguardia y al margen de las normasa cualquier precio, como la noción de vanguardia haría suponer...—Hablemos entonces de underground...—¡Sí, hablemos! Yo trabajo para que esa parte obscura y sumergida del arte lle-gue a ser más conocida y pueda alcanzar cierta resonancia.—¿El underground que avanza hacia el overground?—Sí, en cierto modo, pues mis amigos piensan que al underground le quedahoy un nanosegundo, el que le falta para pasar a ser de dominio público. Losbuitres de la cultura son omnipresentes y en el campo de la cultura todo pene-tra a una velocidad de vértigo. Todo se acelera para encajar mejor en el orden.Las cosas ya no tienen tiempo de existir por ellas mismas.—Las vanguardias históricas, desde el movimiento Dadá al surrealismo,pasando por la Internacional situacionista, se adelantaban a la sociedad paraburlarse de la burguesía y facilitarnos un pensamiento más avanzado. ¿No creeusted que hoy, por contra, es necesario ir más despacio para dar tiempo al pen-samiento y al arte?—¡Exactamente! Comportarse hoy como una persona sensata es casi un actode locura. Si satisfaces tus gustos y convicciones, se te toma en seguida porun freak, cuando es en realidad el mundo el que está atacado de locura.Tengo yo la impresión de estar con los pies en el suelo, me siento más unherético que un representante de cualquier vanguardia que combatiera con-tra las corrientes dominantes».14

14 Entrevista completa realizada por este menda; antes en el sitio Virgin Megaweb; ahora, acce-sible tecleando http://www.technorebelle.net

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1967-22002. Estribillos del futuroBebidas y resacas de la música experimental

París, 5 de febrero de 2002. Me encuentro sentado a la mesa de uncafé, frente al venerable Centro «Pompidou». Converso con dos perso-najes que vienen de otro mundo muy diferente al mío: el IRCAM,Institut de recherche et coordination acoustique/musique, fundado a finalesde 1969 por Pierre Boulez e inaugurado, para su puesta en órbita defi-nitiva al pie del Museo de Arte Moderno, en 1977. Un planeta prohi-bido que veo en mis pesadillas semejante a un hospital cuyo objetivosería auscultar a la música, orearla para que no se agite, escrupulosa-mente limpia de todo rasgo de pulsación sexual, preparada, en fin, parasu análisis científico. Vincent Puig es su director de evaluación. Juntoa él, Jean-Baptiste Barrière, que fue el director pedagógico hace algu-nos años, antes de abandonar su gestión para liberar su cuerpo y sualma trabajando como compositor inspirado en partituras musicales yen las artes escenográficas o las puramente virtuales.

Un detalle me empujó a concertar esta cita, después de arrojar a la maz-morra mis prejuicios de aficionado a las músicas anarquistas: Max-MSP, sis-tema de «cálculo y de tratamiento del sonido en tiempo real» concebido en1988 en el IRCAM por Miller Puckette. Esta caja de herramientas numéri-ca, desarrollada y comercializada desde entonces, se convirtió en el primerinstrumento de exploración, de parasitarismo y de digresiones sonoras delos irrespetuosos duendecillos del Laptop Music, que la hicieron circular enversión oficial o, más probablemente, craqueada y adaptada a sus fines...¿No sería el Max-MSP el eslabón perdido entre los universos científicos delIRCAM y los mundos marginales del techno sofisticado?

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Es cierto que las herramientas son las mismas —dice Vincent Puig—, pero lamanera de servirse de ellas es, creo yo, diferente. Los compositores que traba-jan en el IRCAM tienen un gusto, una formación, y disponen de profesores queles empujan a analizarlo todo, a descortezarlo todo en ese tipo de aplicaciones.Su obsesión es que el trabajo esté gobernado por esos instrumentos nuevos.Rechazan cualquier forma preestablecida, quieren utilizar esas herramientas demanera orgánica, hasta la más mínima sinuosidad. Así, con la ayuda de unasistente musical (figura esencial que domina a la perfección la tecnología yque desempeña en el IRCAM una función y competencias análogas a las delingeniero y a las del compositor), descomponen el hardware, lo desmontan, lovuelven a montar de otra forma...

Los compositores del IRCAM cultivan una actitud que podría calificarse devanguardia: lo cuestiono todo, debo repensarlo, reinventarlo todo; hago, así,tabla rasa, como si partiera de una página en blanco. La paradoja es que su tra-bajo desemboca con frecuencia en músicas bastante tópicas desde el punto devista estilístico; que, cuando se las escucha, no dan la impresión de ser muchomás innovadoras que las obras de gente que, sin pretender cuestionarlas, partede formas menos deslizantes, como el techno...

Antes de nuestra cita, Puig me envió un triple CD: IRCAM, Les Années90, conduciéndome hasta algunos artistas de la selección. Al primercontacto sonoro, un sentimiento de horror: una voz de pájara, alegrecomo un impreso de hacienda, conduce al que escucha al descubri-miento del propio Instituto; después enumera los artistas que aprove-charon ese santo lugar para componer y presentar sus obras. Peor aún:¡el disco no presenta ningún fragmento íntegro! En el caso de MartinMatalon, cuya Metropolis dura más de dos horas, se comprende. Pero¿por qué recortar los diez minutos de Metallics de Yan Maresz paradejarla en apenas la mitad? Silencio en las filas: ¡todas reducidas amenos de siete minutos! La cosa parece haber sido meticulosamentepensada con finalidad científica e ignorando el gusto, como dibujandocon tinta invisible una línea de demarcación. Protegerse de lo incon-trolable. Ensimismarse, en el seno del cenáculo de los aficionados a lamúsica contemporánea, con sus códigos, sus escenarios, sus espectáculos,sus conferencias, sus demandas públicas, sus compositores (más investi-gadores o profesores), su sorda desconfianza frente al mercado y su mane-ra de meter en el mismo cajón todas las músicas populares... Y, sinembargo, una vez olvidada esa insoportable voz de supermercado de laciencia, ¡se descubren en el triple álbum del IRCAM verdaderas perlas desensualidad! Habéis leído bien: no he dicho inventiva, sino ¡sensualidad!

Las obras del IRCAM tienen garra: el sentido del espacio y de lossonidos que por ellas circula. Repons, pieza de Pierre Boulez creada en1981 para «solistas, conjunto instrumental, ordenador 4X y dispositivo

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de espacialización», es un magnífico ejemplo. ¿Pero es esto suficientepara justificar un apartheid entre músicas científicas y lumpen popular,entre público respetable y hordas marginales? Esta distancia, queinconscientemente revela la puesta en escena del CD IRCAM, Les Années90, es un preservativo pinchado por la edad, una máscara tanto másineficaz cuanto que el IRCAM no se considera una escuela en la que loscompositores pueden permanecer durante años, sino un centro derecursos, a priori abierto a TODO tipo de artistas cuyos proyectos hande seducir a un comité evaluador cuyos miembros cambian cada año.De hecho, el IRCAM ha acogido a príncipes de la innovación como eljazzman George Lewis.

Escuchemos Losing Touch, pieza para «vibráfono y banda» deEdmund J. Campion, grabada «en concierto el 15 de junio de 1996 enel IRCAM». El sonido es de una pureza absoluta, raro ejemplo en el asil-vestrado terreno del pop o del techno. Pero ese delicado baile de percu-sión transformado por lo numérico no desentonaría en un catálogo desabrosos sellos techno, en el oído de los más elevados y oníricos pai-sajes de Scanner o en el tímpano del And I’m Singing de JimO’Rourke en «Mego», también grabado en directo con un sonidorancio pero con una digitalización electrónica absolutamente sutil.Se podrían multiplicar los paralelismos. Comparar, por ejemplo, lastrituraciones para «trompeta solista y electrónica» de Yan Maresz ylas experimentaciones para solo de trompeta, tocada por todos lados,de un artista de jazz noruego: Arve Henriksen. Por un lado,Metallics; y por otro, Sakuteiki: el juego con la máquina frente a lainspiración japonesa, y dos formas semejantes de mellar los timbresy los altos, los ruidos y los bisbiseos, los espacios y los vacíos. ¿Porqué haría falta trazar una frontera entre los dos, la electrónica y laacústica? La proximidad nace del instrumento, sin duda, pero tam-bién de una cuestión generacional, de historias paralelas, por tanto,y de interinfluencias, digeridas o no...

«Cuando, con un simple sonido de trompeta, arranca su composi-ción —recuerda Vincent Puig— Maresz no tenía ni idea de cuál seríael resultado final de la obra». Sin embargo, en ese tema se aprecian ecosde Miles Davis... Lo cual suscita el comentario de Jean-BaptisteBarrière: «Maresz trabajó con John McLaughlin: cualesquiera que seanla calidad de su obra y la profundidad de su investigación, no escapana esa influencia. ¿Por qué, por otra parte, debería hacerlo? Su propósi-to, en este caso, es claramente referencial».

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¿No resulta engañosa la búsqueda desenfrenada de lo inédito? ¿De lo quejamás se ha compuesto? ¿De esa moderna inyección de progreso que encar-na todavía el espíritu de los chicos del IRCAM y del que han renegado músi-cos como Arve Henriksen? ¿Es mejor desarmar la herramienta tecnológicapara reinventarla, o simplemente olvidarla, ignorada por la ciencia? Algunoscompositores me recuerdan a esos «librepensadores» que, a fuerza de degra-dar al clero sin detenerse en particularidades, llegaban, sin apercibirse, acrear una nueva Iglesia y su correspondiente dogma censor de todo lo quepareciese místico o religioso. Cuando al marqués de Sade se le preguntabasi creía en Dios, respondía: esa es una mala pregunta; pasemos a otra cosa.

Hoy la libertad ya no es conquistar. La revolución ha concluido.¿Hacer tabla rasa? ¿Pero de qué? Los dogmas del arte musical han sido yadestruidos, y eso lo sabe bien Jean-Baptiste Barrière, que rompe el hilodel debate para advertirme de un error que corrige en mi manuscrito:

A mediados de los sesenta, había un escenario underground aguerridamente inde-pendiente del que salió gente como Laurie Anderson y otros. Estoy pensando enSonic Art Group (Robert Ashley, Alvin Lucier, Gordon Mumma y DavidBerhman), que ensayaba toda clase de puestas en escena con un carácter próximoa John Cage... Estoy pensando también en Musica Elettronica Viva, grupo cerca-no a Fluxus, que desarrolló una síntesis de música electrónica e improvisacionesdel free jazz más radical. En una época en que los instrumentos de música elec-trónica todavía eran prehistóricos, esos músicos crearon en directo una músicaelectrónica dura, aunque más utópica que toda la que puede hacerse hoy en elIRCAM o en cualquier otra parte. Recuerdo los happenings cuando comenzó la his-toria del «Festival de Otoño», a finales de los sesenta: antes de comenzar el espec-táculo, bricolaban circuitos integrados, manipulaban sus propios instrumentospara que emitieran en directo frecuencias totalmente imprevisibles.

Ya no hay ni rastro de Musica Elettronica Viva. Buceando a conciencia,acaso demos con un CD —The Sound Pool— grabado en directo un día demayo de 1969. Apenas dura doce minutos, pero bastan. Fuera de contexto,la cosa suena como una agresión sonora, llena de gritos y de estridenciasinsoportables. Podría citarse también a la Scratch Orchestra, fundada enLondres en 1969 por empeño de Cornelius Cardew, y que «consistía enla reunión de una cincuentena de músicos profesionales y aficionadosdecididos a compartir sus recursos musicales preservando en todomomento un amplio margen de iniciativa personal y de libre expresión».15

15 Dominique y Jean-Yves Bosseur, Révolutions musicales. La musique contemporaine depuis 1945, Op. cit.

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En la misma época, cercano a John Cage y miembro del Sonic ArtGroup, Alvin Lucier se encierra en una habitación, habla solo, se grabamientras continúa perorando, lanza y relanza la grabación en oleadasde repeticiones y utiliza la acústica de la habitación y la grabación desus palabras para crear una música abstracta, sedante, de la que va pocoa poco desapareciendo toda palabra reconocible.

Los artistas crecidos en ese vivero, herederos de John Cage y delgrupo Fluxus, intentan construir, o reconstruir, una práctica creativa,interactiva y múltiple. Lo hacen con absoluta libertad, huyendo de lascapillitas y rechazando normas y antiguas fronteras, creando sus pro-pios signos estéticos. No se prohíben nada y, mientras sus experimen-taciones se multiplican aislados del gran público, va perfilándose unageografía informal que se llamará —a falta de nombre mejor— «músi-ca experimental». Imposible citar aquí la lista completa de sus ridícu-los o magníficos proyectos, todos sustancialmente subrayables. Sonatasde azares, Mezclas de atmósferas. Arte de ruidos cotidianos. Fusión yconfusión de géneros conocidos. Podrían mencionarse en detalle lasexperiencias de Blue Gene Tyrany, o de David Behrman o de RobertAshley, ambos salidos del Sonic Art Group; juegos de voces, de ritmoso de tramas electrónicas de ordenador que se encuentran en uno de losmás importantes sellos de esa nueva corriente sin director ni direcciónpredefinidos: «Lovely Music». Se crean nexos con el free jazz. En su ori-gen, Musica Elettronica Viva explora con Frederic Rezwski vías trans-versales con músicos como Steve Lacy, en tanto su compadre RichardTeitelbaum colabora con George Lewis y otros engarzadores de perlasde la experimentación jazz. Con el pianista y compositor MichelTipett, el magnífico organista clásico David Bedford, el incisivo saxo-fonista Lol Coxhill, el grupo Henry Cow o incluso This Heat y susejercicios de rizos rítmicos incorporados en1976, el arte del ruido intro-duce cuerdas eléctricas e inspirará tanto al rock y al blues como a laslocuras de Miles o de Weather Report. A mediados de los setenta unjuglar llegado del rock —Brian Eno— es quien crea un sello dedicadoa las novedades musicales y a lo que algunos llamarán más tarde músi-cas «postmodernas»: «Obscure Records». Entre las múltiples participa-ciones de gentes tan diversas y destacadas como John Cage o MichaelNyman, sobresale un título: The Squirrel And The Ricketty RackettyBridge, en el que se codean el propio Eno, el arcángel del free jazzDerek Bayley, el guitarrista aventurero Fred Frith y Gavin Bryars, pró-ximo a los orfebres de la música minimalista...

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Una figura —harto simbólica, a mi parecer— de esas tentativas deconstrucción o de reconstrucción sensatas e insensatas es Alvin Curran,también empapado por la tormenta de Musica Elettronica Viva. Desdesu retiro italiano, teje discretamente una serie de álbumes de ambienteíntimo, entre música concreta y caracteres medievales, construyendosofisticadas fábulas a partir de un piano de juguete, del ronroneo de ungato o de los ritmos de un agua que gotea. ¿Su credo? El de ese territo-rio insondable de las nuevas músicas cuya filosofía se encuentra resu-mida en el texto de un cronista (Tim Page) en la contracubierta de lafunda de Canti Illuminati (1981): «La música ya no responde a ningu-na ley predeterminada, ni siquiera ha de ocupar un lugar dentro de latradición. Todo le está permitido: un compositor puede comenzar untrabajo utilizando el lenguaje armónico de Palestrina y acabar trabajan-do con fragmentos de cintas magnéticas. Un concierto de “músicanueva” puede incluir elementos de tipo electrónico, acústico, atonal,tonal, microtonal, puntillista, repetitivo, todo ello en el mismo movi-miento. Una composición “nueva” puede ser concebida a la vez parauna orquesta y para un grupo de rock; para un coro o un magnetófo-no, instrumentos de música de cámara o palmadas. Hoy, un composi-tor no se contenta sólo con componer; debe inventar su propio lengua-je musical, su trabajo le pertenece por entero».16

En la terraza del café, frente al «Beaubourg», Jean-Baptiste Barrière,brillante compositor hoy liberado del IRCAM, no habla de lenguaje, sinode alfabeto musical, lo cual viene a ser más o menos lo mismo.Cualquiera que sea su territorio, la apuesta para el artista será crear supropio alfabeto. Más allá del instrumento. Más allá de primigeniasinfluencias. Descubrir, inventar su propio lenguaje antes que cortar ypegar modelos de un muestrario o utilizar sus métodos, aunque sea coninteligencia. Explorador él mismo de esta nueva era de creación,Barrière se siente próximo a la revuelta que anima desde hace treintaaños a los arcángeles de la música experimental. Pero hoy, casi discul-pándose por ello, me suelta esta palabra: «valores». En su opinión, lareconstrucción, como la visibilidad de un nuevo contexto de músicaslibres, no pueden sostenerse económicamente en esa búsqueda de nue-vos valores. Estoy de acuerdo. Entonces, ¿es necesario cultivar el Arte

16 El texto completo de Tim Page se encuentra en la contracubierta de la funda del álbum CantiIlluminati de Alvin Curran («Lovely Music», 1981).

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con mayúsculas y sus museos, cementerios en los que el espíritu delas obras allí enterradas está por completo ausente? ¿Es preciso sal-var el Arte para permitir a los «verdaderos» artistas vivir de su traba-jo sin desviarse de su camino? Lo piensa. No estoy seguro. ¿Por quéno hablar de artes en plural, de un centro vital, antes que del Artecon mayúscula y de su catafalco de hastío? ¿Por el estatus? ¿Acasopor razones de notoriedad? Como Jean-Baptiste Barrière, yo tam-bién creo que hay una dependencia excesiva de los media en losmodos y campañas de promoción. No creo en la objetividad, sino enla subjetividad absoluta del crítico, asumida, impulsada por unapasión tanto o más que por una cultura y una honestidad cara a caracon los creadores que no se puede catalogar.

En materia musical la libertad ya no es hoy una conquista. Es.Una institución como el IRCAM de la impresión de querer negarla envez de aceptarla en toda su dimensión con el fin de superarla. Se afe-rra a unos valores, ciertamente, pero que pertenecen a otra época. LoBello. Lo Verdadero. El Progreso. El Arte. La Ciencia. No nos hagáisreír. Dejad de sujetaros a la modernidad como un náufrago a supecio. Y abrid los ojos.

La mayoría de los jóvenes artistas que han pasado por el IRCAM yano creen en los polvorientos dogmas de la institución. Más aún: se bur-lan de ellos. Cuando Jean-Luc Hervé crea un curso acelerado de pianoy disklave (piano mecánico) sobre fondo de electrónica, se le toma arisa, adentrándose con riesgo en nuevos territorios, como MauroLanza, que une la gravead de la tuba y los caracteres del videojuegoArcades de la década de 1980 en Burger Time. En este sentido, ambosestán próximos a los compositores más intuitivos, como los jovenzue-los del Laptop Music, quienes rehúsan tomar tal cual (como hostias tec-nológicas caídas del cielo de la Técnica) los sistemas como «Max».Disponen de su propia red de programadores informáticos y, con fre-cuencia, ellos mismos hacen malabares con la informática. KitClayton, fundador del sello «Orthlorng Musork» y autor de numero-sos maxis aparecidos en algunas de las casas donde se funda el géneroLaptop («Scape»,«Plus Research» o «Mille Plateaux»), es programador en«Cycling’ 74», empresa que comercializa el famoso «Max» creado en elIRCAM. Richard Devine, otra estrella de ese movimiento, es el encarga-do de comprobar las versiones beta de los nuevos sistemas. Estos inquie-tos jóvenes manipulan sus herramientas, las piratean, las transforman,las componen y descomponen, como lo hicieron sus hermanos de la

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música contemporánea. Pero ellos no persiguen el nec17 plus ultra de lasciencias informáticas. No les obsesiona el material; manejan el viejo oel antiguo, el numérico o el analógico. Lo aceptan como parte delentorno. Han nacido con él, y pueden, por lo tanto, librarse de él fácil-mente construyendo su alfabeto semejante a una biblioteca viva desonidos, de ruidos, de parásitos, de astucias, de muletillas, de desechosde circuitos y programas, de capturas de impresiones de su vida coti-diana. Sus producciones son a veces torpes y de comprensión difícil. Endirecto, no son nada espectaculares, inmóviles tras sus pequeños orde-nadores portátiles. Pero saben improvisar y aprenden rápido, sin expre-sar ningún estado de ánimo, burlándose festivamente de las barrerasentre el jazz y la música electrónica, el rock y las músicas étnicas... Eneste sentido, son más hijos de Alvin Curran y de Musica ElettronicaViva que de Pierre Boulez y del IRCAM.

Actualmente (y esto es muy reciente) se tienden puentes entre esosdos mundos. La gente del sello «Mego» revindica sus admiración porBernard Parmegiani, icono de la música concreta. Entre tanto, RobertNormadeau, compositor y fundador, en 1987, de la ComunidadElectroacústica Canadiense, firma un álbum en el sello « Rephlex» deAphex Twin. Otro ejemplo destacado: el de Arnold Rebotini, aliasZend Avesta, quien se proclama deudor tanto del techno de Detroitcomo de los paisajes de Bartók y Debussy, del house, del funk y del rockde Mark Hollis como de Stockhausen y de las figuras repetitivas deSteve Reich. Y Rebotini dirige un trabajo con el GRM, catedral de lamúsica concreta actualmente asociado al IMA...

Si tiramos del hilo del tiempo en busca de filiaciones, se observauna dominante confusa: la de los chamanes de la música concreta antesque de la de los Dr. Mabuse de la música electrónica en su forma serial.Un compositor no puede convertirse en refugio salvo a condición deser un brillante tamiz, un ser fuerte capaz de agujerearse, abierto a otrasmúsicas sin que ello suponga su desaparición. A este respecto, un com-positor francés gira sin cesar en torno a los objetivos de unos y otrosexploradores de todos los horizontes: Luc Ferrari.

Escuchemos a Jim O’Rourke, autor de un disco de electrónica puraen el más notable sello del Laptop Music —« Mego»—, aunque muchomás conocido como una de las mayores figuras de lo que se denomina

17 (Sic) [N. del T.].

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el post-rock, corriente informal nacida en Chicago a finales de los 80 yque se sitúa en la línea del rock experimental de grupos como SoftMachine, Neu! o Can. « Toqué un tema la misma noche que lo hacíaLuc Ferrari —recuerda. Ese tío es un completo héroe para mí. Estabaaterrorizado. ¡No podéis comprender hasta qué punto venero su traba-jo; todo lo que hace! ¡Me arrodillo ante él! ¡Es el más grande composi-tor vivo que existe sobre la tierra!»18. ¡Ojo!: O’Rourke no es ningún afi-cionado. Guitarrista capaz de sacarse una máquina informática de lamanga, ha hecho migas con el increíble sampler artístico John Oswald,incluso con uno de los inventores de la música minimalista, TonyConrad... Ha improvisado junto a los más importantes y arriesgadosjazzmen como Evan Parker, Henry Kaiser o Derek Bailey. Su nombreestá, sobre todo, sistemáticamente asociado a las exploraciones másextraordinarias del rock de los últimos doce años: con todas las impro-visaciones azimuts de Tortoise, con la exploración pop y sónica deSonic Youth o las ramificadas melodías kitsch, sofisticadas y libertariasde Stereolab. Sin embargo, y, a pesar de semejante pedigree, se arrodillaante Ferrari. ¿Por qué? «Luc Ferrari —dice— es el único compositor dela escuela de música concreta francesa que ha utilizado en sus obras lossonidos de la vida devolviéndoles su auténtico significado, sin intentarfundirlos en una abstracción musical...»19

Antes de partir a la aventura hacia las galaxias multicolores de lasmúsicas alternativas, Jim O’Rourke aprendió las reglas de la escrituramusical y se apasionó por los temas de maestros como Stockhausen oCage. Pero él ve en Ferrari a un compositor más cercano, más librey quizá más comprometido políticamente, inventor, a principios dela década de 1960, de lo que su compadre del grupo de rock desata-do Gastr Del Sol —David Grubbs— llama Sound Art, conceptoexpresado en toda su plenitud en esa pieza que nadie consideracomo su obra maestra: Presque rien nº 1, le lever du jour au bord dela mer, aparecida en 1970. Luc Ferrari compuso esta música como sipintara un cuadro, con unas maneras artísticas que Brian Eno incor-porará a sus músicas ambient...

18 La entrevista completa de la que se han extraído estas palabras de Jim O’Rourke es accesibleen http://www.hyperreal.org/intersection/zines/est/intervs/orourke.html19 El texto de Daniel Caux ha sido tomado del libreto de un CD de Luc Ferrari: Presque rien(Musidisc, INA-GRM, La Muse en Circuit, 1995-2000).

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Con su excelente pluma de crítico contemporáneo, Daniel Caux des-cribe la esencia de esta obra en unas pocas líneas que merecen citarse:

Ruidos de resaca, formas sonoras indistintas, cacareo de una gallina, rebuz-no de un asno a lo lejos... Se presiente que todavía es de noche. El motor deun barco se pone en marcha, una cigarra frota sus élitros y calla. Uno se sien-te de repente fascinado por la transparencia y la amplitud del espacio en elque todos esos elementos ocupan un lugar y se articulan. Varias cigarras hanocupado su sitio: el sol comienza a elevarse... Para componer ‘con la máxi-ma fidelidad esta reproducción realista de un pueblo de pescadores que des-pierta’, Luc Ferrari colocó sus micros al borde de una ventana de la casa queocupaba, frente al mar Adriático, en una isla del archipiélago dálmata,durante una estancia en Yugoslavia. Vendrán más adelante, en el estudio, lossutiles retoques que llevarán la gradación de ese amanecer a un plus vrai quele vrai musicalmente magnificado.

Niños llamándose cuyas voces resuenan con eco, se detiene un coche, unamujer rompe a reír y canta un romance mientras la cigarras se apoderan pocoa poco de todo el espacio sonoro con una música absolutamente “repetitiva”.

Todo se detiene bruscamente: fin de la cinta.20 21

Salto en el tiempo. 18 de enero de 2002. Ahora estoy en el estudio deLuc Ferrari. El compositor supera los setenta años. Se divierte en esetaller oxigenado con zen y con Dadá. Sentada junto a nosotros, unamujer semivestida que no se mueve dentro de su hermoso atavío... ¡Nola tomes por una muñeca o un maniquí! Podría enfadarse.

Placer: este término surgirá con frecuencia a lo largo de la conver-sación. Si este hombre ha podido comprobar su influencia en tantosmúsicos contemporáneos y continúa ejerciéndola es porque nunca

20 Ibídem.21 En la descripción de Daniel Caux hay algunas deducciones erróneas en cuanto a su apreciaciónambiental. Para empezar, el cacareo de una gallina no puede situarnos en un horario nocturno («sepresiente que todavía es de noche...») porque jamás las gallinas cacarean de noche. Harto improba-ble es que las cigarras habiten una zona costera, y más que froten sus alas al amanecer. Las cigarrasocupan espacios interiores abundantemente arbolados, «cantan» a la hora canicular y, excepcio-nalmente, cuando las temperaturas estivales son muy altas, lo hacen bien avanzada la mañana ola tarde, Nunca, empero, al amanecer. Yo más bien creo que Ferrari ha grabado todos esos soni-dos en diferentes horas y lugares, sin atender a una diacronía acotada por el transcurso de un tiem-po determinados en un lugar determinado. Su mezcla posterior pertenece ya a una actitud morfo-lógicamente artística. Por lo tanto, aquel plus vrai que le vrai es una verdad a medias: los sonidos sonreales, pero la manipulación técnica quiebra la hipotética diacronía que Caux supone [N. del T.].

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quiso acogerse a ninguna escuela, siguiendo en esto las enseñanzas vita-les de dos personajes con los que se topó en su juventud y que marcaronprofundamente su carácter de compositor: Edgar Varèse y John Cage.

«Para mí, lo más importante en la música —me dice a guisa deintroducción— es la inventiva. Me gusta lo que se inventa más queadvertir la existencia de un trabajo elaborado, incluso complejo, pero quenada aporta a esa especie de indistinción que obliga a decir: eso es inven-tiva, y eso; eso no lo es. Por un lado, está la explotación de una estructu-ra y, por otro, una imaginación bamboleante... Prefiero no dar lo que seespera de mí o, al menos, no estar atado a mis propuestas, pues ese ladoprevisible es lo que la institución reclama». Si Ferrari ocupó el GRM, dePierre Schaeffer en 1958 fue porque allí se sentía libre. Sin embargo,cuando invitó a escuchar por primera vez Hétérozygote y Presque rien a sus«colegas» tragaron mal la píldora: «Recuerdo la escena del día que se lashice escuchar en el estudio; todos se quedaron petrificados. Decían queaquello ¡no era música!» Ferrari jamás se cerró ninguna puerta. Cuando,a mediados de los sesenta, realiza programas en torno a la música con-temporánea para la televisión francesa, rinde homenaje, con aplastantelógica, a Varèse, Messiaen y Stockhausen, de quien aprendió muchascosas, pero también a Cecil Taylor (¡jazzman de tendencia free!). En 1977compone Et tourmente les sons dans la garrigue para «banda magnéticaestéreo e instrumentación libre»; después, en 1978, À la recherche du ryth-me perdu «para piano y banda magnética», pieza a la que pueden adherir-se otros músicos de jazz... Los intérpretes son invitados a preguntarse«sobre la cuestión del ritmo ejercido musicalmente en banda magnética».

Del ritmo según el jazz a la pulsación de las músicas electrónicas nohabía más que un paso... ¡Y lo dio cuando festejaba sus setenta primaveras!

En seguida me interesé por el techno. Me interesaba ver lo que suce-día al otro lado, particularmente con esas dos nociones de anonimato yreciclaje, de reutilización permanente de los sonidos. Yo trabajaba con unfestival que me propuso un encuentro con DJ Olive y aproveché la oca-sión. Primero elaboré un trabajo a partir de mis archivos (soy un com-positor, no un improvisador); luego nos repartimos las tareas: durante elconcierto, yo pincharía CDs de nuestra selección común mientras élimprovisaría a partir de lo que yo había elegido. Pero mi composicióndejaba un amplio margen de maniobra, lo cual ponía más pimienta a lahistoria: en función de lo que pasara, yo podía decidir estrechar oampliar mis fragmentos de CD, pero también podría superponer variassecuencias y, así, ¡solaparlas!»

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A Luc Ferrari nada le interesan los géneros musicales en sí mismos. Enefecto, en su discoteca no encontraremos ni una franja de jazz ni unade techno, sino en los espacios reservados a la música contemporánea.Es éste el mundo que le hace vivir y el que le otorga carácter. Pero suverdadero universo, aquel que reivindica y por el cual ha creado unalfabeto musical sólo suyo, es el de las músicas experimentales. Y eseterreno actúa como un cedazo, un planeta de paso con el que comuni-can todos esos géneros que, de otro modo, se mezclarían con muchamás dificultad. Desde su perspectiva, DJs como Olive y YofhihideOtomo hacen tanto música techno como música experimental, y es estolo que de ellos le interesa: su capacidad para inventar en vez de recitarlecciones bien aprendidas: «Cuando le dije a Yofhihide que vivía enMontreuil, de inmediato me habló de una discoteca que organiza con-ciertos extremos y que constituye para él una referencia: Les Instantschavirés. Debo admitir que allí veo pocos compositores de música con-temporánea, excepto uno: Kasper Toepliz, que quiere ser reconocidocomo músico y compositor contemporáneo, pero que es también unode los actores de esas músicas experimentales. Creo que incluso toca elbajo eléctrico y ha fundado una orquesta de guitarras eléctricas. Entodo caso, cuando ambos se encuentren en esa clase de lugares under-ground, nos sorprenderemos, ¡pero, además, nos divertiremos mucho!

Como Jim O’Rourke o Noël Akchoté, guitarrista de jazz conquien ha compartido trabajos de improvisación del mismo tipo quecon DJ Olive, Luc Ferrari forma parte de la internacional de músi-cos experimentales. De ese mundo informal cuyos actores seencuentran en lugares reales o virtuales, almacenes, discotecas, fes-tivales o sitios interred. De ese corazón hirviente hoy creador de lasmúsicas de mañana. Desgraciadamente, lejos del IRCAM. Más alládel Laptop Music, que es uno de sus nuevos pulmones. Adelantadoal rock y al post-rock. Más allá del jazz y del hip-hop. Y mucho másallá de la música contemporánea incluso.

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2000. Pausa gustativaImprovisación sobre cuatro platos con DJ Food

En este momento estamos trabajando en un concepto de improvisación sobrecuatro platos, a la manera de un dúo para percusiones y saxofón. Uno de noso-tros toma el lead y el otro improvisa a partir de este postulado. Aunque no setrata de mezclar como si jugáramos al ping-pong, de pasar de un disco a otro;se trata, en cambio, de construir en directo la música y los discos, de manejarlos platos manipulándolos en todos los sentidos, de prolongar algunos pasajesmás atmosféricos, de divertirse con las velocidades, los efectos y los ruidosincongruentes...Se crea casi una música concreta en directo antes de volver apasar a continuación a algo basado fundamentalmente en el tempo. De estemodo, se tiene mucha más libertad que en un mix clásico, en el que se estáobligado a seguir un ritmo durante toda la duración del tono set. El mix tra-dicional será, a partir de ahora, una idea en exceso restrictiva e incluso —loafirmamos— conservadora.22

Patrick Carpenter y Strickly Kev, alias DJ Food (tradúzcase «alimentos»por ‘DJ’); la cita fue recogida con ocasión de la edición del álbumKaleidoscope (2000) en el sello «Ninja tune».

22 Véase la entrevista completa de DJ Food realizada por Jean-Yves Leloup para la VirginMegaweb, accesible ahora en http://www.technorebelle.net

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1981-22002. Arqueología vinílicaHip-hop, turntablism y la vanguardia, o el plato como instrumento

Notas abruptas contestadas por salvas de orquestas desgarradas.Rechinamiento de sorpresas. Sinfonías de sucedáneos. Croar sonoro,sacudidas de ritmos y restos de melodías plagiadas. Son tres, cada unoante dos platos. No utilizan ningún instrumento «auténtico»: sóloesos seis giradiscos y una retahíla de vinilos sobre los que se acumu-lan diez metros de polvo. Y, sin embargo, el público, sentado comoen el último conciderto de Pierre Boulez, los escucha sin un carras-peo. No estáis soñando: es el comienzo del año 2000; no se trata deuna rave cuyos tres DJs hubieran llegado de un manicomio experi-mental, sino de un concierto en los bajos del Centro «Pompidou»,templo parisino del arte contemporáneo...

Tomemos a un miembro de ese grupo iconoclasta. El primero, elmás antiguo de los tres, es un músico neoyorquino de nombre ChistianMarclay, pintor vanguardista y compositor cuyos materiales básicosdesde hace veinte años los constituyen precisamente los platos y esasgalletas negras de cuyos surcos usa y abusa. El segundo, Erik M, jovenDJ que vuelta tras vuelta acaricia y golpea las redondeces giratorias;debutó en los circuitos hip-hop de Burdeos. El tercero, DJ Olive, es esafigura del underground neoyorquino que se codea con Luc Ferrari yque, junto a su compadre DJ Spooky, creó el movimiento Illbient...Juntos festejan el matrimonio improvisado de la calle hip-hop y la gale-ría contemporánea, del techno experimental y la investigación electró-nica. Saludan con un mismo gesto cacofónico y sofisticado a Pierre

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Henry y a Kool DJ Herc, a Stockhausen y a Afrika Bambaataa. Y si esegesto tiene un nombre, es el de una corriente informal que reúne a losmagos del giradiscos que tenía el abuelo: el turntablism o «platonismo».

«El turntablist es una persona que utiliza platos no para pinchar dis-cos, sino para manipular el sonido y crear música»,23 explica DJ Babude los Beat Junkies, presunto inventor del término en 1995.

Y DJ Olive precisa su desarrollo ante el micro de Jean-PhilippeRenoult en France Culture: «Más aún que la idea de vinilo es la de gira-discos como instrumento la que nos interesa. Nuestro material no esnumérico, sino analógico; ésta es la cuestión esencial: no se trata de apre-tar un botón y esperar a que salga un buen sonido. En el disco de vinilova impresa una materia analógica, como una larga espiral... Sabes queestá ahí. Que no se va a ir a ninguna parte. Bajas la aguja hasta el lugarelegido y puedes scratchear, operar mil pequeñas manipulaciones sobreesa línea; luego, otro surco más adelante. Creas así tu propio alfabeto».24

Esta descripción de DJ Olive y su concierto con Erik M y ChristianMarclay en el ámbito de las músicas experimentales define la uniónentre unas culturas o, mejor, contraculturas a las que se creía situadasen los antípodas. Desde las décadas de 1920 y 1930 el uso del giradis-cos como medio para componer apasionó a músicos como DariusMilhaud, Lazslo Moholy-Nagy —de la corriente Bauhaus— o a JohnCage, quien en 1937 (¡qué placer citarlo de nuevo!), declara: «El fonó-grafo nos da la oportunidad de crear sonidos y ritmos que sobrepasannuestra imaginación». Y añade: «Componer y tocar con cuatro fonó-grafos es, para mí, como construir música con un cuarteto para motorde explosión, soplo de viento, latidos de corazón y deslizamiento detierras». Por un lado, las prácticas que describe DJ Olive tienen su fuen-te en esas tergiversaciones intelectuales de la vanguardia artística de laprimera mitad del XX. Por otro lado, es en las calles, clubs y gimnasiosde Nueva York, de Filadelfia, de Los Ángeles y de la Bahía de SanFrancisco, entre las block-parties y los combates de DJs hip-hop inter-generacionales como Prince Paul, Rob Swift, The X-Men, CutChemist, Mixmaster Mike, DXT (alias Grandmaster DST), Steve D. o

23 Cita recogida en el sitio http://www.turntablism.com 24 Entrevista realizada por Jean-Philippe Renoult para un programa especial dedicado a un con-cierto de DJ Olive y Luc Ferrari, emtitido en septiembre de 2001 en France Culture.

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Invisibl Skratch Piklz, donde esos delirios se encarnan a través de laletanía de técnicas del scratch o del beat-juggling... Gracias al pitch —cambio manual de velocidad— el DJ interviene sobre la velocidad derotación del disco, para y vuelve a arrancar sin cesar sus platos, cogien-do al vuelo una rodaja de música y enviándola al otro cambio de velo-cidad que tiene bajo sus pies, improvisando mezclas de beats con variasgalletas en paralelo... Conectada a todo, una mesita de mezclas le permi-te orquestar la maniobra. Los vinilos derrapan, tartamudean, chillan, sedestructuran y cantan el amor al material analógico desvencijado. El DJ

se transforma en juglar de sonidos. Sus cicateras manos multiplican idasy venidas sobre el surco, recreándose con su prolongación, con susparadas bruscas y flujo de sorpresas, con ecualizaciones por láminas ysincronizaciones de tempos, de trampas y de hipos rítmicos...

En Nueva York, a mediados de la década de 1990, DJ Olive se con-vierte en uno de los primeros en encarnar la fusión de los mundos delhip-hop y de la vanguardia contemporánea. Buscando su propio «alfa-beto» sin sacar de la manga el as del turntablism, él mismo creó «parti-ciones vinílicas»: grabaciones de unos doce minutos que son al magode los platos lo que la paleta de colores a Jackson Pollock... Más radi-cal, Christian Marclay había desarrollado en los años ochenta unaidea parecida: «discos reciclados», combinaciones de finales de vinilosunidos entre ellos para obtener improvisaciones musicales... El cana-diense Martin Tétrault cultiva un aspecto semejante: recorta y pegarodajas de vinilos que pincha en performance; después, a finales de ladécada de 1990, trabaja directamente sobre el ruido del motor o losmalos contactos del propio giradiscos. Tétrault y Marclay procedende las artes plásticas. Al contrario que los DJs, no tienen ningún res-peto por el material grabado.

El hip-hop y la vanguardia se cruzan en sus más extremos epígonos,pero, a excepción de la ensalada mixta de un Bill Laswell o de la fusiónpretendida por DJ Olive o Erik M, su recíproca influencia es sólo indi-recta, incluso inexistente... El lenguaje de los turntablists debe más aGrand Wizard Theodore que a Christian Marclay, más a la performancetécnica que a un ejercicio artístico. La relación, sin embargo, existesemejante a un hilo invisible, pagano y místico... Una unión intuitivaexpresada a través de la capacidad para apoderarse de las tecnologías yaderezar salsas inconcebibles y cuya esencia común es el desafío, cara acara, de esos artistas a las leyes del mercado y a las máquinas tragaperras.

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Entre finales de la década de 1970 y principios de la de 1980, ChristianMarclay construye sus primeras sinfonías de ruidos pirateados sobrevinilos. Simultáneamente, y en la misma ciudad —Nueva York— unospúberes y adolescentes Blacks como Kool DJ Herc o Grandmaster DST,Afika Bambaataa y sus dos compadres Red Alert y Jazzy Jay, se inicianen el robo de preciosos segundos de las viejas galletas funk o rock. Peroesos dos universos se ignoran. El artista de vanguardia no se arriesga acaer sobre el gurú Bambaataa en esa minúscula tienda de «DownstairsRecords» en la 6ª Avenida, en la que muchachejos sin un duro com-pran montones de vinilos para robarles la quintaesencia rítmica, brico-lar sus atracos en temas de baile e intentar, a la sazón, salir de la mier-da...25 Hasta mediados los 90 y su encuentro con Olive y Spooky,Marclay sólo tuvo una experiencia en vivo con un DJ —Jazzy Joyce—, en 1991, en Tokyo, y, además, resultó ser un fracaso.2626 La mayo-ría de la documentación sobre Christian Marclay, así como el extractode su entrevista, figuran en un excelente artículo de Rahma Khazampara el num. 195 de la revista Wire (mayo de 2000).

Sin duda porque uno se apropió de los ruidos para golpear las tri-pas y hacer sonar la cabeza, mientras el otro batió los breaks para moverlas pelotas y agitar los pies. No, el amigo Marclay se lleva mejor (es unamanera de hablar) con Sonic Youth y sus apocalipsis de rock intelectualy sónico; o con John Zorn, figura del underground neoyorquino aquien nada le gusta tanto como contrastar sus collages sonoros, entrecartoons y free jazz; o con otros iluminados de los sonidos molestos...

Christian Marclay nos parece, sin embargo, el candidato ideal altítulo de filósofo del turntablism en todas sus manifestaciones. Paraconvencerse de ello lo mejor es descubrirlo tras su máscara de artistaplástico. Nos encontramos en la Shedhalle de Zurich en 1989 y visita-mos su exposición Footsteps: caminamos sobre un mar de 3.500 vini-los, sintiendo cómo nuestros pies rechinan y crujen sobre esa extrañamateria... El artista ha grabado previamente en ellos sus propios rui-dos de pasos, e invita ahora a los visitantes a llenar de polvo y a rayarsus discos durante ese inocente paseo. Luego los despega del suelo ¡ylos vende! Explicación: «Footsteps representaba un ensayo sobre el con-cepto de grabación de un producto acabado, reconocible y sin sufrir

25 Una gran parte de la información sobre el turntablism, y también sobre DJ Shadow, se ha reco-gido del libro de David Toop Rap Attack, num. 3 (Serpents Tail, 2000).

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alteración alguna. Lo que me interesaba era operar una mutación enesos discos destrozándolos, creando así una confusión entre mi gra-bación de partida y la alteración del soporte ejercida por el paso delos visitantes, pues la clase de ritmo que se obtiene mediante elscratch de un disco es muy parecida al ruido de pasos: el crujido delos talones sobre una superficie se asemeja al ruido de la agujasobre el vinilo, al scratch. De este modo, he creado un mix acciden-tal entre ambos».27

Con Footsteps, sorprendente metáfora de la nueva libertad delmanipulador de vinilos, Marclay desacraliza el objeto. Lo transformaen materia carnal, moldeable, rompible, ensuciable. La roba a laindustria del ocio y la devuelve a la gente, a los paseantes adultos dela opulenta Suiza, pero también, por extensión, a los adolescentes DJsde los callejones del Bronx.

Mediados los ochenta, los amos del disco anunciaron con granpompa estadística la muerte del vinilo. Quince años más tarde, la ventade esas rodajas de música analógica no dejan de aumentar. El plato ysus vinilos han cambiado de estatus: han pasado de la audición pasivaa una audición activa, del consumo a la creación. Observad cómo KidKoala, jovenzuelo de la tropa «Ninja Tune», hace caracolear sus diezdedos sobre tres platos a toda velocidad. Se desliza entre los surcos,parece acariciarlos o golpearlos como un príncipe de las tablas28 o unHerbie Hancock del giradiscos... Sí, platos y vinilos se han convertidoen instrumentos ocupando el lugar de los instrumentos, en herramien-tas plurales para los beats irregulares y ritmos salvajes, acordes y discor-dancias. Esta recuperación exitosa se diseñó según lugares y momentosde una rara complejidad, a través de los sobresaltos hip-hop y su con-texto, tanto técnico como artístico. Hay artistas, los DJs, pero tambiénhay productores, dotados o no, idealistas a veces, oportunistas en sumayoría, audaces con la historia o atraídos sólo por el cebo del dinero.Todos se alinean en un laberinto donde se cruzan tecnologías como elsampler (cuyos precios bajan a medida que se acercan la década de1990), deseos estéticos y, más tarde, la respuesta social ante la satisfac-ción de tales deseos, particularmente ante la cuestión de la «propiedad

27 Ibídem.28 En español en el original: conjunto de tres tablillas con cuyo ruido despertaban a los frailesalgunas órdenes religiosas para que se juntasen a rezar maitines [N. del T.].

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intelectual», que se convierte en embarazosa; los procesos judiciales seacumulan al mismo ritmo que los éxitos, que aprovechan los pillajes degusto diverso y muy diversamente apreciados...

En 1987 títulos completamente concebidos a partir de pirateríassonoras, como Pump Up The Volume, de M/A/R/R/S o Say Kid, What TimeIs It?, de Coldcut, todavía están realizados en el giradiscos, igual que lamayor parte de los collages y tribulaciones funky de un poss nipón de nom-bre Major-Force que dinamita los marcos del hip-hop entre 1988-1991.

En los ochenta en Estados Unidos el rap se convierte en un géneromayor, explotando las ventas en perjuicio de la creatividad. En su ori-gen, la receta descansa en un dúo a medio camino entre el DJ y la vozdel MC («Maestro de Ceremonias»). A continuación, sellos como«Sugarhill» añaden una segunda solución a ese cóctel histórico: ungrupo-familia y el MC que, de hecho, adquiere más importancia y confrecuencia se convierte en el único nombre destacado del cartel. Enfin, se trata de máquinas que se cargan de música: DAT, luego sam-pler, sin olvidar el sintetizador y la caja de ritmos. En este contexto,en el que los más indigentes sonidos cotizan por sus hallazgos másgeniales, la apuesta será sincera y el juego arduo: ¿cómo piratear sinquedarse estancado en pleitos judiciales escandalosos? Así es la cosa:una historia de engaños con estilo y éxito de caja registradora que secuela en nuestra narración de nuevos inventores. Productores, pla-giadores de ruidos y de extractos musicales entre los cuales se des-prenden al menos dos nombres: los Neptunes y Timbaland.Reconocible por sus torrentes de síncopas, sus gimmicks atronadoresy sus sigüigüis, la garra de Timbaland incorpora un nuevo rejuvene-cimiento tecnoide al R & B. Este hombre no es ni músico ni com-positor. Es un beat maker travieso como un mono y además es unpícaro fuertemente experimentado, como lo demuestran los éxitosde fin de siglo de Missy Elliot o Aaliyah.

En Inglaterra el estallido tiene lugar menos en la franja rap que enel movimiento nacido de las raves y de las Summer of Love. Muchos delos DJs y de los rare groove no podrían ser reconocidos dentro del dis-curso rap estadounidense de no haber tomado como modelo los ritmosdemasiado lineales del house básico; por eso buscan una trayectoria per-sonal a través de nuevos mestizajes. También las tribus se mezclan entreellas en las raves, cuando no en los clubs...

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En 1991, con su álbum Blue Lines, Massive Attack consigue fusionarlos colores locales: un estilo hip-hop que estalla en copiosos samples, uncarácter reggae que huele bien a los sound systems de la Wild Bunch (decuyo grupo han salido), un aspecto de soul que arrebata los corazo-nes, una envoltura jazz con un toque de clase y un sentimiento muypop para asegurar el éxito... Y, el tempo, todo suave. Nace en Bristolel trip-hop, servido en 1994 por los cambios de humor y los resopli-dos hip-hop de Tricky; luego, las languideces vocales, sombrías, cli-máticas y cinematográficas de Portishead. ¿El trip-hop? Una expre-sión poco apreciada por los músicos y que nacerá en los labios de unpersonaje de la escena inglesa: James Lavelle, joven apasionado deMassive que creó en 1992 su sello —«Mo’Wax»— y llevó a cabo lafusión del soul y la abstracción, del groove y del techno. Hasta lastiendas, hasta el público, hasta los artistas de las compilaciones deLavelle, llega Headz. Un sello independiente, hermano menor delmás excéntrico «Ninja Tune», fundado dos años antes por los inquie-tos Coldcut, el ecléctico «Mo’Wax», vibra de recuerdos púrpura, dehomenajes a sus antecesores como Major-Force o David Axelrod,productor olvidado de jazz psicodélico de los años sesenta. Y siem-pre posándose con suavidad en los tímpanos...

«Mo’Wax», enfin, es el sello de DJ Shadow. Un purista, Un poeta delos platos.

Finales de 1993, un tío de San Francisco saca un maxi de vinilo bajoel nombre de DJ Shadow, un largo lamento instrumental cuya tranqui-lidad sonora interrumpe con un mensaje político... El título comienza,en efecto, con un himno a la rebelión black, sample de un álbum deWatts Prophet aparecido en 1970 con motivo de los motines de losbarrios de Watts en Los Ángeles: The Black Voices: On The Streets InWatts... En su soberbio álbum de 1996 —Endtroducing—, romántico,experimental y comprometido, DJ Shadow añade una cuña y titulauno de sus temas Why Hip-hop Sucks In 199629 ¿Sería, pues, el hip-hopmaloliente en 1996? En la funda de Endtroducing, obra que piratea confinura viejos títulos inencontrables de funk y la melancólica Stratosfearde Tangerine Dream, el aficionado descubre a dos adolescentes (unoblanco y otro negro) hundiendo sus manos en un océano de vinilos...

29 Véase nota 27.

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Por su reivindicación ética y estética alejada de los discursos de laspocilgas y de la ley del más fuerte; pero también por su alucinantemaestría en el arte del disco, DJ Shadow saluda a Afrika Bambaataa.Recupera lo ideal para un género que soporta una imagen mafiosa ypadece la sangría (artistas igual a freak) de productores de la calaña dePuff Daddy. ¿Regreso a la old school? Tal vez. Si DJ Shadow firma unamaravilla de hip-hop abstracto por su regreso agridulce a los orígenes,una compilación de 1995 —Return of the DJ Vol. 1— reúne en un únicoespíritu de revolución sónica y estética a los nuevos jefes del turntablism:de Beat Junkies y DJBabu a Invisibl Skratch Piklz; de Rob Swift aMixmaster Mike; y de Cut Chemist a Peanut Butter Wolf... Para celebrarun arte del ruido que juega y corta, alimentado de la memoria viva delgroove tanto como de virtuosismo técnico y de malabarismos vinílicos...

Más que nunca el hip-hop cultiva sus dos fisonomías, la comercial yla underground, con sus ases escondidos y sus napias metidas en ambasy con algunos artistas que elevan la ética y la creatividad del hip-hop. Ami derecha, la música de baile de los maestros del flow y la producciónque los envuelve: Jay-Z, Dr Dre o Timbaland, por citar a los mejores.A mi izquierda, los señores del éxtasis de los platos y de la experimen-tación funk y ruidista: Rob Swift, DJ Shadow, Steve D. y Prince Paul.Y, en ocasiones, entre ambos, algunas sorpresas.

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1988-22002. Quiz contemporáneo¿Es soluble el jazz en el techno-house?

Cuando se le pregunta a Saint-Germain (Ludovic Navarre es su verda-dero nombre) cómo califica su música, no disimula su respuesta:«club». Música de club. Para bailar. Y cuando un joven DJ tentado porla experimentación jazz —DJ Nem— le espeta: «¿con jazz?», sonrien-do, responde: «Sí, es un jazz-club».30 Se comprende que con el house deSaint Germain el aficionado pueda tanto mover el trasero en la pistacomo saborear acodado en la barra una copa de coñac o conducir sucoche silbando el alborozo de una flauta adictiva, melodías cautivado-ras y ritmos hechizantes.

Saint Germain vendió en el planeta Tierra más de millón y mediode copias de Tourist, álbum aparecido en «Blue Note» en marzo de2000. Fue una buena noticia. Ya en 1995 el DJ había desovado un CD

en el que mezclaba sus bucles de placer con teclados, percusiones yvientos del jazz más arrebatador: Boulevard fue una de las primerasmezclas que se hicieron entre artistas de esas dos galaxias que se creíamuy alejadas entre sí. Vende doscientos mil ejemplares en todo elmundo, pero todavía con la marca de la casa de Laurent Garnier, inau-gurador del house y del techno francés: «F Communications». Cincoaños más tarde, como esa música no había movido ni un dedo, el cam-

30 Estas citas están recogidas en un artículo del num. 22 del mensual Vibrations (marzo de 2000):«jazz, la tentation éléctronique», junto a un debate moderado por Jacques Denis

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bio de sello resulta más que significativo. Estallan literalmente en losaños cincuenta los clamores del bop, que se conforma como una refe-rencia inexcusable gracias a Sony Rollins, Dexter Gordon, HoraceSilver o Art Blakey, sin olvidar a figuras estelares como Miles Davis oDuke Ellington, ambos, a la sazón, rejuvenecidos. En los albores delsiglo XXI, Saint-Germain deja «F Communications», firma con «BlueNote» (garantía de calidad jazz más que marca propiamente revolucio-naria) y obtiene un éxito que desde hacía lustros el sello estadouniden-se no conocía. El acontecimiento merece que nos detengamos ahí.¿Boulevard y Tourist? Separados por cinco años, ambos discos son her-manos. Más bien gemelos. Demostrémoslo con otros dos de sus títulosreferenciales: Alabama Blues y Rose Rouge: su punto en común es el sam-ple —tan sagaz como respetuoso— de un cantante de blues. La diferen-cia, pues, va unida al contexto: el matrimonio electro-jazz estará a partirde ahora necesariamente en armonía con su tiempo. Regreso al capullofamiliar. Bobos31 antes que yuppies. Zen burgués antes que dinero fácil.Calidad jazz. La música del francés no está lejos de lo musicalmentecorrecto, no está lejos de un ámbito en el que el rapero Eminem podríaser el arquetipo de lo musicalmente incorrecto pese a sus ventas astronó-micas. Con «Blue Note», distribuido por «Emi», el bricolador SaintGermain preserva su libertad, pero se institucionaliza. Abandona un gransello independiente del movimiento electrónico por el icono de un jazzque se encontraba exhausto. Lo que realmente hace es procurarse losmedios necesarios para que su música obtenga un eco mayor.

El house de Saint Germain no atraca en puertos desconocidos. Siteje soberbias tapicerías sonoras lo hace con el hilo de un jazz que nadatiene que ver con su forma experimental. Según la clasificación deAnthony Braxton, Saint Germain sería un «estilista» brillante a lamanera del Herbie Hancock de mediados de los setenta. ¡Ningún revo-lucionario, desde luego! Su arte no cuestiona nada. Nada. Los discos deSaint Germain (con ser ello una cuestión no desdeñable) son de esosque se emplean para conducir a los neófitos hasta las músicas actuales.Sin embargo, ese placer fugaz no me satisface. Tanto más por cuantoen ese mundo de los DJs y de los clubs ninguno de sus imitadores poseesu facundia, y porque parece muy fácil —bajo una «inteligente» capade house o de jungle— guisar una sopa de piraterías ligera para queresulte agradable a los paladares más exigentes...

31 En español en el original.

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«¿Se nos meterá de una vez en la cabeza la misma historia? ¿Esa cuyoúltimo episodio conocido se llama acid-jazz? Un poco de beat, algunoscaracoleos, viejas ideas remasterizadas y ya está. El día que GillesPeterson soltó con acento autocomplaciente eso de ‘¡Y, ahora, el acid-jazz!’ se lo creyó sólo a medias. Fue en 1988, en el bello contexto de unset de acid-house, en el corazón de Londres. Luego, en la vertiente nor-teamericana, se convirtió en street-jazz o jazz-rap, incluso en hip-bop...Serie de apelaciones incontroladas que traducían la dificultad de discer-nir el sujeto. En seguida se tuvo la impresión de asistir a una quiebraformal. Diez años más tarde, cuando los sucedáneos acid o rap apunta-ron más lejos, el jazz descubre sus connivencias con las músicas asocia-das a las nuevas tecnologías.

Por un lado, no hace más que aumentar el número de jazzmen que orientan laoreja hacia músicas electrónicas y se aplican a desacelerar no otra cosa que el tra-dicional bum-bum con el que iban disfrazados. Y esto es sólo el principio: sushijos crecerán con estas músicas. Por otro lado, los DJs son todo oídos para esepasado glorioso en el que buscan estabilidad. A partir de este momento, las dis-queteras de esos futuros músicos estarán llenas de rarezas que les envían los colec-cionistas de jazz. Las escuchan, se inspiran en ellas, las interpretan, las citan.32

Este texto es obra de uno de los invisibles juglares que participaron enlos numerosos debates sobre la escritura de este libro: Jacques Denis,adepto a las músicas de aventura, cualesquiera que sean las latitudes ylos colores del género. Se trata de una rebanada del informe para elmensual Jazzman dedicado al Cyber jazz. Fechado en enero de 1998,podría, no obstante, haber sido escrito cuatro años antes sin cambiar niuna coma. Para este informe hice una entrevista a uno de los orfebresdel techno de Detroit —Carl Craig—, que elaboraba por entonces unaobra de electrónica pura: More Songs About Food And Revolutionary Art,cuyo contenido nos parecía bastante próximo al carácter exploradorque apreciábamos en el jazz...

Pregunta: «¿Cuando se le dice que existe un feeling jazz en algunos títu-los de su último álbum como Butterfly o At Les, cómo reacciona usted?»

32 El editorial íntegro de Jacques Denis puede consultarse en el num. 32 del mensual Jazzman(enero de 1998), informe «Cyber jazz, c’est aujourd’hui demain».

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Respuesta de Carl Craig: «Lo tomo como un cumplido. Unos venmi música como techno. Otros van más allá de la apariencia y eso esmucho mejor. Mi cultura jazz es muy reciente (...) Por lo tanto, sí,es cool que algunos encuentren jazz en mi música, siempre que noencuentren jazzy. Jazzy es como una capa de barniz para embelle-cer. Jazzy es un señuelo: se interpreta como si fuera jazz, así se hace.Pero detrás no hay nada. Si se me dice que mi música es jazzy, ¡lotomo como un insulto!»33

Jacques, retomando su editorial, transmitía el mismo mensaje queCarl Craig:

«El jazz puede tomarse al pie de la letra o, por el contrario, no conservar deél más que sus trances espirituales. En el primer caso, se samplea a Coltrane,se invita a algunos músicos a que hagan dos o tres coros, se reproducen losesquemas de fórmulas ya ensayadas. El jazz consigue entonces lo que, a supesar, siempre ha hecho bien: devorar a su víctima y absorberle toda su subs-tancia. El Nuyorican Soul de Masters at Work, proyecto cuya ambición eramezclar a algunas glorias (Georges Benson, Tito Puente, GiovanniHidalgo...) con las sonoridades de las pistas de baile de los DJs neoyorqui-nos, es, a este respecto, tristemente ejemplar. Por querer explicitar en excesolas referencias, Kenny Dope y Little Loui Vega se situaron frente a unos pla-tos. Por querer fusionar en demasía personas y géneros, el riesgo es dejaridentidad e imaginación en el guardarropa».34

¿Identidad? ¿Imaginación? Durante nuestra conversación, Carl Criagpreparaba un álbum con jazzmen nada menores: Francisco Mora, exba-quetista de la banda de Sun Ra, y Rodney Whitaker, cuyo bajo se pase-aba por las languideces de Bob James y los aromas de Yusef Lateef... Esen el verano de 1999 cuando el joven prodigio de las máquinas salidode Detroit publica finalmente Programmed. El conde Drácula y susvampirillos aparecen por ahí en videojuego, en un CD espeso; tambiénlo hacen George Clinton y Miles Davis. Esta nueva píldora de electro-jazz galáctico resulta decepcionante... Paradoja: ejecutado por auténti-cos músicos de jazz, Programmed transmite la esencia del género jazzís-tico en mucha menor medida que su disco precedente: More SongsAbout Food And Revolutionary Art, en el que Carl Craig actuaba solo y

33 En ibídem.34 Ibídem.

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a los mandos de una nave numérica apenas regado por una voz y unaenvoltura de guitarra. Y, cuando hablo de jazz, parto de la propia defi-nición dada por Carl Craig:

El jazz y el techno comparten valores comunes. Se trata de músicas que la gentetiende a encasillar... Hay quienes encierran el techno en un género, en un soni-do particular. De la misma manera, el jazz siempre ha contado con puristas,con integristas. Por eso el jazz o el techno se vuelven aburridos y pierden todosu sentido si permanecen encerrados dentro de sus límites. Los verdaderosmúsicos de jazz o de techno comparten precisamente este punto común: reír-se de tales convencionalismos. Su objetivo es el mismo: desplazar lo más lejosposible las fronteras musicales. Nunca los grandes músicos de jazz se handicho: mira, tengo que tocar jazz, debo hacer esto o aquello porque el jazz esesto y no otra cosa.35

Cuanto más se retrasa esa comprensión, más las relaciones del jazz y eltechno desvelan un laberinto de preguntas sin respuestas. El jazz (amenudo se olvida) fue la música más solicitada por los jóvenes de lasdécadas de 1930 y 1940. Una música mestiza, nacida de las notas y delas falsas notas de emigrantes africanos, sicilianos... Una música origi-naria de la plebe urbana. Nacida del blues. Una música que molestabaa la burguesía. Carl Craig y Saint Germain también hablan de blues. Lobuscan, Acechan a ese blues, a esa alma de la música. Hoy la edad juve-nil ya no rima con el swing, sino con el hip-hop y el techno, y con ambasse mezclan las máquinas. ¿Puede el jazz prestar imaginación a los clubs?¿O por qué no a las raves? ¿Podría el jazz permitir al techno convertirseen una bestia escénica? ¿Llegar a ser espectacular? El jazz y el house sehacen declaraciones de mutuo y tierno amor; sin embargo, muy pron-to se verifica la dificultad de consumar esa relación.

Escuchemos antes la interesante confesión de un explorador delmundo del house francés —Frédéric Galliano— durante un debateorganizado por el mensual Vibrations en marzo de 2000:

Hace cuatro años que trabajo con los Belmondo y la base de mis conciertosera comenzarlos con mis músicos partiendo de ritmos de baile; es decir, orien-tados al house y al break-beat. Después de dos años de giras, de festivales y de

35 Ibídem.

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287El limbo de las nuevas músicas actuales

un disco en directo, llegué a la conclusión de que no es fácil para un jazzman tocarmúsica de baile. El jazz, si se interpreta como tal, no se adapta a los tirabuzonesdel house. Había momentos en que eso no pegaba, en que Lionel continuababalanceando frases cuando lo que yo le pasaba hubiera debido cambiar su ritmo.Resolví el problema reuniendo a todos los músicos alrededor de una mesa. Quieroensuciarlo todo y volver a trabajar en directo el sonido de la trompeta y del saxopara hacerlo todo compacto. Eso dará coherencia a lo acústico y lo electrónico. Medi cuenta de ello tocando con Nahawa Doumbia, pues cuando me mecía en unritmo house la cosa funcionaba. En realidad, no había que hacer nada, estaba den-tro, había que swinguear, naturalmente. La música africana es una música de baile.Con los jazzmen debí trampear para unificar ambos universos.36

Una fusión no se impone. Se anuda o se desata. Se construye lentamen-te, paso a paso; el lenguaje de uno antes de encontrar el lenguaje deotro, las palabras y los travesaños para construir el puente... Si no, unode los dos cuerpos acaba por derribar al otro: o el techno vira hacia eljazz o el jazz se vacuna contra el virus electrónico.

Nuestra época ya no reclama el mestizaje, sino su superación. Laprimera pregunta es: ¿cómo conseguir un injerto? Y, a continuación:¿qué ocurre tras la hibridación?

Llegado del jazz, el trompetista Erik Truffaz halló SU respuesta: des-pués de haber colado la electrónica en un sonido jazz libre y desenfa-dado, y de haber conocido el éxito con The Dawn y, sobre todo, conBending New Corners, el becado de «Blue Note» prefirió los gritos deuna guitarra a las caricias de un oud oriental para acompañar su Mantisa finales del 2001. Cuando lo escuchamos, las fiebres del jungle y de losruidos pueblan todavía su jazz. Más circular. Sincopado. Tamizado sinbucles. Y con un ritmo ejecutado al «Parlófono», como rugoso home-naje a la música concreta y a Pierre Henry, con quien concibió un dúo¡para máquinas y trompeta!

Con frecuencia se me califica de músico electro-jazz —dice Erik Truffaz. Locual es falso. Lo único que hago es piratear esas músicas. Bajo los mismos prin-cipios, acabo de hacer con mi cuarteto un remix en directo de LTJ Bukem, des-pués el de Rose Rouge de Saint Germain. Es maravilloso: ¡se me pide que intro-duzca lo orgánico en lo que está interpretado por máquinas!37

36 Cfr. nota 33.37 Véase la entrevista realizada para el sitio Amazon: http://www.amazon.fr/exec/obidos/tg/fea-ture/-/225370/402-7653432-0696117

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288 Techno rebelde Ariel Kyrou

Subamos por el mapa de Europa y bajemos el termómetro hastaNoruega. Ése es el país del electro-jazz. Jazz marginal, se entiende. Dosnombres sobresalen allí, padrinos de esta nueva escena de fiordos yaguas frías: Bugge Wesseltoft y Nils Petter Molvaer.

El primero, calvo y binoculado, es el padre de un sello —«Jazzland»—dedicado a aquella mezcla detonante. Desde su primera entrega en1996, firma sus discos de swing marciano con una leyenda tan delica-da como elocuente: «una nueva concepción del jazz». Entiéndase: una«combinación entre programación y música viva»38 que hace bailar enlos clubs y en los garitos con ritmos vivos y castizos, particularmentecon Moving, bonito éxito con trazas del Tourist de Saint Germain.Bugge ronda los cuarenta, reivindica su gusto por Brian Eno y TangerinDream y ha pasado buena parte de su carrera como acompañante alsintetizador y efectos especiales de maestros del jazz local como JonChristensen, Terje Rypdal o Jan Garbarek, saxofonista de acentossedantes y mundialistas.

Tal es sin duda la razón de ese injerto sin otros vástagos de interés. Locual explica la otra figura del dúo —Nils Petter Molvaer: «Nadie ha veni-do nunca a instalarse en Noruega, a diferencia de otros países escandina-vos en los que han vivido algunos músicos: Dexter Gordon, KennyDrew... De pronto, se evidencia que carecemos de una tradición sólida-mente enraizada en el jazz mainstream. Nuestra influencia se debe más apersonalidades locales —Jan Garbarek, Terje Rypdal—, a improvisadoresque han desarrollado un sentido muy personal del jazz, del tratamientodel sonido. Por su lejanía, su situación excéntrica y su reducida extensión,Noruega es el lugar ideal para salir de los caminos clásicos».39

Nils Petter Molvaer también ha tocado con Jan Garbarek, que es unenamorado del birimbao brasileño, investigador de la Noruega ances-tral que concibió uno de su álbumes —Dis— en torno a un instrumentotocado por el viento: la Wind Harp... No es casual que las dos princi-pales obritas de Molvaer —Khmer, de 1977, y Solid Ether, de 2000—hayan aparecido en «ECM», cuyo eslógan suena así: «El más bello soni-do después del silencio». Entre jazz y nuevas músicas, «ECM» es lamarca de esas glorias del jazz noruego de acentos planetarios. Este sello

38 Léase el reportaje de Serge Loupien en Liberation: «Electro nordique» (jueves, 28 de diciem-bre de 2000).39 Jacques Denis: «Ascensión par la voie nord», en el nº 24 de Vibrations (mayo de 2000).

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289El limbo de las nuevas músicas actuales

audaz siempre construyó un imaginario extraño, lleno de silencios,mezclando la herencia de John Coltrane o Don Cherry con el fervordel rock, del folclore, de las música medievales o de los calores amazó-nicos, bañándolo todo luego en la belleza metafísica de las llanuras ylos glaciares del Norte. Se trata de un soplo de ambientes contrapues-tos que Molvaer encuentra en sus músicas de colores fílmicas entre elbarroco y el cyberpunk, pero a los que añade un personaje: una máqui-na exuberante de paisajes de quietud sublime.

A Nils Peter Molvaer le gustan los sonidos graves, el lado oscurode su fuerza interior: «Tricky, Carl Craig, los Residents, Photeck, elMiles de los setenta». Es uno de esos trompetistas que prefierenhacer música más que demostrar el dominio virtuoso de su instru-mento; que eligen crear atmósferas con el sonido antes que exhibirla prodigiosa justeza de los acordes. En este sentido, se une a losheréticos «sopladores» proclives a jugar con las perentoriedades delazar y con el caos de la nueva electrónica: Miles Davis, evidentemen-te, Jon Hassell y sus bailes africanos a dúo con Brian Eno... OGraham Haynes, hijo del batería Roy Haynes, y músico de atercio-pelados acentos cuyo Tones for the 21st Century ha permanecidocomo uno de los últimos paraísos artificiales de la música ambient,festejado en su aparición (1997) por el crítico Didier Lestrade como«El disco de The Orb que hace mucho tiempo esperábamos».

La más acabada fusión, la más densa entre el jazz y el techno, ¿noprocede de esas figuras heterodoxas antes que de los grandes estilistas?Su apuesta es evidente que reside en el valor de sus respectivas aporta-ciones: la recuperación de una tradición extracategorial como se ha hechoen Noruega, y —por qué no— el arrebatador salvajismo del baile o laprofundidad de las experimentaciones ilimitadas. Sin tales cimientos,cada uno habría —con toda la razón— permanecido —inmóvil— en susitio. El tránsito entre géneros implica buena dosis de curiosidad, lapermanencia de un deseo insatisfecho como el de Edgar Varèse en sutiempo: la necesidad de buscar otros caminos, otras herramientas paratocar el cielo, o para reír, o para lacerar lo que la vida tiene de irrisoriocomo lo hace Noël Akchoté al rasgar su guitarra (escuchad la caja y losmicros, y las cuerdas) para así crear una electroacústica grillada y sedan-te a la vez que nos recuerda a las músicas de los últimos «colgados» delordenador: Aphex Twin en versión etérea, pero sin bpm...

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Jazz es un término perteneciente a una época determinada, a una músicadeterminada —nos dice Noël Akchoté. Hoy el jazz no está donde creemos queestá; se encuentra fuera de lo que llamamos comúnmente jazz. Si el jazz con-siste en hacer música con lo que nos rodea, entonces Photeck es más jazz queDiana Krall, a la que se comercializa como tal. Es más que necesario volver aponer un su sitio la idea constitutiva del jazz, y ésta sería la improvisación. Eljazz ha llevado esta idea muy lejos, pero no es una idea exclusiva del jazz, almenos no según la ha formulado Derek Bailey: ‘al principio era improvisa-ción’. En este sentido, corrientes como el jungle o el techno pueden asociarseperfectamente al jazz. Algunos otros, como The Orb, construyen sus concier-tos a base de improvisaciones. El instrumento importa poco; de hecho, elúnico interés que se persigue es saber de qué se habla, cómo se fabrica eso, dequé se quiere hablar; y es entonces cuando podemos plantearnos otras cuestio-nes como la del rock, el jazz o las músicas electrónicas.40

Las palabras de Akchoté suenan bien: del lado techno, el mejor sello dejazz no es un sello jazz; menos aún techno. Pero se trata de un mutan-te explosivo, degenerado, que construye millones de samples a lo loco:«Ninja Tune», cofradía salvajemente independiente fundada en 1990por dos archipiratas: Jonathan Moore y Matt Black del grupo Coldcut.Cierto; desde sus primeros lloriqueos infantiles en ácido vinílico,«Ninja Tune» se abre paso con una serie de compilaciones denomina-das Jazz Brakes. ¿Y...? Escuchadlas. Probad un trozo de DJ Food, o unfilete de Funki Porcini, incluso un pastel de Amon Tobin. El pianoruge entre miles de claxons. Los collages se pegan al techno. Bugs Bunnyse pone una trompeta entre los dientes. Orquestas hipnóticas hacenpiruetas que la lógica no acepta. Los estribillos eclécticos son farsasdadá. Las trituraciones de sonidos suenan como hip-hop de Shadock.Las iras del drum’n bass se enredan en meandros de spagheti desabridos.El funk se convierte en free jazz.

Amon Tubby —el brasileño de Brighton— no utiliza ni sintetiza-dor ni caja de ritmos. Sólo un sampler y una retahíla de vinilos, perocon un arte y una digitación... Aísla frecuencias, segundos de colores yritmos; después los bricola, los amasa, los estruja y los retuerce. Crea supropio alfabeto de sonidos. Si se apoya en un breve rasgueo de guita-rra, no lo hace para que suene tal cual, sino para desfigurarlo despuésde haberlo golpeado y poder así digerirlo cuantas veces se desee:

40 La entrevista a Noël Akchoté, realizada por Jacques Denis, fue publicada en el número 32 delmensual Jazzman (enero de 1998) para el informe «Cyber jazz, c’est auhourd’hui demain».

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«¡Toma, esto es una guitarra. Probemos a hacer algo que una guitarrajamás podría hacer!»41 Los puristas de la SACEM42 pierden con «NinjaTune» la corbata y muerde los tímpanos a los funcionarios del jazz. Yano vibran las bellas letras del jazz, sino su espíritu estructural rebelde,imprevisible. Quizá no sea una improvisación propiamente dicha,inmediata e interpretada a partir de la inspiración de Ornette Colemany sus músicos de principios de los sesenta, pero está muy cerca: unhuracán de libertad en forma de bricolaje imprevisible.

El espíritu de «Ninja Tune» es el de los jazzmen experimentales delas décadas de 1970 y 1980 como Jacques Berrocal o Un drame MusicalInstantané, que introducían castañetazos de soperas y bufidos de osci-lador en sus ensaladas. Es el de los pequeños sellos equívocos y hoy dis-tribuidos en ambientes raros y escogidos, como «Rectangle», creadopor Noël Akchoté a mediados de los noventa para abolir las fronterasque separaban a los alegres marginados huidos de los circuitos del post-rock de Chicago y de las cavernas sonoras de la escena conectada almódem que florecía en Austria. O a la manera de «Comet Records» ysus hechiceros de excitado jazz africano, acústico, eléctrico y electróni-co a veces. O como «Plush», cuyos Ambitronix consiguen la unción delos contrarios y cuyo jazz está siempre atento a cualquier sorpresa...Tomemos Piano Book, un disco de Benoît Delbecq aparecido en«Plush» en 2001. Una simple funda negra sin cubierta, simplicidad for-mal que parece decir a los buscadores de emociones: «Comprador: sibuscas abrir el grifo de fáciles melodías, sigue tu camino»- Las informa-ciones se concentran en el sticker, el cual debe ser rasgado para extraerel CD de su sobre nocturno. En él se leen el título del disco, una men-ción al sello y la duración del láser. Después, esta frase incongruente,extremadamente dadá-zen, y reveladora del contenido de todo elálbum: «Benoît Delbecq al piano asistido por las impertinencias elec-trónicas de Steve Argüelles».

Un piano. Un simple piano. Puro. Las teclas parecen hablar, parecenbailar jazz contemporáneo. Casi clásico. Luego las notas se enrarecen.Se desnuda el sonido, desaparece la ortodoxia: un poco al principio,luego más, mucho más, hasta la locura. El piano se expresa poseído por

41 Véase la entrevista Amon Tubby en el sitio Pitchfork: http://www.pitchforkmedia.com/inter-views/t/tobin_amon-00/42 Cfr. nota 22 pista 7.

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un fantasma electrónico que no deja de romper las frecuencias y dearrastrar al artista hacia la improvisación mágica. Delbecq, educado enla escuela libertaria del saxofonista Steve Coleman y miembro de losRecyclers que acompañan al vocalista Katerine, sigue y persigue las tra-yectorias de esa sombra fantasmagórica de 0 y 1. ¿Qué hace ese pianoclásico roído y desvirtuado por la máquina? En este disco casi anóni-mo, unir los extremos: la ciencia y la ingenuidad; la severidad y las chi-quillerías salvajes; la armonía y las disonancias; el arte del ruido y unamemoria fatigada... Es la otra cara del matrimonio entre jazz y techno.

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293El limbo de las nuevas músicas actuales

2001. Pausa infinitaJazz músicas del mañana según un pícaro manipulador del presente

Uwe Schmidt lo mismo diseña gorras que prepara proyectos. Solo oacompañado, hace estragos bajo los múltiples rostros de Atom, AtomHeart, Bund Deutscher Programmierer, Cœur Atomique, Datacide,The Disk Orchestra, Erik Satin, Geeez ‘Gosh, Gon, LassigueBendhaus, LB, Lisa Carbón, Los Samplers, Real Intelligence, TheRoger Tubesound Ensemble, Señor Coconut y Su Conujunto... yFlanguer, seguramente junto a Burnt Friedman. Este hombre, reparti-do entre Alemania y Chile, es, por otro lado, uno de los manitús de laasociación «Musicians Against Copyright of Samples», lo que en abso-luto lo impide colar percusiones y otros instrumentos acústicos enmedio de los samples de su jazz mutante, de sus paisajes experimenta-les o de sus caricias de electrónica afrocubana... He aquí, en tres pará-bolas confiadas a la revista Chronic’art, una visión endiabladamente jui-ciosa de las músicas de la aventura contemporánea...

Por qué su música es jazz...

El músico tradicional de jazz es un concertista. Posee una idea excesiva de la‘programación’. Para algunos el jazz sólo es jazz cuando se interpreta. No estoyde acuerdo con ninguna de las dos apreciaciones. Si yo puedo simular el aspec-to interpretativo del jazz hasta el punto de que la gente no pueda distinguir-lo, entonces mi música es también jazz.

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294 Techno rebelde Ariel Kyrou

Por qué su jazz no es futurista...

Decir de una música que es «paseísta» o «futurista» representa una compren-sión cultural o histórica de la que no participo. Sun Ra decía: «No me intere-sa el futuro. Me interesa el infinito, en el que incluyo el pasado, el presente yel futuro». Los artistas que se dicen «futuristas» son personas que sólo han sabi-do expresar sus sueños y sus visiones.

Y por qué puede serlo TODO...

Creo que deberían superarse esas estúpidas clasificaciones del tipo ‘música elec-trónica’. Ante todo, soy músico y no encuentro diferencias entre tocar música,editarla, arreglarla, etc. La denominación «electrónica» debe remitirse al procesode creación y no a un género musical. El rock puede ser electrónico.43

43 Fragmentos de entrevistas tomados del artículo de Wilfried Paris publicado en el número 2 dela revista Chronic’art de diciembre de 2001 y enero de 2002.

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Pista de conclusiónPara formular preguntas siempreUna breve reflexión en torno a la infancia y alruido, eco último de mi obsesión por Dadá y el futurismo italiano; una meditación sobre laeternidad de cualquier música y una conclusión en forma de manifiesto político y social sin cavilar demasiado.

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297Para formular preguntas siempre

Eterno presente. Ecuación matemáticaRuido + repetición = infancia pícara

La última parte del álbum es extraña, con un prolongado vacío a los diezminutos y esa especie de jingles al final...

—Procede de un programa que utilizamos en su momento y que decidi-mos guardar...

—¿El azar?—No, no exactamente; más bien algo perteneciente al orden de la teoría

de la evolución o de las matemáticas: formas y números... El azar no intervie-ne porque hay una estructura.

—¿Ese largo silencio forma parte de la estructura?—No, lo dejamos expresamente ahí, como una especie de broma. Era per-

fecto donde estaba, con una duración ideal para olvidarse del disco e iniciaruna conversación.1

Los aquí entrevistados —Sean Both y Rob Brown— forman un dúo deelectrónica pura: Autechre. Más bien forman un trío junto a su orde-nador «CuBase». Mezclan el ruido triturado con el silencio habitado;los estribillos de pícaros increíbles con los ronquidos de lejanas gala-xias. No piensan. No buscan. Se divierten durante meses y meses consus máquinas. Cavan y excavan. Escuchan exentos de cualquier actitudapriorística, sensibles al accidente que hace o deshace la melodía, al

1 Entrevista al grupo Autechre realizada por Jean-Philippe Renoult (mayo de 1998) para el sitio VirginMegaweb (más activo, pero cuyos contenidos son accesibles en http://www.technorebelle.net).

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298 Techno rebelde Ariel Kyrou

choque sonoro que sobreviene durante una programación errónea. Lesgusta el error. Se parecen a los intérpretes de las partituras de John Cage,a los que el compositor animaba a errar, a deslizarse hacia la equivoca-ción, a resoplar, a olvidar las normas musicales para divagar en torno alas intuiciones que trazaban sus maneras gráficas y anárquicas. Dadá zen.

«Con la escritura, había un orden. Con la electrónica, ese orden yano existe. Ya no hay serie»,2 decía John Cage.

La incertidumbre, el desorden. El fin de la linealidad. Este progra-ma inconsciente no procede de la era electrónica. Está presente en laobra de los dadaístas y de los futuristas y apasionó los sueños de lossurrealistas. ¿Pero es que no se encuentra en los orígenes mismos de lacultura pop? Más allá del techno, ¿no vibra tal idea en todos esos músi-cos que abren baches de sentido y de sinsentido en las carreteras de larazón dominante? ¿No vive en esos cósmicos artesanos que revelanespacios habitados por dulces caracteres en lo más profundo de losinfiernos del Arte y del entretenimiento? En Lipstick Traces GreilMarcus describe su visión de los primeros hipos de la cultura pop. ¿Suprimer parto?: un título de los Orioles —It’s Too Soon To Know— queno se sabe por qué milagro aparece en las emisiones de una radio neo-yorquina en agosto de 1948:

Los grupos vocales negros precedentes —Mills Brothers en los años 30,Inkspots a principios de los 40, los Ravens en 1947— hacen una música con-forme a las bien definidas reglas del ritmo, de las armonías vocales, del colortonal, de los textos fácilmente memorizables. Se basan en expresiones artísti-cas a la vez burguesas y blancas. Ello implicaba exactitud, desterrar la ambi-güedad, y presentaban al auditorio un producto acabado —y un producto aca-bado quiere decir ‘todo va bien’ o ‘no puedo más’. El sonido de los Orioles, encambio, llegaba al auditorio como si fuera la voz de otro mundo; invitaba a suprolongación, a reemplazar sus silencios con los propios deseos, temores o fan-tasmas. Por sus lánguidos suspiros, sus vacilaciones constantes, ese sonido,contra toda certidumbre establecida, significaba ponerlo todo en duda.3

2 Extracto del libro de Jean-Yves Bosseur John Cage, colección Musique Ouverte (Minerve, 1993,2000); entrevista con Jean-Yves en junio de 1970.3 Greil Marcus, Op. cit.

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299Para formular preguntas siempre

No hay cultura pop sin una quiebra. Una voluntad de desbordar lasprohibiciones tanto como un deseo de alcanzar lo maravilloso. La rea-lidad no es lo real: en esta constante se mezclan el lamento de unmundo desterrado y la esperanza de encontrar nuevos caminos...

Esta mezcla de juego y de nostalgia, de sentimiento de pérdida y devida pendiente del hilo del caos, eran aspectos presentes en los Orioles,pero también hoy si escuchamos el Endless Summer de ChristianFennesz, inspirado en la escritura pop y sus fuentes emotivas para ponerel alma en sus increíbles brujerías informáticas semejante a un niñojugando con sus objetos familiares que ya no son de madera o de latón,sino moleculares, crepusculares, cósmicos.

Compositor que se metería sin dudarlo en el saco underground, caza-dor de atmósferas tiernamente cacofónicas, de atractivos estribillos y pro-longadas divagaciones contemporáneas, que se divierte ocasionalmentecon los músicos post-rock de Tortoise, Nobukazu Tekemura transmite elmismo mensaje: «Para mí, componer es como tararear una nana».

A finales de la década de 1950, cuando ya controla sus máquinas einventa el primer sistema de síntesis vocal de la historia de la música,con una nana es con lo que Max Mathews se divierte. Este ingeniero,además de violinista aficionado, experimenta al margen de su trabajoen los laboratorios «Bell»; luego graba allí, en 1961, Bicycle For Two.Un sonido adolescente. Un sonido inmortal. Un sonido suave y repe-titivo que suena exactamente como una nana: «Daisy, Daisy», cantu-rreado por «Hal», el ordenador de 2001, una odisea del espacio, cuandoenloquece en los espacios intergalácticos del futuro. Más humano queun humano. Máquina que descarrila y desplaza al hombre de su cen-tro cantando una nana. ¿Qué significa, pues, esta cancioncilla electró-nica? ¿La desaparición del arte y, por ende, la del hombre absorbido enla tecnociencia, tal y como la describe la filosofía de Paul Virilio?4 ¿Uocasión para un nuevo renacimiento, para una nueva infancia desem-barazada de las pesadas jerarquías del pasado? Uno piensa en el tres enraya; otro huye a través del baile sin fin; uno abandona su cuerpo adul-to; otro recuerda la tarantela (ese exorcismo físico y musical pensadopara evitar la picadura de la tarántula); otro escucha una melodía en elcontexto que analizan Gilles Deleuze y Félix Guattari en Mille

4 De Paul virilio, léase Ce qui arrive (Galilée, 2002) o La Bombe informatique (Galilée, 1998).

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300 Techno rebelde Ariel Kyrou

Plateaux: «Un niño en la oscuridad, apresado por el miedo, se tranqui-liza canturreando. Camina y se detiene al ritmo de su canción. Perdido,se refugia como puede, o se orienta bien que mal con su cancioncilla.Es ésta como el croquis de un centro estable y seguro que estabiliza ycalma dentro del caos. Quizá el niño salte a la vez que canta. Acelerao ralentiza su paso; pero la canción es ya ella misma un salto: la can-ción salta del caos al comienzo del orden, corre un riesgo permanen-te de fracturarse. Siempre hay una sonoridad en el hilo de Ariadna.O en el canto de Orfeo»5.

La cultura pop busca esencialmente la ingenuidad del estribilloinfantil y superarla con otras nuevas ingenuidades. Y lo hace al margendel éxito, al margen de las instituciones, lejos del mercado con el que,sin embargo, es necesario pringarse. La busca volviendo sobre símisma, regresando a esa edad en que uno lo palpa todo —no importaqué— para crear su música tarareando. Sin separaciones, sin rendircuentas a nadie, sin atribuir roles. Encontrar al niño primigenio signi-fica olvidarse del niño dañado del presente. Y este tortuoso camino nopuede comprarse. Debe excavarse.

¿Cómo esperar hoy que un Paul McCartney encuentre la inocenciade los Beatles si firma un disco con su nombre? ¿Si permanece bajo lasluces de los proyectores? Por lo tanto, huye y crea, en el más absolutosecreto, The Fireman. Con Youth —un antiguo miembro del grupopunk Killing Joe— edita dos CDs: Strawberries Oceans Ships Forest en1994 y, cuatro años después, Rushes. Las fundas carecen de informa-ción, al igual que los vinilos del techno de Detroit. Sólo el nombre delgrupo, el del álbum y la lista de títulos que se encadenan en una mez-cla interminable. ¿La casa de discos? «Juggler Music», nombre descono-cido. Juggler significa ‘malabarista’, y es precisamente la imagen de unmalabarista la que compone el logo de «MPL», el sello de McCartney.Otro detalle más: las palabras Fireman y Rushes proceden de Penny Lane,tema de los Beatles cocinado con pimienta melódica en 1967. Juego designos, juego de sonidos y de colores, The Fireman desarrolla una espe-cie de rock sedante y reiterativo con un par de píldoras del Terry Rileyde finales de los sesenta. Los ritmos son líquidos, alimentados con rizos

5 Gilles Deleuze et Félix Guattari, Mille Plateaux. Capitalisme et Schizophrénie, colección Critique(Les Éditions de Minuit, 1980) [de. cast. Mil mesetas. Capitalismo y esquizofrenia, Valencia, Pre-textos, 1998].

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de guitarra o de sitar, con ecos y con discretos remansos de ruidos. Lamúsica gira en movimiento circular, con un mismo estribillo yendo yviniendo de principio a fin del disco, en una suerte de danza kitsch,hipnótica, pero sin bpm, que semeja un homenaje del ángel de losBeatles a los amplios paisajes de Klaus Schulze.

Bajo el velo de The Fireman Paul McCartney desaparece como star-rock y actúa a la manera de los Residents o de Maurizio y sus arcánge-les de la nueva era numérica para quienes el nombre del artista carecede importancia. No sólo se oculta, sino que compone una música paraél inédita, inspirada en músicas suaves y repetitivas, con un talanteestético más propio del universo electrónico que del rock. Parece quequisiera indicarnos un camino: el del home studio y no el del estudioprofesional; el del aislamiento para reaparecer y no el de las trompetasde la fama. Aislado con Youth, se retira del circo del espectáculo. Sereencuentra con su inocencia.

¿Aislamiento? ¿Intimidad? En la funda del CD de Charles WebsterBorn On the 24th of July, editado en los albores de 2002, aparece unmuñequito sentado, perdido sobre un fondo de color anaranjado queparece dibujado a lápiz... Tras quince años de carrera y de una multi-tud de pseudónimos, Webster firma por primera vez con su nombre yentrega canciones de un house sedoso e inconfundible, a medio cami-no entre un soul aterciopelado, un folk galáctico y suaves evanescencias.Nunca esta denominación —house— se había aplicado con tanta jus-ticia. Webster, tímido y disperso, se encuentra en su casa. Cuando se lepide que describa su disco, duda, tartamudea, no sabe qué responder.No hay en él ninguna lógica comercial. Sólo un disco grabado —esobvio— en un sello independiente: «Peacefrog». Sólo una obra habita-da por un personaje hipersensible.

Webster pertenece a la cultura pop descrita por Greil Marcus. A lamisma que pertenecen Marcus Eon y Michael Sanderson, miembrosde Boards of Canada. En su álbum de 1998 —el renombrado MusicHas The Right To Children— mezclan la desinhibición infantil y laangustia del mundo; vuelos románticos y contundentes martillazos.Ellos mismos se sienten aislados, en su estudio instalado en lasPentland Hills, en Escocia, y sólo conceden entrevistas a través deInterred. Cuando se dieron a conocer a principio de la década de 1980,ya trituraban cintas, documentales de TV y películas para niños. Másadelante, con su grupo, incorporaron guitarras atmosféricas y ruidistas

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a lo Sonic Youth o My Bloody Valentine. Rock experimental. Después,aquellos dos músicos con barba y ataviados con gorro de lana, regresarona la electrónica. Naturalmente, fue un regreso muy sofisticado, ayudán-dose del sampling y de los bricolajes de sus comienzos. Actualmente,cuando acarician las teclas del piano, lo hacen para ensuciar inmedia-tamente el sonido con estruendo de máquinas e integrarlo en su granensalada de ruidos y melodías. Su música es un continuo estribillo, ins-pirada en los sonidos de su infancia, en idioteces genéricas, en ecuacionesmatemáticas y memorias magnéticas. Pero incorpora la contaminaciónacústica para defender su territorio: la tierra de lo desconocido.Primero, para decir en voz alta a los chapuceros y a los irresponsablesque se creen niños que sólo son unos cabrones, obesos defensores de unmercado para viejos chochos; y, a continuación, para intentar rozar elllameante cielo de Ícaro o el del Surfista de Plata...

Hay que suprimir lo tonal, hay que desterrarlo —se lee en Mil Mesetas.Estamos pasando de los estribillos arreglados (territoriales, populares, amoro-sos, etc.) al gran estribillo urdido por lo cósmico. Pero el trabajo de creaciónse encuentra ya en los primeros, en ellos está en su totalidad. En la diminutaforma-estribillo o rondó ya están contenidas las deformaciones concitadorasde una gran fuerza. Escenas de infancia, juegos de niños: se parte de un estri-billo infantil, pero el niño tiene alas y se convierte en un ser celeste. El deve-nir-niño del músico se funde con un devenir-aéreo del niño, formando un blo-que indestructible. Memoria de un ángel, es más bien aspiración a un cosmos.6

En las mejores músicas de la electrónica actual se funden la repetición yel ruido. La repetición para trazar en la memoria la línea móvil de unterritorio invisible en el que ambas se reconocen afines. El ruido para quelos guardianes del orden permanezcan inmóviles frente a una puertacerrada. Estas dos caras de una misma moneda se unen según los ritmosy las improvisaciones del estribillo cósmico del que hablan Deleuze yGuattari. Búsqueda de la intensidad, investigación de una identidad sóli-da, más poderosa que la civilización y sus reglas del espectáculo.

¿Puede haber ruido sin repetición? ¿Ruido sin estribillo? Según elinvestigador Emmanuel Gryzszpan, el techno y su corazón batiente —lafree party— se caracterizan por esta noción de ruido antes que por cual-quier otra cosa. Ruido como materia prima de la música, como rechazode la norma. Ruido como toma de distancia respecto a la sociedad.

6 Ibídem.

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El artista más radical y más politizado de la escena electrónica alemana—Alec Empire— redactó sobre ello un manifiesto: «La industria delocio (radio, televisión) ejerce una función única: mantenerlo todo y atodo el mundo tranquilo. ¡Sólo producen hastío! ¡El hardcore digitalnace para destruir esa armonía ficticia! ¡Porque es engañosa! ¡La clavees el ruido —la vida está llena de ruidos—, sólo la muerte es silencio-sa! Por eso el ruido ha sido expulsado de la radio, de la TV, de los super-mercados, etc. Las frecuencias medias hacen subir la adrenalina delcuerpo. ¡Cuando la gente está excitada, encolerizada, henchida de emo-ción, etc, produce mucho ruido! (...) ¡Los ruidos de motín suscitanmotines! El hardcore digital es una música funcional, no es música pop.Es combustible para el fuego».7

El ruido se encuentra sin dudarlo en el corazón de las músicas rebel-des. Y lo está desde los primeros escándalos de Luigi Russolo y de losfuturistas. Pero ojo al error de perspectiva: mucho antes que el techno,fue el rock el que utilizó el ruido para irritar y poner en fuga a la gentede bien. Éxito comercial gigantesco el del heavy metal; en escena,Slipknot ahoga al público con larsens, saturación de guitarras, violen-tos fragores de batería y profusas verborreas acompañadas de sesionesde escupitajos y riñas entre sus músicos disfrazados. Como dijo Clown,uno de los tres baterías de Slipknot en un texto que bien podría ser unavariante del manifiesto de Alec Empire: «Desde la infancia, habéishecho esfuerzos por adaptaros, pero interiormente experimentáis sen-timientos equívocos y “se” intenta convenceros de que son inacepta-bles... Slipknot ofrece a los chicos la oportunidad de mirar al mundocara a cara y decirle: “yo soy yo mismo. Vete a tomar por el culo”».8

La diferencia reside sólo en el ruido. Los grupos de heavy metalcomo Slipknot hacen sólo espectáculo, al contrario que los artistas deltechno, del house o incluso del hardcore. El verdadero DJ no es unaestrella, sino un chamán. Los espectadores no forman un «público»convencional: son danzantes. El impacto sonoro no basta; debe ali-mentarse constantemente de ruidos; concretos, recomponiendo la rup-tura entre vida y arte. El techno supone también hipnosis; de ahí la repe-tición y sus lentas evoluciones de detalles. Hay que considerar también

7 Emmanuel Grynszpan, Op. cit.8 Palabras recogidas de «Les nouveaux hérauts du metal hurlant au Zénith», artículo de LaurenceRomance en Libération (sábado 9 y domingo 10 de febrero de 2002).

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esa idea que se tiene de la infancia, del retorno a la infancia o más biende su superación, de su trascendencia por medio de la materia sideral.¿La infancia? ¿Una edad equivocada? ¿O esa etapa en que todo es posi-ble? ¿Ese tiempo de juego y de bricolaje permanentes? Sí, la infanciacomo voluntad de encontrarse a sí mismo sin preocuparse de los des-tructores de sueños.

Cuando se unen en la intimidad para burlarse de las leyes del mer-cado, el ruido reconocible, la repetición cautivadora y la improvisaciónlibérrima encuentran el potencial subversivo de la cultura pop que secreía perdido para siempre. Siembran otra voz en el corazón de la músi-ca, semillas de revolución estética que no precisan reivindicarse políti-camente para ser políticas. En febrero de 2002, sobre un escenario deParís, Herbert tritura una caña de coca a golpes de micrófono y rein-yecta su provocación sonora en el sampler. Recicla en directo, creandorepeticiones a partir de la confusión de los sentidos, de una sinestesia.Con este gesto nos mete en la cabeza las palabras de I Zimbra de losTalking Heads, tomadas de un poema dadá, o los ziza, omazu, arazazu oumba-oumba que Ball y Huelsenbeck declamaban en Berlín duran-te sus performances en 1920. Tales palabras asemánticas, tales palabrasrítmicas, esos ecos de África son ruidos infantiles que golpean a los gen-darmes de la creación y se abren a los cantos de la fantasía: «Como nosabían lo que querían escuchar, fabricaron un sonido que llamaron“ruidismo medieval”, “ruido de efecto imitativo”, poema simultáneo:todas las acciones se producían al mismo tiempo, con lo cual la accióndesaparecía. Gemidos, bombo, glisandos, una armonía prehistórica,gritos de dolor y de hilaridad».9

9 Cfr. nota 3.

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1999-22001. Obsesión de vanguardiaPermanencia de las referencias futuristas y Dadá

Tres discos.Tres ejemplos de memoria viva.Tres hallazgos casi al azar.Tres selecciones completamente subjetivas.

¡Nos encontramos en la profética frontera de dos siglos!... ¿Qué merece lapena mirar detrás de nosotros, en el momento en que no es necesario rom-per las compuertas misteriosas de lo Imposible? El tiempo y el Espaciomurieron ayer. Vivimos ya en lo absoluto, pues acabamos de crear la eternay omnipresente velocidad.

Esta cita, firmada por Marinetti, es extracto del Manifiesto Futurista. Seesconde en el libreto de un CD aparecido casi clandestinamente en1999 —File Under Futurism— con juegos de formas metálicas, cons-trucciones industriales, rectángulos y líneas de color. Los autores deesta música violenta de violines mezclados con ruidos de giradiscos, degritos selváticos y de múltiples aullidos mecánicos se separan en dosentidades desafiantes: un grupo de música nueva —The FreightElevator Quartet— y uno de los adalides del turntablism, maestro ensamples y referencias de música contemporánea: DJ Spooky, conocidocomo That Subliminal Kid.

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Segunda prueba de la permanencia de la imaginería de las vanguardias acomienzos del siglo XXI: el mismo año que File Under Futurism, el grupode Bill Laswell —Material— saca un álbum con un título demasiadobello como para no figurar en este libro: Intonamuri, nombre de los gro-tescos generadores eléctricos de ruidos creado por el futurista LuigiRussolo tras su manifiesto de 1913: El Arte del Ruido. En ese disco Laswellha invitado a participar a lo más selecto de los oradores y magos de los pla-tos de la escena radical neoyorquina y le añade un subtítulo que da máscuerpo todavía a nuestra semejanza histórica: «El rap todavía es un arte».

La tercera sorpresa, fechada en 2001, sería electrónica; traducid:techno sofisticado ejecutado con atmósferas y ruidos de lo cotidiano,voces sobre un cometa y cajones musicales. Debe su presencia aquí alpseudónimo elegido por su autor: Readymade, y a esa autentici-dad no despreciable en la que Jean-Philippe Verdin (inclinado alhouse una noche de rave en 1991) se muestra digno émulo deMarcel Duchamp. Sin pretenciosidad, entre estribillos deCocotte-Minute y ritmos como pelotas de ping-pong, castillosde naipes numéricos y samples de trovador, cancioncillas para cro-oner pop (David Sylvian en un tema) y garabatos sintéticos paraun vocalista rap (Juice Aleem en otro).

Todo aquel que encuentre reprobables mis comparaciones deespacio y tiempo, o que desee sugerirme otras, puede enviarmeun correo electrónico a: [emailprotected]

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Edad Media. Reflexión medieval¿Y si el techno no tuviera otras raíces que toda la música desde laaparición del hombre sobre la tierra?

¿Es una metáfora audaz remontarse a la música medieval para encon-trar las raíces del techno? ¿Una realidad por pura deducción? ¿O unacerteza impresa en el eterno musical? Pegad la oreja a las piezas litúrgi-cas para coro de Léonin y Pérotin interpretadas por el HilliardEnsemble. Fascinantes. Datan del siglo XII. La música se eleva suave-mente, se forman rizos repetitivos que se superponen unos a otros.¿Tiempos atmosféricos: ambient? ¿Tiempos de éxtasis sonoro: trance?Se ha elegido a Pérotin... Pero se podría citar a Josquin Desprez, de lasegunda mitad del siglo XIV, los cantos gregorianos e incluso salir deEuropa y detenerse en las músicas rituales del antiguo Egipto; ir aTurquía con los derviches o visitar a las tribus pigmeas en busca deltambor ancestral. El techno y sus rituales extáticos (las raves), ¿no son latraducción por medio de nuevas herramientas de la necesidad de sen-timientos que provienen del origen de los tiempos?

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2020. Conclusión política y social¿Mañana, el infinito magma musical en la Red?

Mi vecino virtual escucha música, y la compone. Yo la escucho, y lacompongo. Nuestras bandas pasan de uno a otro. Nos pirateamosmutuamente. Intercambiamos nuestros animados samples. Vamos enla-zando la música de amigos, conocidos y desconocidos. El círculo seamplía. No hay centro ni jerarquía. De París a Tokio, de Melbourne aBrazzaville. Se acabó el mercado en este baile de ordenadores. Sólo uncomercio de truque sin intermediarios... ¿No es este tipo de intercam-bio lo que obsesiona a los monstruos del mercado del disco?

Esta visión, sin embargo, no es aséptica. Perfila los contornos de unnuevo underground compuesto ya no por clubs, sino por redes privadasenlazadas a través de la Red. Puede ataviarse con varias pieles: una radi-cal; otra empática. A la manera del uso del sample o en forma de inter-cambio de ficheros musicales por Interred, puede elegir entre variasactitudes respecto al copyright.

¿Deberían ser libres los samples? ¿O no pagarlos a priori, sino a pos-teriori; es decir, sólo cuando haya habido un beneficio comercial pro-bado? Estoy convencido de ello.

¿Y los ficheros MPB que corren entre aficionados y melómanos a tra-vés de servidores y aplicaciones con nombres bárbaros: Audio Galaxy,Napigator, Gnutella, Kazaa, Mojo Nation, Music-City, Aimster, etc?Durante dos años (desde la primavera de 1999 a la de 2001), Napster selo hizo pagar muy caro al mercado del ocio, y el sueño de una música

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libre y gratuita fue compartido por cerca de 60 millones de internau-tas: la aplicación Napster permitió al mundo conectado intercambiartodas las músicas del planeta sin pagar ni un céntimo. A partir de uncatálogo centralizado en el servidor, los internautas copiaban, de discoduro a disco duro, los ziques numerados por sus colegas virtuales y cam-biaban las vocalizaciones de Madonna por las batidoras de Daft Punk sinque la familia SACEM ni los cinco dragones («Vivendi», «Universal», «AOL

Time Warner», «Sony», «Emi and Bertelsmann») pudieran tocar su realóbolo... Pero ¡ay! Los jueces tomaron nota de Napster y lo redujeron aespectro bajo el ala protectora de «Bertelsmann...»

No intentemos juzgar, ni separar a los buenos de los malos; despuésde todo, la gestión de Napster era, cuando menos, ambigua: sus funda-dores habrían podido ciertamente convertir su servidor en una especiede servicio público de nuevo cuño, rehusando cualquier beneficio eco-nómico para justificar el impago de los derechos de autor; pero prefi-rieron crear una empresa destinada a su cotización en bolsa...

Retrocedamos para comprender el significado de ese combate entreestructuras piratas y los mastodontes del ocio: un combate que es tantopolítico como cultural.

Es político desde la noche de los tiempos, desde que el hombretransforma los ruidos en música, las herejías en armonía y las explosio-nes en ritmos; desde los consejos que daba a los poderosos el más oli-gárquico de nuestros filósofos: Platón. En La República, el sabio y reac-cionario barbudo previene de los peligros que entraña la música para elorden social: «A través de la música, el espíritu revolucionario se mani-fiesta con más facilidad y sin advertencia, como si fuera un juego ynada malo pudiera en sí mismo contener. Pero es su carácter que, fiján-dose poco a poco, penetra gradualmente en la moral y las buenas cos-tumbres y, fortalecida en ellas, impregna los hábitos privados; luego lasleyes y las instituciones políticas con enorme insolencia y una gran faltade contención, y acaba por sembrar el desconcierto (...) En ningunaparte se modifican las leyes de la música sin modificar a la vez las dis-posiciones civiles más importantes. Es aquí donde los guardianesdeben construir su fortaleza».10

10 Platón, La República: cita tomada del libro de Jacques Attali, Op. cit.

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De ahí que los trovadores fueran criados de reyes y príncipes, y de com-positores como Lully y Bach, sometidos al mejor deseo de sus amos: elmúsico sólo crea lo que se le manda o lo que se le paga para mayor glo-ria de la Iglesia o de la realeza. Pero sigue fiel a sus veleidades y, sobretodo, se inspira en los coros o cantos de la plebe. No diferencia entremúsica popular o música de cámara, o, en todo caso, no lo hace duran-te el proceso de composición... La música, tan inasible cuando nace delpueblo, inocula sus virus de subversión o de simple placer pagano encabezas y cuerpos. Mucho de este virus lo hemos ojeado en este libro:desde los Globbots de Joe Meek a los claxons de Lee Scratch Perry; de lamelancolía de Larry Heard a las provocaciones de KLF... Hemos selec-cionado el contexto de oposición entre incendiarios y bomberos, entreartistas salvajes y creadores de salón, entre bandidos del sampling y fun-cionarios del solfeo, saltimbanquis del error y músicos racionalistas. Enfin, también a Platón, aunque preferimos a Diógenes, que tenía porcostumbre advertir: «¿Para qué sirve un filósofo que no muerde?»...Una música que sólo da palmaditas en la espalda de los reyes, de lospresidentes y de los jefes, ¿para qué sirve?

En 2002 el poder es económico. Y mundial. Desde finales de lossesenta, fiado en la investigación por circuito cerrado, el Estado se con-tenta con cobrar unas migajas en impuestos. Pensando en los internau-tas que intercambian gratuitamente ficheros en la Red, los ejecutivos delas multinacionales se ponen a gritar: «¡Defendemos a los creadorescontra los piratas!»... Sólo los tímidos corderos pueden ser tan ingenuosy tragarse ese discurso. A los sicofantes que nos hartan de audios y clips,Mad Mike los llama «programadores». Los dragones del capitalismo nocombaten por nuestro dinero: quieren nuestro tiempo; sobre todo,nuestro tiempo libre, esos momentos que invertimos en jugar o enescuchar música, o incluso en bailar. Id, venid, confiad en nosotros:abonáos a mi programa de TV, comprad mi oferta en la Red, escuchadmi menestra de politonos en vuestro móvil... ¿Música? ¡Qué magnífi-co producto de reclamo para nuestras cloacas y sus innumerables zuru-llos! Nos hacemos cargo a cada instante de vuestra vida, como un segu-ro, y la caja registradora funcionará sin que tengáis que molestaros enabrirla. ¿Os gusta la violencia? ¿Los textos machistas? No hay proble-ma; encontraremos un atrevido rapero, peor que Eminem. Si no, bastacon sacar a Sardou o a Hallyday de su piscina climatizada. ¿Sirven toda-vía unos cuantos individuos en un estadio de fútbol, por ejemplo, consus mecheritos encendidos? Pan y diversión. ¿No os recuerda nada todo

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esto? El Poder persigue domesticar los sonidos y la personalidad en eseámbito en que la música sólo se vive verdaderamente en ausencia decualquier forma de control... Pirata. Pirata, naturalmente.

El punk y el house han puesto la música al alcance de todos; eso sincontar el dance, que ha unido la fisura entre lo que compone e inter-preta y lo que escucha la burguesía, cómodamente sentada, con la car-tera al alcance de la mano. Si los DJs no son más que «oyentes autopro-duciéndose en concierto», como sugiere Peter Szendy en su Écoute, unehistoire de nos oreilles, entonces el público de los «oyentes» puede trans-formarse en colectivo de músicos. ¿Por qué, entonces, no ir más lejos?Que todo el mundo se convierta en artista: tal es la propuesta deLautréamont. Éste era también el sueño de los hippies. Y es tal vez elobjetivo de los contaminadores de free parties y de los manipuladoresde los home studio de antes y de ahora. Como un recuerdo lejano de lasvanguardias y de la contracultura, gritan ¡mierda! a las institucionesque a nosotros nos gritan ¡mierda! Reírme donde quiera y como quie-ra. Con o sin responsabilidad; con o sin revolución; con o sin poesía.Y tanto peor para Lautréamont, o tanto mejor si los pisteros son artis-tas del instante, sin arte, pero en favor de la vida.

Maurizio, Oval, Scanner, Pole, Autechre y otros muchos poetas del 0y 1 decidieron situarse lejos. Lejos de la moda, lejos de los media, lejosde la promoción, lejos de los mastodontes del disco, lejos de los hipó-critas que quieren comprar nuestro tiempo de calma y de diversión.Libres de aceptar la idea de no vivir de su música. Íntegros. Resistiendoa los cantos de sirena de un capitalismo del espectáculo capaz de dige-rir incluso sus propia contestación.

¿A dónde vamos, entonces? ¿A dónde van las músicas electrónicas?¿Es necesario anticipar que más de 60 millones de napsterianos com-poniendo sus propios repertorios musicales con gran daño para lassociedades de autores y las multinacionales han convertido a centena-res de millones de oyentes en verdaderos creadores? Imaginad eseinmenso magma de las músicas numéricas, océano de sonidos invisi-bles poblando el ciberespcio; cien, mil, cien mil veces sampleados yresampleados, pinchados y repinchados. Sin crítica musical, pues sehan abolido las jerarquías. Cada uno ayuda al resto a encontrar sus pro-pias perlas, éxitos efímeros que a partir de ese momento se intercam-bian a través de las tuberías del mundo. Y, en vez de críticos, un mete-oro humano que navega empujado por fuertes vientos numéricos.

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¿Sueño o pesadilla? Ambos, sin duda. Estación Overdose numérico. Nosconvertimos en octoplasma sonoro, permanentemente conectados auna pantalla glotona. Nada puede reemplazar esa sensación de poderrasgar la guitarra, de sentir el estremecimiento de sus cuerdas y ceder asu aliento tan cercano; o temblar con la voz —perdida entre abalo-rios— del vocalista de blues, o bailar hasta saludar a Zeus en el Olimpoy cogerlo en brazos antes de comprobar que en realidad se trata deLarry Levn dejando girar enloquecidos sus platos para tomar un bañode sudor. No existen montes Parnasos en estos universos de músicasmanchadas por la ganja, surgidas de la locura de reformistas burgueseso de los sueños de los jóvenes Blacks de los guetos. No hay Panteonessalvo en las fachadas de las Iglesias, de los Estados y de los billetes debanco. La emoción se cachondea de los Poderes.

Pero esta emoción necesita ser acosada y disponer de los mediosnecesarios para su captura, y la idolatría de la Red y de las músicas elec-trónicas constituye un peligro no pequeño que entorpece su caza. Hayque olvidarse del elevado número de módems y monitores; olvidarsedel profesor, del amigo que os guía entre lo desconocido de esos soni-dos que resultan bárbaros a vuestros oídos. Hay músicas que se escu-chan, pero no se comprenden: el morin khuur de un chamán deMongolia, por ejemplo, o el Poème électronique de Edgar Varèse.Suponed que no sois más que protozoos de la conexión en Red, conti-nuamente enchufados a un espacio abarrotado de datos. ¿Dónde seencontrará el guía de la disonancia? ¿Dónde estará la siguiente músicaque violará vuestros tímpanos?

No existe aventura musical que valga la pena sin palparla; sin uncuerpo; sin una música de lo cotidiano, una música de la calle, la delviejo tocando la harmónica y el paseante de repente sorprendido poruna avalancha de placer. Y sin el gusto que supone el tiempo emplea-do en tocar y tocar para equivocarse y comenzar de nuevo. El gusto queexige la curiosidad y el uso de signos, de balizas de navegación seme-jantes a los auténticos sellos musicales concebidos por quienes adorany dirigen vuestras manos y miradas hacia sus frutos de pasión. En elfondo, lo que se reprocha a los Polifemos del disco es su talante, su des-humanización en nombre del beneficio económico. Cuando eligenorganizarse en múltiples entidades autónomas como la galaxia Labelsde «Virgin» la cosa puede que merezca la pena. Lo importante, en todocaso, es —y disculpad el tópico— el amor a la música, ya sea el soul quedepila Tom Moulton o los paisajes abstractos y arrebatadores de

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Christian Fennesz... «West End», «Mute», «Axiom», «Mego», «Planete»,«Impulse», «Versatil», «Expresillon», «Nu-Groove», «Ninja Tune»,«Warp», «Underground Resistence», «Sordide Sentimental», «Rephlex»,«Lo Recording», «Elektra Nonesuch», «F Communications», «Peacefrog»,«ECM», «Mille Plateaux», «Rythm King», «Prélude», «Jazzland», «Plush»,«Rectangle», «Tzadik», «Lovely Music», etc. Algunos de estos sellos sonaguerridamente independientes; otros lo son menos, y otros son autóno-mos bajo un dominio ajeno. Pero, cada uno en su terreno, existen.Hacen selecciones; crean un gusto; trazan una identidad en la queencontrarse y reencontrarse. Cuando la música no es más que un sim-ple objeto de consumo, apesta a muerto. Entonces, por favor, con Redo sin Red, ¡olvidemos los supermercados musicales y a los directoresartísticos! Prescindamos de los aficionados a la mierda para saludar alos fabricantes de lunas.

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La escena tiene lugar en enero de 2002 en los estudios de FranceCulture en la «Maison de la Radio», durante la emisión que ArielKyrou dirige junto a mí1 ... A mitad del debate sobre la sempiternacuestión de la música en línea, Sophie Bramly, responsable multimediay NTIC en «Universal France», se enfada: «¡¡¡Pero, bueno; fabricar artis-tas es la tarea de las casas de discos!!! ¡¡¡Mientras no se demuestre lo con-trario, jamás un artista ha salido de Napster!!!»

Y tiene razón, ningún artista ha salido del más célebre sitio deintercambio de música en línea... ¡El artista es Napster! El nuevoparadigma nacido de la red electrónica machaca la economía del ocioy suscita vivas polémicas en torno a la cuestión de los derechos deautor, hasta el punto de volver reaccionarias a sus más significadasempresas. Parecen crisparse ante un modelo ya superado, rechazandola inefable pero ineluctable transformación que acarrea la revoluciónnumérica. Napster es una visión del arte, no un modelo económico.Los que quieren convencernos de lo contrario han perdido, porqueun émulo de Napster que quiera pertenecer a tal categoría pero al quehaya que pagar no seduce a nadie.

Por definición, el artista es un donante, no un intermediario. Puedeser un sabio loco en los estudios del GRM de la «Maison de la Radio»en 1948, o un hippie enjuto observando su teléfono, como FrankZappa, niño perteneciente al rock disidente, guitarrista inspirado en eljazz de Eric Dolphy y ocasional compañero de ruta de Pierre Boulez.En 1980 vio el futuro en una conversación telefónica...

PostfacioOda a la transición: canción del cuerpo eléctrico

1 «Net Plus Ultra», todos los miércoles a las 17 h. En France Culture.

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En el último capítulo de su autobiografía describe algunos de sus fraca-sos profesionales. En particular, la «propuesta de un sistema destinado areemplazar el mercado del disco fonográfico» remitido al «RothschildVenture Capital» «en un momento en que los CDs todavía no habían apa-recido en el mercado», cuenta Zappa.

Veamos un extracto de su proyecto: «Proponemos comprar los dere-chos de reproducción numérica DE LAS MEJORES OBRAS de los fondoscatalográficos (OFC) que languidecen sin venderse en las casas discográfi-cas, centralizarlas en un servidor, luego conectarlas por teléfono o porcable directamente al magnetófono del ordenador. El usuario podría ele-gir entre una transferencia numérica directa en F-1 (el DAT de SONY), enBeta Hi-Fi, o en cualquier otro soporte analógico común». Frank Zappaprecisa que su sistema requiere la instalación de un «convertidor numé-rico-analógico en el teléfono», también llamado «módem». ¿Cómo nover en el de Zappa un sistema de telecarga semejante al de Napster?

Zappa contempla incluso un sistema de retribución. Añade que «eldescuento del pago de royalties, la facturación por compra, etc., estarí-an automáticamente asegurados por la propia gestión informática delsistema. El cliente se abona a una ‘familia temática’ o a varias y se le fac-tura mensualmente».

Como sabemos, el proyecto de Zappa no fue comprendido por laindustria del disco. Tampoco fue escuchado Karlheinz Brandenburg,investigador alemán a cuenta de «Thomson», de quien se rieron en suspropias narices cuando en 1988 se desgañitó intentando demostrar asus jefes que la compresión numérica revolucionaría la distribuciónmusical. Brandenburg y su equipo acababan de inventar el MP3.

¡1988! Año asombrosamente simbólico. Los fabricantes de house eli-gieron el underground y sus redes paralelas de distribución. Los sabios(¿locos?) eran ridiculizados por las dinastías económicas . El sabio y elDJ comparten, pues —y, a menudo, inconscientemente—, la mismaactitud; pero a veces el cruce es voluntario, como en el caso de los pro-ductores de «Irdial Records», que hacen estragos en Londres a partir de1986. Las composiciones acid-house de este sello son luminosas; incor-poran a África y el jazz en un claro avance de lo que llegará y se sirvenpara ello de emisoras piratas y de los códigos de espionaje propios de laGuerra Fría para aderezarlo todo. Ahora bien, «Irdial» no es conocido.¡No, ciertamente! ¿Por qué? Este sello sólo edita cien ejemplares de cadauno de sus maxis. Cien, ni uno más ni uno menos. Y son puestos a la

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venta únicamente en la tienda culta del techno internacional:«Hardwax», en Berlín. En cambio, «Irdial» es un apasionado de la Redque anima la copia y la libre circulación de sus obras, llegando inclusoa copiar gratuitamente títulos de su catálogo para los aficionados quele envían CDs vírgenes con ese propósito. La página web de «Irdial»comienza con una cita de Richard Stallman —gurú del softwarelibre— y, en 1999, cuando Napster aparece, todos los agitadores londi-nenses se manifiestan, naturalmente, a su favor.

No hay duda: Zappa e «Irdial» componen una Oda a la Transición.La música no pertenece a nadie. La creación no es más que un flujopor los cables del teléfono, del módem, del ordenador. En este senti-do, el más comprometido discurso de la electrónica no es diferentedel de la economía dominante, que, ahora sí, también comprendeque disponer de esos cables sirve para distribuir su mercancía. MadMike, el underground resistente, nos lo recuerda en su sello«Submerge» en el corazón del gueto de Detroit: «Nuestra arma no esel disco, no es la música. Es el fax, es Internet».

El estatus de Donante recuperado por el creador significa una sub-versión que desprecia géneros y sectas. No se trata ahora de hacer cantaral ordenador; es el ordenador mismo el que canta, socializa la praxis, ladestruye y la reconstruye. Ha concluido la visión electro-humanista deKraftwerk salmodiando We are the Robot. Bienvenidos al corpus fundi-do en transacciones electrónicas. I sing the body electric declaró un díaPhilip K. Dick. Las premoniciones del más agudo de los autores deciencia ficción salido de la contracultura estadounidense no respondena un rasgo de estilo. Cantando el cuerpo eléctrico, encarnándose en élcomo un simple trovador constitutivo de ese cuerpo, Philip K. Dick norenuncia a su papel de artista, sino que lo sitúa en perspectiva, enunión casi espiritual con la energía de aquel corpus, y así lo sugieren lasúltimas novelas místicas y sibilinas del autor.

Nos cuidaremos muy mucho de redactar aquí una conclusión dog-mática. Sólo subrayaremos que la metafísica de ayer se ha convertidohoy en metaelectrónica. Se extiende más allá de cualquier sistema omorfología. Seguramente corre el riesgo de inventarlos de nuevo; peoraún, tiende a nivelar la memoria, a allanarla hasta convertirla en sim-ple carburante y, de hecho, en energía negociable. El cuerpo eléctricoserá entonces ese golem postmoderno, cyborg devorador del recuerdo...En resumen, una verdadera máquina de la no-trascendencia.

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El peligro existe. Ya ha comenzado su trabajo de excavación sobrebuen número de mecánicas culturales. Frente a esto, el MinistroKyrou representa a un distinguido trovador de ese cuerpo eléctrico.Todos nosotros que, con él, hemos perfilado los territorios de TechnoRebelle, hemos dispuesto de memoria y le hemos obligado a irse porla tangente. El ejercicio es saludable, pues también el cuerpo eléctri-co necesita desperezarse.

Jean-Philippe Renoult

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Introducción a los apéndices

¿Los apéndices? Excrecencias en tanto que anexos. Al final, después delloco crecimiento que ha sufrido este librejo a lo largo del tiempo, sólohe anotado tres. El primero y el tercero proceden de los ArchéoMix apa-recidos en la revista Coda entre el otoño de 1997 y el otoño de 1998.He seleccionado el primero porque se sitúa por encima del libro:homenaje al ritmo primigenio, a los Pigmeos, a África. Y he conserva-do el tercero porque navega por otro tiempo, celebrando a John LeeHooker y a dos figuras del rock sin paralelo: Robert Wyatt y MarkHollis. Entre ambos, un artículo cuya proximidad y estilo anticiparonmi prosa en Techno Rebelle: «Brian Eno, mi amigo virtual», aparecidoen el mensual Crash, y en el que expreso mi admiración por el perso-naje Eno, por su subversión, tan personal para mí...

A continuación, tres miradas sobre el ritmo primigenio, Brian Enoy el blues sin los cuales yo no sería más que un pepino sordo-mudo.

Apéndices

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Apéndice 1. ArchéoMix de CodaEl hombre prehistórico, el ritmo primigenio, Mayday, los Pigmeos,Carl Craig, los galeotes negros, Moodyman, emoción, emoción y yo

Buscando la música del hombre prehistórico, comprobé que los silbidos, las carra-cas, los bastones de mando, los huesos, las esquilas estaban entre los más antiguosinstrumentos del mundo. Las voces de esos viejos instrumentos poblaban missueños y se mezclaban con los sonidos de la naturaleza; resonaban y despertabanuna memoria muy anterior a la palabra, pero no anterior al canto. Algo de inme-morial y de irresistible se expresaba de nuevo utilizando el lenguaje del ritmo paraadvertir a nuestra especie que había alcanzado un límite. Que para sobrevivirdebía cambiar. Cambiar de ritmo. Cambiar de ritmos y bailar.

Derrick May podría haber firmado este texto. Hubiera podido tradu-cir mediante tales imágenes oníricas la paradoja del techno-soul, suinmersión en el trabajo en cadena del Detroit industrial para encontrarla pulsación esencial de la música.

El regreso, mediante las máquinas, al ritmo primigenio.

Esta afirmación no es de Derrick May, sino de Mickey Hart, quefue percusionista de Grateful Dead antes de dedicar su vida a la bús-queda de los ritmos del planeta; a experimentar con los golpes acústi-cos y con las caricias electrónicas; a viajar como músico junto al indúZakir Hussain (príncipe de las «tablas») o con el brasileño AirtoMoreira, llegado de los territorios jazz-funk e inventor de descabelladaspercusiones en las que madera y metal se funden. At The Edge, álbumsublime aparecido en 1990, suena como una fabulosa danza de electró-nica acústica. Ambiente llegado del origen de los tiempos.

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El primogénito emergió de un barro original al ritmo de su propio corazón.Así conoció el hombre el verdadero ritmo desde su comienzo. Después apren-dió a servirse del ritmo para cantar, y algunos descubrieron así el verdaderopoder del sonido: la magia del contacto espiritual.

Este «Canto de los Orígenes» de los indios de Dakota pudo ser transcritoen el libro de Mickey Hart dedicado al ritmo. Pero será en uno de losmaxis de Derrick May —The Beginning— donde aparezca como exergo.

¿Puede ilustrarse mejor que con estas citas la imbecilidad de lacarrera de la originalidad para ser original? ¿Y la estupidez de esos quese extasían con el último gadget tecnoide y con el cacareo de la moda?Hundir la abnea en el inmenso océano de vanidad de la actualidadmusical sólo tendría sentido a condición de buscar entre mil piedrasirrelevantes la perla rara, el milagro que sabrá reinventar las primerasintuiciones de la música. Encontrar bajo incongruentes formas el ritmodel hombre prehistórico.

Mickey Hart y Derrick May, por encima de los instrumentos,hablan de espíritu.

Quien sepa entenderlos sabrá escuchar la música de los pigme-os Ba-Benzelé, tan extraños, sin embargo, a nuestros tímpanos deoccidentales confusos.

Sorprende el fragmento vocal más que percutante al final del álbumde Carl Craig More Songs About Food And Revolutionary Art. No es unsample; es una voz de mujer entre indú y africana, la seducción de losmaestros sufíes y las polifonías pigmeas. El techno-soul y el drum’n bassproceden de éstas. Los imagino en sueños, en el corazón mismo de loscantos, danzas y rituales de caza ancestrales de los pigmeos Ba-Benzelé,nómadas de las selvas ecuatoriales del África Occidental: los extraños sil-bidos responden a vocalismos profundos mientras que las multicolorespolifonías se mezclan con los obsesivos torbellinos de las percusiones;machos, hembras y crías hechos de madera y de piel de antílope. Para lospueblos de África los sonidos nacidos de esos congos son voces de ultra-mundo; invocan el alma de los elefantes y la memoria de los ancianos.

«Aunque haga beats, melodías o arreglos de toda clase, al final loque queda es blues...», nos confiesa Carl Craig haciéndose eco de esoscantos y de esos ritmos venidos de las fuentes mismas de la música.

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Moodyman, hombre de Detroit, reivindica también la herencia delblues; de esa cultura black en la que se cruzan los ecos metafóricos delos pigmeos y la triste herencia del esclavismo, el loco anhelo de lasdancefloor y la memoria de un abuelo pianista de jazz cuyo instrumen-to samplea una música olvidada. El house de Moodyman hinca sus raí-ces en los lamentos del gospel, en la desesperanza henchida de groove delpueblo afroamericano.

Esa desesperanza lacerante, ese blues rasgado de emoción es el queexplosiona y nos deja atónitos en la serie de álbumes Prison Songs, gra-bado por Alain Lomax en la «Parchman Farm» entre 1947 y 1948. Kickalucinante: a cada golpe de la azada de los esclavos sobre las piedras osobre la tierra de la plantación encerrada en la prisión, responde unaestrofa de desdicha magnífica en un groove sideral, una historia de sole-dad, de drogadicción o de extendido racismo. En ella se unen el bluesurbano y el ritmo aborigen; vibran ya los más profundos sentimientosdel rap y del soul, pero también del house y del techno. Los más crudos.Como la injusticia: desnudos.

Discos

—Mickey Hart, At The Edge, Rykodisc

—Derrick May, Innovator, Transmat/R&S

—Carl Craig, More Songs About Food And Revolutionary Art, Planete

—Africa, The Ba-Bezelé Pygmies, Anthology of World Music, Rounder

—Moodyman, Mahogany Brown, Peacefrog Records

—Prison Songs, Historical Recording From Parchman Farm, 1947-48.Volume one: Murderous Home, The Alain Lomax Collection/Rounder

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Apéndice 2. Declaración de amor crítico (Crash, febrero-mmarzo de 1999)Brian Eno, mi amigo virtual

Brian Eno no es un gran hombre, ni siquiera una estrella del rock’n rollo un intelectual adulado por las masas. Es sólo un transeúnte notable.

Brian Eno es un artista que desafía a los artistas; un cazador de aza-res; el lado humano de la máquina; un músico sin códigos sobre losque reflexionar; un pintor de sonidos; un investigador de texturassonoras y visuales; un soñador de África; el productor de U2, de DavidBowie y de Talking Heads; un cocinero emérito; un muy honorablepadre de familia; el único pensador adaptado a la era cybertecnoide; elteclista afeminado del primer Roxy Music; un seductor de mujeres; elprogenitor de la música ambient; heredero de Jonathan Swift y deMarcel Duchamp y es también nada de todo esto...

De Brian Eno se puede decir todo, pues jamás se reduce a una únicafisonomía. Hay que amarlo por convicción y no por lo que representa.Por lo que en nosotros suscita: a mover suavemente los pies mientrasnos araña las neuronas. Amarlo con un amor crítico, por nuestro pro-pio genio y no por el suyo, aunque sea inmenso.

En mi plato giraba en 1977 Before And After Science. Y, mientras elvinilo rotaba a 33, yo hundía mi cabeza en Ubik. De vez en cuando, melevantaba y colocaba el pick-up en posición bamboleante: cara 1, playa2, historia de mecedoras basculando sobre bailes de teclados, sobre rit-mos metrónicos y sobre los torrentes de palabras de Backwater. ¡Quétema tan fabuloso! Después de incontables audiciones, todavía hoy me

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muerde la cabeza y me hace bailar. El beat y la melodía; pero tambiénla estética. Apreciaba en Eno los estribillos pop y los juegos dadá; a losBeatles y sus derivaciones psicodélicas a la vez que a Picabia y su tras-vestismo léxico y formal; la gozosa estupidez del candor adolescentetanto como la jubilosa inteligencia de las vanguardias históricas.Apreciaba y aprecio todavía en el entrometido dandy esa mínima dosisde locura que transforma las cosas bonitas en drogas diabólicas. Del her-videro verbal de Backwater sólo lograba percibir expresiones en «ic», «edgeof time» e improbables «licuaciones» que se devoraban unas a otras; peroel pop inoico y esos sucedáneos semánticos me bastaban para construirmentalmente mundos inimaginablemente ornamentados sin necesidadde acudir a pequeñas píldoras mágicas de gloubiboulga.1

Resulta extraño cómo se sienten las afinidades, los lazos intuitivos(reales o imaginados, visibles o no) con los artistas que contribuyen adar forma a nuestra identidad... En 1977 Genesis y Pink Floyd comen-zaban a aburrirme; sin embargo, erré al enhebrar el alambre punk. Detal manera que, un año más tarde, quedaban en mi cazuela musicalBowie, Can, Kraftwerk y... Brian Eno. Francamente, pasar de estoscuatro bandidos a los XTC, DAF, Cabaret Voltaire y otros Talking Headsvenía a ser una sinecura para mí. Finales de 1978; cuando, después deentre cinco y diez audiciones, leí los créditos de la compilación No NewYork dedicada al underground neoyorquino, o los de More Songs AboutBuildings And Food de Talking Heads, constaté —absorto— la presen-cia de mi amigo virtual Brian Eno como productor de esas rodajas devinilo... Brian Eno, productor genial, demencial descubridor detalentos. Pero el lazo cerebral entre el espectador activo y el creadorpolifacético se delinea a menudo con tinta invisible. En 1991, pocoantes de la agresión de los ultra cretinos nacionalistas serbios (ya enhablillas con los croatas) contra Bosnia, viajé a Belgrado a realizar unreportaje sobre los pacifistas serbios —ultraminoritarios. Fue en suDiario de 1995 donde descubrí más tarde la pasión de Eno por lageopolítica de los Balcanes...

Todavía más misterio: cuando me zambullí en los espejismos poéti-co-científicos de la vida artificial en los laboratorios del «MIT» de Bostony del «Santa Fe Institute», no imaginaba al dandy ambient a mi lado...Así, pues, Eno adora esas nuevas ciencias tan propicias para despertar los

1 Cifr. nota 7 de Pista 1

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imaginarios materialistas. En una carta a dos tipos del «Santa FeInstitute», sueña con una música «viva», autogenerándose por mediode su código genético y su evolución hasta alcanzar la condición deescuela, mientras los oyentes forman el verdadero medio natural de esamúsica de otro espacio-tiempo...

Desde hace algunos décadas las identidades se borran. Antes de ayerel hijo del carpintero sabía que sería carpintero. El horizonte termina-ba en el pueblo, el barrio o la región. Las referencias se llamaban Papá,Mamá, Dios, el señor Alcalde y, como mucho, el señor Presidente. Másaún: ese alcalde y ese presidente eran vistos a distancia. A partir de esemomento, las referencias se multiplicaron, pasando del pueblo almundo entero; se multiplican y, por consiguiente, desaparecen.Imaginad lo que sigue: conocéis dos libros de entre diez en una biblio-teca. Resulta fácil elegir de entre ellos uno nuevo, ¿no? Ahora situáosfrente a una pared donde hay cien libritos que en seguida se convier-ten en mil, diez mil obras... Ya no disponéis de una ayuda eficaz paraelegir. Los dos libros que habéis leído os parecen insignificantes y osperdéis en una inmensidad de nuevas posibilidades de elección.

Os negáis a nadar en un océano de canales de comunicación. Oregresáis a la piscina, a la reconfortante bañera familiar, o a la charcanacional. Os resultará, sin embargo, muy cómodo seguir un curso denatación, o evadiros en un salvavidas de otro estilo, sin bandera niPapa... Éste es más o menos el camino que describe la obra de BrianEno. Un camino sin dioses, cuyos hitos serían colocados por los propioshombres y en cuya meta se encuentra el más libérrimo imaginario.Inmanente, no trascendente. El Brian Eno que yo me he construido —que no se parece a ningún otro y sin duda muy poco al verdadero— esuno de mis salvavidas en el océano del mundo, de las ideas, de la músi-ca... Una referencia incierta, imperfecta, atea, irónica, que no pesa enmi conciencia y que puedo desechar en cualquier momento según loque me ofrezca.

En Nova Mag de diciembre de 1998, Jean-François Bizot apos-trofa a Brian Eno, lo tutea y lo maltrata en primera persona, comoun viejo amigo de carácter huraño. «Te quiero mucho, y no es coña;no me enfadaré, pero quédate con tu libro... Te muestras en él dema-siado seguro de ser considerado una gran figura. Demasiado, porquelos reconocimientos mundanos anulan lo mejor que hay en ti. Tulado viajero, explorador, apenas sobrevive. Te conocí más bajo, más

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flaco, más humilde». Lo censura en un diálogo puramente ficticio apropósito de su Diario. Irrespetuoso saludable muy poco común ennuestra prensa tornadiza...

En un sentido, Bizot no se equivoca al sacudir a su colega Eno. Aprincipios de la década de 1970 Bizot resucitaba a Actuel, convirtién-dolo en un mensual alternativo alocado y punzante, mientras Enosacudía su melena sobre los teclados de Roxy Music. Ambos cazadoresde innovaciones vivían en universos paralelos que a veces se cruzaban.

Pero, cuando Bizot, para justificar su ataque, señala que «las mejo-res ideas del libro se encuentran en los apéndices, a partir de la página353», se equivoca de vasos comunicantes y sus palabras me arrojan a larebelión internacionalista. ¿No habrá leído el Diario de Eno sólo conla cabeza, sólo mentalmente?

En el momento de redactar sus divagaciones culinarias, sus humo-res lunares y sus bufidos mundanos, Brian Eno ignoraba que fueran apublicarse. No escribe. Se divierte. Escupe en la sopa y se regala la cabe-za con las mundanidades que Bizot le reprocha. Detalle significativo: apartir de diciembre, las frases de Eno se alargan, su pensamiento bailala samba con menor alegría y su dictado mental pierde su telegráficaingenuidad. En esta época Eno ya sabe que publicará su Diario. Y esteDiario se convertirá en libro...

El error de Jean-François Bizot y de otros críticos menos astutos estomar ese Diario por un libro —como el propio Eno en sus notas fina-les— olvidando que se trata además de la broma de un amigo virtualtan brillante como vacía y tan útil como fútil... «¡No toméis en serio miDiario!», parece gritarnos en sus petulantes apéndices. ¡Ah! ¡Esos apén-dices! Textos luminosos, llenos de pujantes ideas, pero que adquierentodo su sentido y su no-sentido después de comer un ajo para pedersey dejar los zurullos flotando el el water...

¿Habéis probado a tender la ropa por la mañana y despertaros conLa Mer de Debussy? Fracaso seguro. Y por la noche, tras un día deensordecedoras conversaciones y de fastidio, ¿pensáis que me pongo aescuchar a Black Sabbath o a Throbbing Gristle?

Una música para cada estado de ánimo. Para dormir, me gusta des-lizar Apollo o The Plateaux Of Mirrors en la boca, sin sonreír, como uncomedor de galletas láser. Nada de calor excesivo tras un frío inclemen-te; nada de temas sónicos a continuación de un paisaje pastoril. Sólo

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notas delicadamente colocadas que parecen efluvios de un perfume;que se instalan suavemente en la habitación... antes de que mi espírituvuele a otro lugar.

Calmadas las neuronas por la música ambient del doctor Eno, micuerpo adormecido se prepara para cambiar de dimensión. Pues, comoél mismo escribe en su antibiblia como apasionado defensor de las cien-cias cognitivas, «cuerpo y espíritu en sentido amplio»... Si el cuerposueña, es que la música ambient tiene un cuerpo. Es orgánica. Más afri-cana que europea. Se define funcional, como «la llamada de caza» o «ladanza del elefante» de los pigmeos Aka de Centroáfrica. Se inscribe enla vida cotidiana, como los cantos de los «Locos», músicos errantes deBengala. ¿Que la música ambient procede de máquinas sofisticadas y node viejas locomotoras de madera? ¿Qué importancia tiene? Por la fuer-za de sus texturas esa música de sutiles variaciones adapta su piel a luga-res y gentes que la prefieren frente al new age, al Yanni o al muzak de lossupermercados, concebidos para los analfabetos oídos occidentales.

¿Por qué la Gran Música debe estar reservada a los pingüinos noc-turnos, encorbatados para ser mejor dirigidos con la batuta en el engo-lado anfiteatro de la música clásica? ¿Según qué criterio burgués unamúsica funcional no puede ser una gran música sin mayúsculas?

A Brian Eno no le gustan nada los artistas con A mayúscula. Losque se llenan la boca con su pertenencia a la casta de los elegidos porel Arte, orgullosos de su ombligo y permanentes admiradores delombligo de sus iguales en pedanteridiotez. Los que se ríen del público.

En ocasiones Brian Eno se deja pinchar por los hombres-sedantesde ese clan del Arte. Ha escrito incluso un folletín sobre este asunto ensu Diario, en su apendicitis aguda, gruñendo página tras página contraaquel momento de debilidad en que aceptó pronunciar una alocucióndurante la entrega del premio «Turner». ¿Paradoja mundana a su pesar?Al dandy ambient le gusta escarbar en la música contemporánea enbusca de ideas y de gestos desconocidos, pero cree en la relación másque en la obra... Relación que se establece entre el acto y su entorno, y,sobre todo, entre el autor y el verdadero espectador que en cada mira-da recrea la cosa artística según su propio delirio...

Brian Eno es un notable transmisor, un puente entre mundos diver-sos. Entre pop y vanguardia, entre cielo y tierra, entre los pies y la cabe-za, entre él y los otros. Brian Eno es un disidente; un traidor.

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Traidor al arte burgués cuyas escuelas frecuentó. Traidor como IrminSchmidt y Holger Czukay, alimentados por Stokhausen y por el bibe-rón contemporáneo antes de crear Can a finales de la década de 1960.Traidor como Ralf Hütter y Florian Schneider de Kraftwerk, salidos dela muy respetable «Kunstakademie» de Düsseldorf. Traidor como suamigo John Cale, sofisticado mecánico de la Velvet Underground.

Junto a los demoledores efectos de un Phil Spector y a las piraterí-as dub de un King Tubby en Jamaica, esos magníficos traidores convir-tieron el rock en un territorio de aventuras y abrieron el camino alhidrotechno. Estos nuevos maestros del collage rubrican la venganza delmanipulador de sonidos sobre el compositor, introducen en el pop lamúsica concreta, a Varèse en sus guitarras y a Picabia en sus ecos. Porsimple cuestión de coherencia, tales disidencias parecían obvias para elprovocador artístico inspirado en el espíritu y no en la letra de MarcelDuchamp y otros delirioiconoclastas del Dadá postbélico, del primersurrealismo, de la Internacional Letrista, de los situacionistas pre-68 yde los electrones libres de todas las épocas.

¿Dónde anidaba entonces a finales de los sesenta la herejía cultural? ¿EnBoulez o en los Rolling Stones, que hacían cagar a la burguesía? ¿En Picassoo en Jimmi Hendrix, que molestaba a padres, profesores, maestros y otrosvigilantes de la ortodoxia? Escuchando I’m The Walrus de los Beatles fuecuando Holger Czukay (excelente bricolador de tendencia dadá que crea-rá el primer grupo post-rock con Can) decidió dejar a la madre contempo-ránea, por la hija pop que entonces enloquecía sobre los raíles de la loco-motora psicodélica. La historia no nos dice cómo Brian Eno llegó a ser elhombre-mujer de sabios glu-glús de teclado en Roxy Music... Por el con-trario, sí cuenta el arte extraordinariamente contemporáneo de un compo-sitor que quiere ser pintor sonoro antes que escritor de partituras; impro-visador de notas hondamente suspiradas antes que verdugo de ejecucionesdebidamente prediseñadas. Más techno que clásico, en definitiva...

A veces imagino la subversión, la radicalidad crítica, el arte de des-nudar a las instituciones, de roer el buen gusto y de contaminar comoun virus los convencionalismos. Como un virus auténtico que cambiade entorno, de forma, de color o de densidad según la edad y sin extin-guirse. Indestructible.

A finales de la década de 1960 la epidemia se extendía por el poppsicodélico, luego invadía el krautrock, cuando la música contemporá-nea sólo provocaba a los ancestros neandertales, dejando a los demás en

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un estado de indiferencia teñido de ignorancia. Diez años más tarde, elvirus se llamaba punk y se convertirá en house gracias a los home studios.Hoy tengo la impresión de que el virus remite (menos eficaz, pero másextendido que nunca) a los saltimbanquis de Interred y a los bailes elec-trónicos de Maurizio, hasta —oculto y más raro todavía— en el senode algunos laboratorios científicos, templos ayer de la castrante Razón.

¿Es Brian Eno todavía portador del virus de la revolución estética?Octubre de 1990: el dandy ambient es invitado a dar una conferenciaen el Museo de Arte Moderno de Nueva York como contrapunto de unaexposición High Art-Low Art donde figuraba el famoso urinario deMarcel Duchamp. Fase 1. El invitado inventa una sofisticada estrata-gema urinaria para mear sobre la obra pese a estar protegida por uncristal y al cuidado de un vigilante. Fase 2. basa su discurso en estaacción, mostrando la orina desde todas sus perspectivas... Este BrianEno jamás vestirá la sotana de los frailes del Valium artístico. Los gran-des artistas buscarán su compañía. Tanto que podrá hacer firmar aDamien Hirst un simulacro de sus obras por gozar simplemente de esegesto alteregoísta, con lo que el desafío quedaba de nuevo a salvo.

Cuando los imbéciles verborréicos proclamaban que hacían arte,Eno se dedicaba a preparar nuevas trampas para los espectadores acto-res: en el centro de sus instalaciones siempre reservaba un lugar para lasorpresa. Un lugar de azar. Por ejemplo, esculpe vídeos y cincela unamúsica de ondas desnudas a partir de cuatro o seis fuentes sonoras ovisuales, de manera que nunca se ven ni escuchan los mismos ambien-tes. Más aún: estoy seguro de que mi amigo virtual permitiría piratearlos programas de sus construcciones ambient. Está por ver.

Si no fuera un subversivo, el cazador de azares Eno merecería almenos este calificativo: «oblicuo», término procedente de las«Estrategias oblicuas» inventadas junto al pintor Peter Schmidt al finalde la década de 1970. Una especie de Yi King ateo: consiste en tomaruna frase asemántica y paradójica que ha de ser seleccionada cuandocomienza a bullir la empanada creativa.

Hoy Eno ya no participa tan abiertamente de la epidemia de unarebelión estética como la del glam-rock de sus comienzos; o como la deKLF cuando el house estalló en Inglaterra con la rave en los años ochen-ta... Produce a sus amigos, ya sean figuras consagradas o espléndidosdesconocidos, e invierte montones de dólares ayudando a dar a luzalgún lingote, algún diente de ajo o alguna «mierda» rockera. El poeta

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del pragmatismo sólo profundiza ahora en sus placeres personales ysurfea a distancia sobre su propia celebridad, clavándose alfileres decinismo filosófico. Individualista, imponiéndose sólo sus propias nor-mas, conserva permanentemente el virus rebelde en el corazón de susgenes intelectuales. Con todo, siendo su simple portador sano, es unode los que me ha contagiado. Estoy sin duda a punto de imaginar a mipropio Brian Eno; a punto de construirme un personaje a partir de misrecuerdos y de la lectura imperfecta de su Diario. Pero este individuoperezosamente subversivo, que me sirve de salvavidas libertario, tienetanta realidad concreta como la de ese orador mundano que los hom-bres-sedantes del arte contemporáneo sueñan hacer suya para ambien-tar la concesión de sus abstrusos premios. A cada uno su Eno.

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Apéndice 3. ArchéoMix de CodaRetratos de rockeros antirock y de technoides antitechno comocazadores de emociones

Cuando John Lee Hooker sube al escenario, acompañado sólo de suguitarra y canta con su voz de ultratumba, el público se estremece.Desentona con la voz y con la guitarra; pero sus rasgueos y sus falsetesponen los pelos de punta. El bluesman transpira África y recuerda a loshechiceros de la tribu y a los esclavos negros de los que es digno des-cendiente y eterno portavoz. Si su música remueve la memoria deléxtasis en bucles hipnóticos, su voz es una brutal picadura de emoción.¿Puede el techno transmitir tales sentimientos? ¿Se podría imaginar a unhijo espiritual de Lee Hooker insuflando su desgarradora pasión, conlos ojos sumergidos en las entrañas de un sintetizador y las manos —locas de inspiración— sobre los giradiscos? ¿Un bluesman DJ? Algunoslloran cuando escuchan Hey Jude de los Beatles o Suzanne de LeonardCohen. Es difícil, en cambio, llorar con Laurent Garnier. El technosería frío donde el rock sea cálido. Cierto. Entre los gestos de MickJagger y los crujidos vocales de John Lee Hooker no hay un abismo. Encuanto a las payasadas de Elton John o de Oasis, sólo hacen llorar a loslocutores de programas musicales, demasiado dubitativos como paraabandonar inmediatamente su micrófono.

Olvidad el pop y el jazz, el soul, el techno y la música clásica. Prestadatención al saxo de John Coltrane, a la estética quebrada de RobertWyatt, al blues sintético de Carl Craig y a la fragilidad ronca de OtisRedding. La emoción no sabe de geografías; trasciende los géneros y

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pasa a través de artistas tocados por una gracia efímera; a través de his-torias escritas sobre cuerpos vivos, cuerpos torturados como el deRobert Wyatt, quien, el 1 de junio de 1973, cae desde la ventana de uncuarto piso y queda parapléjico de las piernas. Este artista iconoclastadaba vueltas en su cabeza al proyecto Rock Bottom desde su estancia enVenecia durante el invierno de 1972. Dos años y un accidente mástarde aparece el álbum. Punzante, rock marciano teñido de jazz, melan-cólico y experimental. Álbum de salvaje poesía en el que la voz vibrantese rompe entre texturas instrumentales como ingenuas alas contra rocasaceradas. La emoción imagina una voz (en sentido propio y figurado).Una personalidad; así lo hace Leila. Este exteclista de Björk interpretaruidos y desplazamientos, bellas sedaciones y experimentaciones soul,rarezas pop y resonancias criptosinfónicas. Su álbum Like Weather noalcanza la altura de Rock Bottom, pero traza un camino en la escena tec-noide y por momentos libera hermosas emociones sonoras y vocales.

Como Rock Bottom, Like Weather desconfía de las fronteras ydemuestra a los puristas folk y rock que la aventura musical se mezclamagníficamente con los más profundos sentimientos... Sólo la libertadtotal de los sonidos y los sentidos puede, al margen de las modas, suscitaremoción. Lo mismo que el álbum de Mark Hollis, ex líder de TalkingHeads. Rasgada o punzante, la voz del artista comienza con un susurro.Se eleva. Luego desciende. Deja expresarse a un piano perdido, a una gui-tarra seca o a un tímido saxo inclinado hacia el free jazz... Manifiesto car-nal pleno de silencios y de variaciones de intensidad. Se tiene la impresiónde que delante del vocalista y de sus músicos en levitación se ha colocadoun simple micro y que uno asiste, solo, a un concierto singular...

«Ignoro si haré otro álbum —confiesa a la revista Vibrations. Estascosas llevan su tiempo. Por ejemplo, trabajo con mi guitarrista enWestard Bound durante seis meses, sin ninguna presión, por placer y nocon una meta definida. Luego llega ese momento en que me parece dis-poner de elementos suficientes para un álbum y, a partir de ahí, toda-vía serán necesarios dos años para completar la producción». Y conclu-ye: «es imperativo saber por qué se hace un disco y qué se quiere haceren él que no se haya hecho anteriormente». ¿Cuántos artistas del pla-neta techno pueden reivindicar esta máxima? ¿Cuántos tienen la sufi-ciente paciencia para profundizar en ellos mismos? Las grabacionesdel fuego fatuo Matthew Herbert se suceden una tras otra y jamás separecen entre sí. Si Mark Hollis persigue la fragilidad de un clarine-te y las respiraciones de un piano, Herbert hace crujir las neuronas de

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su sampler. Herbert —alias Dr. Rockit— creó puras sinfonías con rui-dos de platos, frotamientos de una bolsa de patatas fritas, los goteos deun teclado eléctrico. En Around The House, este raro encolador de soni-dos introduce la voz de la DJ californiana Dani Siciliano, que vocalizay dice tonterías, paladea zumo de invención y a menudo hace volarhasta el cielo de la emoción. Los estribillos de Herbert se aproximan aese continente imperfecto del estremecimiento auténtico. Menos pro-fundo que Wyatt y Hollis, pero irónico y parlanchín... Eso sin citar susconciertos (que valen su peso en oro), en los que Matthew Herbert setransforma en un Fred Astaire del ruido semántico y en un SalvadorDalí de la emoción burlesca.

Sorprendente, ¿no?

Discos

—John Lee Hooker, Alone, Tomato Records—Robert Wyatt, Rock Bottom, Virgin—Leila, Like Weather, Rephlex—Mark Hollis, Mark Hollis, Polydor—Matthew Herbert, Around The House, Phono Style/Emi

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Apéndice a la edición españolaSampleemos a la cerda

El sampling no es más que un breviario para artistas perezosos, pero es tam-bién una necesidad estética, social y política: el ejemplo, entre otros muchos, dela urgencia de una completa e imperativa transformación de los sonidos e imá-genes de la industria del ocio. De la misma manera que la autoproducción enInternet el arte del sampling debe ser testigo de la indispensable reapropiaciónde la «cultura», cuyos relevos han de llevarse a cabo tanto por el artista comopor el simple aficionado.

Future Sound of London,Coldcut, Amon Tobin, Avalanche, FatboySlim, 2manydjs y la infinita horda de bricoladores del hip-hop y delelectro utilizan una miríada de samples para componer sus paisajesmusicales. Tales artistas picotean, copian, roban sonidos e imágenes sinpagar cuota alguna a los dragones de la SACEM y otros coleccionistas dederechos. Roban en la calle, se sirven de la Red hasta saciarse, plagiana los medios de comunicación audiovisuales y se alimentan, porsupuesto, de una retahíla de discos en vinilo. Pinchan aquí una voz desirena o un break de batería; allá toman una publicación grotesca, larisa necia de un comentarista de fútbol o el gruñido de una cerda cor-tejada por el verraco. Vuelven irreconocibles —o poco menos— suslatrocinios. Fatboy Slim, sin embargo, es editado por «Sony Music»,mientras que Future Sound of London se distribuye a través de «Virgin»(dígase «EMI»). Pese a la paradoja, sus prácticas siguen siendo tan ilega-les como habitualmente difundidas, equivalentes a los clandestinos

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intercambios de música gratuita en la Red que actualmente provocanla ira de los jefes de las productoras discográficas. Pero estos abundan-tísimos samples, ¿son verdaderamente inmorales?

Gary Cobain, miembro de Future Sound of London, se describe a símismo como «un receptor permanente», recogiendo sonidos e imáge-nes en cada momento del día y de la noche. «Todo el mundo se con-vierte hoy en una especie de sampler —dice— a la manera del tipo arre-llanado frente a su televisor, zapeando sin parar y permitiendo a esaspequeñas rodajas de caos salidas de la pantalla invadir su espacio coti-diano». Lo que pasa es que a Cobain no le gusta permanecer pasivofrente al aparato. No soporta tragárselo todo sin comerse además lasuñas: engulle los billones de signos que lo asaltan, luego los digiere ylos regurgita en forma de collages abracadabrantes, alternando lo meló-dico con lo disonante; lo irrelevante con lo pulido. «Puedo perder unahora en mirar un programa de mierda en la tele —añade—, perointentaré hacer algo creativo con él. Idem si compro un disco putrefac-to por 20 dólares (...) Hay miles de samples en nuestro álbumes, loscuales jamás han sido declarados a las sociedades de autores. Un día talvez pierda por ello mi estudio o eche a perder mi carrera, pero estoyconvencido de mi trabajo. Es una especie de re-evaluación de todo loque se ha hecho hace algunos años, de todo lo que la sociedad y losmedias se han dejado quitar y que nosotros hemos reciclado. Por estarazón la música sampler es hoy la más eminentemente contemporánea.Sencillamente, porque refleja la manera de vivir de la gente».2

MMoozzaarrtt:: ¿¿eell pprriimmeerr sseemmiioonnaauuttaa??

En la Edad Media canciones populares como L’homme troué o Milleregrets servían de base para las misas, interpretadas y reinterpretadascon instrumentos (en cierto modo «sampleados» en acústico) sin queningún autor pudiera reclamar su propiedad. Un poco más tarde, en

2 Ambas citas proceden de una entrevista realizada por Jean-Yves Leloup a Future Sound ofLondon recogidas en el libro de Ariel Kyrou Techno-Rebelle. Un Siècle de musiques électroniques(Denoël, 2002) [edición en castellano, Techno Rebelde. Un siglo de músicas electrónicas, Traficantesde sueños, Madrid, 2006].

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1787, Mozart estrena su Don Juan en Praga: un pupurri —un remixavant la lettre— de acentos operísticos interpretados antes en la ciu-dad... El compositor los cita abierta e implícitamente y se divierte conel saqueo sin prevenir a sus víctimas, lanzando guiños al público. Estejuego forma parte de su creación y a nadie se le ocurre poner unademanda judicial a libertad semejante... Imitando a Bach, a los brujosafricanos, a los cantantes de blues o a nuestros abuelos bretones, Mozartse inspira siguiendo dos procedimientos: por un lado, incorpora, comosi escribiera entrecomillándolos, el tema o la canción original; por otro,mastica y digiere los manjares antiguos o actuales para expresarse mejory para acomodar los estereotipos de su tiempo a la salsa que está prepa-rando. La necesidad de reapropiación del artista no procede, pues, deFuture Sound of London o de Fatboy Slim. Tan viejo como la música,este proceso de deglución estética tan sólo cambia de dimensión, transfor-mándose en la rampa de una economía mundial, mediática y conectada.Ayer y antes de ayer era ya el propio artista quien buscaba los signos quedebían alimentar sus obras. Encontraba en el mundo las claves de susentido o de su no-sentido. Elegía sus propios símbolos. Después losdepuraba, esculpía o componía «citando» sus referencias sin el menorcomplejo de culpa. Hoy el artista no tiene necesidad de pescar sus sig-nos. El semionauta, según expresión de Nicolas Bourriaud,3 ya no ha decazarlos, sino que puede navegar entre los más sobresalientes. Su uni-verso, compuesto ayer de signos raros y caros, se ha desbordado hoypor una sobreabundancia de ellos, pareciéndose todos un poco, siendoen su mayoría accesibles y gratuitos. El artista debe componérselas conesta plétora, con esta superproducción de signos en forma de sonidos ypalabras, de anuncios y de imágenes en movimiento. Imposible volveratrás: el hombre honesto del XIX, que buscaba saberlo todo, leerlo todo,verlo y comprenderlo todo, murió hace mucho tiempo ahogado por eldiluvio inconcebible de datos multicolores y agitados, amenos o publi-citarios, tan insignificantes y oropélicos como cualquiera.

Semejante movimiento hacia la multiplicación de signos no debe-mos tomarlo a broma, pues esos signos se nos imponen con el objetivode colonizar nuestra conciencia. Son el enemigo en una guerra de espí-ritus en la que el Poder enseña su pertinaz voluntad de controlar nues-tros afectos, nuestras emociones, nuestros gustos y nuestros colores.

3 Nicolas Bourriaud, Postproduction (Les Presses du Réel, 2004).

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Con su lenguaje subliminal, el omnipresente signo nos dice: «Soy unamarca sexi, compradme». O todavía peor: «Mi canción, mi escenario,mi cobaya de reality show se os parecen, son como vosotros, son ‘voso-tros’»... Si no hubiera consentimiento de las víctimas, podríamoshablar de «violación»; de una violación mental, también global, y per-manente. Un crimen, por consiguiente; un crimen contra la concien-cia cuya arma filosófica Bernard Stiegler ha descrito con precisión:«Objetos temporales industriales que frecuentan nuestra vista y oído detal manera que somos incapaces de pensar en quiénes somos —y sisomos».4 Imágenes y caracteres de nada, mecánicas perfectas que, desdenuestra más tierna infancia, se infiltran en nosotros para impedirnosliberar nuestra memoria; incontables y auténticos desechos que el espí-ritu rechaza, esos desperdicios mediáticos o musicales a los que se refie-re Gary Cobain de Future Sound of London; restos de misiles que élrecicla para exorcizar tales perdurables contaminaciones.

Hablamos, en efecto, de libertad: samplear para sobrevivir a la pro-liferación de sonidos e imágenes numéricos. Cuando copio toda clasede imágenes y sonidos y los manipulo luego con fines exclusivamentepersonales, estoy creando una historia a partir de esos signos; me rea-propio de un mundo, mi mundo. Actúo exactamente igual que losembadurnadores del metro del movimiento Stopub, que rasgan o pin-tarrajean con trapos los carteles publicitarios. Salvajemente, sin refle-xionar, me libero de esa «miseria simbólica» que menciona Stiegler.Actúo, sin saberlo, como el músico canadiense John Oswald en 1989,transformando el Bad de Michael Jackson en Dab pinchado en sam-pling. Como él, distribuyendo gratuitamente el CD (diseñado sobre un«Bambi» funk al que se le añade un cuerpo de mujer desnuda), mecachondeo del dinero. Y, como Oswald, me arriesgo a ser demandadopor «Sony»... Tomo esos sonidos y esas imágenes que me invaden per-tenecientes a marcas conocidas o a figuras de la música, al ocio dirigi-do o a la actualidad del mundo. Los devoro; luego uso y abuso de ellospara apartar de mí su vacío espiritual. La alegoría de Cobain, ese«receptor permanente», demuestra la pertinencia y la impertinencia deese acto: digerir las píldoras culturales del capitalismo se revela comouna necesidad vital y además constituye un placer; en ello se cifra lasalud de nuestro ego.

4 Bernard Stiegler, Postproduction (Les Presses du Réel, 2004).

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NNoo pprrootteeccttiioonn,, nnoo pprriiccee,, nnoo ddiissttrriibbuuttiioonn:: ssóólloo mmúússiiccaa

Con la jeta vuelta hacia la fuente de la pasta fácil, la industria del ociono quiere ver la violencia que alimenta con sus porrazos de marketing.El intercambio «gratuito» de músicas y películas en los sitios peer to peerrepresenta la más frustrante muestra de esa violencia sorda e invisible,la respuesta irreflexiva del insecto primario al mamut brutal que loaplasta con su fuerza. Kazaa y su banda de desvergonzados businessmenno tienen nada de accidental: es precisamente una de las piezas suple-mentarias de ese lento proceso de desvalorización de la música, desdelas infames cajas de plástico de los CDs hasta las no menos insoporta-bles figuras de Star Ac’; desde las grabadoras «Philips» o «Sony» a lossucedáneos musicales de timbres telefónicos; de la publicidad televisi-va a los grifos de sopa «NRJ». A fuerza de tratar a los artistas como vul-gares yogures se corre el riesgo de recibir un alud de nata batida, salvoque la materia de ese postre que reciben en plena cara los culpables seade carácter virtual. Es cierto que la música ha perdido mucho en losúltimos diez años; si embargo, por un efecto bumerán, ha ido con elloconquistando hasta hoy la expectativa de una redistribución de losroles. Como si la invasión de los «productos culturales» produjera a suvuelta el nacimiento de nuevas escalas de valores no estrictamentefinancieros, sino estéticos, sociales o políticos.

Pero esta voluntad de liberarse de los espacios mercantiles no esnueva. El colectivo JukeBox, creado en 1996 por el compositor JérômeJoy, constituye una de las más atractivas ilustraciones de esa voluntadliberadora. Este «proyecto audio, libre, abierto, cooperativo y experi-mental»5 se considera a sí mismo una especie de juke-box futurista: unamáquina de audio de CD que se desplaza continuamente por el corazónmismo de una red de creadores con el fin de que sea alimentada con unacolección libre de obras originales. Desde David Grubbs a Lee Ranaldo(de Sonic Youth), pasando por John Oswald o Jean Dupuy (del grupoFluxus), unos seiscientos o setecientos artistas han nutrido ya ese soundsystem libertario que todavía estaba incrementándose en 2004 pormedio de un juego de pseudos y nombres imaginarios para dejar biensentada la superioridad de la actuación colectiva sobre la notoriedad

5 Véase el sitio y, el texto fundador del proyecto, en http://jukebox.thing.net/projet/textpresent.htm...

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individual. Un sitio al margen del mercado, encarnado en un objetomóvil, sin contables ni balances que presentar a la SACEM; una «zonalibre en un espacio en permanente barbecho; por una parte, las redes;por otra, los espacios públicos»: festivales u otros contextos para la viday para el arte. ¿Y la Red? La red actúa de lazo de unión entre todos losactores presentes y los que se adhieran al proyecto en el futuro paraconvertirse muy pronto en uno de sus soportes virtuales. El «ColectivoJukebox», cooperativa cultural, informal y móvil, es el espejo de unautopía social en germen por medio de Internet.

«Gracias a la Red, ya no es necesario esperar a que una hipotéticadiscográfica decida que es su música la que la gente quiere escuchar»,6

explica a Libération Jonathan Fischer, fundador de «Hippocamp»,netlabel de música electrónica. «No protection, no price, no TVA, no dis-tribution, just music» puede leerse en la Web de Optical Sound —otronetlabel mp3—. Telecarga gratuita: legal a más no poder. Es el artistael que cede su música; mediante su munífico gesto, limpia su arte detoda polución hipercapitalista: nada de cálculos de rentabilidad entrenosotros, parece decir. Música, música nada más: ésta es su premisa, esla de los netlabels y es la de proyectos como el colectivo JukeBox. No esque los artistas renuncien a recibir una compensación, sino que ésta sematerializará a posteriori: es decir, sólo si la música le gusta a quien laescucha; y la pagará, además, con arreglo a sus posibilidades económi-cas; o, de otro modo: pagando, previa solicitud expresa, una copia deesa música en CD grabable. En el contexto actual, semejante elecciónsupone de hecho correr el riesgo de obtener una rentabilidad nula y,además, obligarse a trabajar. Al menos, de momento, pues todos tienenla impresión de que el tiempo juega a su favor. Hacen la misma apues-ta que los internautas: un día u otro ellos mismos podrán invertir en elpuro placer de una audición auténtica. Paralelamente, el sello «Irdial» ponesus producciones a disposición de todos, gratuitamente, como una formade darse a conocer y «dejar circular la información», obteniendo dinero pormedio de otros productos derivados, música para radio, emisiones de tele-visión o películas como Vanilla Sky.7 Se inventan y se contrastan nuevasrelaciones económicas. Se descubre el verdadero significado del préstamo.

6 Marie Lechner, Quand la musique se donne, artículo aparecido en Libération (viernes 12 dediciembre de 2003).7 Para contrastar todos estos ejemplos, visítense algunos sitios Web como http://www.mono211.com.

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Se imaginan otros modelos financieros a partir de «propinas» o delpago postconsumo. Desaparece toda noción de estatus. Se eliminan losintermediarios entre el creador y los amantes de la música o se produ-cen intercambios entre sus más apasionados seguidores. Peven Everett,príncipe multinstrumentista que practica un soul depurado, pertenecea esta familia libre de soñadores erguidos y defensores de otra econo-mía de la música. Junto a un CD oficialmente distribuido —StudioConfessions— propone en la Web de su sello —«Dusty Groove»8—grabar él mismo para cada interesado los CD-R con la mayor parte desus títulos (por otra parte, inencontrables) y que cada uno pague direc-tamente al artista esos raros objetos presentados en embalaje cheap,fotocopiado, en una funda cortada con tijeras...

En la Red la música se difunde por afinidades electivas. Poco apoco, siguiendo el modelo que va del «bazar» caro al servidor libre y noel modelo de la «catedral» y sus potentados cools que son, ni más nimenos, que los «NRJ» o «MTV». La numeración generalizada de todo yno importa qué cosas baraja las cartas mezclando en un mismo magmade 0 y 1 al emisor y al receptor, al creador y al consumidor, la compo-sición y la audición en su laptop. De este modo, toma cuerpo un auténticoocéano de canciones mainstream usurpadas a la estrategia del mercadoconvencional que nadan sobre una red de millones de títulos inequívo-camente «gratuitos», y sin que a menudo se sepa el nombre de susautores para poder identificarlos; además, podemos samplearlos anuestro gusto. «Recibo correos electrónicos de personas que me soncompletamente desconocidas y que han incorporado a su trabajomúsicas o sonidos creados por mí» —explica Ram Samudrala en untexto acerca de lo que él llama «música libre». «También yo me sirvode ideas, de notas, de acordes y de sonidos procedentes de personasque yo sé que aprovechan lo que mi espíritu produce. Y así sucesiva-mente».9 La Red —selva numérica donde se cruzan bandidos honradosy bandidos forrados—, se convierte en el caldo de cultivo primordialde una (r)evolución, todavía por llegar, en la que se componen, des-componen y recomponen los valores de esos bienes materiales llama-dos músicas o imágenes.

8 http://www.dustygroove.com9 Cotejar los textos de la antología Libre enfants du savoir numérique reunidos por Florent Latrivey Olivier Blondeau en http://www.freescape.eu.org/eclat/index.html

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PPoorr uunn sseerrvviicciioo ppúúbblliiccoo ddee llaass mmúússiiccaass yy llaass iimmáággeenneess

¿Y mañana? Este inmenso trabajo de reapropiación de sonidos e imáge-nes que nos invade choca con los muros de los Derechos y de los intere-ses financieros. Nadie reprocha a AGF (especie de Laurie Anderson de laera de la Red) poner en escena palabras extraídas de correos electróni-cos o de mensajes virtuales, o picoteados aquí y allá en los enlaces; dela misma manera que Scanner captura fragmentos de debates en lasondas de la radio y luego los exhibe en sus mosaicos electrónicos sinarriesgarse a que la policía lo detenga. ¡Pero que se guarden tanto AGF

como Scanner de picar en alguna fuente de producción económica dela industria del cine o de la música!: se enfrentarán a una demandajudicial. Los «objetos temporales industriales» que nos han roído elcerebro ya no pertenecen al dominio público. El tema Come Togetherde los Beatles, capitalizado por la marca de telefonía móvil «Orange»pagando una pequeña fortuna, ha quedado en manos privadas. Nopodemos privarnos de él, pero él se nos escapa por completo, sin poderexigirle siquiera la más mínima contraprestación económica por sim-ple imperativo intelectual y estético. No podemos tocarlo, ni sample-arlo, ni modificarlo, ni digerirlo. DJ Danger Mouse sabe algo de estosasuntos: en febrero de 2004 su Grey Album (doble remix del BlackAlbum del rapero Jay-Z y del White Album de los propios Beatles) fueexcomulgado por los jueces y los abogados de la «EMI», propietaria delos derechos de los cuatro muchachos más famosos de Liverpool.10

¡Qué importa que el Grey Album de DJ Danger Mouse sea un acto gra-tuito, un regalo para los internautas! A los ojos de la Ley, la motivacióndel gesto artístico, comercial o no, interesado o crítico, carece deimportancia: ése es el quid de la cuestión... Estamos completamentedesnudos frente a la invasión de estos signos. Lo jurídico —ese tristelacayo de la rentabilidad— lo traslada a la estética y a la crítica social.

A la manera de un Liam Gillick cuando desvirtúa la marca «Coca-Cola»,11 el arte de los signos ocupa a veces los Museos durante el tiem-po que dura una saludable pero efímera instalación de arte contempo-ráneo. Con el Digital_Cinéma de Jérôme Duval y Jean-Yves Leloup, se

10 Véase, por ejemplo, http://www.illegal-art.org/audio/grey.html11 Cfr. nota 5 de estos apéndices.

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convierte incluso en espectáculo: su Space Love, expuesto el 14 demarzo de 2004 en el «Festival Némo» del «Forum de las Imágenes» enLes Halles y luego en el Palacio de Tokyo el 1 de abril, es una impro-visación live sobre una base escénica, versión erótica del tema de la con-quista espacial realizado mediante la ejecución de un original banco dedatos sonoros y visuales que sus autores habían elaborado previamen-te. Ambos artesanos ponen en acción músicas e imágenes desde sus con-solas, dirigiendo, entre maravillosos bugs, los encuentros de un mono dela NASA y Frank Sinatra, de un Travolta enfebrecido y un anunciode zumo de naranja, de un fragmento de L’Étoffe des héros y un pasajedel genérico Chapi Chapo, de una evocación de la serie Cosmos 1999 yvuelos de martillos sonoros de Boards of Canada. Ensamblan en direc-to más de cuatrocientas secuencias visuales y sonoras, tejiendo unextraño tapiz virtual inspirado en nuestros sueños y en nuestros recuer-dos de ficciones y actualidades espaciales. Un paso esencial hacia nues-tra salud mental colectiva. Pero un paso casi fuera de la ley, aceptablepara el Derecho en tanto que conferencia abastecida de múltiples citas.Así pues, la calidad de la obra (que no puede reivindicarse oficialmen-te) reposa justamente en la alucinante multiplicidad de préstamos quecontiene. ¡Imposible declarar todos esos samples sin perder el tiempo yla cabeza! Y paradoja de nuestra época: el carácter eminentemente con-temporáneo de Digital_Cinéma obliga a sus autores a emplear las mássutiles argucias, incluso a practicar una moderada piratería. Piensasentonces en grabarte un DVD de Digital_Cinéma: ¡qué pasada!

Piratas también, encoladores y desencoladores de signos contempo-ráneos, los dos estetas del grupo Coldcut ponen en práctica lo que máshace sufrir a los fabricantes de ilusiones: disponen sus archivos sonorosy visuales en acceso libre con el fin de que cada cual los coja y los mani-pule ejercitando el arte libre. Anticipan así una solución a esa necesi-dad de reapropiación de los signos que nos hastían: la creación de nue-vas formas de servicios públicos sonoros y de imágenes; bancos dedatos libres y abiertos a todos, a los que será necesario añadir la amplia-ción del concepto de «bien común» aplicable a todos los objetos cultu-rales que no dejan de invadirnos. Las imágenes, la publicidad y lasobras vendidas y escuchadas millones de veces, ¿no deberían pasarautomáticamente del copyright al «copyleft»?

¿Por qué el sampling de las canciones de los Beatles, de los estribi-llos de Star Academy y de las melodías de promoción publicitariatatuadas en nuestras neuronas no pueden convertirse mañana en un

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derecho, libre de fijar sus condiciones no comerciales? Todavía embrio-narias y dispersas, las prácticas de creación y de difusión que nacen dela Red y de los soportes numéricos componen un boceto, todavíaimperfecto, de ese servicio público libre. Traducen una urgencia socialy estética. Responder a esta perentoriedad será un deber político; peroserá necesario aún que la política deje de encarnarse en un rebaño decabrones ciegos cuyo guía es un perro tonsurado por la bella colecciónde logos de las empresas multinacionales.

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Referencias transversales al conjunto de libro

Jean-Yves Leloup, Jean-Philippe Renoult y Pierre-Emmanuel Rastoin,Global Tekno, Voyage initïaque au coeur de la musique électronique, CamionBlanc (1999)

David Toop, Ocean of Sound, ambient music, mondes imaginaires et voix del’éther, Kargol/L’Éclat (1996, 2000 para la traducción). Un libro importan-te, libre y caótico, en el que se reúnen Sun Ra y The Orb, Brian Eno y MilesDavies, John Cage y Aphex Twin, es decir, los pioneros de la música electró-nica y los primeros iluminados del género... Una influencia poderosa.

Art press, número especial, «Techno, Anatomie des cultures électroni-ques» (1998). Pese al número de veces que se ha citado, subrayemos, noobstante, algunos artículos excelentes, entre ellos las entrevistas aStockhausen (por Franck Mallet), a Holger Czukay (por Benoît Sabatier),«Origines improbables de la techno», de Philippe Di Folco, así como eltexto sobre Coldcut de Christophe Kihm.

Modulations, A History of Electronic Music, Throbbing Words of Sound(bajo la dirección de Peter Shapiro), Caïpirinha (2000). Uno de los pano-ramas más completos: desde los balbuceos de los pioneros de la músicaconcreta hasta el ambient y la música electrónica actual. Un libro inglésjunto a un vídeo apasionante (para obtener más información o solicitarlo,visítese el sitio web de la editorial: http:/www.caipirinha.com

Modulations, Cinema for the Ear, Caïpirinha Music (2000). Si falta-ra un álbum para resumir la historia del techno y del house desde I FeelLove de Donna Summer, sería éste, que incluye una versión larga delPlanet Rock de Afrika Bambaataa, No Ufo’s de Juan Atkins y Strings ofLife de Derrick May.

Referencias bibliográficasy discográficas[Imperativamente incompletas; sin las direcciones de los sitios que

ya han sido citadas en nota y en el sitio www.tecnorebelle.net]

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Pista de introducciónPara comprender mis filias

«Cip-cip zzip-zzip rebaños pastando dong-dang-dong-ding-beee Orquesta»

Serge Fauchereau, Expressionnisme, dada, surréalisme y otros ismes, Denoël(1976, 2002). Para saberlo todo de las vanguardias literarias y poéticas delsiglo XX, en particular del movimiento Dadá y del futurismo italiano.

L’Art au risque de la technique, al cuidado de Thomas Ferenczi, ÉditionsComplexe (2001). En este librito iluminador se mezclan lo peor («Le com-positeur, maître ou victime de l’outil technologique», por Daniel D’Amado)y lo mejor («Le cimetière du Go To Ku Ji», por Julien Husson).

Sucedáneo futurista de un manifiesto que hace pum

Luigi Russolo, L’Art des bruits, colección Avant-Gardes, L’âge d’homme (1975,2001), textos fijados y presentados por Giovanni Lista, traducción del italiano deNina Sparta. Éste es EL libro para todos los interesados en la aportación de losfuturistas italianos a la música ruidista. Con la versión íntegra de El arte de losruidos de Luigi Russolo y con la anotación de sus escandalosos conciertos.

Futurismo, Futurisme & Futurismes, Bompiani (1986). Especie de grandisco del futurismo.

Kraftwerk crea el imaginario del techno.

Pascal Bussy, Kraftwerk, Le Mystère des Hommes-Machines, CamionBlanc (1996). Toda la historia de Kraftwerk. Su recorrido y entrevistaspara comprender un talento visionario. Un libro incontrovertible.

Ralf y Florian, Philips (1973). Estribillos bizarroides con retoques mul-tinstrumentales. Las premisas básicas.

Autobahn, Philips (1974). Autovía a través de un sonido, de un ritmominimal, de una ciencia de la repetición y de ruidos de automóviles. Laascensión.

Radioactivity, Capitol/EMI (1975). Un universo de ondas y de radioacti-vidad con momentos mágicos y un éxito para un disco colosal. La cima.

Trans Europe Express, Capitol/EMI (1977). Este disco se encuentra ya enel panteón del techno; sampleado por Bambaataa en sus grandes prolonga-ciones de Planet Rock. Una de las raras y verdaderas obras maestras de estaextensa selección de discos.

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349Referencias bibliográficas y discográficas

The Man Machine, Capitol/EMI (1978). Otra obra maestra, de funkyendiablado esta vez. Los cuatro miembros de Kraftwerk se han converti-dos definitivamente en robots. Y nos obligan a bailar.

Computer World, Capitol/EMI (1981). Un hito en la construcción de unaleyenda: el funk de las calculadoras, pequeñas máquinas y microordenado-res (que ya apenas existen). Lo han anticipado todo.

Electric café, Capitol/EMI (1986). Con el complemento de FrançoisKevorkian, el álbum electro del grupo, que resulta extraño de escuchar antesde sedimentarse casi definitivamente justo en el momento en que nacen eltechno y el house. Como al azar... Todo miel para la cabeza y los pies.

Pista 1Las vanguardias del siglo XX

Dadá y futurismo italiano: la primera traición sin la que el jamás habría aparecido

Michael Gibson, Duchamp, Dada, Nouvelles Éditions Françaises (1991).Un hermoso libro con atractivos detalles y magníficamente ilustrado.

David Toop, Ocean of Sound, ambient music, mondes imaginaires et voix del’éther (Kargol/L’Éclat, 1996, 2000 para la traducción). Una obra igualmenteesencial para esta parte del libro (de donde procede), construida de maneraatmosférica, obedeciendo al pensamiento, sobre el asunto de las músicas atmos-féricas, ambient, partiendo de la vida, de lo cotidiano, y en la que transitandesde Debussy a Brian Eno y de The Orb a las músicas indias amazónicas.

Greil Marcus, Lipstick Traces. Une histoire du vingtième siècle, Éditions Allia(1998) [ed. cast.: Rastros de carmín. Una historia secreta del siglo XX, Barcelona,Anagrama].Un librito culto, referencia trascendental que traza un paralelismoentre el punk de Johnny Rotten, la Internacional situacionista de Guy Debord,el movimiento Dadá de Richard Huelsenbeck y los heréticos de la EdadMedia. Ha ejercido una influencia determinante en Techno Rebelde.

Del Telharmonium a las Ondas Matenot: las máquinas que Varèse quiso trascender.Cage y Schaeffer hacen música con ruidos y abren el camino.

Dominique y Jean-Yves Bosseur, Révolutions musicales, La musique contem-poraine depuis 1945, colección Musique Ouverte, Minerve (1999). Este librotiene la ventaja de ser muy completo cuando aborda las corrientes de la músi-ca contemporánea desde 1945, remontándose a veces incluso más allá de estafecha. Resulta un tanto complejo, con un apriorismo científico en perjuiciode la amenidad. Pero no deja de ser una referencia sobresaliente.

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350 Techno rebelde Ariel Kyrou

Peter Szendy, Écoute, Une histoire de nos oreilles, colección Paradoxe, LesÉditions de Minuit (2001). Libro de historia paralela de la música desdela perspectiva del oyente y no desde la del compositor, lo cual pone en telade juicio muchos de los prejuicios sobre la propiedad intelectual.

Jean-Yves Bosseur, John Cage, colección Musique Ouverte, Minerve (1993,2000). Excelente texto, rico en descripciones de obras musicales y en sus aná-lisis; el mejor, sin duda, sobre este personaje básico para la música electróni-ca. Incluye una serie de entrevistas de Jean-Yves Bosseur y de Daniel Caux.

Jacques Attali, Bruits, Fayard/Presses Universitaires de France (1977,2001). Libro inigualable de un autor prolífico... Los análisis políticosresultan de gran pertinencia y las informaciones en torno a la época de lainvención de la electricidad en el siglo XIX son adecuadísimas. Por el con-trario, en lo que se refiere al rap y al techno, es una auténtica catástrofe...Con haber consultado mis referencias, habría evitado abundantes errores.

James Joyce, Ulysse, colección Folio, Gallimard (1929, 1957) [numero-sas ediciones en castellano]. Idóneo para el paralelismo entre los sueños deun nuevo alfabeto musical de Varèse y los escritos destructuradores del len-guaje literario de James Joyce.

Edgar Varèse, The Complete Works, dirección de Riccardo Chailly, Decca(1906-1961). Obra difícil, poderosa por su enfoque urbano, con orquesta-ción rugiente e innovaciones de terrible densidad. Sólo para amantes de lamúsica contemporánea. Para ilustrarse sobre Ecuatorial de 1933, la extraordi-naria pieza ruidista Poème électronique, o el sorprendente Tuning Up de 1947.

Ohm, The Early Gurus of Electronic Music, Ellipsis Art (1948-1980). ELCD de los pioneros y uno de los raros álbumes en los que se puede escu-char el «Theremin Vox», a François Bayle, a Ianis Xenakis y a Louis y BebeBarron (para la música de Planète interdite). Incluye un libreto perfecto.

Vintage Volts, Early Modulations, Caïpirinha Music (1939-1967). Otrodisco imprescindible de los pioneros. Centrado en la música contemporá-nea, sobre todo en Imaginary Landscape nº 1 de John Cage de 1939; —L’Etude aux Chemins de fer de Pierre Schaefer de 1948 y el muy originalSilver Apples Of the Moon de Martial Subotnick de 1967.

Bernard Parmegiani, La Création du monde, INA/GRM (1982-1984). Unálbum tardío, pero interesante, de una de las grandes figuras de la músicaelectroacústica.

Luc Ferrari, Matin et Soir, Adda (1969, 1981). Para el fragmento de unaantología de música concreta: J’ai été coupé.

John Cage, The 25-Year Retrospective Concert of the Music of John Cage(1958, vinilo). Una caja con tres vinilos grabados en directo en el «TownHall» de Nueva York. Imprescindible, pues en él se encuentran algunas de

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351Referencias bibliográficas y discográficas

las piezas fundacionales de las músicas electrónicas como Construction InMetal (1937), Imaginary Landscape Nº 1 (1939) o incluso William Mix(1952) y cientos de extractos sonoros añadidos.

Columbia-Princeton Electronic Music Center, Tenth AnniversaryCelebration, Composers Recordings Inc. (1971, vinilo). Doble vinilo pre-sentado en una caja llena de información sobre este Centro que frecuentóWendy Carlos. Sobresale Déserts de Edgar Varèse así como piezas de OttoLuening, Milton Babbitt, Vladimir Ussachevsky y algunos otros menosconocidos, compuestas entre 1954 y 1971.

Institute of Sonologie, Early Electronic Music, Subrosa, 2000. Títuloscompuestos entre 1959 y 1969 en el Instituto de Sonología de Utrecht,con algunos temas sorprendentes de música electrónica contemporánea,entre los que sobresalen los firmados por Frits Weiland, Tom Bruynel yKonrad Boehmer.

Barnard Szajner, Some Deaths Take Forever, EMI (1980, vinilo). Sólo paracitar a un personaje recién llegado por el que siento una gran simpatía,muy próximo a la escuela francesa en la que se formó durante la década de1970 alrededor de Magma. Pero Szajner, inventor de un instrumento (elharpa láser, por el que es frecuentemente citado), eligió seguir el caminode una experimentación electrónica cuyos resultados son muy accesibles.Un disco dedicado a Amnistía Internacional.

El amor al vinilo según Pierre Henry

Pierre Henry, Messe pour le temps présent, Philips (1967). Una referenciano sólo para el rock psicodélico. El CD contiene numerosas obras de músi-ca concreta pura destinadas el coreógrafo Maurice Béjart.

Pista 2Al ritmo de la vanguardia y del mundo pop

De Jean-Jacques Perrey a Jean-Michel Jarre, los hijos de Schaeffer y deStockhausen o la segunda traición al arte instituido.

Jean-Michel Jarre, Oxygène, Dreyfus (1976). Uno de los primeros gran-des éxitos franceses de música electrónica; pura miel de uno de los hijosespirituales y, sin embargo, comerciales de Pierre Schaeffer. Indispensable.

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Perrey & Kingsley, The Essential, Vanguard (1966-1968). Dos álbumesesenciales reunidos: The In Sound From Way Out y Kaleidoscopic Variations.Sorprendente y divertido como un viejo tebeo.

Stockhausen, Hymnen, Deutsche Grammophon (1966, vinilo). Diversoshimnos bricolados por un inspirador genial. Para contrastar la influenciaque este disco tuvo en los grupos de krautrock.

Performances y festivales pre-multimedia: Sueños de «avant-rave».Joe Meek, Brian Wilson, Frank Zappa, Silver Apple: el pop se vuelve loco yenloquece los estudios.

Alain Dister, Le Rock anglais, Albin Michel/Rock & Folk (1973).Aparecido en 1973, este libro permanece como uno de los mejores documen-tos sobre el rock británico de los años sesenta y principios de los setenta.

Julian Cope, Krautrocksampler, A Head Heritage Cosmic Field Guide(1995). El libro indispensable sobre el krautrock, fabuloso free rock nacidoen Alemania a finales de la década de 1960 con grupos como Can, Faust,Popol Vuh, etc. Para rastrear a un antiguo vocalista del grupo de new waveinglés Teardrop Explodes. En inglés.

Joe Meek, I Hear A New World, RPM/Triumph (1960). La reedición, algo difí-cil de localizar, de una obra maestra inmortal del kitsch extraterrestre, con vocesaceleradas que hacen hablar a marcianos; Ondiolina y glu-glús de bañera.

Silver Apples, MCA (1968, 1969). Los dos primeros álbumes del grupo—Silver Apples y Contact— reunidos en uno solo por un grupo absoluta-mente anticipador. Audición sorprendente del más primario rock electró-nico, bastante próximo al de los alemanes Neu!...

Frank Zappa, Freak Out!, Zappa Records (1966). Pop psicodélico antesde tiempo, con un corte colosal lleno de hallazgos sonoros: The Return OfThe Son Of Monster Magnet.

The Beach Boys, Smiley Smile, Columbia (1967). Sólo para GoodVibrations y la manzana que cruje de ritmos en Vegetable.

The Beattles, Revolver (1966), Magical Mystery Tour (1967), WhiteAlbum (1968), Apple/EMI.Confesémoslo: se les ha escuchado en exceso,pero transformaron el pop, ¿no?

Amon Düül II, Phallus Dei, Mantra (1960). El más puro free rock y tam-bién el más experimental, incluso sin nada de electrónica.

Tangerine Dream, Electronic Meditation, Relativity (1970). El más demo-ledor y menos sedante de los álbumes del más famoso grupo cósmico alemán.

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353Referencias bibliográficas y discográficas

Faust, Faust (1970), So Far (1971), Polydor. Su primer álbum, el homó-nimo, es un must de collages sonoros en modo rock, nada fácil de oír. Elsegundo, So Far, más accesible, es otro icono a medio camino entre laVelvet Underground y el caos musical dadaísta.

Cómo Can hacía sampling antes incluso de que el sampler existiera.

Andy Hall, The Can Book, SAF (1989, Importado). Grupo de músicatranse de fabulosa creatividad, Can unió el pop, el jazz y las vanguardiaselectrónicas en un cóctel alucinante. The Can Book nos ofrece lo esencialde ese trabajo, con multitud de entrevistas interesantísimas.

Can, Tago Mago, Spoon (1971). El álbum (o más bien doble álbum enorigen) más loco, el más experimental del grupo, pese a su instrumenta-ción finalmente clásica.

Can, Monster Movie, Spoon (1969). El primer álbum oficial: Velvetrugiente con improvisaciones salvajes. Accesible.

Cuchillos, tenedores y ruidos de la calle

John Cage, Silence, Denoël, (1961, 1970). Para penetrar en los sutilespensamientos de un maestro inspirado en Duchamp y en la filosofía zen.

Escuchad el silencio; después, haced repeticiones, repeticiones, repeticiones,repeticiones...

Jean-Yves Bosseur, John Cage, colección Musique Ouverte, Minerve(1993, 2000).

Terry Riley, A Rainbow In Curved Air, CBS (1969). Álbum tan potentecomo fácil de escuchar, casi groovy, ideal para iniciarse en estas músicas. Elórgano rema y se engarza a un lecho de espléndidas repeticiones.... EnPoppy Nogood And The Phantom Band (segundo y famoso corte del CD) seañade un saxo.

Terry Riley, In C, CBS (1968). Obra referencial, con una orquesta demúltiples instrumentos.

Terry Riley, Red Streams, L’infonie, In C, Organe de Corti (1964-1970).Un CD dificilísimo de encontrar, pero en el que figuran las primeras obrasde Terry Riley, lo que lo convierte en un documento indispensable.

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Steve Reich, Early Works, Mantra/Arcade (1965-1972). Los temas quecontienen todas sus invenciones, desde It’s Gonna Rain en 1965 a ClappingMusic en 1972 pasando por Piano Phase en 1967.

Steve Reich, Four Organs - Phase Patterns, Elektra Nonesuch (1970). Eneste álbum (uno de los primeros del padre de la música minimalista) seencuentra toda la ciencia de Steve Reich: admirables tirabuzones repetiti-vos en lenta evolución, tocados a cuatro órganos eléctricos y maracas...

Steve Reich, Sextet - Six Marimbas, Elektra Nonesuch (1986).Dos de lostemas más fascinantes y más audibles del compositor, el primero compues-to en 1985 y, el segundo, en dos momentos distintos en 1973 y 1986.

Steve Reich, Different Trains, Elektra Nonesuch (1989). Una pieza her-mosa entre otras muy hermosas, con la incorporación de ElectricCounterpoint, tema interpretado a la guitarra por Pat Metheney y samplea-do por The Orb.

Richard Maxfield, Harold Budd, The Oak of The Golden Dreams, NewWorld Records (1969-1970).Para descubrir las intuitivas obras del desco-nocido Richard Maxfield y completarlas con las de uno de los maestrosambient, cercano a los universos de las músicas repetitivas: Harold Budd,¡Ojo! Se trata de un CD duro de escuchar.

John Cale, Sun Blindness Music, Rhenium (1965-1968). Guitarra, órga-no o sonidos electrónicos: la versión repetitiva y vanguardista del músicode la Velvet Underground.

John Coltrane, A Love Supreme, Impulse (1965). Este mítico disco dejazz, grabado a finales de diciembre de 1964, forma parte de los diez dis-cos que yo me llevaría a una isla desierta. Magníficos embrujos sin el másmínimo artificio electrónico.

Pista 3En las raíces de la cultura dance

Bajo las chozas de Jamaica es donde crecen las raíces de la cultura danceDe un error nació el remix. Después King Tubby creó el dub

The Upsetters, Blackboard Jungle Dub, Abraham/Clock Tower Records.Es éste uno de los primeros y mejores discos de dub, aparecido en Europaen 1973. Con King Tubby y Lee Perry en la producción. Una pieza maes-tra de una finura excepcional.

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355Referencias bibliográficas y discográficas

King Tubbys Meets, Rockers Productions (vinilo sin fecha). Si tenéis lainmensa fortuna de toparos con este vinilo, compradlo. Se trata de unencuentro entre King Tubby y Augusto Pablo a comienzos de la década de1970 (no he encontrado fecha alguna ni en la funda ni en el disco).También los acompañan Robby Shakespear y Bobby Ellis, y ErrolThompson como ingeniero de sonido.

King Tubby & Soul Syndicate, Freedom Sounds In Dub, Blood &Fire/Night & Day (1976-1979). Una de las numerosas compilacionesdedicadas a King Tubby, muy vocal, pero con un tesoro: Great Stones: soni-do y espíritu ya drum’n bass.

Aquarius Dub, Aquarius (vinilo sin fecha; también existe en CD). Setrata de una rareza para coleccionistas de vinilos, aparecida sin duda aprincipios de la década de 1970. Este disco de Aquarius constituye una lec-ción de los orígenes del dub: un juego que consiste, fundamentalmente, endarle la vuelta a las pistas de la grabación.

Lee Scratch Perry, Arkology, Island (1976, 1979). Menos esencial: unacaja con 3 CDs que se cuela tranquilamente en los oídos perteneciente alotro rey del dub, con o sin sus Upsetters.

La primera herejía del DJ Francis Grosso(Véanse los apartados relativos al disco y al rap)

Cómo la madre del pequeño Theodore le hizo inventar el scratch y le permitióconvertirse en Grand WizardKool DJ Herc inventa el breakbeat, después Grandmaster Flash se mezcla con él

David Toop, Rap Attack 3, African Rap to Global Hip Hop, Serpent’s Tale(2000). El libro de referencia sobre la historia del hip-hop. Una fuenteinexcusable.

Grandmaster Flash & The Furious Five, The Adventures Of GrandmasterFlash On The Wheels Of Steel (disponible en CD en todas las buenas com-pilaciones dedicadas a Grandmaster Flash), Vogue (1981, vinilo).Evidentemente, no se encuentran discos en torno a los orígenes under-ground del hip-hop (cuyo espacio natural era la calle)... Este vinilo perma-nece como uno de los primeros y de los más célebres.

The Official , Strut (2002). Otro ejemplo, y no menudo: una edición CD

de mix y juegos de platos de Flash ejecutada como en sus mejores tiemposneoyorquinos a finales de los setenta. Hip-hop concentrado y puro.

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356 Techno rebelde Ariel Kyrou

De las Temptations al Philly Sound, el soul cambia entre esplendor de arreglosy anhelos acústicos

Sly & The Family Stone, There’s A Riot Going On, Epic (1971). Incluidaslas sorpresas del amigo Stevie Wonder, uno de los primeros álbumes de músi-ca black en utilizar con maestría una caja de ritmos. Soul que se remontahasta un calor sofisticado, pero endiabladamente urbano. Un disco colosal.

Temptations, Masterpiece, Tamla Motown/BMG (1973). Obra maestradel productor Norman Whitfield y del magnífico sello soul de Detroit...Un éxtasis entre violines, vientos, electricidad y las voces doradas de lasTemptations. Tres años antes que Moroder, estos desbordamientos anun-cian ya el disco y el garage.

Frankie Knuckles, Beyond the Mix, Virgin (1991). Knuckles se adornaen la mezcla delicada de violines, teclados y un groove profundo que susu-rra profusos textos: el espíritu del Philly Sound a cargo de uno de los pio-neros del house.

Pista 4A la gloria de los primeros juglares del artesanado electrónico

Cómo Neu! crea el drum’n bass del pobre para terminar la grabación de Neu! 2

Julián Cope, Krautrocksampler, A Head Heritage Cosmic Field Guide(1995).

Neu!, Neu 2, Brain (1972). Disco inaudito de un grupo sorprendente;de ritmos bestiales, aunque las detenciones y aceleraciones de bandas seana veces difíciles para los oídos del aficionado.

¿Quiénes son los fundadores? Elogio de los electrones libres

Richard Pinhas, Les Larmes de Nietzsche, Flammarion (2001). Por lavisión nietzscheana de la música y por sus reveladores escritos sobreRobert Fripp.

Compilación de Luke Vibert, Nuggets, Lo Recording/La Baleine (déca-das de 1960 y 1970). Con sus verdaderos nombres o con pseudónimos,todos los grandes desconocidos de la música «a metro» están aquí: RogerRoger, Nino Gardini, Eddi Warner...

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357Referencias bibliográficas y discográficas

Barry 7’s Connectors, Lo Recording/La Baleine (años setenta). Otra selec-ción formidable del género Library Music.

Frank Zappa, Uncle Meat, Zappa Records (1969). Entre la inmensa dis-cografía de Zappa, este doble CD (concebido como música de una pelícu-la jamás concluida, junto a los incalificables Mothers of Invention) resumetoda la locura del guitarrista: entre pop y música contemporánea, psicode-lia enajenada y primigenias experimentaciones sonoras.

White Noise, An Electric Storm, Island (1969). Popromántico y ruidista,alimentado por increíbles tumultos. Una auténtica orgía.

Fripp & Eno, Pussyfooting, EG/Virgin (1973). Una música extraña, tra-tada a partir de una guitarra y un «Revox», y que continúa tersa.

Robert Fripp, God Save The Queen (1979), Let The Power Fall (1981),Egg/Virgin. Para penetrar en esa música ambient, repetitiva y orgánica,hecha a partir de una guitarra y de un magnetófono: los Frippertronics.

Richard Pinhas, Electronic Guerrilla (1974), Interface (1977), Stand by(1978), Cobra o Spalax. Homenaje a Richard Pinhas, EL pionero de lamúsica electrónica que aprieta y revuelve las tripas en Francia. ElectronicGuerrilla es su primer álbum, rompedor pero de sorprendente densidad;los otros dos son mis preferidos en lo que a la forma sintética se refiere.

Wagon Christ (Luke Vibert), Tali Ho, Personal/Virgin (1998). No es undisco histórico, pero empuja y vibra con un hip-hop electrónico y tales per-cusiones de ritmos que he decidido incluirlo. Digamos de paso que LukeVibert es el fan núm. 1 de la música «a metro».

Miles y la electrónica van en un barco; la electrónica cae al agua; ¿qué queda?

Ian Carr, Miles Davis, Parenthèse (1982, 1991 para la edición francesa).El libro necesario sobre Miles Davis. Completo, erudito y musicológico.

Philippe Carles, Jean-Louis Comolli, Free Jazz, Black Power, Folio,Gallimard (1971, 2000).Un librito de referencia sobre el free jazz.

Miles Davis y Gil Evans, Sketches Of Spain, Columbia (1960). Álbumextraordinario de jazz orquestal construido a base de ambientes españolesy de montajes en cut-up antes de que este método fuese habitual.

Miles Davis, In A Silent Way, Columbia (1969). Obra maestra del jazzambient.

Miles Davis, Bitches Brew, Columbia (1969). Un tesoro lleno de com-plejidad: el jazz eléctrico encuentra aquí la clave de su construcción.

Miles Davis, On The Corner, BGO/Sony (1972). Jazz-funk salvaje y urba-no, construido de acuerdo con las propuestas de Stockhausen.

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358 Techno rebelde Ariel Kyrou

Herbie Hancock, Sextant, Legacy/Columbia (1972). Para mí, el álbummás bello del amigo Hancock, con glu-glús electrónicos como introduc-ción a un jazz libre extático y todavía identificado con África.

Miles Davis, Head Hunters, Legacy/Columbia (1973). Jazz-funk mássabio que el del Miles multimillonario y multisampleado.

Weather Report, Sweetnighter (1973), Mysterious Traveller (1974).Tercero y cuarto álbumes de Weather Report, nuestros preferidos: jazz,funk, mundialistas y aventureros.

Ornette Coleman Double Quartet, Free Jazz, A Collective Improvisation,Atlantic (1960). No tiene nada que ver con la electrónica. Este disco inau-guró el free jazz. Disco antológico para todos los catadores de improvisación.

Sun Ra, The Ultimate Sounds Of Sun Ra, Byg Records (1961, vinilo).Por el texto del vinilo y por un jazz libertario e intergaláctico sin un soloinstrumento electrónico.

Sun Ra, Lanquidity, Evidence (1978). Si debiéramos guardar algún discode Sun Ra, sería éste; posee un supremo poder de encantamiento, ritmosatrayentes y algunos rasgos electrónicos.

Bob James Trio, Explosions, ESP (1965). En su época —con Barre Phillipsal bajo— Bob James hacía free jazz conectado con la música concreta y conlas experiencias de John Cage. Un disco loco, detonante y difícil.

George Russell Sextet, Electronic Sonata For Souls Loved By Nature, SoulNote (1980). Un diamante que mezcla jazz, músicas del mundo y ensala-da de géneros, de origen y ropaje electrónicos.

Geroge Lewis, Douglas Ewart, Save! Moon, The Imaginary Suite, BlackSaint (1979, vinilo). Por ese extraordinario corte de jazz ambient: TheImaginary Suite, con Lewis al trombón trucado y manipulando los efectoselectrónicos.

¿Jazz y música black como fuentes de las músicas electrónicas actuales?

As One, Planetary Folklore, Mo’Wax (1997). El más free jazz de las músi-cas electrónicas.

Las máquinas producen un éxtasis perfecto

Pascal Bussy, Kraftwerk, Le Mystère des Hommes-Machines, CamionBlanc (1996).

Kraftwerk, The Man Machine, Capitol/EMI (1978).

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359Referencias bibliográficas y discográficas

Cómo el fashion Steve Hillage se convierte al techno gracias a Kraftwerk en plenaexplosión punk

Steve Hillage, Open, Virgin (1979). Este álbum es el de su primer y muyligero giro al dance. Pero se puede pasar de él.

Steve Hillage, Rainbow Dome Music, Virgin (1979). Éste es, por el con-trario, de un ambient perfecto y puro, a lo Brian Eno. ¡Y antes que él! Unbello disco que pasó completamente desapercibido en su momento.

System 7, Ten Records (1991). El primer CD del grupo techno de SteveHillage y de su compañera Miquette Giraudy.

Gong, Camembert Électrique, Virgin (1971). ¡Aaaaargh! Un disco colo-sal del magnífico Gong en el que aparece por primera vez la guitarra deSteve. Punk rural más que techno urbano. Catártico.

Pista 5Hacia las fuentes directas de la cultura de club y del hidrotechno

La definición de un verdadero club según François KervorkianCómo el disco de Tom Moulton, David Mancuso, Giorgio Moroder y LarryLevan transformó el dance musicEn diez años, disco y hip-hop han fabricado la cuna de los hermanos techno y house

Mathias Cousin y David Blot, Le Chant de la Machine, Volume I,Delcourt (2000). Si queréis verdaderamente comprender lo que fue real-mente el disco, con sus clubs underground, este cómic es un punto de refe-rencia perfecto.

The Loft (1999), The Loft, Vol. 2 (2000), Nuphonic. Dos sobresalientescompilaciones realizadas por el propio David Mancuso, alma del Loft deNueva York, que reúne a clásicos sublimes del lugar. El primer CD es indis-pensable, con Soul Makossa de Manu Dibango, Loose Joints con ArthurRussell, la versión club de Serious, Sirius Space Party de Ednah Holt bajola patilla de Larry Levan, además de War y Risco Connection. El segundovolumen incluye un tema mágico de la Steve Miller Band que se remontahasta los dieciséis minutos, un Loose Joints experimental ejecutado capri-chosamente y un Salsoul Orchestra de la más pura tradición disco.

Larry Levan, Live At the Paradise Garage, West End Records (1979).Documento raro: un doble CD live de Larry Levan en el templo delParadise Garage. Disco puro, miel underground con efectos (aunque Larry

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Levan irá, dos años después, todavía más lejos en el mix de tendencia dub).Repárese en el completísimo libreto que acompaña al CD. Hermosa obra.De Munich Machine a People’s Choise.

Cerrone, By Bob Sinclair, Malligator/Barclay (2001). No soy fan de Cerroneni un apasionado de la Frenchy Bob Sinclair. Es como el juego de deshojar lamargarita, pero funciona estupendamente bien. Además, no puedo evitar unasonrisa cuando escucho Love In C Minor (1976) y Supernature (1977).

Absolutly, The Very Best Of..., Prélude Records (1977-1982). «WestEnd», «Salsoul» y «Prélude» son los auténticos sellos disco, heraldos de lamás agradable, la más vocal y la más bailable música black. Este edición de«Prélude» se presenta en una caja con 3 volúmenes y reúne a JocelyneBrown, Musique y, sobre todo, remezclas de Larri Levan y de FrançoisKevorkian, quien, por otra parte, fue el creador de «Prélude».

Talking Heads, Fear of Music, Sire (1979). Un año antes Remain inLight, el más disco de los grupos salidos del punk de Nueva York. Incluyeel éxito (I Zimbra) dadaísta de los clubs underground, con Brian Eno en laproducción. Indispensable.

ESG, Como Away, 99 Records (1983). Entre rap sin rap y disco acústico, unálbum primitivo que marcó a los clubs de Nueva York de la misma maneraque lo hicieron los maxis de Liquid Liquid, reeditados en CD por Mo’Wax.

La extraña semejanza de los primeros álbumes de Neu!, Suicide y Daft Punk

Neu!, Brain (1971). ¿Free rock teutón? Su simplicidad rítmica lo convier-te en su antecedente, pero también del punk, y del techno.

Suicide, Red Star (1977). ¿New wave? ¿Punk? Su crudo minimalismo(voz + electrónica low tech) hace de este disco una referencia atemporal.

Daft Punk, Homework, Virgin (1997). ¿House francés? Su identidadradical podría permitirle formar parte igualmente de los géneros disco,techno, punk, funk e indú.

El arte del estudio y la teoría de la obscuridad según los Residents

The Residents, Eskimo, Ralph Records (1979). Voz lejana envuelta entonos de algodón. Ritmos de hielo líquido. Eskimo es un álbum admirablede dub industrial que homenajea al pueblo esquimal y a sus cantos.

The Residents, Diskomo, Ralph Records (1980, vinilo). Como su nombreindica, remix disco de una ensalada de títulos del álbum Eskimo y, francamen-te, es como un bofetón: ¿hay algo más techno underground que esto? Imposible.Además, introducen sonidos de juguetes: ¡lo dicen en la funda del maxi!

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361Referencias bibliográficas y discográficas

The Residents, Meet The Residents, Ralph Records (1974, 1976). Este disco,primero de los Residents, se ha asimilado en ocasiones a la música industrial.Una especie de punk bajo los efectos del «valium» pasado por un lavavajillas.

The Residents, Intermission, Ralph Records (1982). Entre toda la discografíadel grupo, este mini 33 revoluciones es sin duda una de sus obras más accesi-bles, con estribillos repetitivos, derivaciones electrónicas y sus voces volátiles.

La música industrial impone las máquinas al pop y hace eclosionar el electro-pop

Christian Eudeline, Nos années punk, Denoël, X-Trême (2002). Libroreferencial sobre el punk francés, con páginas muy completas en torno almás pre-techno de los grupos punk galos: Métal Urbain.

In The Beginning, Soul Jazz Records (2002). Una selección perfecta paramedir la influencia que sobre el techno han tenido grupos como This Heat,Cabaret Voltaire, A Certain Ratio, Gang Of Four, 23 Skidoo, The HumanLeague o incluso los Slits, entre el funk, el punk, la new wave y las músi-cas industriales.

Throbbing Gristle, 20 Jazz Funk Greats, Industrial/Mute/Virgin (1979).Negro: los ritmos obsesivos, gritos atroces y ambiente perverso de Persuasionso Convincing People. Blanco: los estribillos tecnoides de Hot On The Heels OfLove o Walkabout... Throbbing Gristle acaricia y asesina a las máquinas en estacumbre de la música industrial, precursora del techno y del hardcore.

Cabaret Voltaire, The Voice of America (1980), Red Mecca (1981), RoughTrade. Lo mejor sobre Cabaret Voltaire es la búsqueda de reediciones en CDde los singles del grupo en los que encontraremos las obras maestras NagNag Nag o Silent Command de 1979. Si no, dos álbumes: The Voice OfAmerica (collages experimentales con algunos ecos de dub, bastante difícil)y el extraño Red Mecca, más accesible, pese a todo.

Cabaret Voltaire, The Crackdown, Rough Trade (1983). Cabaret Voltairegira, en 1982, hacia un techno rock con The Crackdown, e inventa un géne-ro que obtendrá descendencia en Chemical Brothers, Underworld yProdigy (apenas algunos bpm menos).

Jacno, Dorian/Celluloïd (1979, vinilo). No sé si ha sido reeditado (com-probad las compilaciones en CD), pero este mini-33 revoluciones de unode los antiguos fundadores del grupo punk Stinky Toys (Jacno) ha hechohistoria, sobre todo con uno de sus instrumentales. Rectangle, puente ines-perado entre el espíritu punk (la actitud, la simplicidad extrema de lamelodía y la instrumentación) y el homenaje, voluntario o no, a los pio-neros kitsch de la electrónica como Jean-Jacques Perrey.

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Orchestral Manœuvre in the Dark, Dindisc/Virgin (1980). Un soni-do y single mágicos: Electricity. No está mal, bastante vivo, con una her-mosa funda original (¡ah! ¡Esos agujeros!)... De todos modo, es mejorescuchar a Kraftwerk.

Depeche Mode, Speak & Spell, Mute/Virgin (1981). Más bajo, más gui-tarra, más batería, Sólo sintetizador, caja de ritmos y bella voz pop. De unasimplicidad mortal. En 1981 Inglaterra baila con New Life, Dreaming ofMe o Just Can’t Get Enough. Y se dice: ¿Depeche Mode es verdaderamentepop? ¿Es new wave? ¿Han inventado el electro-pop?

Daf, Virgin (1981, 1982). «Tanz den Mussolini, tanz den Adolf Hitler».Palabras bestiales y provocadoras escandidas con ritmos electrónicos bru-tos; una especie de disco new wave hardcore. Este CD reúne los álbumesAlles is Gut (el más importante) y Gold und Liebe.

A certain Ratio, To Heach, Factory (1980, vinilo). El espíritu del sello«Factory» asociado a un grupo funk blanco. Última hora: un CD compila-torio de las primeras grabaciones del grupo salió en la primavera de 2002.

A factory Quartet, Factory (1979, vinilo). Doble vinilo histórico, conun artista por cara: la guitarra ambient de Durruti Column, el pop funk deBlurt y el pop alambicado y más francamente new wave de Kevin Hewicky The Royal Family and The Poor.

23 Skidoo, Kundalini, Festish (1982). Algunos grupos, siguiendo lamúsica industrial, produjeron una música potente y endiabladamente ori-ginal, como la este mini-LP de 23 Skidoo, que mezcla los caracteres primi-tivistas de la percusión con un trabajo sobre ruidos y sonidos improvisa-dos, e incluso los discos de Dome, antiguos Wire.

Laisons dangereuses, CHBB Music (1981, vinilo). Vinilo de culto durantemucho tiempo en los clubs y las raves, particularmente en Bélgica, y que hasido reeditado recientemente en CD. Electro Body Music (como se denominanlos continuadores de DAF), con una colosal energía sintética, un título en fran-cés y otro en español: Mystère dans le Brouillard y Los Niños del Parque.

Art & Techniques, Clima-X, Hi-Tech Records Spalax (1981). Reeditadorecientemente en CD por «Spalax» (aunque difícil de encontrar), esteálbum, realizado con material básico, suena como música electrónica pri-mitiva, no alejada de la de Cabaret Voltaire.

Yello, Solid Pleasures, Ralph Records/Vértigo (1981). Pop electrónico,divertido y laberíntico, de un gamberro dúo suizo, entre Kraftwertk TheResidents y el kitsch exótico del varieté de los años cincuenta.

Devo, Are We Not Men?, Virgin (1979). Pop robótico y atronador deotros de los hijos mutantes de Kraftwerk en Estados Unidos. Este primerálbum fue producido por el singular Brian Eno.

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363Referencias bibliográficas y discográficas

Y Blue Monday abrió el camino al house inglés

New Order, Substance 87, Factory/Virgin (1981-1987). New Ordery sufabuloso éxito de 1983, Blue Monday, simbolizan el inédito matrimonioentre el disco y el new wave. Los singles de Substance 87 que abarcan elperíodo 83-87, de The Beach a Subculture, anticipan el nacimiento deldance pop (Arthur Baker trabaja, por otra parte, con el grupo), asociado auna ciudad (Manchester), un sello («Factory» y su club: Hacienda.

El gran torbellino: cuando el manipulador de sonidos se acompasa con elmúsico y el compositor

Todas las referencias posibles. Que cada uno elija a su gusto en esta disco-bibliografía, demasiado larga y, sin embargo, incompleta (bis).

La fusión electro crea el tekno frente al techno

Para la versión larga del indispensable Planet Rock de Afrika Bambaataa,la mejor es la incluida en la compilación editada por Caïpirinha y citadaal principio de estas páginas discográficas, Si no, se puede optar porMalcolm MclLaren (fácil de conseguir) o escoger dos álbumes potentes yotros dos más anecdóticos, pero, históricamente, igualmente importantes:

Art of Noise, Daft, ZTT/Island (1983-1984). Beat Box y Moments ofMove, himnos de los clubs de Ibiza y luego de los de Londres, se encuen-tran entre esos raros títulos directamente originales del house y del techno.Por su sonido y su formato electrónico, por la brillante concepción de Artof Noise, antigrupo pop sin rostro, y por los dos genios del sello «ZTT»:Paul Morley y el productor Trevor Horn.

Herbie Hancock, Future Shock, Columbia (1983). 1973. Con HeadHunters, Herbie Hancock electrifica el jazz y le inyecta funk y grandes tra-gos de «Moog». 1983. Después de Planet Rock, Hancock creó junto a BillLaswell el segundo megaéxito del electro: Rockit. Beats sincopados y deli-rios de funk electrónico. este es el camino que se seguirá.

Cybotron, Clear, Fantasy (1983, 1990). Aparecido en 1983, el álbumEnter del grupo de Juan Atkins y Richard Davis (Cybotron) fue reeditadoen CD con el título Clear siete años más tarde. Salvo el corte homónimo,la cosa ha envejecido, también lo ha hecho alguna parte de Gary Numany el futuro techno de Detroit.

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364 Techno rebelde Ariel Kyrou

François Kevorkian, Jah Wobble, The Edge, Holger Czukay, SnakeCharmer, Island (1983, vinilo). Un mini-LP que sólo interesa por los nom-bres que reúne y las dos versiones del título que da nombre al álbum; mez-cla de dub, de disco y de new wave que suena un poco electro...

Pista 6En el centro de la creación de las músicas house y techno

Mad Mike: Elogio del underground a la manera Star Trek

Depth Charge 1, Depth Charge 2, Escape Into The Void, Depth Charge 3,Depth Charge 4, Submerge. Aparecidos en la década de 1990, estos cuatroCDs compilatorios están entre los únicos en los que pueden encontrarse loscohetes del sello de Mad Mike («Underground Resistance»), bajo la eti-queta de «Submerge», derivada asimismo de Mad Mike.

Underground Resistence, Interstellar Fugitives (1998). Otro recopilatorio,más reciente, donde se encuentran títulos de artistas del sello «UndergroundResistance» de Mad Mike.

X 102 (Jeff Mills), Discovers The Rings of Saturn, Trésor/PIAS. Jeff Millsy su compadre Mad Mike, en la época en que ambos formaban parte delteam Underground Resistance, entregó a la discografía techno tres monu-mentos metálicos y arduos conocidos por sus nombres codificados X101,X102 y X103. Músicas urbanas y espaciales, viaje alucinatorio por un sis-tema solar revisitado sólo por las máquinas.

EL techno original nace en Detroit y de sus semillas de resistencia

William Gibson, Le Neuromancien, colección «J’ai lu», Flammarion(1985) [ed. cast.: El Neuromante, Barcelona, Minotauro, 1989]. La nove-la maestra del ciberpunk.

Bruce Sterling, Mozart en Verres Miroir, colección «Présence du Futur»,Denoël (1987). Excepcional selección de informaciones y noticias entorno al género ciberpunk.

Derrick May, Innovator, R & B Records (1988-1998). Un doble CD

indispensable de uno de los tres creadores del techno de Detroit (DerrickMay) que resume la esencia de esa música electrónica pura y melancólica,entre funk y Kraftwerk en formato industrial y con títulos icónicos comoStrings Of Life, The Dance o Nude Photo.

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365Referencias bibliográficas y discográficas

Inner City, Praise, Ten Records/Virgin (1992). El tercero de los frailesblack de la famosa trinidad del techno de Detroit, Kevein Saundersonnavega entre un techno musculoso y deep house sensual. Hallelujah y Praiseirrigaron los dancefloors de una mística sexual hasta entonces desconocida.

Fuse, Dimension Intrusion, Warp (1993). Otro álbum de techno, sedan-te y chisporreteante a la vez, pero de gran clase, de Ritchie Hawtin...

Plastikman,Consumed, Mute (1998). Del mismo Ritchie Hawtin, paramí es éste el más hermoso álbum de techno jamás compuesto (sí, sí), bas-tante alejado del dancefloor y de una sobriedad enajenadora.

The Deepest Shade of , SSR/Arcade (1991-1996). En esta selección vuel-ve a encontrarse el feeling original del techno: un soul electrónico e intem-poral trabajado sobre formas ríticas alejadas del desbaratado binarismo.Desde Underground Resistance a Claude Young.

Kenny Larkin, Azimuth, Warp (1994). En este álbum editado por elfamoso sello inglés de Sheffield («Warp»), Kenny Larkin destila bellas líne-as melódicas y reposos de improvisación cuyo espíritu no está lejos deljazz, aunque su carácter dominante repose en las fuerzas brutas y percuti-vas de la electrónica.

Juan Atkins y la conexión de Detroit y Chicago

Juan Atkins, The Infiniti Collection, Tresor/PIAS (1991-1996). Atkins esEL padrino de la escena techno de Detroit. Esta colección recoge algunosde sus temas más raros, grabados entre 1991 y 1996. Música sobria y pun-tillista, bella y decididamente osada.

Model 500, Mind And Body, R & B Records (1999). El álbum de Juan Atkinsque que justificó nuestra entrevista para el manual Vibrations: muy electro.

El house de Chicago: una revolución minimal..., pero con cajas de ritmos

Mathias Cousin y David Blot, Le Chant de la Machine, Volume I,Delcourt (2000). Brillantes en su trabajo sobre el disco, mis dos amigos sesuperan a sí mismos en su relación de la historia del house de Chicago,narrada de manera viva y perfecta. Una influencia determinante.

Jonathan Fleming, What Kind Of House Party Is This?, In Mind YouPublishing (Importado, 1998). Más de 450 páginas sobre la «La historiade una revolución musical»: el house. Con entrevistas a Juan Atkins,François Kevorkian, David Morales, Laurent Garnier, Frankie Knuckles,Larry Heard, Sven Väth, Fabio, Sasha, Dave Dorell, DJ Pierre, RobertOwens, Joey Beltrán, Carl Cox, Dave Angel, Paul Oakenfold, etc.

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366 Techno rebelde Ariel Kyrou

Chicago 86-91, Beachwood/Pias. Frankie Knuckles, Marshall Jefferson,Larry Heard, DJ Pierre o incluso Farley Jackmaster Funk son otras tantasfiguras a partir de las cuales se difunde el house. Todos están en esta cajaconteniendo un tripe CD con un mix de Jefferson, esencial para quienquiera conocer las fuentes del house.

Lil’ Louis & The World,Journey With The Lonely, FFFR/Barclay. Un álbumhistórico, espiritual y vocal, lleno de genio, de poesía y de emoción. Conocidoen los comienzos del house por su éxito minimalista y orgásmico (French Kiss),Lil’ Louis demostró, en 1992, su infinito talento rítmico y armónico.

¿«Nu-Groove»? ¿«Strictly Rhythm»? Espíritu del garage y del house de Chicago,¿dónde estás?

Hakim Bey, TAZ, Zone d’autonomie du garage et de la house, où es-tu?, Édi-tions de L’Éclat (1991, 1996 para la edición francesa) [de. cast.: Zonas tem-poralmente autónomas, Barcelona, Virus,1998]. Hacía falta citar una vez almenos la TAZ en este libro, esas zonas de libertad provisional arrebatadas ala sociedad dominante... Como las raves. La cita ha aparecido en este capí-tulo. Aquí está.

Secret Code, A Seconde compilation, Nu-Groove/Network Records(1992). La nueva música soul o el house de Nueva York en estado puro,con nombres poco conocidos como Rob Steal, Aphrodisiac, DTR, Kato,etc. Algunos títulos está producidos por los hermanos Burell.

El pre-house infinito de Manuel Göttsching se transforma con E2-E4 y Sueño Latino

Manuel Göttshcing, E-2-E-4, Virgin (1981-1989). Casi sesenta minu-tos de un tema mítico, líquido y repetitivo, como un río de house sedantea cargo de un guitarrista teutón cósmico...

Tangerine Dream, Stratosfer, Virgin (1976). La fuente limpia y román-tica del krautrock. «Moog synthetizer» del trío de magos, guitarra bricolada,«melotrón» y «loop mellotron» o «Project Electronic Rhythm Computer»,intento de poner nombre a un sintetizador imposible de nombrar.

Tangerine Dream, Phaedra, Virgin (1974). Ambient precoz.Klaus Schulze, X, Metronome Music (1978). Un doble CD, mi preferi-

do de Schulze, con un primer corte de electrónica pura y otro que casabien con sorprendente acierto los sintetizadores y los secuenciadores conlos violines. Los títulos hablan por sí mismos: Friedrich Nietzsche, FrankHerbert, Ludwig II von Bayern, etc.

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367Referencias bibliográficas y discográficas

Paperclip People, The Secret Tapes Of Doctor Eich, Open/Virgin (1997).Cuando Carl Craig, arcángel del techno de Detroit, desova música de cluby, para la ocasión, retoma E-2-E4.

Pista 7En el corazón de las raves y de un nuevo mundo de piratas

De los sound systems de Jamaica a las raves de la explosión house: las fiestas piratas

The Pop Group, For How uch Longer Do We Tolerate Mass Murder,Rough (1980, vinilo). Uno de los dos álbumes del Pop Group, mezcla depunk y reggae de un grupo muy comprometido con el espíritu de Bristol yde esa época de los primeros años del gobierno Thatcher. En este contex-to es en el que se desarrollan los sound systems.

Rip Rig + Panic, God, Uh Huh Prods/Virgin (1981, vinilo). Un divertidoálbum de funk llegado de la new wave, pero tirando hacia el jazz y hacia unfranco delirio, con Neneh Cherry. Todavía el espíritu de una época.

Massive, Blues Lines, Wild Bunch/Circa (1991). El resumen de una pro-longada historia del sound system en Bristol marcada por el reggae a travésde un disco importante de soul indolente.

Cómo Ibiza transmitió el virus house a Inglaterra

Vincent Borel, Un ruban noir, colección Babel, Actes Sud (1995). Conlenguaje poético y lírico, la novela de una generación; un día presa del siday al otro liberada del peso del aburrimiento y de la fatalidad gracias al bailey al éxtasis de las interminables raves en hangares y cuevas perdidas.

Michel Gaillot, Sens multiple, La techno, Un laboratoire artistique etpolitique du présent, Dis Voir (sin fecha). Un libro reflexivo y muy perti-nente (y sin fecha: ¿para hacer techno?) Sobre el fenómeno de las raves yde las free parties. Destaca una entrevista apasionante con el sociólogoMichel Maffesoli.

Philippe G. Bittar, Genital, L’Incertain (1992). «Una noche, en NuevaYork, Sarkis, casi rebelde, casi marginal, descubre la house music...» En1992 esta novelita llena de vida de un joven autor suizo fue la primera ennarrar desde su interior esa nueva cultura house.

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368 Techno rebelde Ariel Kyrou

Nicholas Saunders, E comme Ectasy, MDMA, Raves & Culture Techno, Édi-tions du Lézard (1998). EL libro sobre el éxtasis, droga que para muchosfue el ábrete sésamo de las raves y del dance de los años noventa. Un libri-to de texto preciso, completo y sin tópicos para dar con las claves psicodé-licas de esa nueva contracultura.

808 States, Ex: el, ZTT/Virgin (1991). Ex: el: resume el espíritu de la mejorépoca de Manchester, donde, bajo los estroboscopios del Hacienda, genera-ciones de músicos de horizontes diversos se confundieron en el groove de unmismo éxtasis. Así, junto a los piratas techno 808 States, podemos encontrara Bernard Sumner, de New Order, y a la vocalista de los Sugarcubes, quecomenzaba entonces una carrera en solitario con el nombre de Björk...

Shamen, En-Tact, One Little Indian/Virgin (1990). Samplesde MartinLuther King, dubs cavernosos, techno atomosférico: se encuentran aquí lautopía y el espíritu festivos de las grandes raves inglesas. Los Shamen, após-toles del psicodelismo bailable, les han prestado sus himnos emblemáticoscon sus éxitos Make It Mine y Move Any Mountain.

Beloved, Blissed Out, East West/Warner (1989). Aparecido en plenoSummer of Love inglés de 1989, este álbum consigue equilibrar música popy música de rave. Contiene toda la sensualidad y hedonismo de las prime-ras grandes raves inglesas bañadas con una utopía remezclada por DannyRampling y Paul Oakenfold, los dos genios del acid house en Inglaterra.

Goldie, Timeless, Metalheadz/Barclay (1995). En 1995 el título Timelesses el primer éxito mundial del jungle, mezcla espídica y multi-rítmica deltechno y del groove... El álbum, primer CD histórico del género, se vendecomo grandilocuente obra breakbeat, atravesada de fulguraciones rítmicasy de éxtasis melódicos. El sonido de Goldie es amplio, poderoso, infinito.

Cuando toda Europa baila y se transforma en techno-houseEl punk y el acid-house: dos caras de la misma revoluciónDe las «free parties» a la «french hype»; espíritu rebelde: ¿estás ahí?

Thierry Colombié, Technomades, La piste électronique, Stock (2001). Unrelato de viajes para entrar en el corazón del universo de los travellers y delos actores más radicales del movimiento de las free parties. Contiene textoe imágenes.

Eric Lentin, Rave, Climats (1995). Un documento auténtico. Las esce-nas y los diálogos se deslizan hacia la desmesura de un universo tan gene-roso como peligroso. El mundo de las raves y de la contracultura techno-house en Francia. Memorable.

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369Referencias bibliográficas y discográficas

Manu le Malin, Biomechanik, F Communications (1997). Figuraemblemática del hardcore francés. El mejor de una música excesiva quehace gozar en las free parties. Bajo vuestra responsabilidad.

Super Discount, Solid/PIAS (1997). ¿Super Discount? Otra bomba de lanueva escena parisina, house inspirado en el carácter underground del disco.

Laurent Garnier, 30, F Communications/PIAS (1998). El segundoálbum de Laurent Garnier, maduro. Exceptuado el trepidante CrispyBacon, el resto del álbum arrebatará a los amantes del techno puro por suexperimentación subyugante.

La filosofía del sampling según Future Sound of London

Future Sound of London, Lifeforms, EB/Virgin (1994). Una obra maes-tra de ambient con moldes absolutamente sampling.

Del sampling como un juego o como un acto artístico

Libres Enfants du savoir numérique, antología preparada por OlivierBlondeau y Florent Latrive, Éditions de l’Éclat (2000). Uno de los textosrecopilatorios de artículos y puntos de vista que defienden la lógica del sis-tema de servicio libre de la música en red y defienden, por lo tanto, elderecho de samplear con libertad absoluta.

Theodor W Adorno, Le Caractère fétiche de la musique, Éditions Allia(1973, 2001 para la edición francesa). Este librito es uno de los iconos dela crítica musical. Recomendable por su fuerza y pertinencia en contra delmercado de la música, aunque su autor no supo leer las promesas del jazzy de los piratas de ese mismo mercado...

Holger Czukay y Rolf Dammers, Canaxis, Spoon (1969). Grabado en1968, justo antes del lanzamiento de Can, este álbum es uno de los pri-meros en utilizar samples de otras músicas...

Holger Czukay, Movies, Spoon (1979). Un groove enloquecido, teñidode jazz y de dub y, sobre todo, adornado con elegantes y divertidos colla-ges: una guitarra atornasolada y cruce de diálogos de película mientras ungallo parece hacerle la petaca a una bailarina de la danza del vientre en unacama de teclado y de gozos orientales.

Brian Eno y David Byrne, My Life In The Bush of Ghosts, EG/Virgin(1981). Obra maestra de funk mutante, este disco integra brillantementevoces y otros sermones captados en radios árabes y mezclados con ritmospegadizos.

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370 Techno rebelde Ariel Kyrou

KLF, Chill Out, Wax Trax/KLF Comunications (1990). Un ambient liveconvertido en clásico con su funda copiada del Atom Heart Mother de PinkFloyd con un carnero en lugar de una vaca... Sedante y kitsch. La primeraobra de este género, anterior incluso a The Orb.

KLF, The White Room, Dance Pool/KLF Comunications (1991). Éxitos paralas raves. Un documento. La cosa va de música, pero puede decepcionar a losmelómanos que no les gusten las performances comerciales. ¡Pero qué maestría!

The Orb, The Orb’s Adventures Beyond The Ultraworld, EB/Virgin(1991). Ambient house, ambient dub y sampling. Un clásico con un títulomágico como introducción: Little Fluffy Clouds.

Coldcut, Let Us Play, Ninja Tune (1997). Un modelo de hip-hop britishy no tan abstracto como parece, concebido a partir de una retahíla de sam-ples con los que el dúo juega entre multitud de choques y embestidas....

Pista 8El limbo de las nuevas músicas actuales

¿El virus ? Un contagio de larga duración

Can, Soon Over Babaluma, Spoon (1974). Un disco influenciadoinconscientemente por el dub en el que los más sorprendentes representan-tes del free rock alemán se empapaban de reggae.

Bauhaus, Bela Lugosi’s Dead, Small Wonder Records (1979, vinilo). O.K.,es un vinilo. O.K., es un maxi.O.K., es inencontrable. Pero, bueno, a pesar detodo, he querido incluir en esta lista álbumes reeditados mayoritariamenteen CD, ¿no? Entonces, perdonadme esta cita. No puedo pasar de ella.

XTC Explode Together, The Dub Experiments, 78-80, Virgin (1978-1980).Esta selección de experiencias dub del más pop de los grupos new waveingleses constituye una maravillosa muestra de ese virus en su obra: unbajo sofocante y voces desbocadas... Imposible reconocerlos.

Holger Czukay, Jah Wobble, Jaki Liebezeit, Full Circle, Virgin (981-82).Cuando el bajista de PIL y la sección rítmica de Can se aplican al dub másherético, entre la seducción del éxito underground How Much Are They? yexperimentaciones más subterráneas.

Primal Scream, Screamadelica, Creation/Virgin. El famoso Loaded coci-do a fuego lento con salsa Andy Weatherall...

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371Referencias bibliográficas y discográficas

The Sabres of Paradise(Andy Weatherall), Haunted Dancehall, Warp/Pias(1994). En los comienzos del trip-hop, Haunted Dancehall realiza una fusiónalucinante de dub, de hip-hop, de espíritu techno y de audacias ilimitadas.

Maurizio, M1-M7, Basic Channel o Chain Reaction (mediados de los años90). Techno puro. Dub puro. Underground total, Ninguna información fiable.

Pôle, 1 (1998), 2 (1999) y 3 (2000), Kiff Records. Una pulsión pura e imper-fecta, dub sin beat. Atmosférica, extraña pero adictiva. Entre lo mejor del género.

De Brian Eno a Photeck: pintar la música antes que escribirla

Brian Eno, Ambient 1: Music For Airports, EG/Virgin (1978). Álbum dereferencia, la primera obra oficial del género ambient, para reposar el almay los tímpanos entre golpes de piano y sedosidades electrónicas. Tranquilo.

Brian Eno, Discreet Music, EG/Virgin (1975). Un baño entre músicarepetitiva, música contemporánea y pre-ambient. Con el Cockpit Ensembledirigido por el sobresaliente Gavin Bryars.

Photeck, Modus Operandi, Science (1997). Si tuviéramos que conservarun solo disco de jungle abstracto, éste sería el álbum.

De la «electrónica» al «Laptop»: música rebelde, ¿dónde estás?

Philippe Sers, Totalitarisme et Avant-Gardes, L’Âne d’or/Les BellesLettres (2001). Un libro colosal que nada tiene que ver con la música, perosí mucho con la fuerza de subversión espiritual de los artistas dadá. Unagran fuente de inspiración para este libro.

LFO, Frequencies, Warp/Pias. Uno de los mejores discos que inauguraronlo que en Inglaterra se llamó « techno inteligente».

Pioneers Of The Hypnotic Grooves, Warp (1991). Entre el techno y el tech-no inteligente, destacando el grupo Sweet Exorcist, formación derivada delantiguo Cabaret Voltaire, y testimonio de los inicios del sello «Warp».

(Artificial Intelligence), Warp (1992). Todos los grupos fundadores de laelectrónica o techno inteligente están aquí: desde Autechre a Aphex Twin (TheDice Man), y de Black Dog a Speedy J. Todo un arte musical, toda una esté-tica se funden en esta recopilación y la siguiente (Artificial Intelligence II).

Aphex Twin, Selected Ambient Works, 85-92, R & S/PIAS (1993, 2001). En1993 los sueños sonoros de Aphex Twin señalan la llegada de una jovencísimageneración a la escena techno. Refinado e introvertidos, los trabajos de RichardD. James se dan un baño en ambientes marinos e industriales que beben tantode Satie y de Debussy como del techno ortodoxo a la manera de Detroit.

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372 Techno rebelde Ariel Kyrou

Polygon Window, Surfing On Sine Waves, Warp (1992). Ciertamente, elprimer álbum de Aphex Twin, anterior a la edición de sus obras más clara-mente ambient.

Wishmountain, Wishmountain Is Dead, Antiphon (1998). En 1998Herbert entierra una de sus máscaras (Wishmountain) editando una reco-pilación de sus maxis aparecidos con ese nombres entre 1992 y 1996. Estedisco es formidable: electro en música concreta, pero en la que se recono-ce un compromiso con la vida cotidiana.

Fennesz, Endless Summer, Mego (2001). Un clásico ya de la laptop musico música concebida exclusivamente en ordenador. Experimental, brumo-sa, romántica y casi pop.

Scanner, Delivery, Earache/PIAS (1998). Música sabia y seductora construidaa partir de emisiones y palabras captadas en los cables invisibles del teléfono.

Matmos, A Chance To cut Is A Chance To Cure, Matador (2001). Unaespecie de techno terminal con ruidos de cirugía estética.

Snd, Mille Plateaux (2000). Disco raro y secreto de pulsación minimal.Entre dub y música contemporánea.

Bebidas y resacas de la música experimental

Jacqueline Caux, Presque rien avec Luc Ferrari, Éditions Main-d’œuvre(2002). El libro para conocer todo lo relativo a la amplia y fructífera carre-ra de este compositor cuyo horizonte se encuentra mucho más allá de lamúsica concreta. ¡En las músicas experimentales!

Ohm, The Early Gurus Of Electronic Music, Ellipsis Art (1948-198).Además de los fundadores de la música contemporánea, encontraréis eneste CD ya citado cortes excelentes de aquellos desconocidos precursoresque fueron David Tudor, Musica Elettronica Viva, Alvin Lucier, Alvincurran, David Behrman, etc.

IRCAM, Les années 90, IRCAM/Centre Georg es Pompidou (1998).Unavez olvidada la presentadora, se encuentran algunos bellos fragmentoscompositivos que habitualmente mezclan los instrumentos acústicos conla parte electrónica. Entre los artistas aquí presentados, se encuentranPierre Boulez, Kaija Saariaho, Philippe Manoury, Yan Maresz, Edmund J.Campion, Martin Matalon.

Musica Elettronica Viva, The Sound Pool, Spalax (1969). Un documentohistórico de doce minutos tomados en directo, muy arduo de escuchar.

Luc Ferrari, Presque rien, Ina/GRM (1995, 2000).Obra excelente tanto deSound Art como de música contemporánea que ha influido en los músicosexperimentales de todos signo, tanto del jazz como del rock o del techno. Enparticular, lo ha hecho Presque rien nº 1, compuesto a finales de los sesenta.

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373Referencias bibliográficas y discográficas

Luc Ferrari, Cycle des souvenirs (1995-2000), Blue Chopsticks (2002).¿Música concreta? ¿Música electrónica? ¿Música experimental? ¿Ambientatmosférico y rodante? Qué importan las denominaciones; este disco ricoy cautivador es la prueba explosiva de la creatividad de este compositor,más joven ahora que nunca, pues hay que incluirlo entre los pioneros dela música de este siglo XXI.

Jim O’Rourke, I’m Happy, And I’m Singing, Mego (2001).Muestra decómo cuando el guitarrista de tendencia a la improvisación y a las múlti-ples experiencias se pone delante del ordenador, desova una laptop musicseductora, un poquito más osado que Terry Riley, y todavía avanzando:atmosférica, sedante, de sonido un tanto sucio.

Gastr del Sol, Upgrade & Alterlif, Drag City (1996).Cuando, con sucamarada David Grubbs, es el rock lo que Jim O’Rourke experimenta consu guitarra dentro de Gastr del Sol, el resultado no está tan lejos del mejorlaptop music (que, recordémoslo, no existe como tal música hasta 1996).

Tortoise, A Digest Compendium Of The Tortoise’s World, Thrill Jockey(1995). Escuchad esta maravilla de post-rock, firmada por Tortoise, y si nocomprendéis lo que une las experimentaciones del rock a las del techno, oincluso a las del jazz actual, releed Techno-Rebelde

Zend Avesta, Organique, Artefact (2000). Zend Avesta, alias ArnaudRebotini, no reconoce ninguna frontera de géneros y se inspira tanto en Bartókcomo en Mark Hollis, en Steve Reich o en Derrick May, en Debussy o en JoeClaussel, en el house o en el varieté, en el funk o en la música repetitiva, en elmetal o en la música contemporánea. Experimenta. Es él mismo. Tozudo.

Jean-Baptiste Barrière, 100 Objects To Represent The World, IRCAM/Centre Georges Pompidou (2001). Obra múltiple, dividida en cien piezasa veces sorprendentes para una «prop ópera» de Peter Greenway. Un com-positor a seguir.

Kaija Saariaho, Prisma (CD-ROM) / Private Gardens (CD audio, Ondine),WSOY (1999). Dos discos en uno: CD-ROM de presentación de la obra y de lacarrera de un gran artista de música contemporánea, Kaija Saariaho (sobresa-le su relación con las nuevas tecnologías), así como un albúm, PrivateGardens, que une, uno tras otro, cuatro instrumentos a la electrónica: la voz(soprano), luego el violonchelo, la flauta y, por fin, las percusiones.

Arve Henriksen, Sakuteiki, Rune Grammofon/ECM Records (2001).Trompetista noruego inspirado en Japón que interpreta y desinterpretacon su instrumento de un modo completamente acústico. Casi se diríaque toca con un organillo electrónico. Sorprendente, ¿no? Experimental.Endiabladamente agradable y potente.

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374 Techno rebelde Ariel Kyrou

Alvin Lucier, I Am Sitting In A Room (1981), Music On A Long ThinWire (1980), Lovely Music. Dos álbumes locos. El primero es el fruto deuna experiencia llevada por Lucier desde finales de la década de 1960: dosjuegos de eco y de repetición de palabras que se convierten en música den-tro de una habitación. El segundo, más suave, es como su nombre indica:una música creada sobre hilo.

Alvin Curram, Canti Illuminati, Fore (1982, vinilo). Confieso mi ternu-ra por las obras de Alvin Curran, ex de Musica Elettronica Viva, que tejetapices de música nueva de una belleza y finura raras. Una lección de cómodeben usarse las bandas magnéticas. Canti Illuminati mezcla aires medie-vales con la salvaje tranquilidad de un arte electrónico hábil para mezclar-se con los ruidos cotidianos.

Alvin Curran, Fiori Chiari, Fiori Oscuri, Ananda Nº 4 (1976, vinilo).Disco a medio camino entre la vanguardia y caracteres infantiles. Raro entodos los sentidos del término.

This Heat, Piano Records (1979, vinilo). Si tuviera que citar un soloálbum de los grupos experimentales llegados del rock, sería éste, grabadoentre 1976 y 1978, con hallazgos, bucles y juegos de encabalgamientos deguitarras y de ritmos totalmente anticipadores.

«Blue» Gene Tyranny, Just For The Record (1979, vinilo). Otro vinilo pococonocido en el terreno de las músicas nuevas, muy influenciado por JohnCage, pero muy accesible para la música experimental, con momentos sua-ves, ritmos bidireccionales y juegos de azar. Con la participación de un per-sonaje importante: Robert Ashley. Además, viene con sorprendentes títulostambién de Phil Harmonic, Paul DeMarinis y John Bischoff.

Improvisación sobre cuatro platos con

DJ Food, Kaleidoscope, Ninja Tune (2000). El arte de los platos y delsample a través de una sofisticada simulación entre jazz libertario ymúsica de película.

Hip-hop abstracto, turntablism y la vanguardia, o el plato como instrumento

Return of the DJ, Volume One, Bomb Hip-Hop Records (1995). Lacompilación que lanzó el turntablism en 1995, ese nuevo arte hip-hop delos platos dentro de la gran tradición de los Grandmaster Flash y AfrikaBambaataa. Una orgía de samples manuales, de break-beats feroces, de gro-oves vivificantes y de ruidos significativos o insignificantes, con DJ Ghetto,Rob Swift, The Beat Junkies, Cut Chemist, DJ Babu, Invisibl ScratchPiklz, Mixmaster Mike, etc.

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375Referencias bibliográficas y discográficas

Deep Concentration, Om Records (1997). El segundo gran recopilatoriodel género, más loco, más abstracto, más enajenador aún y, precisamente,subtitulado: The Future of the Experimental Hip-hop. Sobresalen PrincePaul, Radar, Cut Chemist, The X-Men, Mumbles, Peanut Butter, etc.

DJ Shadow, Endtroducing, Mo’Wax (1996). Himno al vinilo. Abarrotadode scratchs y de samples oníricos de grupos psicodélicos o de los sedosos añossetenta y de viejos rhythm & blues buenísimos. Una pieza maestra.

Christian Marclay, Records, Suisa (1981-1989). No busquéis breakbeats eneste álbum: las primeras obras de Marclay están más próximas a una músi-ca concreta devorada por la música industrial que a piezas de hip-hop, pormuy abstractas que sean. Música experimental a su más alta temperatura.

Altered Beats, Axiom/Islands (1996). El turntablism según la alegrebanda de Bill Laswell en Nueva York, con Rob Swift, DXT (GrandmasterFlash), Prince Paul, DJ Krush y también Jah Wobble o incluso BernieWorell y Bootsy Collins (ex de Funkadelic). El subtítulo lo dice todo:Assassin Knowledges of the Remanipulated...

Major Force, The Original Art-Form, Mo’Wax/Virgin (1997). Unabomba de groove descalcificado, reedición presentada en una caja de dosCDs de los títulos de una comunidad de DJs y otros alterados nipones ena-morados del funk y practicantes del sample en todos sus formas, principal-mente del sample manual (es obvio) Todos los cortes fueron realizadosentre 1988 y 1993.

Headz 2, Mo’Wax (1996). El must de la producción trip-hop y hip-hopabstracta en dos dobles CDs —el «a» y el «b»—, con jungle. Una manerade tener el mejor de los sonidos de mediados de la década de 1980, desdeBeastie Boys a Nightmare on Wax.

Missy Elliott, Miss_e... So Addictive, Elektra/WEA (2001). La hermosadoncella del R & B, con su voz gigante, para apreciar el trabajo de lúdicoorfebre del productor Timbaland.

¿Es soluble el jazz en el techno-house?

Saint Germain, Tourist, Blue Note (2000). El disco de éxito del electro-jazz por excelencia, sin mayores innovaciones, pero con un excelente sen-tido del ritmo y de las melodías.

Nils Petter Molvaer, Solid Ether, ECM (1997). Jazz auténtico, lleno de aven-turas sonoras, sobre todo electrónicas, por medio de samples bien ejecutados,entre atmósferas de recogimiento y vigor drum’n bass. Un disco atractivo.

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376 Techno rebelde Ariel Kyrou

Nils Petter Molvaer, Khmer, ECM (2000). Idéntica mezcla de caracteressedantes y dinamita electrónica, pero en versión más potente todavía.

Nils Petter Molvaer, Recoloured, Emarcy/Universal (2001). Formidablesremix de Solid Ether por Herbert, Joakim Lone, Cinematic Orchestra ymuchos otros.

Benoît Delbecq, Piano Book, Plush. Se pasea un piano entre jazz y músi-ca contemporánea, suavemente y con un bonito toque. Es un fantasmaque se levanta, se libera y se divierte tocando. Y el piano enloquece. Nopuede escapar de ese fantasma electrónico. Y yo tampoco.

Graham Haynes, Tones, for the 21st Century, Antilles/Polygram (1997).Ambient con trompeta. La continuación espiritual, electrónica y no pre-meditada (?) del In A Silent Way de Miles. Lado jazz

Noël Akchoté, Simple Joseph, Rectangle (2001). El espíritu de la músicaelectrónica más experimental en un disco completamente especulativo apartir de una guitarra.

Bugge Wesseltoft, New Conception Of Jazz, Jazzland (1996). El primerensayo de electro-jazz (procedente del jazz) de un sello notable deNoruega. No impecable todavía.

Bugge Wesseltoft, Moving, Jazzland (2001). Aquí el asunto rueda mejor,con un gran vigor rítmico.

Carl Craig, More Songs About Food And Revolutionary Art, SSR (1997).Divagaciones de jazz metafísico, melancólico y puramente electrónico deuna de las figuras de la segunda generación del techno de Detroit, Unálbum clave, magnífico y sintomático.

Frédéric Galliano, Espaces baroques, F Communications (1997). La prime-ra experiencia del DJ con músicos de jazz. Imperfecto, pero interesante.

Frédéric Galliano, And The African Divas, F Communications (2002).Lo mismo con vocalistas africanas. ¡Es diez veces más potente! Funciona.

Amon Tobin, Bricolage, Rectangle (1996). Un gran álbum de jungleloco. Tendencia free jazz tirando a funk con multitud de samples que giranen todos los sentidos pero que no parecen samples.

Funki Porcini, Love, Pussycats & Carw recks (hacia 1996), The UltimatelyEmpty Million Pounds (1999), Ninja Tune. El más chalado espíritu jazzís-tico inunda los álbumes de Funki Porcini, quien, por otra parte, rasgueó suguitarra con los Residents, y esto se nota.

Xen Cuts, Ninja Tune (2000). Tres CDs recopilatorios que resumen la his-toria del más libertario y autónomo de los sellos hip-hop, entre el sample yel arte de los platos, el rap chiflado y el jazz de collages y desarmado.

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377Referencias bibliográficas y discográficas

Joakim Lone Octet, Tiger Sushi, Future Talk/Versatile (1999).Un jovenprodigio francés, loco admirador de Monk y de Coltrane tanto como delhip-hop abstracto, de las músicas contemporáneas y de las derivacioneselectrónicas. La cumbre del género free jazz + techno hip-hop = ?

Jon Hassell, Brian eno, Possible Musics, Fourth World, Vol. 1, EG/Virgin(1980). Para escuchar la magnífica interpretación a la trompeta de JonHassell uniéndose a la del teclado, también excelente, de Brian Eno, sinolvidarse de las extáticas percusiones...

Erik Truffaz, Bending New Corners (2000), Mantis (2001), Blue Note. El pri-mero se tiñe de electrónica; el segundo no. Pero están próximos ¿De qué jazz?

Jazz y músicas del mañana según un pícaro manipulador del presente

Flanger, Outer Spaces/Inner Spaces, Ntone/Ninja Tune (2001). Uno delos raros álbumes llegados de la esfera techno en haber sabido unir satisfac-toriamente la electrónica y la fuerza del dub al feeling y a los instrumentosdel jazz y de las músicas latinas.

Flanger, Midnight Sound, Ntone/Nnja Tune (1999). El segundo álbumde la pareja Burnt Friedman y Uwe Schmidt, alias Atom Heart. Más cool,más estrictamente electrónico; pero con una rara sabiduría del ritmo clas-se y sofisticado.

Pista de conclusiónPara formular preguntas siempre

Ruido + repetición = infancia pícara

Deleuze-Guattari, Mille Plateaux, capitalisme et schizophrénie, colecciónCritique, Les Éditions de Minuit (1980) [ed. cast.: Mil mesetas. Capitalismoy Esquizofrenia, Valencia, Pre-Textos, 1988]. Nada de jerarquía ni de modoslineales, sino el rizoma, sus raíces y sus conexiones libres y encabalgadas. Unlibro de referencia para todos los «intelectuales» del techno y, en especial,para todas sus alambicadas ramificaciones. El capítulo «Sobre el estribillo»se acopla muy particularmente a mi propia visión.

Greil Marcus, Lipstick Traces, Éditions Allia (1998) [ed. cast.: Rastros decarmín. Una historia secreta del siglo XX, Barcelona, Anagrama].

Emmanuel Grynszpan, Bruyante techno, Réflexion sur le son de la freeparty, colección Musique et Société, Éditions Seteun (1999). Una visióninteresante del techno a través de su más reciente traducción según la pers-pectiva del autor: las free parties: elogio del ruido.

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378 Techno rebelde Ariel Kyrou

Autechre, LP 5, Warp (1997). Funda negra sin información: este álbumresume toda la estética de este dúo. Sabia ejecución entre estribillos elec-trónicos y mezcolanza de beats triturados, envueltos en detalles electroana-lógicos, chirridos y zumbidos.

Boards of Canada, Music Has The Right To Children, Skam/Warp(1998). Capas sintéticas que parecen volar como pájaros virtuales sobreocéanos de ideas se mezclan con esos planeadores románticos a golpe demartillo. Luego, ecos de voces infantiles, letanías de un improbable sacri-ficio a la gloria de la máquina humana. Bach devorado por un Aphex Twintaciturno; o un Boulez melódico y psicodélico.

Charles Webster, Born On The 24th Of July, Peacefrog (2002). Uno delos álbumes más accesibles de toda la selección de Techno Rebelde y uno delos más bellos... Un house profundo y gozoso con sublimes vocalismosentre soul galáctico y ambient folk. La música se derrama sola en los oídos.

The Fireman, Rushes, Juggler Music (1998). El CD secreto y difícil deencontrar de Youth —ex Killing Joke— y Paul McCartney. Rizos de ins-trumentos eléctricos o acústicos. Un disco único que podéis intentar con-seguir en mercados de ocasión (a menudo muy barato): muy pocos son losque saben quién se esconde detrás de The Fireman.

Nobukazu Takemura, Hoshi No Koe (2001), Signs (2001), Thrill Jockey.Dos álbumes esenciales. El primero francamente electrónico, con repososde sublimes estribillos, a veces duros y ruidistas. El segundo, con dos maes-tros del rock experimental: Ken «Bundy» Brown y John McEntire, deTortoise... Atmósferas tiernamente cacofónicas, lamentos bellamente adic-tivos y largas divagaciones contemporáneas. Takemura (para vuestra infor-mación) es el productor de los Silent Poets, el must de la innovación enmateria de hip-hop ambient y ornamental.

Permanencia de las referencias futuristas y Dadá

Dj Spooky, File Under Futurism, Caïpirinha Music (1999). Jungle agre-sivo con molestos violines de expresión más próxima a la música contem-poránea que al techno bum-bum.

Material, Intonarumori, Axiom (1999). Un disco modélico para todoslos amantes del verdadero rap old school con tirones dub.

Readymade, Bold, F Communications (2001). Un joyero de cancionesinfantiles electroacústicas a la francesa, con David Sylvan como invitadoen uno de los cortes.

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379Referencias bibliográficas y discográficas

¿Y si el techno no tuviera otras raíces que toda la música desde la aparición delhombre sobre la tierra?

Pérotin por The Hilliard Ensemble, ECM (finales del siglo XII, 1989). Elarte de la repetición de músicas religiosas de la Edad Media.

Africa, The Ba-Benzelé Pygmies, Antholgy of World Music, Rounder (des-catalogado). Para conocer a esos ancestrales vocalistas utilizados porHerbie Hancock y muchos otros.

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El léxico que sigue a continuación constituye un trabajo colectivo fruto de par-tos y más partos, de versiones y más versiones. Entre los autores, es obligado citara Eric Napora y Cristophe Vix (de Radio FG), Jean-Yves Leloup, Jean-PhilippeRenoult, y a este menda (hasta el momento de la versión para la difunta VirginMegaweb en 1988 y después para este libro), así como a Mireille Kyrou, DidierLestrade y Vincent Tarrière, en lo que se refiere a algunas precisiones.

Un dato que nada tiene que ver con el párrafo precedente: en cada entra-da, las palabras en negrita son las que vienen definidas por su propio léxico.

ABSTRACT HIP-HOP. Literalmente, versión abstracta del hip-hop, instru-mental y de buen grado experimental. El término hip-hop calificaría de algu-na manera a un hip-hop abstracto de tendencia más pop, a la manera de losgrupos de Bristol como Massive o Portishead.

ACID. Se denomina Acid a los sonidos evolutivos, agudos y sibilantes creadospor los famosos basslines de la caja de ritmos TB 303 de Roland 2. Por exten-sión, el acid es un estilo musical, ya sea asociado al house, al techno o al trance yque mezcla rítmicas y sonoridades ácidas. El creador: DJ Pierre (véase el capítulo«El house de Chicago: una revolución nimimal..., pero con caja de ritmos»).

ACID-JAZZ. El día de 1988 en que el DJ Galliano, desde sus platos, espeta:«¡Y ahora, el acid-jazz!», no hay duda de que está inaugurando un movimien-to estético y musical que hace colisionar sin demasiada continuidad la escenaacid-house y el jazz-funk británicos.

AFTER. Fiesta matinal tras una rave o a la salida de un club.

Léxico

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382 Techno rebelde Ariel Kyrou

AMBIENT. Experiencias techno llevadas más allá del beat metronómico. Másampliamente, música climática, de atmósferas, ejecutada a partir de la profun-didad, el espacio, la superposición y la evolución de tapices sintéticos más quesobre el trabajo de elaboración de ritmos. Su presunto inventor: Brian Eno conel álbum Ambient 1 / Music For Airports de 1978, salvo que nos remontemos alas músicas africanas, indias o medievales... O, por el contrario, se prefiera citara KLF por su Chill Out de 1990 o a The Orb, precursor del house de tipo ambientcon su doble álbum The Orb’s Adventures Beyond the Ultraworld de 1991.

BALEARIC BEAT. Música y mix diversos interpretados en los clubs de lasBaleares, especialmente en Ibiza: el Pachá, el Ku y el Amnesia. Una especie dehouse, ligero y mestizo, agradable al oído e influenciado por el pop y las músi-cas latinas.

B. BOY. Por Breaker Boy. Los muchachos de la cultura hip-hop.

BEAT. Literalmente, golpe, es decir, el bum, el tempo de un tema.

BEFORE. Fiesta vespertina, anterior a la nocturna.

BIG BEAT. Influencia musical inglesa iniciada por los Chemical Brothers yProdigy. ¿Su receta? Una buena dosis de beats hip-hop, algunas escandalosassonoridades techno y un relevo de guitarras cada vez más funky y ronck’ roll.Es potente y funciona.

BLEEP. Sonido electrónico breve. Definió un género del house a principiosde los noventa: la bleep-house, en otro tiempo practicada por LFO.

BOLERO. Por su estructura, su progresivo incremento de volumen y su pro-gresión en fases graduales, el celebérrimo Bolero de Ravel, ¿no será una de lasfuentes donde bebieron el techno y, en particular, el trance psicodélico?Maurice Ravel, compositor francés nacido en Ciboure en 1875 y muerto enParís en 1937, compuso el Bolero en 1928.

BUCLE o RIZO. Series de notas o de sonidos grabados, montados al comien-zo y al final para formar un boucle físico, y ejecutados por su preparador. Eninglés: loop.

BPM. Beats por minuto. Dicho de otro modo: el número de bums que hay enun fragmento musical de un minuto.

BREAKBEAT. Ritmo básico del hip-hop, lo más funk posible, extraído de unbreak de batería, como el del Funky Drummer de James Brown o el delRequiem pour un con de Gainsbourg; 2. Por extensión, estilo de techno apare-cido en Inglaterra, basado en la aceleración del breakbeat original, y que seconvertirá en el jungle, llamado también drum’n bass.

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383Léxico

BREAKDANCE. Baile acrobático iniciado por los jóvenes negros neoyorqui-nos a comienzos de la década de 1980. También se le conoce por smurf.

CAJA DE RITMOS. Las primeras cajas de ritmos aparecieron a finales de ladécada de 1960. El grupo de soul psicodélico Sly & The Family Stone fue unode los primeros en utilizarlas, aunque todavía eran muy primarias. No seráhasta mediados de la década de 1980, con la tecnología MIDI, cuando se puedaprogramarlas. Sin estas pequeñas máquinas (la Roland TB 303, desde luego, eincluso la TR 707, la TR 606 y la TR 808 que le siguieron) el house jamáshubiera explotado.

CHARLEY. Se trata, en principio, de una de las tres piezas maestras de labatería, jazz o rock, junto a la caja y el bombo. Actualmente, también se llamacharley al platillo electrónico imitado por la caja de ritmos y utilizado en lacomposición de temas house y techno.

CLUB. Discoteca nocturna.

CRIMINAL JUSTICE ACT. Texto legislativo inglés redactado contra lasraves y los travellers. En nuestra opinión, está pensada para protegerlos dere-chos de autor y atenta directamente contra el derecho de reunión.

COPYLEFT. Como su nombre indica, izquierda de autor, concepto opuestoal sistema del copyright. Su fundamento: la obra bajo copyleft puede ser sam-pleada y pirateada con sólo citar explícitamente la fuente original.

CROSS-FEADER. Accesorio de la mesa de mezclas que permite al DJ pasarrápidamente de un disco a otro.

DADÁ. Movimiento artístico fundado en 1916 que propugna la perversión,el collage, un arte para todos y aplicable a toda clase de objetos comunes y laprovocación de la burguesía... Estado de espíritu del que la cultura house es uneco lejano.

DANCE. Literalmente, música para bailar. Actualmente se identifica con ver-sión comercial, vendible y simplista de techno o house. Pero dance significapara algunos cualquier música que haga bailar.

DANCEFLOOR. Pista de baile.

DEEP HOUSE. House caliente y lenta, sedosa a veces, a menudo cantada ysiempre profunda (en principio), rica en tapices sintéticos y sonoridades ator-nasoladas. Su capital: Nueva York. Conoció sus momentos de gloria a princi-pios de los ochenta.

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384 Techno rebelde Ariel Kyrou

DESCENTE. Momento en el que desaparecen los efectos eufóricos de unadroga. Produce el «mono», una ligera depresión o a veces bienestar, embota-miento o quietud. 2. Final de un mix, ralentización del tempo, aterrizaje suavehacia sonoridades más ambientales.

DISCO. Nacido oficialmente en 1976 tras seis años de maduración en clubscomo el Loft, el disco es el primer género de la cultura dance salido del housede Chicago. Su identificador esencial es el foot, aporreo punzante del bombosalpicado con superabundancia de violines, de vocalismos femeninos (comomaullidos) o masculinos (como bufidos). Después de Donna Summer, losaños dorados del disco (del 77 al 80), conocerán la explosión de los Bee Gees,de Village People, de Boney M., de Amanda Lear, de Sylvester, de JohnTravolta en Saturday Night Fever...

DJ. (Debe pronunciarse con fonética inglesa: ‘Di Yei’; nunca Diyi). Conocidosantaño como Disc-Jockeys, los DJs ocupan hoy un lugar determinante en laexpansión de los movimientos house y techno. Contrariamente a lo que se podríacreer, los DJs no son los únicos stars de esos movimientos, por cuanto muchos deellos son también músicos a la manera de los pioneros del techno de Detroit y,en otros caso, se convierten en músicos, como Laurent Garnier. Desde la apari-ción de los grandes DJs del disco como Larry Levan y la explosión del movimien-to house en 1985, el DJ es un artista en directo, creando en directo un sonidoúnico a partir de galletas de vinilo, de cajas de ritmos, de samplers, de efectos dedub, de discos girando al revés, de cassettes pregrabadas, etc.

DOWN TEMPO. Literalmente, tempo lento. Se aplica a las músicas techno ohip-hop cuyo ritmo es más lento, más introspectivo. Designa también, másampliamente, a la música dance de influencias afroamericanas, al soul y al funky.

DRUM’N BASS (o DRU